Es noticia
La llegada del trumpismo guay (y el papel de Espinosa de los Monteros en todo esto)
  1. España
análisis

La llegada del trumpismo guay (y el papel de Espinosa de los Monteros en todo esto)

La semana ha sido muy intensa en las derechas. Ha estado recorrida por un movimiento de fondo, en el que cada vez hay una mayor cercanía con lo que podría denominarse trumpismo de centro

Foto: Espinosa de los Monteros en una imagen de archivo. (Gtres)
Espinosa de los Monteros en una imagen de archivo. (Gtres)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Los movimientos de la semana han sido intensos dentro de las derechas. El PP decidió apoyar el decreto de medidas sociales, dando marcha atrás con el palacete de París, pero rompiendo las líneas de comunicación, quizá de manera irreparable, con el PNV. González Pons atacaba a Trump y Moreno Bonilla dejaba caer que había que establecer buenas relaciones con PNV y Junts. Parte de la esfera mediática de la derecha ha criticado a Feijóo por blando con el gobierno, mientras Abascal aprovechaba el cambio de posición con el decreto de medidas sociales para intensificar la presión, confrontar con el PNV y situarse con más contundencia frente a Sánchez (al final, el PP siempre pacta con el PSOE, como en Europa, suelen repetir). Y el lunes reapareció Espinosa de los Monteros con una larga entrevista y presencia en medios, con un mensaje claro, hay que entenderse dentro de las derechas. A todo esto, la semana que viene Espinosa de los Monteros estará en Sevilla, en el congreso 'Políticos: solución o problema'. Debatirá con Albert Rivera, que también ha reaparecido en la esfera pública. Demasiada agitación como para que nada esté ocurriendo.

En el tiempo transcurrido desde las elecciones del 23-J, hay algo que ha cambiado. En las derechas, un gobierno PP-Vox se percibe como inevitable. Tanto porque entienden que el actual gobierno está agotado y tiene muy pocas posibilidades de repetir, como por la desaparición de la resistencia popular a ir de la mano con Vox. La convicción en ese espectro ideológico la ratifican las encuestas actuales: si tienen visos de realidad, el gobierno de ambos partidos podría contar con una mayoría parlamentaria muy amplia, de modo que se podría transformar España de verdad. La hipótesis 202 vuelve a aparecer.

Sin embargo, ese propósito también tiene aristas. No es lo mismo una proporción de diputados 150-30 en el Congreso que 120-60. En el segundo caso, la influencia de Vox en el gobierno sería mucho más poderosa, y eso resulta complicado de aceptar. El PP tiene que moverse entre la aceptación del horizonte último y la necesidad de rebajar electoralmente a su rival-futuro socio.

Los aliados incómodos

Es un asunto que tiene mucha importancia más allá de la lucha partidista por cobrar un mayor peso en la coalición. Vox es un partido ideológico, y va a presionar, como lo ha hecho en las comunidades autónomas (y seguirá en ello con la aprobación de los presupuestos pendientes), para que su programa se lleve a efecto. Los tiempos están de su lado, porque sus socios internacionales, y más tras el triunfo de Trump, están creciendo. Esperan que los vientos foráneos les impulsen también aquí y renunciar a los elementos que son las señas de identidad del movimiento no es para ellos negociable.

PP y Vox podía reunirse alrededor de elementos comunes que harían la coalición, además de aceptable, provechosa. Pero está Abascal

En segunda instancia, los programas de PP y Vox no son exactamente convergentes. Tienen puntos de conexión claros en algunas políticas económicas, pero también divergencias significativas, en ese terreno y en muchos otros. Europa es el centro de reunión de todos ellos: el PP es europeísta, y está alineado con la actual Comisión, Vox no. Mira más a Washington que a Bruselas, y su propósito es construir una Unión diferente. El Vox de Abascal puede ser un socio bastante incómodo para el PP de Feijóo.

En todo este enredo, las derechas han descubierto algo: el actual Trump cuenta con un programa del que les gustan muchos aspectos. Hay medidas económicas que entienden adecuadas, la lucha antiwoke les parece oportuna y el combate decidido contra el progresismo y sus políticas les parece indispensable. Existen elementos en los que podrían reunirse ambos partidos y que harían la coalición, más que aceptable, provechosa. Sin embargo, resulta difícil entenderse con el trumpismo excesivo de Abascal.

Un Sumar de la derecha

El PSOE pasó por esta situación. No quería a Podemos en el gobierno, y tuvieron que repetirse unas elecciones generales para comprender que no quedaba otro remedio. El PP parece que está asumiendo esa lección tiempo después del 23-J, animado por el auge de las derechas en el mundo. Pero una vez que la coalición PSOE-Podemos tuvo lugar, los socialistas constataron que una formación como la de Iglesias era un problema continuo, máxime cuando algunas de sus iniciativas les perjudicaban electoralmente. Vieron una oportunidad con Yolanda Díaz: su carácter, más empático que el del agriado Iglesias, su recorrido como ministra de Trabajo y la posición menos hostil con los socialistas era una opción mucho mejor que la de Podemos. Decidieron apoyar un cambio de liderazgo en las izquierdas que relegara a los de Iglesias a un espacio secundario. La operación funcionó, más o menos, el 23-J, aunque después se haya revelado poco provechosa.

