José Manuel Añón, jefe de UCI de La Paz: "Nadie nos dijo a quién ingresar en la pandemia, seguimos criterios clínicos"
Su equipo atendió a más de 700 pacientes en la unidad que veía a los enfermos de covid más graves. En primera ola, la supervivencia de los que entraban en ventilación invasiva era solo del 50%
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En la UCI juegan su última partida la vida y la muerte. Siempre ha sido así, pero en los momentos más duros de la pandemia covid, aquella unidad del Hospital La Paz con capacidad para 30 enfermos pasó a albergar 150 camas. Y la vida y la muerte se conjugaron a mayor velocidad. En la primera ola, la probabilidad de salir con vida una vez ingresabas por coronavirus en la UCI era del 50%. Toda la existencia a cara o cruz.
Al frente de aquella unidad donde se peleaba por cada vida estaba José Manuel Añón, jefe de Servicio de Medicina Intensiva del Hospital La Paz. El primer enfermo con covid llegó a la UCI el 28 de febrero de 2020. Desde entonces, Añón y su equipo atendieron a más de 700 pacientes en toda la pandemia. Asegura que nadie les dijo a quién ingresar y a quién no, viniera de residencias o de cualquier parte. "Siempre se siguieron criterios clínicos". En algunos momentos, el flujo de enfermos era tal, que los propios médicos llevaban a los pacientes a la UCI sin esperar a que llegaran los celadores. Añón recuerda a muchos de ellos con nombre y apellidos, y con algunos mantiene todavía relación.
Para trabajar en la UCI hay que ser de otra pasta. De la pasta de Añón y su equipo, que no se derrumbaron en ningún momento, según el jefe de Servicio de la unidad. "Estamos acostumbrados a lidiar cada día con esa línea que separa la vida y la muerte", dice. Han pasado cinco años desde aquellos días donde todo era incertidumbre.
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PREGUNTA. ¿Salimos mejores de la pandemia?
RESPUESTA. Mi percepción como profesional sanitario es que, si algo hemos aprendido, es que en un mundo globalizado como en el que estamos una pandemia como la covid, que antes parecía ciencia ficción, podría volver a pasar. Hemos aprendido a qué hay que anticiparse y que la coordinación es fundamental. Las UCI madrileñas nos coordinamos para trabajar como una UCI única aquellos días. El Hospital La Paz fue de los que más pacientes acogió de otros hospitales que estaban saturados.
P. ¿Por qué decidió José Manuel Añón dedicarse a la Medicina Intensiva?
R. Primero hice Medicina de Familia, en los años 80. Las guardias las hacíamos en urgencias hospitalarias y el paciente que más me llamaba era el paciente grave. Aquello me llevó a volver a presentarme al MIR para especializarme en Medicina Intensiva. Somos el especialista del enfermo crítico.
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P. Para ser un médico de UCI hay que tener una preparación psicológica importante, ¿pero fue suficiente para afrontar lo que fue la pandemia de covid?
R. Nadie estaba preparado para vivir lo que se vivió. Aunque todos pensábamos que lo que se nos venía iba a ser muy fuerte, nadie pensó que la potencia iba a ser tal. Las primeras informaciones que nos venían de China nos daban la impresión de que la mortalidad podía ser similar a la gripe, pero cuando empezamos a ver la cruel realidad fue cuando el virus llegó a Italia. Nuestros colegas italianos nos mandaban información de a qué nos enfrentábamos. Nadie podía estar preparado ante semejante barbaridad. Los ingresos que teníamos en UCI eran de hasta 20 diarios. Podíamos abrir una unidad UCI nueva y al día siguiente estar llena. Íbamos a valorar a un paciente a la planta los intensivistas, y nosotros lo llevábamos a la UCI antes de que vinieran los celadores porque no daba tiempo. La sobrecarga asistencial fue brutal.
Nos enfrentamos a una patología respiratoria que se comportaba de una manera distinta al distrés respiratorio (afección pulmonar) al que estábamos acostumbrados. El distrés que veíamos era mayor que la agresividad de los que había fuera de pandemia. Una vez que los intubabas tenías pacientes de ventilación mecánica prolongada, y enfermos que evolucionaban a fibrosis pulmonar y pulmones rígidos que morían de hipoxemia refractaria (oxigenación inadecuada en las arterias).
