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¿Y si Trump hace por Europa lo que Putin hizo por la OTAN? El soberano debate que viene
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bienvenidos a la defensa común

¿Y si Trump hace por Europa lo que Putin hizo por la OTAN? El soberano debate que viene

Hay que reaccionar y superar la parálisis europea. Pensar más en plural, aliviar una burocracia sobredimensionada que asfixia la innovación y hay que concienciar a la sociedad civil de que la defensa es cosa de todos

Foto: El secretario general de la OTAN, Mark Rutte (d), y el presidente de EEUU, Donald Trump, en la Casa Blanca en 2019. (Reuters)
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte (d), y el presidente de EEUU, Donald Trump, en la Casa Blanca en 2019. (Reuters)
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El imaginario colectivo comparte los elementos más comunes al despertar de una pesadilla: sudores, agitación, desasosiego. Todo termina al abrir los ojos. A nuestra vieja Europa le ha ocurrido justo lo contrario. Dormía plácidamente un sueño de prosperidad y seguridad, donde los enemigos eran lejanos y no daban tanto miedo. Donde nuestras tropas solo hacían misiones humanitarias, manteniendo la paz y luchando contra piratería. Donde nuestra tecnología era apabullante y nuestra industria, puntera. Pero, al salir de la ensoñación, todo cambió de repente.

Aquellas misiones no estaban exentas de riesgo y peligros, pero se percibían un tanto exóticas. Mientras, toda esa seguridad que disfrutábamos asumimos que era barata, casi gratis. La fiesta —nos llegamos a creer— la pagaba otro. Instalados en la comodidad de ser un asunto resuelto, se le empezó a prestar cada vez menos atención y recursos. Total, para qué, si las amenazas estaban a miles de kilómetros y exigían despliegues moderados, en costes y vidas. El 24 de febrero de 2022, cuando los tanques rusos quebraron la frontera ucraniana, empezaron a cambiar muchas cosas.

placeholder Leopardo 2E español en Letonia. (Juanjo Fernández)
Leopardo 2E español en Letonia. (Juanjo Fernández)

Salvar al soldado OTAN

Fue un despertar en dos tiempos. El primer aviso nos lo dio Putin, con el estruendo de sus cañones, sus lanzacohetes, sus misiles y aquellas interminables columnas de blindados. Pero, tras unos días de cierto desconcierto, todo parecía estar controlado. Se armó un frente casi unánime entre los países occidentales y la OTAN, que parecía languidecer de irrelevancia, recobró un resplandor inusitado. Las amenazas de Moscú no solo fortalecieron la unidad de los socios, sino que dos países con arraigada tradición neutral pidieron de inmediato su adhesión a la Alianza.

Suecia y Finlandia se vestían de azul y Putin, ironías de la historia, se convertía en el mayor impulsor de la OTAN desde la Guerra Fría. Pero, sólidamente instalado en el Kremlin y con aquella famosa mesa kilométrica con la que incomoda a sus invitados, jugó muy bien sus cartas y engañó a medio mundo. Primero, con la negación de lo evidente, que aquellos inmensos preparativos no eran para una guerra. Después, utilizó con tino la estrategia de reiteradas "líneas rojas" con el telón de la amenaza nuclear de trasfondo. Un anzuelo que los países occidentales mordieron, una y otra vez, haciendo que la ayuda llegara casi siempre a destiempo. La guerra no guerra de Ucrania, la de ataca, pero no mucho, la ganó Vladimir por goleada.

Foto: Trump, con el secretario general de la OTAN, en 2019. (EFE)

Porque tiempo era precisamente lo que el zar ruso necesitaba. El que ataca tiene dos ventajas fundamentales: elige el dónde y, sobre todo, el cuándo. Tras el fracaso en la consecución de sus objetivos en los primeros meses, tuvo muy claro que era cuestión de tiempo. El momento le fue propicio: ni demasiado tarde para que la OTAN y Ucrania pudieran prepararse; ni demasiado pronto, para que el candidato necesario para sus objetivos llegara a la Casa Blanca en el momento oportuno.

Un magnate en la cacharrería

Ahí llegó el segundo aviso, quizás más dramático. El 6 de noviembre de 2024, tras una desastrosa campaña del Partido Demócrata -Biden cuestionado y Kamala Harris, recurso del último momento-, Trump se impone en las elecciones con suficiencia. Si creíamos que las exageraciones del Trump candidato se suavizarían con Trump presidente, la realidad es que ha llegado un huracán en toda regla.

