Por qué la palabra "charnego" sigue poniendo nerviosos a tantos (y les encanta a otros)
Cuando el director de 'Casa en llamas' pronunció la palabra durante los Premios Gaudí, no era consciente de que estaba abriendo la caja de los truenos del clasismo y la xenofobia
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"En mi familia no tenemos una casita en la Costa Brava y un barquito para salir a navegar, en casa somos orgullosamente charnegos". La noche del sábado, cuando Eduard Sola, guionista de Casa en llamas, pronunció su discurso como ganador del premio al mejor guion original, no podía imaginar que se iba a convertir en uno de los grandes virales de los últimos días.
En parte, por la visible emoción con la que recordaba a su abuelo, analfabeto emigrado de Andalucía. Pero también, por la recuperación de “charnego”, uno de esos términos cuya sola pronunciación reabre viejas heridas y remueve conciencias. Lo “charnego”, una palabra utilizada tradicionalmente de forma despectiva para referirse a los inmigrantes de otras regiones de España que llegaron a Cataluña durante décadas, ha vuelto a estar en boca de todos. Para algunos, es una tierna reivindicación de los orígenes humildes del guionista; para otros, es parte de un discurso catalanofóbico al anteponerse al trabajador emigrado con los catalanes con “barquito”.
“Lo que dice Eduard tiene mucho valor, porque no hace un discurso identitario, sino anticlasista y antixenófobo”, valora Javier López Menacho, autor de
“Charnego” ha sido una palabra recuperada por los descendientes de aquellos a los que intentaba descalificar. Un equivalente a la utilización de “negro” por James Brown cuando cantaba “say it loud, I am black and proud!”, como sugería en una entrevista el escritor Miqui Otero. Menacho proporciona los nombres de Jordi Évole, Andreu Buenafuente o Miguel Poveda como otros ejemplos de charnegos (o descendientes) orgullosos de serlo. En una de sus investigaciones, el antropólogo social Mikel Aramburu identificaba al escritor Javier Pérez Andújar y el presentador Jorge Javier Vázquez como otros exponentes de esa vindicación del charnego, que aparece también en películas recientes como El 47.
EDUARD SOLA - Premi Gaudí a Millor Guió Original per CASA EN FLAMES.#PremisGaudí #XVIIPremisGaudí pic.twitter.com/FsENIPKtP9
— Acadèmia del Cinema Català – Premis Gaudí (@academiacinecat) January 18, 2025
Una palabra reivindicada con orgullo que también se puede rastrear en la obra de escritores como Francesc Casavella o el charnego power del que ha escrito el periodista Guillem Martínez. Es un término en el que confluyen el clasismo y la xenofobia, en opinión de Menacho: “El término de por sí ya no tiene mucho sentido, porque ya no alude a lo que ocurrió en Cataluña el siglo pasado, pero sí tiene sentido reapropiado, porque reivindica que la gente que viene de fuera se integre, se absorba y de alguna manera tenga un proyecto de vida y la posibilidad de prosperar”.
El término “charnego” ha sido muy reivindicado por la izquierda cultural. Un buen ejemplo es el Festival de la Cultura Txarnega, que se celebró por primera vez en el ateneo L’Harmonia en Sant Andreu, impulsado por la escritora, activista y filósofa Brigitte Vasallo, que se ha autodefinido en muchas ocasiones como “charnega” y “marimacho”. “Significan poco”, explicaba en una entrevista con El Independiente. “Cojo estos conceptos porque el significado está bastante abierto, y también los utilizo porque son insultos y a mí la genealogía del insulto ya me gusta”.
El festival levantó unas cuantas ampollas. Vasallo ha preferido no participar en este artículo porque considera que es un tema muy polarizado y no desea añadir más ruido. Una actitud común entre muchos catalanes que temen que sus palabras sean malinterpretadas o sacadas de contexto y, como le ha ocurrido a Sola, se conviertan en “la polémica del día”, como el propio guionista ha lamentado.
Pero ¿a quién molesta?
A pesar de esa pérdida del sentido originario de la palabra, el término sigue provocando inquietud entre algunos círculos. Sobre todo, en los tradicionalmente independentistas, que interpretan su uso como una acusación que intenta reducir el catalanismo a actitudes xenófobas y clasistas. El escritor y periodista Pere Antoni Pons, por ejemplo, exponía en X que “este discurso es puro racismo anticatalán de marco mental castellanizador, porque obvia que había muchos analfabetos catalanes explotados, porque obvia que actualmente hay muchos charnegos con casa y barquito en la costa Brava y porque solo valora la catalanidad si es parcialmente española”.
Una identificación de lo catalán con la alta burguesía y de lo charnego con lo obrero que obvia la existencia de una clase trabajadora catalana “oriunda”. Una opinión más común entre el catalanismo más radicalizado, desde determinadas posturas independentistas, convergentes o afines a la CUP —los que criticaron el libro de Menacho—, pero también entre parte de la izquierda que no se siente cómoda con la reducción de la clase trabajadora a los emigrantes de otras partes del país, sobre todo teniendo en cuenta que hoy proceden de América Latina o del norte de África.
"Históricamente se ha utilizado el término para dividir a los catalanes"
“Siempre ha ofendido bastante a las clases pudientes ser señaladas, y la burguesía catalana tiene la piel muy fina, por lo que esto le ofende mucho”, valora Menacho. “Detrás de esto hay un cierto clasismo: que llegue un pobre, que se busque la vida y que se integre tanto a nivel social como idiomático, como de identidad catalana y haga un discurso así, entiendo que haya gente a la que no le gusta, porque significa que las personas más pobres tienen oportunidades y pueden ascender socialmente”. Como explicaba en una columna publicada en El Periódico Miqui Otero, “lo curioso de la palabra ‘charnego’ es que los intolerantes insultaban cuando la lanzaban ellos antes y ahora insultan cuando la manejan otros”.
