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Pablo Iglesias ha convencido a Pedro Sánchez sobre cómo dar la batalla al PP
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Pablo Iglesias ha convencido a Pedro Sánchez sobre cómo dar la batalla al PP

El exvicepresidente tenía una idea muy clara acerca de cómo actuar contra la derecha y el líder socialista ha acabado por entrar en su marco. Sin embargo, se le abren nuevos frentes

Foto: Míriam Nogueras y Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)
Míriam Nogueras y Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)
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En una conversación con Luis María Ansón, Pablo Iglesias aseguraba que su mayor fracaso era no haber convencido a Pedro Sánchez de que la supervivencia del PSOE pasaba por convertir España en una república plurinacional. Más allá de su negativa consideración del papel del monarca, Iglesias insistía en que los socialistas debían asumir plenamente la batalla cultural e intentar transformar el poder mediático y el judicial porque estaban en manos de la derecha. “Esto no es como antes, no van a hacer prisioneros”, advirtió, y concluyó afirmando, “el PSOE hace de pagafantas cada vez que entrega el poder judicial y el poder del Estado al enemigo”.

Iglesias no ha convencido a Sánchez de la primera parte, pero sí de la segunda. La visión del líder morado, según la cual el poder de los medios de comunicación resulta decisivo, los nuevos intelectuales influyentes son los comunicadores y las redes resultan fundamentales para decantar la contienda política, está muy presente en la mentalidad de este gobierno. La llegada de Broncano a TVE para combatir a Pablo Motos y la incorporación de Marc Giró y de Henar Álvarez forman parte de ello; también las presencias ocasionales de los socialistas en pódcast como ‘La pija y la quinqui’ o ‘Detective murciano’.

La insistencia de los medios progresistas en el feminismo, la juventud, el cambio climático y la inmigración están ahí como parte de un ideario, pero también como una posición política confrontativa. En cuanto a los demás aspectos, la batalla por Prisa y el nuevo papel de Telefónica inciden en esa prioridad que otorga Moncloa a la participación en la esfera mediática, y la lucha en el seno del poder judicial se hace cada vez más palpable.

Es el momento de la confrontación ideológica, y los recientes fichajes de Moncloa inciden en ese sentido. El PSOE ha ido al choque, al mismo tiempo que se apoya en las fuerzas políticas de la plurinación para encontrar apoyos a su gobierno. Parece que las ideas de Iglesias están siendo más efectivas cuando ha tomado una distancia muy significativa respecto de Sánchez que cuando era vicepresidente.

Sin embargo, esto no es una característica únicamente española. Forma parte de una tendencia internacional a la que nuestro país aporta elementos específicos.

La deslegitimación como propósito

Es importante, en este sentido, constatar el cambio operado en la esfera comunicativa. El mundo progresista se convenció de que el ascenso de las derechas populistas y extremas provenía de su capacidad de movilizar las emociones, en general mediante noticias falsas que aparecían en las redes y que, en ocasiones, repetían medios de comunicación digitales.

Por lo tanto, se intentó forjar una barrera para desactivar el poder de los bulos: había que establecer mecanismos rigurosos de comprobación de la información. Aparecieron así los verificadores. La desinformación se consagró como el principal enemigo.

La deslegitimación es la principal baza de la política española. Su objetivo es movilizar a los votantes propios y desmovilizar a los ajenos

Esa táctica no funcionó por razones lógicas. Era necesario hacer algo más. Hubo propuestas basadas en la empatía, como la utilización de un lenguaje distinto para regresar a las mismas soluciones. Hubo versiones más atrevidas, como la de utilizar las armas de los rivales: si ellos mienten para movilizar las emociones, nosotros también. Pero la más aceptada y exitosa es la que niega los bulos y ni siquiera discute sobre ellos, sino que pone el acento en deslegitimar a los emisores. Esto es muy habitual en redes, pero también en los discursos difundidos por los medios. Y es la dinámica que define nuestra política hoy: el PSOE, como el resto de las izquierdas, se centran en deslegitimar al rival, señalando al PP como un partido dominado por Vox y que está abrazando políticas de extrema derecha. En los cruces de declaraciones entre Feijóo y Sánchez, siempre hay alguna referencia a este vínculo.

Esta es la tendencia dominante, pero tampoco parece particularmente exitosa. Los populares basaron su campaña del 23-J en deslegitimar a Sánchez, y sigue de presidente, lo que no obsta para que desde Génova se insista una y otra vez en ese marco.

El problema en los flancos

El objetivo de la deslegitimación no es convencer de una determinada postura o refutar una posición ajena, sino movilizar a los votantes propios y desmovilizar a los ajenos. Es la dinámica que da forma a nuestra política desde hace bastante tiempo. Esta confrontación deslegitimadora constituye un problema evidente para España, ya que, al centrarse la acción en desgastar al rival, permite que se dediquen pocas energías a las soluciones; y cuando estas aparecen, lo hacen con un carácter meramente instrumental. Moncloa vive intentando superar el día siguiente, pero tampoco Génova ha mostrado señales de una visión de futuro que vaya más allá de golpear al PSOE una vez tras otra.

Junts se revuelve contra el PSOE y se exhibe como el partido que consigue lo que quiere del Gobierno y en el momento que quiere

El país se ha ido acostumbrando a esta dinámica, pero también saturándose de ella. Lo que no es tan frecuente, y esta semana ha mostrado diversos ejemplos, es que la deslegitimación no parta de los rivales políticos, sino que proceda de los asociados. Las acciones de Junts, y Míriam Nogueras ha sido particularmente activa en ese sentido, parecen permanentemente dirigidas a humillar al PSOE. Lo extraño es que, en lugar de utilizar la baza de sus votos como elemento negociador, una vez alcanzado un acuerdo, se revuelva contra su socio y se exhiba como el partido que consigue lo que quiere del Gobierno y en el momento que quiere. Hay pocas cosas tan deslegitimadoras como esa.

La pelea política polarizada entre los dos principales partidos se ha estancado y apenas tiene recorrido ya, salvo acontecimientos de gran magnitud, (como le ocurrió a Mazón con la Dana). Sin embargo, el potencial perturbador de los teóricos aliados es cada vez mayor. Un Junts atrevido, justo en el instante en que el bloque de gobierno vive fricciones causadas por la guerra de Ucrania y el rearme europeo, es un problema serio para Sánchez. Por el lado derecho, Vox está presionando al PP con los presupuestos de las Comunidades y pretende que asuma posiciones contrarias en España a las que los populares defienden en Bruselas: la transición verde y las políticas de inmigración están en el punto de mira.

En una conversación con Luis María Ansón, Pablo Iglesias aseguraba que su mayor fracaso era no haber convencido a Pedro Sánchez de que la supervivencia del PSOE pasaba por convertir España en una república plurinacional. Más allá de su negativa consideración del papel del monarca, Iglesias insistía en que los socialistas debían asumir plenamente la batalla cultural e intentar transformar el poder mediático y el judicial porque estaban en manos de la derecha. “Esto no es como antes, no van a hacer prisioneros”, advirtió, y concluyó afirmando, “el PSOE hace de pagafantas cada vez que entrega el poder judicial y el poder del Estado al enemigo”.

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