La historia no contada de Luceño y Medina: "La ambición es buena, es necesaria y funciona"
La Audiencia Provincial de Madrid condenó este miércoles a Luceño a tres años y ocho meses de cárcel por un delito fiscal y otro de falsedad documental, pero absolvió a ambos del de estafa
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Luis Medina y Alberto Luceño no son unos estafadores. Ambos se embolsaron más de 5,5 millones de euros con la venta de material sanitario en plena pandemia y evitaron informar al Ayuntamiento de Madrid sobre sus comisiones, pero no son unos estafadores. Al menos esa es la conclusión de la Audiencia Provincial de Madrid, que este miércoles notificó su sentencia del caso Mascarillas.
"Así ocurre en el mercado, donde es sabido que nadie regala nada por nada", apuntan los magistrados.
La sentencia de la no-estafa es el último capítulo de dos trayectorias que se solapan. Por un lado, el aristócrata venido a menos que no consigue saltar de las páginas del corazón a las de economía. Por otro, el hijo de un joyero que estudia Periodismo y va subiendo peldaños gracias a su labia. La pareja se volvió infalible en plena pandemia, pero su historia también incluye un negocio de perlas o incluso una escultura en La Almudena.
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Para encontrar su primer punto en común, hay que remontarse a 2009, cuando Medina fundó la empresa Gekko Partners. Apenas 11 meses después, en octubre de 2010, Luceño hizo lo propio con Gekko Consultoría Estratégica. El hecho de que ambos eligieran el mismo nombre podría ser una coincidencia, pero que las bautizaran con el apellido de Gordon Gekko, el protagonista de la película Wall Street que fue un boom en los años ochenta, reflejaba ya una forma muy particular de ver el mundo.
“La cuestión es, señoras y señores, que la ambición, a falta de una palabra mejor, es buena, es necesaria y funciona”, reivindica Gekko en la película.
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Esa ambición hizo que, a partir de 2010, Luceño y Medina unieran fuerzas en torno a una misma empresa: Ceylan 1943. La firma se dedicaba a la venta de perlas en El Corte Inglés y Medina se hizo con el control por medio de Gekko Partners. A sus 29 años, estaba decidido a asociar Ceylan 1943 con el alto standing, a alejar sus perlas de la sección de bisutería.
Para conseguirlo, el hijo de la supermodelo Naty Abascal y del fallecido duque de Feria instaló las oficinas en un primer piso de la calle Ortega y Gasset de Madrid, justo encima de Tiffany. También se lanzó a la Copa del Rey de Vela, un evento que reunía a la flor y nata de la sociedad española en el Real Club Náutico de Palma. En agosto de 2010, Ceylan 1943 patrocinó al Grand Soleil, uno de los veleros en competición.
"Hablas con Luceño y te crees lo que te dice", reconoce el presidente de UNOde50, una empresa que el comisionista llegó a dirigir
“La figura del emprendedor estaba emergiendo y florecía”, explica Ángeles Caballero, una periodista que le entrevistó en aquella época. “”Él sabía lo que aportaba, que era su propia marca personal, sus contactos y su agenda y la de su familia".
Pero ni Ceylan 1943 se convirtió en Tiffanys ni su velero Grand Soleil ganó las regatas, así que, en torno a octubre de 2010, entró en escena el otro gran protagonista del caso Mascarillas. “A Alberto Luceño yo me lo encuentro en el pasillo de las oficinas. Me lo encuentro y se presenta como: 'Hola, soy Alberto Luceño, soy el nuevo director comercial'”, explica una antigua trabajadora de Ceylan. “Lo primero que pidió fue un coche de alta gama... Que se lo pusieran en modo renting como sueldo de empresa”.
El nuevo director comercial
Los orígenes de Luceño resultan más difíciles de rastrear que los de Medina. Su familia paterna procede del pueblo cacereño de Garrovillas de Alconetar, pero su padre emigró a Madrid y se hizo un nombre como joyero. En la catedral aún puede contemplarse una de las últimas obras en las que trabajó: la Estela de la Almudena, una escultura que conmemora las Jornadas Mundiales de la Juventud que la Iglesia católica celebró en Madrid en 2011.
"Su padre era modelador de cena. Era muy conocido en el sector de la bisutería, más que en el de la alta joyería", recuerda una mujer que trabajó con él. De vez en cuando, Luceño iba a recoger a su padre al taller, pero, tras estudiar Periodismo, se dio cuenta de que no necesitaba sus manos para hacerse rico, solo sus palabras.
