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Armas, señor presidente, se dice armas: a la pedagogía de la defensa le sobran circunloquios
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Armas, señor presidente, se dice armas: a la pedagogía de la defensa le sobran circunloquios

Ni el aporte del sector a la economía, aporte fiscal y a las exportaciones, al tejido laboral o al desarrollo de tecnologías duales van a hacer que Sánchez pronuncie la palabra arma. Porque no le va a dar votos

Foto: Espada artesana de Toledo. (EFE/Ismael Herrero)
Espada artesana de Toledo. (EFE/Ismael Herrero)

Las armas solo se vuelven bellas cuando pasan a la historia. Nadie protesta en las calles de Toledo ante las espadas con exquisitos damasquinados que, siglos después, se siguen forjando en la ciudad imperial. Tampoco vemos manifestantes en los museos militares del mundo que guardan las joyas bélicas —literales y metafóricas— que forman parte del relato colectivo de las naciones. Qué ideología (o religión) no tiene a alguien en su pasado —un general, un gobernante, un partisano— que empuñó con justicia y épica el sable, el rifle o la guadaña. Y, en la misma medida, aquellos que los usaron sin moral; de forma cruel, espuria o interesada. A las armas les da igual. Las armas son las mismas.

Y esto es importante. Porque en el debate sobre la industria de defensa y el gasto militar, el portaviones en la habitación es el fin último del material que se adquiere, para lo que se entrena y lo que se planifica. Los carros de combate, las fragatas o los cazas; la artillería, los satélites militares o los drones. Todos los sistemas de armas integrados en una cadena de mando tienen como misión identificar, vigilar, neutralizar y/o eliminar al enemigo. De ahí, la aprensión (y también fascinación) que nos producen. Una extensión atávica de nuestra especie que, desde el primer día, vio en la piedra y el garrote la vía más extrema y cruda de su expresión.

Sería insólito protestar por un rearme de rocas y palos. Pero después de milenios de chocar la espada y el escudo —ciencia, tecnología e ingeniería mediante— hemos llegado a los cazas furtivos, los submarinos atómicos, la artillería de precisión, las bombas de racimo, los drones kamikaze, la inteligencia artificial aplicada al campo de batalla y las ojivas nucleares. No hay que justificarlos o loarlos; como tampoco va a tener ninguna utilidad práctica criticarlos. Es que están. Y hoy, como ayer, el que tiene más, manda más. Lo mandó grabar Luis XIV en sus cañones: Ultima Ratio Regum. El último argumento del rey. Allí donde recae la última palabra de la soberanía nacional.

Foto: Blanca Torrent, Javier Colomina, Aniceto Rosique, José Antonio Sánchez, José María Bellido Roche, Carolina España, Salvador Fuentes, José Antonio Zarzalejos y Agustín López.

El miércoles se habló de soberanía y defensa en dos foros muy distintos. El presidente Pedro Sánchez compareció en el Congreso para anunciar un gran Plan Nacional para el Desarrollo e Impulso de la Tecnología y la Industria de la Seguridad y Defensa. Se ha quedado en el título, sin concretar fechas ("antes del verano"), ni de dónde saldrán los fondos ("cooperación público-privada"), ni en qué se gastarán ("actualizar equipamiento de las Fuerzas Armadas"). En todo momento, el líder del Gobierno ha evitado pronunciar la palabra rearme o armas (salvo en el participio de las Fuerzas).

"No me gusta en absoluto", había avisado el mandatario días antes en Bruselas al afearle a la presidenta Ursula Von der Leyen la honestidad del lema Rearm Europe acuñado por la Comisión Europea.

A 400 kilómetros de la capital, en Córdoba, los líderes de la industria nacional de defensa se dieron cita en la segunda edición del evento Desafíos Defensa que organiza El Confidencial. Allí, el almirante Aniceto Rosique, jefe de la Dirección General de Armamento y Material (DIGAM), sí habló de armas y explicó por qué su producción fortalece nuestra soberanía industrial y tecnológica ("autoridad de diseño").

"El reto que debe resolver la política de adquisición de capacidades, no solo operativas, sino también logísticas, no es sencillo. Hay que acompasar plazos, costes y los requisitos operativos tan demandantes de las Fuerzas Armadas. Y, a su vez, acomodarlos a los ámbitos económico, tecnológico y geopolítico del país", aseguró.