Lo ha revolucionado todo, lo social, económico, político. En la defensa, ha dejado corto el aforismo del elefante en la cacharrería. Cuestiona la OTAN y recrimina a Europa su falta de implicación (es decir, de gasto) en defensa. Desprecia a Ucrania y a su presidente Volodímir Zelenski, mientras da oxígeno geopolítico a Putin. Por primera vez en años, Washington vota junto a Rusia en la ONU (y con Corea del Norte y Bielorrusia).

placeholder Artillería autopropulsada 2S19 Msta-S (Ministerio Defensa Rusia)
Artillería autopropulsada 2S19 Msta-S (Ministerio Defensa Rusia)

Trump y Putin parecen estar de acuerdo. Hablaban de paz a espaldas de quienes sufren más cerca la guerra. Como en ese febrero de hace 80 años en Yalta, los líderes juegan a repartirse la influencia en el mundo. La diferencia es que ahora sobran hasta los británicos. Aquí ya no queda ningún Winston Churchill.

Pero en el fondo, los dos mandatarios hablan idiomas muy diferentes. El americano parecía hablar de territorio, con cesiones a los rusos, paz y diálogo; para el Kremlin el tema trasciende a unos kilómetros cuadrados. Putin siempre ha querido Crimea, por ser la llave de la salida al Mediterráneo y una Ucrania sin poder económico ni espacio político. Una especie de Nueva Bielorrusia, considerado más una provincia que un estado soberano.

Trump tardó poco en quitarse la careta y mostrar lo que es: un negociante, un hombre de Wall Street que quiere dinero. El precio ha quedado, con un Zelenski resignado, parece ser la mitad de los recursos minerales de Ucrania – las famosas tierras raras – por unos 500.000 millones de dólares. Y aunque ahora los ucranianos vuelvan a ser un pueblo valeroso y "con derecho a defenderse", según la Casa Blanca; queda por ver si esto se traducirá en ayuda militar y financiera.

placeholder Puesto de mando de EEUU. (US Army)
Puesto de mando de EEUU. (US Army)

Y Europa, ¿dónde está?

Para el Viejo Continente el golpe ha sido demoledor. No solo hay que dedicar más recursos a la defensa. Trump ha llegado a hablar del 5%, aunque el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y otros aliados la rebajan a en torno un 3%. En cualquier de los casos, son cifras que en España parecen de otro planeta. Con el primer aviso muchas cosas cambiaron. Incluso nuestro país, siempre a la cola en cuanto a lo que se dedica a la defensa, se había comprometido llegar al 2% en 2029. Sin embargo, la realidad es mucho más cruda.

La demostración palpable de que ningún país europeo estaba preparado mínimamente para afrontar un conflicto convencional, nos llevó a los primeros esfuerzos. Alemania, además de incrementar su gasto recurrente como porcentaje de su PIB, dedicó 100.000 millones de euros extras ‘para ponerse al día’. Faltaba de todo, pero la carencia de suficiente munición para sostener un combate de alta intensidad nos ponía ante una cruel realidad. Sin embargo, durante estos tres años de guerra, Estados Unidos siguió estando ahí.

Foto: Carro de combate español Leopard utilizado para entrenar soldados ucranianos. (Reuters/Juan Medina)
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Trump ha dinamitado cualquier atisbo de normalidad. Ha dicho, poco menos, que se retira de la defensa europea y que esto es cosa nuestra. Polonia, quizás el país que por su geografía tiene y percibe la amenaza más próxima, lleva ya varios años con un rearme sin precedentes. El Reino Unido acaba de decir que incrementará su presupuesto hasta el 2,5% y podría llegar al 3%. Francia anuncia que necesita más aviones de combate y fragatas, y Alemania, se plantea otros 200.000 millones de euros adicionales para el nuevo escenario de seguridad.

Pero, aparte de cifras y esfuerzos económicos, subyace un tema más conceptual y más duro de asimilar: la defensa de Europa ya no es cosa del Pentágono, algo instalado en la cultura occidental desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Ahora es cosa de los europeos. Cosa nuestra. Y esto ha sido el brusco despertar de un sueño placentero.

placeholder Reclutas rusos camino al frente. (Ministerio Defensa)
Reclutas rusos camino al frente. (Ministerio Defensa)

La defensa no son (solo) tanques

Ahora todo son prisas y voces de alarma. Todo es buscar de dónde sacar un dinero que ya nos habíamos acostumbrado a dedicar a otras cuestiones. Pero el gran reto no es solo económico, es político. Nuestro problema es cómo afrontar una defensa en la que, de repente, nos han dejado solos y cómo hacerlo con una suficiente independencia estratégica y tecnológica. Ahora, de verdad, hay que plantearse ese manido lema de la "defensa común".

