Decodificando el famoso 'powerpoint' de la Armada 2050: la música es buena, pero falta concretar la letra
La Armada presentó su visión estratégica para 2050. Para cumplirla también tiene, al menos sobre el papel, un plan de los nuevos buques y medios que necesitará incorporar para cumplir esa misión
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La Armada presentó el mes pasado su visión para 2050. Se trataba de un documento en el que se exponen las líneas de actuación y las capacidades necesarias para el cumplimiento de las misiones encomendadas. Aquel día, muchos esperaban ver aspectos más tangibles en forma de número de buques, cifras de inversión y nuevos proyectos. Sin embargo, solo se tocaron aspectos estratégicos. A nuestra marina de guerra le pasó un poco como al himno nacional. La música está muy bien, pero a veces echamos de menos que tenga letra para poder cantarlo. Digamos que aquel día de diciembre, la melodía sonó muy bien, todo perfectamente afinado. Pero faltaba algo.
Esa letra, o al menos parte de ella, apareció por sorpresa semanas después en redes sociales un poco de extranjis. Fue a raíz de una conferencia impartida por el vicealmirante Nicolás Lapique, director de Ingeniería y Construcciones Navales de la Armada, en la Exponaval, la feria chilena sobre temas navales y de defensa. Allí, el alto mando, alguien con conocimiento de causa, mostró una diapositiva que ha generado muchos análisis, debates y alguna discusión en el ecosistema de la defensa nacional.
El famoso powerpoint
La parte que ha generado más revuelo, como es comprensible, es la que se refiere a la dotación de unidades para los próximos años. Y no es para menos. La lámina confirmó muchas cosas que ya sabíamos, como las modernizaciones de vida media (MMV) de las fragatas F-100 (que durarán hasta el inicio de 2035), de los buques de medidas contraminas, de los dos LPD (el Galicia y Castilla) y la llegada de dos nuevos buques de acción marítima (BAM), entre otras cosas. Pero también hay interesantes novedades.
Para mañana tengo preparado otro artículo de esos que generarán comentarios y encendidas discusiones.
— Juanjo Fernández 🇪🇸 (@Juanjo_Writter) January 15, 2025
Casi a petición popular, hablaré de esto: pic.twitter.com/NyBUOP1LLW
No es posible tener unos cometidos ambiciosos si luego no hay una correspondencia de medios y está claro que la Armada, al menos sobre el papel, ha trabajado en dar sentido a sus misiones, según la visión establecida en el documento con las líneas maestras para 2050. Para ello, ha planificado unos objetivos en cuanto a dotación de unidades navales, ambiciosos y coherentes con esos cometidos. Otra cuestión distinta es si esos objetivos son realistas.
Esta ambición se traduce en un importante incremento de unidades navales. Así, en el gráfico aparecen cosas muy razonables, como la ampliación de la flota submarina con dos unidades adicionales de S-80+ evolucionadas, lo que, usando jerga militar norteamericana, denominan Flight II (que es como la US Navy denomina las sucesivas evoluciones de sus diseños navales). Esto es algo que se viene diciendo en muchos foros y hemos apuntado en estas mismas páginas: por muy capaz que sea el submarino, cuatro unidades no ejercen el grado de disuasión necesario ni están a la altura del poder naval al que se aspira. La construcción de estos submarinos, refleja el documento, se iniciaría a partir de 2029.
Más fragatas españolas y corbetas europeas
Algo similar ocurre con las fragatas F-110, de las que se querrían incoporar otras dos unidades adicionales de un Flight II, o versión evolucionada. Las F-110, de las que inicialmente se habían proyectado cinco unidades, van a ser unos buques muy orientados a la guerra antisubmarina. Era lo lógico, pues vienen a complementar y convivir con las F-100 modernizadas, que se optimizaron para la lucha antiaérea. La gran pega que se les suele poner a las F-110 es que su capacidad de lanzamiento de misiles quedó en exceso reducida al contar con un lanzador vertical de misiles o VLS de tan solo 16 celdas, mientras que las F-100 disponen de 48 celdas.