"Una pandemia como la covid, que antes parecía ciencia ficción, podría volver a pasar"
P. Mentalmente, ¿cómo pudieron aguantar esa presión?
R. La verdad es que respondimos bastante bien. Nadie dio un paso atrás ni se derrumbó desde el punto de vista anímico. Al revés. Intensivistas, enfermeras, auxiliares, celadores… Nadie dio un paso atrás. Si tu estado de ánimo estaba bajo, no te podías permitir no estar aquí con lo que había y estar en casa. Cada uno lo llevó como pudo. Bien es verdad que tuvimos mucho apoyo de todo el hospital. Desde la dirección hasta la última persona en entrar a trabajar. Hasta el punto de que cardiología e intensivos pediátricos se incorporaron a la plantilla de UCI y trabajamos codo con codo. Los compañeros de psiquiatría venían a la UCI para preguntarnos si alguno necesitábamos algún tipo de apoyo psicológico. Que yo recuerde, ninguno de los intensivistas lo necesitamos.
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P. Están hechos de otra pasta…
R. Estamos acostumbrados a lidiar cada día con esa línea que separa la vida y la muerte.
P. ¿Tuvo miedo de contagiarse?
R. No, miedo no tuvimos. Ni yo ni el servicio. Tuvimos la suerte de que en el Hospital La Paz no faltase de nada. No nos faltó material. Y fuimos privilegiados porque tenemos a nuestro cargo la unidad de aislamiento de alto nivel para enfermedades de alta contagiosidad. Los compañeros de esa unidad tienen entrenamiento en cuanto a medidas de autoprotección y EPI y nos dieron formación.
P. Hábleme de sus pacientes. Algunos pasaban más de 100 días en UCI…
R. Hay pacientes de los que te acuerdas con nombre y apellidos, pacientes con los que has estado día tras día tratando y enfermos con los que mantenemos el contacto a día de hoy.
P. ¿A cuántos pacientes atendieron en UCI en la pandemia?
R. Este hospital trató a 724 enfermos críticos en toda la pandemia.
"Estamos acostumbrados a lidiar cada día con esa línea que separa la vida y la muerte"
P. Pasaron de 30 a 150 camas, ¿cómo lo hicieron?
R. Nosotros solos no hubiéramos podido. Hubiera sido imposible. Conforme fuimos ampliando unidades se fueron incorporando intensivistas pedriáticos y cardiólogos. Se empezaron a hacer cargo también anestesistas. Somos 20 personas y hubiera sido imposible. Estábamos divididos en muchas unidades: quemados, coronaria, pediátrica, trauma… Fueron muchas unidades involucradas. Si no, imposible.
P. ¿Seguían protocolos externos -de la Consejería de Sanidad- para ingresar a pacientes en la UCI? ¿Se impedía el ingreso a los que venían de residencias?
R. En absoluto. A nosotros nadie nos dio ninguna instrucción de ningún tipo en ese sentido. Siempre se siguieron criterios clínicos para determinar los ingresos, tanto en UCI como en hospitalización. El triaje es una labor que hacemos todos los días. El criterio para que un paciente ingrese en UCI es que esté en condición grave y que tenga posibilidades de supervivencia. Los ingresos siempre siguieron criterios médicos. Nadie nos vino a imponer ningún criterio, ni a nosotros, ni a mis compañeros de urgencias.
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P. ¿Cómo era el proceso de despertar a los pacientes cuando se recuperaban en la UCI?
R. La mayoría era de ventilación mecánica prolongada. Cuando mejoraban se les retiraba la sedación, se les hacía prueba de ventilación espontánea… Nos llamaba la atención que estos enfermos se despertaban muy mal, muy agitados y con mucho delirio. Después pasaban a planta y hacíamos el seguimiento post-UCI a la mayoría de ellos. Es importante destacar que, nosotros al principio, con los daños pulmonares que veíamos, pensábamos que la recuperación funcional iba a ser muy pobre. Fue una agradable sorpresa ver cómo los pacientes no estaban tan mal como cabía esperar cuatro meses después del alta. La recuperación respiratoria y física había sido mejor de lo que a priori pensábamos que iba a ser.
"Siempre se siguieron criterios clínicos para los ingresos, tanto en UCI como en hospitalización"
P. Uno de los momentos más complicados era decirles a los pacientes que había que intubarlos, ¿no?
R. Eso había compañeros que lo llevaban mal. Porque cuando le decías a la gente que tenías que intubarlos querían hablar con la familia. La gente sabía que pasar a intubación y ventilación mecánica en aquella época significaba que la supervivencia podía ser del 50%.
P. ¿Ha dejado la pandemia secuelas en José Manuel Añón?
R. Ninguna. Y estuve dedicado al covid toda la pandemia.
En la UCI juegan su última partida la vida y la muerte. Siempre ha sido así, pero en los momentos más duros de la pandemia covid, aquella unidad del Hospital La Paz con capacidad para 30 enfermos pasó a albergar 150 camas. Y la vida y la muerte se conjugaron a mayor velocidad. En la primera ola, la probabilidad de salir con vida una vez ingresabas por coronavirus en la UCI era del 50%. Toda la existencia a cara o cruz.