“A mí la etiqueta ‘charnego’ me parece superada en algunos sentidos, pero me parece muy válido que algunos nietos o hijos de inmigrantes de clase trabajadora (la memoria de sus familiares sigue viva, sentimental y hasta biológicamente) la incluyan en eso tan raro que es intentar contarte a ti mismo o dibujarte una identidad, principalmente de clase”, valora el autor de Orquesta (Alfaguara).
Frente a la resignificación, hay otros que consideran que habría que desterrar el término porque resulta engañoso y divisivo al confundir la clase con el origen. Genís Vives es descendiente de inmigrantes andaluces, jurista e investigador en Derecho público y estaría de acuerdo con el discurso si en lugar de “charnegos” se hubiese hablado de “clase baja”. Su abuela, de origen andaluz,, nunca se había sentido discriminado por inmigrante, sino por pobre, explica. “Históricamente, el término se ha utilizado políticamente para intentar dividir entre los catalanes de toda la vida y los que son charnegos”, valora.
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En su opinión, el discurso de Sola ha sido utilizado por los sectores conservadores no independendistas para criticar al catalanismo. “Creo que quien más interés está teniendo ahora mismo en que esta división se cree no es el independentismo, sino una parte que considera que Cataluña debería seguir siendo parte de España”, señala. Sobre todo, por la peliaguda identificación con tópicos: “Seguro que hay muchos que vinieron de Andalucía que tienen un barquito, y otros con ocho apellidos catalanes que no han ido nunca: yo, hasta hace unos años, no había visitado la Costa Brava”.
La polémica, y las airadas reacciones, sobre todo desde el independentismo, han provocado que el propio Sola haya salido a matizar sus palabras después de reconocer que la polémica le había amargado el premio. “Puede ser que no me haya sabido expresar”, ha explicado en una intervención en RAC1. “Sin duda alguna, la clase baja no está incrustada solo en el charneguismo, sino que se ha pasado hambre en toda Cataluña”. El guionista se alinea con los resignificadores del término, como una manera de celebrar la emigración, el avance y el progreso.
Lo que une a Esquerra y al pujolismo
El término “charnego” ha sido reivindicado, sobre todo, por parte de los comunes y afines (Noelia Bail, líder de Podemos Catalunya, habló sobre la “nación charnega”), así como por parte de Esquerra Republicana, identificándola con la identidad obrera. “La parte más independentista no quiere que siga funcionando el término, porque las personas que se reapropian de él son los que vinieron de fuera y que ahora con la segunda o tercera generación sienten cierto orgullo y se alejan de sus postulados”, añade Menacho.
Algunos como Miquel Buch han leído el discurso como una reivindicación del pujolismo
No obstante, otros consideran que la utilización del término por parte del entorno de los comunes peca de inocente al perder de vista algunos de los ángulos del problema. “Lo utilizan para demostrar que Cataluña es mestiza y plural, pero creo que no hace falta crear una identidad aparte: tres de cada cuatro catalanes tenemos origen fuera, mi novia es catalana y holandesa y no hay ningún problema”, señala Vives. Otro giro más: cuando llamó a su abuela, inmigrante andaluza, esta le dijo que hacía mucho que no escuchaba el término, y que solo se lo había escuchado a Gabriel Rufián.
Quizá lo más sorprendente haya sido la irrupción en el debate de Miquel Buch, exconsejero de interior con Quim Torra, que en un tuit reivindicaba que “este grandísimo discurso (escuela en catalá, ascensor social, prosperidad…), realizado por un catalán de 36 años, es el mayor reconocimiento que he visto al presidente Pujol y su grandísima obra”. En ese test de Rorschach que ha sido el discurso de Sola, algunos han querido leer una reivindicación del Gobierno de Pujol, presidente de la Generalitat entre 1980 y 2003, como el período de integración de esos charnegos en la sociedad del bienestar.
Sin embargo, Menacho prefiere ser mucho más cauto. “Creo que tiene más que ver con el propio progreso de la sociedad que con la acción política pujolista”, valora. “No le atribuyo el término al pujolismo, sino que creo que tiene que ver más en general con que más allá del liderazgo de CiU, la sociedad catalana ha favorecido que los inmigrantes tengan un lugar en la sociedad”. El futuro para el charneguismo, si lo tiene, se encuentra en integrar a los nuevos inmigrantes de otros países de Sudamérica y África y ser capaces de dar las mismas oportunidades de prosperidad y futuro. Para Vives, es el símbolo de que “todo el mundo se quiere apropiar de los discursos que tienen éxito”.
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El mero hecho de que el término siga dando lugar a un debate político, concluye Otero, es síntoma de que “la etiqueta sigue teniendo todo el sentido del mundo, más allá de la biografía de cada uno, cuando los sectores más intolerantes reaccionan ante ella, algo que sucede cada cierto tiempo”. Como añade Menacho, sigue siendo el símbolo de una xenofobia y un clasismo que no han terminado de desvanecerse, aunque hayan adoptado otras formas.
"En mi familia no tenemos una casita en la Costa Brava y un barquito para salir a navegar, en casa somos orgullosamente charnegos". La noche del sábado, cuando Eduard Sola, guionista de Casa en llamas, pronunció su discurso como ganador del premio al mejor guion original, no podía imaginar que se iba a convertir en uno de los grandes virales de los últimos días.