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"Buesa, recuerda: pim, pam, pum" ('Asesinato en febrero', 25 años después)
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"Buesa, recuerda: pim, pam, pum" ('Asesinato en febrero', 25 años después)

El asesinato de Fernando Buesa hoy hace 25 años se produjo cuando el PNV estaba en sintonía con ETA y su entorno tras el pacto de Estella, y con Josu Ternera en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco

Foto: Ofrenda floral en Vitoria celebrada en 2023 por el 23 aniversario de los asesinatos de Fernando Buesa y su escolta Jorge Díez. (EFE/David Aguilar)
Ofrenda floral en Vitoria celebrada en 2023 por el 23 aniversario de los asesinatos de Fernando Buesa y su escolta Jorge Díez. (EFE/David Aguilar)
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El 22 de febrero del primer año de este siglo, el "Comando Ituren" de la banda terrorista ETA asesinó en Vitoria a las 16.40 horas a Fernando Buesa Blanco, portavoz parlamentario del grupo socialista en el Parlamento Vasco, y a su escolta, Jorge Díez Elorza. Un coche bomba explosionó al paso del político socialista cuando se dirigía a la Cámara vasca en la que, por aquel entonces, Josu Ternera, alias de José Antonio Urrutikoetxea, uno de los más crueles criminales de la banda, formaba parte de la Comisión de Derechos Humanos. El mes anterior, los terroristas habían roto la 'tregua' declarada el 16 de septiembre 1998 con el asesinato en Madrid del militar Pedro Antonio Blanco. El lendakari Ibarretxe mantenía por aquellos tiempos sintonía, lo mismo que el PNV, con la marca de la antigua HB, denominada en aquel invierno, Euskal Herritarrok. Estaba vigente el Pacto de Estella o Lizarra, sellado por todas las fuerzas nacionalistas después del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Y el de Buesa provocó un estallido solo comparable con el que causó el secuestro y crimen del concejal popular de Ermua en julio de 1997.

Buesa era 'peligroso' para ETA por su proyección política y el PNV recelaba ante su capacidad. Su asesinato provocó una conmoción enorme

ETA, como habitualmente en sus atentados, sabía sobre quién descargaba el golpe. Fernando Buesa era el más prometedor líder de los socialistas vascos, el mejor de sus portavoces, el orador más eficaz de su grupo y, posiblemente, del Parlamento Vasco, y el que acumulaba una mayor legitimidad política, a la par, quizá con Ramón Jáuregui y con el fallecido José María Benegas. Buesa, nacido en Bilbao en 1946, era un abogado que militó en la democracia cristiana vasca y que, con naturalidad, según sus propias palabras, migró a la socialdemocracia sin desmentirse nunca por ese tránsito. Moderado, pero firme, fue concejal del Ayuntamiento de Vitoria, diputado general de Álava, vicelendakari del Gobierno Vasco y consejero de Educación, todo ello entre 1984 y 2000. Bajo su gestión se logró la publificación de las ikastolas, culminando una aspiración colectiva que, de su mano, reconoció plenamente el idioma vasco como vehicular en la enseñanza. Por eso, Fernando Buesa era un político peligroso para ETA y, por eso también, el nacionalismo vasco fue reticente con su figura y su trayectoria.

Antonio Rivera, catedrático de Historia en la Universidad Pública Vasca y biógrafo de Buesa con Eduardo Mateo, ha escrito con motivo del aniversario de su asesinato un texto breve pero muy necesario para entender el contexto del crimen:

"La situación política y social vasca se había deteriorado por completo. Las fuerzas nacionalistas habían acordado un pacto para aislar a los no nacionalistas y a la parte de la sociedad que se representaba en ellos. Decían hacerlo para dar una oportunidad a la paz. Para ello, los partidos que gobernaban el país y casi todas sus instituciones suscribieron un acuerdo con la organización terrorista que lo había puesto en jaque desde que empezó a autogobernarse y a ser de nuevo democrático, e incluso desde antes. A la vez, los terroristas de ETA concedieron una tregua para dar tiempo a que se realizasen los logros que habían pactado. Sin asesinatos, la violencia siguió con una kale borroka (tumulto callejero) teledirigida contra los no nacionalistas, manteniendo así el temor, la tensión y el desasosiego. La oportunidad para la paz se soportaba en la continuidad de una violencia de menor intensidad contra esa parte a la que ahora se expulsaba de la condición ciudadana vasca".

Foto: Marta Buesa Rodríguez.

En esa situación, tensa, ansiosa, eléctrica, que se vivía en el País Vasco, Rivera sitúa a Fernando Buesa con una descripción sobria de su personalidad:

"El ciudadano Buesa, y otros como él, decidió ser contemporáneo, coherente y comprometido con el tiempo que le había tocado en suerte. Esa decisión le costó la vida, junto con el policía vasco que le protegía (Jorge Díez), en el momento en que los terroristas decidieron volver a matar. Se recuerda al cabo de un cuarto de siglo aquel hecho trágico de un 22 de febrero de 2000 […] Fernando denunció que la construcción nacional de entonces se soportaba, tras el pacto de Estella, en la división buscada y forzada de la ciudadanía vasca. Una división que pasó de los partidos políticos a la relación más privada, cotidiana y doméstica. Que la esperanza de media sociedad de recuperar una paz se soportaba indolente en el temor que sufría la otra media. Que fuerzas de gobierno firmaron en secreto con una fuerza terrorista. O que el funcionamiento de las instituciones se retorció hasta lo inaudito e inaceptable (vg. aquella Comisión de Derechos Humanos con Josu Ternera dentro)".