Este ha sido un recurrente motivo de discusión entre analistas y observadores de la industria, a menudo con opiniones encontradas. Y ambos argumentos tienen sus méritos. Es cierto que enfrentar misiles atacantes sigue siendo hoy en día la principal amenaza para una flota y la experiencia nos dice, hasta ahora, que se han derribado más misiles enemigos mediante sistemas soft de engaño o perturbación (señuelos de chaff o bengalas y guerra electrónica) que con medios hard, misiles antiaéreos o sistemas de defensa de punto o CIWS. Según esto, el número de celdas no parecería tan importante.
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Pero no olvidemos que el diseño de esta nueva clase de buques se fragua entre 2005 y 2015. Son los años en que los conflictos –se creía entonces– iban a ser todos asimétricos, lucha contra piratería y escenarios de baja intensidad. La afganización también alcanzó al diseño naval y se redujo el número de celdas y, por tanto, el volumen del lanzador, en favor de otros sistemas. De nuevo, la realidad de la guerra y las amenazas que están suponiendo los ataques de saturación, aconsejan volver a disponer de mayor número de misiles y, por consiguiente, lanzadores con más celdas.
Esa tendencia ha calado en otras marinas de guerra, con diseños que incluyen lanzadores de hasta 128 celdas, como es el caso de los destructores coreanos. No es desaventurado decir que si el diseño de las F-110 se hiciera ahora, el lanzador vertical sería mayor. La prueba es que uno de los aspectos que se van a modificar en ese futuro Flight II es instalar un lanzador de mayor capacidad, de al menos de 32 celdas. Estas dos fragatas adicionales se iniciarían en 2032. Una fecha que encaja con la planificación de las cinco primeras unidades, de las que la F-111 se botará en la segunda mitad de este año.
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Otra interesante adquisición, también esperada, sería la incorporación de seis corbetas de diseño europeo o EPC (European Patrol Corvette). Estos navíos pueden adaptarse a múltiples cometidos y actuar como patrulleros o buques de combate, en función de los sistemas y armas que se decida instalar. Además, en el segundo rol, se pueden optimizar para combate de superficie o para guerra antiaérea o antisubmarina.
Con sus 3.000 toneladas de desplazamiento, pueden resultar potentes y adaptarse tanto a misiones de larga permanencia en la mar como de combate. Baste pensar que, por ejemplo, las antiguas corbetas clase Descubierta (al final reconvertidas a patrulleros de altura) no llegaban a desplazar 1.500 toneladas, mientras que las actuales F-80 clase Santa María desplazan alrededor de las 4.000. Aunque lo normal es que no todas las fragatas F-100, F-110 y corbetas coincidan en el tiempo, la Armada se haría con una importante fuerza de unidades de combate.
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¿Quieres proyección estratégica?
El punto que ha generado mayor debate es el que afecta a las grandes unidades. El gráfico expone dos nuevas plataformas portaaeronaves LHD (Landing Helicopter Dock) y tres buques nodriza. Sobre esas dos plataformas nuevas –detalle trascendental– no hay más datos, pero es de suponer que se trataría de una versión mejorada del Juan Carlos I, con sistemas más modernos y toda la experiencia de existir cuatro unidades funcionando por el mundo; según los planes comenzarían a construirse en 2028. El L-61 Juan Carlos I está en servicio desde 2010 y en unos años debería entrar en fase de modernización de vida media para llegar al menos hasta 2050.
Lo anterior es muy relevante, pues implicaría disponer de dos plataformas LHD aproximadamente a partir de 2035. Y tres plataformas LHD a partir de 2040, aprovechando el último tramo de vida útil del L-61. Tres barcos con capacidad de proyección estratégica es ambicioso y permitiría disponer de uno de ellos operativo de forma permanente (o dos en un plazo breve).
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La crítica es muy sencilla. ¿De verdad se van a necesitar todas esas capacidades? La respuesta no es menos sencilla: no lo podemos saber. Pero si se establece que una de las misiones actuales y a futuro de Armada es asegurar una proyección estratégica, no sería razonable renunciar a esa capacidad. Una capacidad que, por otra parte, vendría reforzada por tres nuevas unidades con capacidad anfibia, lo que en los planes se denominan LXX. Es de suponer que se trataría de unidades diferentes a los actuales LPD (Galicia y Castilla), de diseño más moderno y probablemente cubierta de vuelo corrida. El plan, desde luego, es muy ambicioso.