El Corte Inglés se cansó de que Ceylan no cumpliera lo acordado y prohibió la entrada a sus dependientas en algunos centros comerciales
En la firma de bisutería UNOde50, una de las primeras empresas a las que se acercó después de estudiar Periodismo, aún recuerdan su capacidad de convicción. “Hablas con él y te crees lo que te dice, porque, bueno, porque habla muy bien”, explica el fundador de esta empresa, José Azulay. “Se me ofreció de comercial. Entonces le dije: 'Mira, vente para una entrevista'. Lo entrevisté, me pareció una persona muy despierta, y le dije: 'Pues mira, te quedas dirigiendo si quieres'".
Naty Abascal también abrió las puertas del mundo de la moda a su hijo durante aquella misma época. Medina aprovechó sus contactos para montar un showroom en 2007 y empezó a llevar el departamento de prensa de distintas empresas de moda, lo que le permitió conocer al entonces director de UNOde50. La relación entre ambos se fue afianzando y, en torno a octubre de 2010, cuando Luceño ya había abandonado la empresa de bisutería, Medina le reclutó para su negocio de perlas.
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Su nuevo socio se presentó con la promesa de revolucionar las ventas, pero todo terminó con un rápido fracaso. La situación llegó a tal extremo que El Corte Inglés se cansó de que no cumplieran lo acordado y prohibió la entrada a sus dependientas en algunos de los centros comerciales.
“Nos dijeron que no podíamos entrar en El Corte Inglés de Princesa. Al resto de compañeras no sé cuánto tardaron en prohibirles la entrada. A nosotros ya nos dijeron que no”, recuerda una de ellas. La expulsión de la marca y sus empleadas de los grandes almacenes supuso el golpe definitivo: en 2011, Ceylan 1943 entró en quiebra.
El caso Púnica
A partir de ahí, ambos volvieron a tomar caminos distintos. El hijo de Naty Abascal siguió buscando fortuna en el sector de la moda y fue fundando otras empresas, como aquella a la que llamó Tula en honor a su perra. Luceño sacó una vez más provecho a su labia y, a partir de 2012, dio un giro de 180 grados para aterrizar en un nuevo sector: las escuelas de negocios. De aquella época queda un vídeo en el que el comisionista se presentaba como un empresario comprometido, como un ejemplo a seguir.
“Los valores son convicciones profundas de los seres humanos que determinan su manera de ser y orientan su conducta”, defendió en un discurso que años después se volvería viral por el caso Mascarillas. “Los valores más importantes de la persona forman parte de su identidad”.
Luceño acababa de convertirse en director de la Escuela Europea de Dirección y Empresa, más conocida como EUDE, y se estaba dirigiendo a sus alumnos, pero este capítulo de su vida también tiene sus sombras. De hecho, unas sombras que se extienden a Púnica, la causa de corrupción del PP en Madrid que estalló en 2014 y que se extendió a decenas de empresas. Entre ellas, EUDE.
La sospecha se centraba en que esta escuela había camuflado pagos en negro de la trama y ayudado a maquillar las cuentas de las campañas electorales del PP. Los registros afloraron una carpeta llamada “Marrones Luceño”, que guardaba a su vez un supuesto Excel con cargos en una VISA e ingresos en efectivo.
Algunas de las personas consultadas aseguran que se analizaron facturas de EUDE durante la etapa de Luceño como director, pero lo cierto es que la línea de investigación sobre esta escuela se fue desinflando. La bala de la Púnica le pasó rozando y, para entonces, el comisionista ya se había reinventado para poner rumbo a un nuevo sector en el que volvería a cruzarse con su antiguo socio: el mercado asiático.
El 'broker' de pollo
Aunque alrededor de Luceño reina el silencio durante esos años, hay una ruidosa excepción: Lola Gómez, una mujer que, en 2014, montó una empresa en Bilbao con varios socios llamada Le Chic Spectaculaire.
"Yo hacía diseños de bisutería, complementos... Viajaba a India, China…”. La empresa buscaba nuevos clientes, y Luceño les convenció de que era el hombre indicado para encontrarlos. “Tenía una capacidad de locución y un discurso impresionante. Y mira, mira fijamente a los ojos cuando te habla”.
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Una vez más, la primera impresión que causó Luceño fue inmejorable: “Parece que lo estoy viendo tomando algo. Fuimos a comer y nos convenció completamente de venir aquí, a Bilbao, cobrando él 6.000 euros". Pero nada más mudarse al País Vasco, llegaron las señales de que sus palabras estaban huecas, de que todo era pura apariencia. “En plan… Yo soy el rey”.