Antes era un concepto que no pasaba de la utopía buenista de un continente que estaba a otras cosas. Pero tal vez Trump y su America first nos obligue a funcionar más unidos y que cada socio no haga la guerra por su cuenta. El tema es harto complejo y difícil, pues si bien tenemos la capacidad de diseñar alternativas a lo que viene del otro lado del Atlántico, difícilmente podremos estar a su altura cuando allí solo hay decide uno y se fabrican series muy largas de modelos iguales. En cambio, aquí deciden demasiados y se fabrican otras tantas series muy cortas de versiones diferentes entre sí.

Por ejemplo, no nos podemos permitir el desarrollo de dos aviones de sexta generación. Tempest y FCAS deben converger, no hay otra, o serán carísimos, no competitivos y llegarán tarde. Tampoco podemos pretender tener cuatro o cinco astilleros navales compitiendo entre ellos, ni varias industrias aeronáuticas ni un puñado de empresas dedicadas a los blindados. El problema de la defensa común no es otro que la cesión de soberanía. Es aparcar los egos, es aceptar que cada uno se dedique a lo que sabe hacer bien.

Hay innumerables ejemplos de esto. Criticamos que Alemania y otros países hayan adquirido el avión de patrulla y lucha antisubmarina P-8 Poseidon, pero deberíamos hacer examen de conciencia sobre el porqué en Europa no hemos diseñado un modelo similar. Un proyecto que se podía haber hecho sin problemas porque tenemos una plataforma mucho mejor que el americano (cualquier derivado civil de Airbus) y la tecnología de los sistemas antisubmarinos. Algo parecido a cuando en España se desarrolló el avión cisterna A330 MRTT y barrió al equivalente estadounidense del mercado. Ahora, cuando ya el P-8 ha copado las ventas, nos ponemos a hablar del avión de patrulla europeo.

Foto: Los A400M y A330 de Airbus con el caza Rafale de Dassault. (Reuters)

No solo esto. Esa ideal defensa común exigirá arsenales con un stock suficiente de armas y municiones, lo que implica a su vez, capacidad de producción. Exigirá un desarrollo eficaz de sistemas no tripulados, donde vamos con retraso. También serios avances en comunicaciones, defensas antiaéreas y redes de mando y control. Por último, habría que desarrollar un conjunto de sistemas de alerta temprana o AWACS, así como ISR o reconocimiento y designación de objetivos, donde ahora mismo dependemos casi al completo de las capacidades norteamericanas.

A día de hoy, todo esto sigue sonando a utopía militar. ¿Quién va a dar el primer paso cediendo soberanía o aparcando egos? Parece que Europa solo reacciona ante los desastres. Lo hizo en 1914 y luego en 1939. Puede que estemos ante el siguiente y, en ese sentido, es posible que Trump haya hecho por Europa algo parecido a lo que Putin, sin querer, hizo por la OTAN.

En cualquier caso, hay que reaccionar y superar la parálisis europea. Pensar más en plural, aliviar una burocracia sobredimensionada que asfixia la innovación y hay que concienciar a la sociedad civil de que la defensa es cosa de todos. De lo contrario, recemos para que no nos veamos en un escenario de combate simétrico, sea con quien sea. Porque, si seguimos así, en una semana el campo estará lleno de sofisticado material abandonado y cadáveres. Eso sí, no encontraremos ni un solo tapón de plástico.

El imaginario colectivo comparte los elementos más comunes al despertar de una pesadilla: sudores, agitación, desasosiego. Todo termina al abrir los ojos. A nuestra vieja Europa le ha ocurrido justo lo contrario. Dormía plácidamente un sueño de prosperidad y seguridad, donde los enemigos eran lejanos y no daban tanto miedo. Donde nuestras tropas solo hacían misiones humanitarias, manteniendo la paz y luchando contra piratería. Donde nuestra tecnología era apabullante y nuestra industria, puntera. Pero, al salir de la ensoñación, todo cambió de repente.

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