Del papel a la realidad
Dice la teoría que los objetivos, para que estén bien establecidos, deben ser exigentes pero alcanzables. Y poner cosas en el papel es sencillo, pero llevarlas a la realidad, no tanto. Se ha criticado, por ejemplo, el exceso de ambición en estos planes de la Armada y hasta es posible que así sea. También que no vengan acompañados de una justificación económica. Más barcos implica más medios, armas y sistemas: misiles, helicópteros, drones y, por supuesto, ala fija embarcada, que habrá que potenciar y adquirir. La sombra del innombrable planea de nuevo.
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Pero, sobre todo, hay que hablar de personal. Todos esos buques que van a engrosar la lista deben llevar tripulaciones. Un LHD como el Juan Carlos I necesita mínimo 250 personas de dotación, 100 más si embarca un estado mayor y casi 200 más si lleva su unidad aérea embarcada al completo. Un LPD (los Galicia) son unas 180 personas; las fragatas, del orden de 150 tripulantes, más los de misiones especiales o unidades aéreas. Y las corbetas pueden estar en el entorno de 80 a bordo.
Empecemos a multiplicar y veremos que las cifras son elocuentes, con el problema adicional de que el material suele ser cosa de dinero, pero el personal necesita también de tiempo y otros elementos más estructurales. Un oficial o un piloto necesita mínimo unos 10 años de formación para llegar a un óptimo desempeño. Un suboficial algo menos y un marinero especialista puede requerir dos o tres. Esto nos lleva al hecho de que hay que planificar muy bien las plantillas, hacerlo con bastante antelación y con un claro compromiso. Sería inadmisible que las plantillas se empezasen a preparar y que luego, por decisiones externas, se cancelasen los programas de adquisición.
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Es posible que la Armada haya pecado de exceso de ambición, pero es el personal quien nos va a dar la clave, y no solo para la marina. Venimos de un ciclo de penuria, marcado por el manido hacer más con menos. Así que recuperar, no digamos ya incrementar, supondrá un equivalente esfuerzo económico. El compromiso de alcanzar el 2% del PIB en inversión en defensa para 2029 está a la vuelta de la esquina. Todo el mundo lo da por hecho, pero si no vemos incrementos sustanciales de personal en estos próximos años, alguien no estará contando toda la verdad.
Con independencia de todo lo comentado hasta ahora y de si estos planes son asumibles, factibles o demasiado ambiciosos, la realidad es que la defensa hay que tomársela en serio. Una defensa con dotación presupuestaria estable, ajena a vaivenes políticos y adaptada a las necesidades actuales y futuras es lo que garantiza la disuasión. Es esta disuasión la que, si bien no elimina la posibilidad de conflictos, la minimiza.
A veces parece que las cuestiones de defensa son temas políticos, industriales o de cualquier cosa, menos de defensa. Existe un aforismo que se atribuye al político francés Georges Clemenceau que dice que "la guerra es un asunto demasiado serio como para dejárselo a los militares". Parafraseándolo una vez más, hoy habría que decir que “la seguridad es un asunto demasiado serio como para dejárselo a los políticos”. Es la música, pero también la letra.
La Armada presentó el mes pasado su visión para 2050. Se trataba de un documento en el que se exponen las líneas de actuación y las capacidades necesarias para el cumplimiento de las misiones encomendadas. Aquel día, muchos esperaban ver aspectos más tangibles en forma de número de buques, cifras de inversión y nuevos proyectos. Sin embargo, solo se tocaron aspectos estratégicos. A nuestra marina de guerra le pasó un poco como al himno nacional. La música está muy bien, pero a veces echamos de menos que tenga letra para poder cantarlo. Digamos que aquel día de diciembre, la melodía sonó muy bien, todo perfectamente afinado. Pero faltaba algo.