Sería mucho más cómodo contar con un Sumar de derechas, un trumpismo de centro, que con el actual partido liderado por Abascal

Al PP le convendría algo similar. Sería mucho más cómodo contar con un trumpismo de centro como aliado, un Sumar de la derecha, que con el actual partido liderado por Abascal. Facilitaría las cosas en muchos aspectos, también a la hora de llevar a cabo ese programa económico más neoliberal, más desregulador, más apoyado en las rebajas fiscales, más combativo con lo woke y más contundente con el socialismo que muchos simpatizantes del PP ven necesario. Mucho mejor el empático Espinosa de los Monteros que el airado Abascal a la hora de entenderse.

Ese deseo se encuentra en su aplicación con un problema práctico. Si naciese un partido liderado por Espinosa de los Monteros, como tantas veces se ha aventurado, minaría a Vox, pero también al PP, y sobre todo fragmentaría el voto de la derecha, lo que podría tener consecuencias electorales muy negativas para el bloque. Tampoco se puede promover el relevo de Abascal en Vox, porque está sólidamente respaldado, no hay figuras relevantes que puedan postularse y Espinosa está fuera del partido.

La esfera de presión

Lo que perciben desde Bambú tiene que ver mucho más con la construcción de una esfera de influencia alrededor de figuras como Espinosa de los Monteros, pero también de otros participantes en la política, así como de algunos medios. Gracias a ella, se podría presionar a favor de un trumpismo de centro, se podría intervenir en el debate público (del mismo modo que, en el socialismo, la hubo para que el PSOE no pactase con Podemos y, después, para que se encumbrara a Yolanda Díaz), y sería factible aglutinar a una serie de votantes. Ese centrismo trumpista serviría para presionar ideológicamente a Abascal, para empujar en la dirección de un mayor entendimiento entre los dos partidos (también a la hora de aprobar presupuestos de las comunidades autónomas) y, en última instancia, para restar voto a Vox en las siguientes elecciones. Una proporción adecuada en el reparto de escaños permitiría al PP un margen de maniobra mayor en un hipotético gobierno. La frase más repetida dentro de Vox es "Iván no quiere montar un partido, quiere ser ministro".

El movimiento tiene más derivadas, en la medida en que el trumpismo de centro no solo perturba a Vox. Una opción de esa clase también mueve piezas dentro del Partido Popular, que tendría que relegar las posiciones liberales a la antigua y desplazarse hacia un lugar diferente. Y esto supone una presión añadida para Feijóo, porque es evidente que hay líderes que pueden representar ese papel dentro del PP mejor que él, y puede contribuir a crispar a unas bases que todavía no han perdonado la derrota del 23-J. Las críticas recientes al líder del PP, que provienen de diversos entornos de la derecha, se harían más peligrosas si el trumpismo guay se desarrolla en toda su intensidad. Por si acaso, Tellado ya ha movido ficha al afirmar que Milei es la esperanza de Latinoamérica y que Trump es el presidente legítimo de EEUU.

Todo esto tiene derivada internacional, y es el fruto de una evidente tensión dentro de las derechas. El establishment liberal está noqueado por la aparición de Trump y por el crecimiento de fuerzas afines, y están defendiéndose, en especial en Alemania y España, los dos países donde el PPE tiene más fuerza, para continuar dirigiendo los destinos de su espectro ideológico. Alemania y España son ahora el centro de la derecha tradicional europea. La desactivación de las derechas trumpistas en nuestro país sería muy bien vista en el entorno de la UE.

Los movimientos de la semana han sido intensos dentro de las derechas. El PP decidió apoyar el decreto de medidas sociales, dando marcha atrás con el palacete de París, pero rompiendo las líneas de comunicación, quizá de manera irreparable, con el PNV. González Pons atacaba a Trump y Moreno Bonilla dejaba caer que había que establecer buenas relaciones con PNV y Junts. Parte de la esfera mediática de la derecha ha criticado a Feijóo por blando con el gobierno, mientras Abascal aprovechaba el cambio de posición con el decreto de medidas sociales para intensificar la presión, confrontar con el PNV y situarse con más contundencia frente a Sánchez (al final, el PP siempre pacta con el PSOE, como en Europa, suelen repetir). Y el lunes reapareció Espinosa de los Monteros con una larga entrevista y presencia en medios, con un mensaje claro, hay que entenderse dentro de las derechas. A todo esto, la semana que viene Espinosa de los Monteros estará en Sevilla, en el congreso 'Políticos: solución o problema'. Debatirá con Albert Rivera, que también ha reaparecido en la esfera pública. Demasiada agitación como para que nada esté ocurriendo.

Espinosa de los Monteros Alberto Núñez Feijóo Santiago Abascal Donald Trump
El redactor recomienda