El Gobierno cree que la ruptura daña más a Junts: el 60% de sus votantes prefiere a Sánchez
La Moncloa gana tiempo mientras pide a Puigdemont que "recapacite". La convicción de que no apoyará una moción de censura con PP y Vox lleva al Gobierno a tensar la endeble relación con su socio
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Prosigue la partida entre el Gobierno y Junts, después de que Pedro Sánchez se haya sacudido de encima la presión de Carles Puigdemont y la Mesa del Congreso deje en el cajón la proposición no de ley de Junts, que le exige someterse a una cuestión de confianza. La reclamación de que esta iniciativa se tramite queda, por segunda vez, congelada. Si el expresident esperaba una respuesta del Gobierno, la Moncloa se ha limitado a alargar un poco más su baza y situar el foco en Junts y en la rueda de prensa que Puigdemont ofrece este viernes en Bruselas.
En la peor crisis entre el Ejecutivo y los posconvergentes, sin que haya sido posible pactar con ellos la nueva senda de déficit y comprometer su voto a unos presupuestos, los socialistas se han opuesto a la última pretensión de Junts. Este rechazo pone en riesgo su apoyo parlamentario y puede suponer el fin de la endeble relación que mantienen. El Gobierno quita hierro a que hayan aplazado la moción de confianza: "Es una no agresión".
El Ejecutivo se agarra a que Puigdemont está atrapado porque la presidencia de Pedro Sánchez carece de alternativa. A pesar de que Alberto Núñez Feijóo flirtea con la presentación de una moción de censura, que puede prosperar con el respaldo de Junts, Sánchez está convencido de que no se producirá porque va en contra de sus intereses electorales.
Las tripas (los datos puros) del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) son contundentes. Casi el 60% (un 58,5%) de quienes en las elecciones generales de 2023 votaron a Junts, prefieren a Sánchez como presidente. Apenas uno de cada 10 se decantan por Feijóo, según refleja el barómetro del CIS de diciembre. Las cifras difieren mes a mes, en función de la muestra, pero son insistentes. En noviembre, eran un 63,2%. Y en octubre, un 78,1%.
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Las respuestas no apuntan a una base sociológica de derechas, a pesar de ser herederos de la antigua Convergència, y de que, actualmente, aún se les enmarca en esta tendencia política. Yolanda Díaz o Irene Montero gustan más a los votantes de Junts como posibles presidentas que el candidato popular.
La claridad de este pronunciamiento da cierta seguridad al Gobierno sobre la inviabilidad de una moción de censura. Y esa es la baza que están jugando para reconducir la situación, según fuentes conocedoras de las conversaciones. La crisis es de mucha envergadura y entre el Ejecutivo y Junts las cosas "no van bien", señalan. "Les están asustando con la moción", explican, en referencia a que Puigdemont elija dónde se quieren situar. La duda, apuntan las mismas fuentes, es si "tendrá valor" de derrocar al Ejecutivo, uniendo sus votos al PP y a Vox.
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Este jueves, en una entrevista en Canal Sur, la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, aseguró que "corresponde a Junts saber exactamente qué es lo que quiere hacer, en relación con su posición de apoyo a los grupos". Su mensaje, poco antes de que la Mesa del Congreso optara por no tramitar su proposición no de ley y mantenerla en suspenso, fue que reflexionen. "Espero que Junts recapacite", manifestó, sobre su implicación para sacar adelante unos nuevos presupuestos.
Persiste la amenaza de Junts
Aunque los contactos no han cesado en los últimos días, el secretario general de Junts, Jordi Turull, advirtió el martes al PSOE de que tomarán decisiones que "no gustarán", si impiden que se debata sobre la cuestión de confianza. Tras la decisión de la Mesa del Congreso, no se ha producido una reacción. Pero fuentes posconvergentes apuntan que "nosotros no nos hemos movido" y que "mañana (por hoy) habla Puigdemont".
La política nacional sigue pendiente de lo que el expresident dirima. Con un poder incontestable sobre su organización, fuentes próximas a él sostienen que se siente "despreciado" por el Ejecutivo y "maniatado" al PSOE. La opinión de Junts es que los socialistas no cumplen sus promesas como el reconocimiento del catalán en la UE o el traspaso de la gestión de la inmigración, donde exigen ser responsables de toda la cadena de decisión, desde el control de fronteras a las propuestas de expulsión. El Ejecutivo transige en que haya mossos en los puestos fronterizos pero junto a Policía Nacional y Guardia Civil.
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A estas demandas se ha sumado la petición de una rehabilitación de Carles Puigdemont, a través de una foto con el presidente del Gobierno. "La amnistía no es efectiva, judicialmente lo sabemos pero políticamente tampoco. ¿Por qué a Sánchez le da angustia reunirse con el presidente Puigdemont?", declaró esta semana Turull. "Sus votos no le dan angustia", remató. En realidad, Sánchez no se niega a un encuentro con el líder de Junts, pero el Gobierno la supedita a que existan garantías de que respaldan los presupuestos.
En el Ejecutivo asumen que los posconvergentes pongan precio a su apoyo, al igual que sucede con el resto de socios parlamentarios, pero no contaban con una negociación infernal antes de cada votación. Y menos aún con que, tras el desgaste que ha supuesto la amnistía, incomprendida por una parte del electorado socialista, el discurso de Junts sea tan virulento contra el Gobierno. En Ferraz y en la Moncloa reina una sensación de hartazgo, que se ha traducido en la oposición a la cuestión de confianza. Pero eso no cambia en nada que la legislatura depende de Puigdemont y que su intervención este viernes marca las próximas semanas y meses.
El Gobierno lleva tiempo con la cantinela de que no pasa nada por seguir con las cuentas prorrogadas y ya ha comenzado a señalar que en la misma situación se encuentran las comunidades del PP, donde se han roto los pactos con Vox. A falta de que el líder de Junts arroje luz, si la ruptura se consuma, se confirmaría que el Ejecutivo no puede sacar adelante los presupuestos, aunque la situación de inestabilidad no cambiaría mucho respecto a lo que sucede ahora.
Prosigue la partida entre el Gobierno y Junts, después de que Pedro Sánchez se haya sacudido de encima la presión de Carles Puigdemont y la Mesa del Congreso deje en el cajón la proposición no de ley de Junts, que le exige someterse a una cuestión de confianza. La reclamación de que esta iniciativa se tramite queda, por segunda vez, congelada. Si el expresident esperaba una respuesta del Gobierno, la Moncloa se ha limitado a alargar un poco más su baza y situar el foco en Junts y en la rueda de prensa que Puigdemont ofrece este viernes en Bruselas.