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El fiscal general va al choque directo contra el juez y ya se propone anular su juicio
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Las claves de su declaración

El fiscal general va al choque directo contra el juez y ya se propone anular su juicio

Álvaro García Ortiz cuestiona la legalidad de la entrada y registro en su despacho y acusa al juez de tener ya formado un criterio en su contra y, con ello, persigue la nulidad del procedimiento

Foto: El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz (i), a su salida del Tribunal Supremo. (EFE/Daniel González)
El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz (i), a su salida del Tribunal Supremo. (EFE/Daniel González)
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La mejor defensa es un buen ataque. El fiscal general del Estado pareció acudir a su declaración como imputado en el Supremo con esa frase de El arte de la guerra de Sun Tzu en la cabeza y arrancó fuerte desde un principio. Ya en el inicio de la declaración levantó una barricada contra el juez instructor de su caso, Ángel Hurtado, y se negó a contestar a sus preguntas. A partir de ahí todo consistió en ir cavando trincheras y colocando puestos avanzados. Su exposición recordó mucho a la que hacen las defensas durante las cuestiones previas de un juicio oral. La sensación es que da por perdida la instrucción y se prepara para forzar una nulidad por si acaba en el banquillo.

Para ir colocando los cimientos, enumeró varios motivos que, en caso de ser atendidos en el futuro, provocarían el carpetazo de la causa en la que se le acusa de revelar secretos del novio de Isabel Díaz Ayuso y, con ella, su exoneración. Empezó casi por los inicios y se refirió al registro de su despacho por parte de la Unidad Central Operativa que ha sido recurrido por la Fiscalía que dirige y, en concreto, por su número dos, María Ángeles Sánchez Conde, a cargo del caso en representación del Ministerio Fiscal y, de hecho, presente en el interrogatorio.

Ambos, imputado y fiscal, fueron de la mano. Sentado en estrados por su condición de fiscal, García Ortiz expuso que su intención era contestar solo a su defensa ejercida por la Abogacía del Estado y a la Fiscalía. Pero la Fiscalía no quiso preguntar y alegó que, hacerlo sería contrario a Derecho, ya que la mayor parte de la prueba viene de la entrada de la Guardia Civil en las dependencias de la Fiscalía General y ella considera que fue ilegal.

El propio fiscal general cogió el testigo y defendió que la base de casi todo el material inculpatorio recogido en el auto de imputación es un "allanamiento de su despacho", en la sede oficial de la FGE, y del de la jefa provincial de Madrid, que declarará como imputada este jueves. Para él, fue una diligencia de instrucción que invadió derechos fundamentales. Sin decirlo pero diciéndolo, acusó al juez de actuar a sabiendas contra de la ley, es decir, de prevaricar. En otra carga contra el instructor, apuntó que el recurso de apelación aún no ha sido resuelto porque Hurtado no dio traslado hasta esta misma semana. Para tratar de afianzar la gravedad del registro de su despacho, puso el acento en que no hay precedentes en la historia europea de "un allanamiento" del despacho del jefe del Ministerio Público.

Foto: El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a su llegada al Tribunal Supremo (Europa Press/Eduardo Parra)

Otro motivo que lo mismo sirve para negarse a contestar al juez que para reclamar una nulidad es la forma en la que Hurtado ha conducido la instrucción. En la comparecencia dijo que no podía responder a sus preguntas porque hay diligencias practicadas que no conoce. Apuntó también que no puede "ejercer con garantías su derecho de defensa" porque no está definido el objeto del proceso y porque se han denegado diligencias de instrucción necesarias para ejercer ese derecho.

Dudas sobre la filtración

Sobre la propia filtración que el juez le acusa de haber dirigido y que afecta a un correo concreto de aquellos que se intercambiaron el abogado del empresario Alberto González Amador y el fiscal de su caso por defraudar a Hacienda (aquel en el que el letrado ofrece reconocer la comisión de delitos), el fiscal general no solo ha negado haber facilitado los emails a la prensa o al Gobierno. También ha venido a decir que al juez lo que diga le da igual porque ya tiene una opinión formada. Otro argumento para tratar de forzar la nulidad. Y otra acusación contra el magistrado.

Foto: El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a su salida del Tribunal Supremo. (EFE/Daniel González)

De paso, aprovechó para repartir culpas entre aquellos que más le han perjudicado. Sobre González Amador, ha dicho que ha obviado a lo largo de la investigación cosas que eran importantes con la intención de dirigir, desde un inicio, las sospechas hacia la Fiscalía. Dijo que calló que el propio empresario fue quien envió a Miguel Ángel Rodríguez uno de los correos, aquel en el que el fiscal se abría al pacto, y ha insistido en que también fue él quien se lo facilitó a El Mundo, el primer medio en publicar esta versión. Tampoco informó de que MAR había enviado por wasap el texto del correo a un grupo de periodistas.

Al callar, la pareja de Ayuso permitió que se extendieran informaciones que eran "falsedades" y no hizo nada por desmentirlas. "La mentira nunca puede ser un secreto", lanzó. También hubo recados para la fiscal superior de Madrid, Almudena Lastra, cuyo testimonio ha sido uno de los que más le han perjudicado en esta fase de la instrucción. Según fuentes presentes en la declaración, García Ortiz insinuó que pudo ser ella quien filtró.

La declaración completa se destinó a preparar el terreno. A abonar la duda de cara al juicio. Como dice otra de las frases más famosas de El arte de la guerra, "quien sabe resolver las dificultades las resuelve antes de que surjan".

La mejor defensa es un buen ataque. El fiscal general del Estado pareció acudir a su declaración como imputado en el Supremo con esa frase de El arte de la guerra de Sun Tzu en la cabeza y arrancó fuerte desde un principio. Ya en el inicio de la declaración levantó una barricada contra el juez instructor de su caso, Ángel Hurtado, y se negó a contestar a sus preguntas. A partir de ahí todo consistió en ir cavando trincheras y colocando puestos avanzados. Su exposición recordó mucho a la que hacen las defensas durante las cuestiones previas de un juicio oral. La sensación es que da por perdida la instrucción y se prepara para forzar una nulidad por si acaba en el banquillo.

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