También los líderes empresariales referentes del sector, como José Vicente de los Mozos (Indra), Luis Furnells (Grupo Oesía), Miguel Ángel Panduro (Hispasat), Javier Escribano (EM&E Group), Miguel Ángel García Primo (Hisdesat) y Jesús Serrano (GMV), expusieron con detalle los retos que enfrentan y cómo afrontarlos para que este ciclo alcista de la defensa reverbere positivamente en nuestra economía. Los analistas y expertos dieron el contexto estratégico, geopolítico y financiero. Se habló de dinero, de costes e inversiones. De cómo la seguridad va del espacio al ciberespacio. Del papel de las regiones y de producción de munición. Y de cómo la defensa ya no solo es cosa de empresas de defensa. Sin muchos circunloquios.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comparecencia este miércoles en el Congreso.  (EFE/Javier Lizón)

"Rusia, cuya economía es solo una pequeña fracción de la europea y estadounidense, produce en tres meses más munición que Europa y Estados Unidos conjuntamente a lo largo de un año", explicó Javier Colomina, subsecretario general adjunto de Asuntos Políticos y Política de Seguridad de la OTAN y enviado de la alianza para el Flanco Sur. "No es suficiente con aumentar nuestra inversión. Debemos también centrarnos en nuestra capacidad de aumentar la producción industrial de defensa. Vivimos en un entorno de seguridad considerablemente más peligroso que hace tan solo unos años", avisó el diplomático español.

Pedagogía interruptus

El hecho es que gran parte de la sociedad no ve su soberanía amenazada. Pese a que somos el país que menos gasta en defensa proporcionalmente de los aliados de la OTAN, los españoles estamos entre los europeos más renuentes (más del 50%) a aumentar la inversión militar, según un sondeo del European Council on Foreign Relations (ECFR). Ni los tres años de invasión en Ucrania, ni el inestable conflicto en Oriente Medio, han hecho variar la percepción de riesgo. Como tampoco el medio centenar de guerras activas con 90 países involucrados, según el Institute for Economics and Peace; ni el centenar de grupos armados no estatales en frentes activos, según Cruz Roja, o los más de 120 millones de personas afectadas por conflictos, según Acnur.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (DPA/Lev Radin)

La complacencia estratégica se ha extendido entre los países y generaciones que hemos vivido décadas de paz en un mundo a merced del músculo militar estadounidense. Ahora que la Casa Blanca está en un incipiente repliegue estratégico de ritmo y alcance desconocidos, a Europa no le ha quedado más remedio que enfrentar su discusión más peliaguda. La de las armas y, con ellas, la de la soberanía. Pero Sánchez llevó al hemiciclo la versión más descafeinada de toda esta crisis. Habló de capacidades estratégicas de inteligencia, mando y control, logística y defensa aérea. Protección y disuasión. Y unas "fuerzas armadas comunitarias", que es una forma tan buena como cualquiera para alejar la conversación del debate nacional. Llegar al 2% sin renunciar a nada.

Términos genéricos y rodeos semánticos que muestran claramente que en Moncloa todavía ven la defensa como un lastre electoral. El presidente prometió "pedagogía", pero dio un mitin. Y eso significa que, como país, no nos lo creemos. Por eso, ni el aporte del sector a la economía (entre 8.000 y 10.500 millones de euros anuales), aporte fiscal (3.700 millones de euros) y a las exportaciones (otros 3.700 millones de euros), al tejido laboral (desde técnicos especializados a ingenieros e informáticos) o al desarrollo de tecnologías duales van a hacer que Sánchez pronuncie la palabra arma. Porque no da votos.

Foto: El director general de Armamento y Material del Ministerio de Defensa, Almirante Aniceto Rosique, posa para El Confidencial. (Pepo Herrera)

"La defensa genera 120.000 empleos en toda España, directos e indirectos. Es un sector de alta productividad, el doble que el promedio de la industria nacional, y se cobra un 80% más de la media española y con empleo de calidad, desde profesionales muy preparados y formados, con implicaciones en retención de talento; pero también da trabajo a personas con menos oportunidades laborales, y además está muy atomizado regionalmente", compartió Jordi Esteve, socio de Strategy& de PwC, en el foro Desafíos Defensa.