Según asegura Lola Gómez, el empresario no tardó en olvidarse de captar nuevos clientes para centrarse en otra parte del negocio: “Estaba muy interesado en China porque vete tú a saber lo que estaba tramando ya”. Ella sostiene que trató de frenarle, pero Luceño consiguió los contactos de varios de sus proveedores en el mercado asiático.
La relación entre ambos terminó por ser irreconciliable y, apenas un año después de llegar a Bilbao, Luceño abandonó la empresa. Era 2015 y estaba cansado de trabajar para otros, así que puso su vista en Oriente. El registro mercantil también refleja este objetivo de volar solo, para lo que fundó tres empresas en un solo mes. Con un pie en Madrid y otro en China, volvió a reinventarse.
Medina también siguió un camino similar. Tras no lograr despegar en el mundo de la moda, trató de hacerse hueco en el mercado internacional y coincidió una vez más con su antiguo socio. “Yo con el tiempo me he ido dedicando al comercio de materias primas y sabía que él también, porque él ha vivido muchos años en China”, explicó ante el juez del caso Mascarillas.
Hacia 2018, Medina se presentaba así como un broker que vendía incluso pollo o carne de cerdo, pero nunca llegó a sacar adelante ningún negocio con Luceño. “Por ahí alguna vez hemos estado haciendo cosas o, bueno, tratando de hacer, porque nunca hemos llegado a cerrar ninguna operación”, relató en el juzgado. Una vez más, la ambición de ambos les llevó a cruzarse en el camino. Y una vez más, sus intentos por sacar adelante una empresa conjunta fracasaron.
El 'paparazzi'
Pero cuando llegó la pandemia, Luceño y Medina estaban en el lugar en el que cualquier comerciante querría estar. Occidente buscaba mascarillas en China de manera desesperada, y a ellos aún les quedaba una nueva vuelta de tuerca a sus carreras. Tras las joyas, el sector textil, las escuelas de negocios y el pollo, volvieron a unir fuerzas para vender material sanitario. Según Medina, fue Luceño quien le llamó para transmitirle la idea: él tenía contactos en China, pero le faltaban compradores en España.
A partir de ahí, estalla el conocido como caso Mascarillas, que lleva tres años acaparando portadas y cuyo resumen sería el siguiente: ambos se embolsan más de 5,5 millones de euros en comisiones con la venta de mascarillas, guantes y test covid al Ayuntamiento de Madrid. Medina se queda con casi un millón tras contactar al consistorio a través de un primo del alcalde para iniciar el negocio. Luceño después toma las riendas y cierra tres contratos. "Pa' la saca", celebra en un correo..
No ha quedado demostrado que ellos dijeran al Ayuntamiento que no cobrarían comisiones, por lo que el tribunal ha rechazado el delito de estafa
La Audiencia Provincial de Madrid notificó este miércoles su sentencia: tres años y ocho meses de cárcel para Luceño por un delito fiscal y otro de falsedad en documento oficial, pero ninguno para Medina. Según concluyeron los magistrados, las acusaciones no han demostrado que los empresarios dijeran al Ayuntamiento que no cobrarían comisiones, algo que ni siquiera estaban legalmente obligados a hacer. El delito de estafa, por tanto, queda descartado
La sentencia se extiende más de 100 páginas, pero, para entender quiénes son estos empresarios, basta con leer en qué gastaron el botín: Luceño compró 12 vehículos de alta gama, relojes de lujo y hasta un piso en Pozuelo de Alarcón. Medina compró un yate y lo llamó Feria, en honor a su padre.
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El 1 de abril de 2021, un paparazzi le fotografió en este barco en Sotogrande. Medina aparece relajado, descalzo y con los vaqueros remangados. Nada parece preocuparle, "Las primeras imágenes de Luis Medina a bordo de Feria, el velero que comparte con su hermano", tituló el Hola!.
Apenas 24 horas después de su publicación, Medina tuvo que comparecer en la Fiscalía Anticorrupción como investigado. El resto de medios aún tardarían más de un año en informar sobre el escándalo, pero la primera pista sobre el caso Mascarillas ya había sido publicada a todo color en la prensa del corazón.
Luis Medina y Alberto Luceño no son unos estafadores. Ambos se embolsaron más de 5,5 millones de euros con la venta de material sanitario en plena pandemia y evitaron informar al Ayuntamiento de Madrid sobre sus comisiones, pero no son unos estafadores. Al menos esa es la conclusión de la Audiencia Provincial de Madrid, que este miércoles notificó su sentencia del caso Mascarillas.