Arzalluz negó el saludo a los socialistas en la capilla ardiente y los nacionalistas protagonizaron un espectáculo miserable

El funeral de Fernando Buesa resultó uno de los episodios más miserables protagonizados por el nacionalismo vasco. El lendakari Ibarretxe se ausentó del templo catedralicio de Vitoria antes de que llegase su familia, entre gritos de unos y de otros. Antes, en la capilla ardiente, Xabier Arzalluz, presidente del EBB del PNV, había negado el saludo a los amigos de Buesa (sus compañeros del PSE, Javier Rojo y Jesús Loza, entre otros), en un gesto de inhumano desprecio.

Los nacionalistas desplazaron autobuses con militantes del PNV para que apoyasen en la calle a un Ibarretxe sectario y acabado. Acudieron a homenajearle en su despedida, desde el presidente José María Aznar hasta otros, de varias autonomías, escritores, periodistas, gente normal y corriente que le tenían por lo que era, por un político diferente, por fiable, por serio, por honrado. De no haberlo percibido así la sociedad alavesa, y la vasca en general, ni sus tres hijos y su viuda se hubiesen quedado en Vitoria, ni la Fundación que lleva su nombre estaría desarrollando tantas y tan valiosas aportaciones a la convivencia de los vascos y de todos los españoles, ni el Baskonia jugaría en el Buesa Arena, un pabellón que es como un monumento contra el olvido de su figura. Es verdad que su tumba ha sido profanada en varias ocasiones; es cierto también que no faltan quienes no comprendan la actitud de Nati Rodríguez, su mujer, y de sus hijos, Carlos, Marta y Sara, que se han aferrado a un afán de justicia, pero también de concordia y que en el País Vasco se valora de manera muy especial.

Por primera vez los hijos de Buesa recuerdan los momentos anteriores y posteriores del atentado y las amenazas explícitas contra su padre

Por primera vez desde el asesinato de su padre, los tres han concedido una entrevista a El Correo. Se pronuncian como son, serenos y conscientes de la tragedia, pero en paz consigo mismos. Eso sí, recuerdan. Y quizá, de la breve conversación con el periodista Jesús J. Hernández, en la que refieren los momentos previos al atentado y los posteriores, destaca la consciencia del propio Buesa sobre el peligro que corría. Dicen: "Es esa época en la que, en el pabellón de basket, se escuchaba 'Buesa, entzun: pim-pam-pum'. Nosotros eso no lo hemos oído allí, pero lo sabíamos". O sea, "Buesa, recuerda: pim-pam-pum". Como crónica de un asesinato anunciado, de los que en Euskadi se escribieron muchas, como tantos crímenes presentidos, como tantos secuestros temidos y ejecutados, como tantos chantajes esperados y consumados, como tantas destrucciones anticipadas y, al fin, perpetradas. El crimen era previsible en la Euskadi de aquellos tiempos.

El documental 'Asesinato en febrero' de Elías Querejeta es una pieza memorial que guarda toda la vigencia dramática e histórica del atentado

Aquel asesinato quedó reflejado en un documental dirigido por Elías Querejeta y dirigido por Eterio Ortega Santillana. Se tituló Asesinato en febrero y ya constituye una obra memorial profunda, dolorosa, pero, al tiempo, notarial de un tiempo de miedo y del fin de un político que engrosó el mejor elenco del socialismo vasco de aquellas décadas tan duras. Fue el único miembro de un Gobierno vasco que ETA asesinó. Algún socialista que llevó su féretro al hombro no sería reconocible ahora como de la estirpe de aquel Partido Socialista de Euskadi, cuyo secretario general en el año 2000 era Nicolás Redondo Terreros. El doble crimen —hay que pugnar por no olvidar al ertzaina Jorge Díez Elorza, cuyo padre sigue en profundo duelo y ayer así lo afirmaba— lo proyectó y ordenó Javier García Gaztelu ('Txapote') y lo ejecutaron Asier Carrera, Luis Mariñelarena y Diego Ugarte.

No faltan quienes, y son muchos, siguen sin comprender cómo Buesa (y otras víctimas que se sabía de antemano que lo serían) no estuvo más protegido, más vigilado, más amparado. Aquel año 2000, ETA asesinó a 23 personas. Y a lo largo de su sangrienta trayectoria mató a 68 políticos de AP-PP, UCD, PSE-PSOE y UPN. Una auténtica 'limpieza ideológica'. Todos merecen un homenaje como el que hoy reclama la figura de Fernando Buesa, 25 años después.

El 22 de febrero del primer año de este siglo, el "Comando Ituren" de la banda terrorista ETA asesinó en Vitoria a las 16.40 horas a Fernando Buesa Blanco, portavoz parlamentario del grupo socialista en el Parlamento Vasco, y a su escolta, Jorge Díez Elorza. Un coche bomba explosionó al paso del político socialista cuando se dirigía a la Cámara vasca en la que, por aquel entonces, Josu Ternera, alias de José Antonio Urrutikoetxea, uno de los más crueles criminales de la banda, formaba parte de la Comisión de Derechos Humanos. El mes anterior, los terroristas habían roto la 'tregua' declarada el 16 de septiembre 1998 con el asesinato en Madrid del militar Pedro Antonio Blanco. El lendakari Ibarretxe mantenía por aquellos tiempos sintonía, lo mismo que el PNV, con la marca de la antigua HB, denominada en aquel invierno, Euskal Herritarrok. Estaba vigente el Pacto de Estella o Lizarra, sellado por todas las fuerzas nacionalistas después del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Y el de Buesa provocó un estallido solo comparable con el que causó el secuestro y crimen del concejal popular de Ermua en julio de 1997.

ETA (banda terrorista)
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