Si se agregan los sectores de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (todos muy vinculados entre sí), estos suman el 12% del PIB industrial de nuestro país y un 2,6% de los ingresos tributarios nacionales (casi 7.000 millones de euros), estima el informe de PwC sobre el sector para la asociación Tedae.

España es el cuarto exportador de armas de la Unión Europea y noveno del mundo, según el Sipri (2,7% de las exportaciones globales). Podría, de jugar bien sus cartas, ser uno de los grandes beneficiados de los planes para reforzar el músculo bélico e industrial europeo. Para ello, el sector debería ser considerado estratégico en la economía y la defensa nacional, y su actividad objeto de escrutinio y debate para la ciudadanía. Pero para eso tendremos que saber de qué estamos hablando.

El problema de las metáforas

Las neolenguas del rearme pueden servir para aplacar a socios de coalición y votantes frustrados (y cabreados), pero poco van a ayudar a fomentar la "cultura de la defensa". Un mantra que lleva repitiendo la industria, las Fuerzas Armadas y los analistas y académicos del ramo, pero que no cala tanto entre políticos, administraciones y una parte de la sociedad española. Por eso prosperan narrativas sobre militarizar sociedades, ceder ante los señores de la guerra o iniciar peligrosas carreras armamentísticas. Y el Gobierno, con sus metáforas, está aceptando este marco de debate.

La pedagogía de la defensa también tiene que ver con transmitir en qué estado está la capacidad militar española y el efecto de dos décadas de recorte presupuestario en los arsenales. Explicar de dónde vendrán los fondos para poner al día nuestras capacidades, en qué y para qué se gastarán. Explicar el concepto ampliado de soberanía (política, industrial, tecnológica), plantear el potencial retorno (y riesgo) de las inversiones, transmitir el peso de los compromisos aliados y el valor intangible de la disuasión. Tiene que ver con hacer la gestión de la defensa más transparente, dar más acceso a los militares y exigir más a las empresas.

Foto: Cumbre de la OTAN de Bruselas en 2018. (Reuters)

"Y lo primero que necesitamos para eso es voluntad política", aseguró Feliz Sanz Roldán, exdirector del CNI y ex Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), en el foro de Defensa de El Confidencial. "Tener el dinero para defensa es empezar la casa por el tejado. Primero decidamos para qué lo queremos (objetivos estratégicos), con eso diseñamos el instrumento (militar), y al instrumento lo dotamos de las capacidades que necesita para hacer eso que le han pedido hacer", resumió el general retirado.

Ahora mismo, las fuerzas armadas europeas apenas podrían hacer lo mínimo y básico, que es asegurar la integridad territorial de sus naciones. El principal temor (e incógnita) en la OTAN es si Vladímir Putin, victorioso en Ucrania y sin la presión del Pentágono, podría eventualmente atacar a un país comunitario. En estos tres años de guerra en flanco oriental, varios altos mandos militares europeos han reconocido públicamente que sus ejércitos no estarían preparados para resistir una guerra de alta intensidad. En España, los que lo reconocen, solo lo hacen en privado.

"Las mejores armas son las que no se usan en combate real. Las maniobras, los ejercicios, la exhibiciones. Todo forma parte de la disuasión", comentaba un alto mando en una conversación informal durante la preparación del evento de Córdoba. "Porque si el enemigo algún día estuviera a las puertas, no habría batería antimisiles que nos pareciera cara"

Las armas solo se vuelven bellas cuando pasan a la historia. Nadie protesta en las calles de Toledo ante las espadas con exquisitos damasquinados que, siglos después, se siguen forjando en la ciudad imperial. Tampoco vemos manifestantes en los museos militares del mundo que guardan las joyas bélicas —literales y metafóricas— que forman parte del relato colectivo de las naciones. Qué ideología (o religión) no tiene a alguien en su pasado —un general, un gobernante, un partisano— que empuñó con justicia y épica el sable, el rifle o la guadaña. Y, en la misma medida, aquellos que los usaron sin moral; de forma cruel, espuria o interesada. A las armas les da igual. Las armas son las mismas.

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