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Un "cambio de reglas a mitad de partido" acaba con la paciencia de los investigadores
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NUEVOS CRITERIOS EN LA FPU

Un "cambio de reglas a mitad de partido" acaba con la paciencia de los investigadores

La publicación de los nuevos criterios en la concesión de una de las becas más importantes es solo la punta del iceberg de un malestar que lleva décadas creciendo

Foto: Voluntarios de la Universidad de Valencia reparan fotografías familiares afectadas por la DANA. (Europa Press/Eduardo Manzana)
Voluntarios de la Universidad de Valencia reparan fotografías familiares afectadas por la DANA. (Europa Press/Eduardo Manzana)
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Laura* (nombre ficticio) es una de las jóvenes investigadoras que se levantó el fin de semana de Reyes con carbón en la mesilla de noche. O al menos así interpretaron muchos de ellos el cambio de criterio para la concesión de las FPU que apareció publicado en el BOE en la mañana del sábado 4 y que convierte la nota media ponderada del expediente académico en el único criterio para la concesión de las 900 preciadas concesiones para la formación del profesorado universitario que cada año concede el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de Diana Morant.

“Cuando la solicité por primera vez no me la dieron, porque solo tenía un B1 en inglés y había gente con méritos escandalosos”, recuerda. Así que Laura, doctoranda en la Universidad Complutense de Madrid, se puso las pilas. Se sentó, estudió los méritos que le ayudarían a obtener la FPU, y se puso a ello de nueve de la mañana a once de la noche. Trabaja en la tesis doctoral por las mañanas, está sacándose el C1 de inglés, intenta contribuir con publicaciones académicas y, además, ha utilizado sus ahorros para irse a El Salvador como ponente. Mientras tanto, da clase particulares por las tardes para sobrevivir en la capital.

“Ahora siento que todo ese trabajo ha sido en balde, he dedicado tiempo a trabajar en los méritos, a publicar, a dar congresos, a dar conferencias y a irme fuera de España, ¡para nada!”, lamenta. Su situación resume bien la frustración que han ocasionado estos nuevos criterios que, además, se aplican de forma inmediata al proceso que se inicia este mes. En la anterior convocatoria, la del año anterior (esta corresponde a 2024, con un curso de retraso), los méritos curriculares tenían mucho más peso. Para la mayoría, un peso desmedido. Ahora es todo lo contrario.

La motivación probablemente se encuentre en agilizar un proceso que tendía a demorarse durante años a través de un criterio fácilmente medible (una única cifra), dejando fuera la evaluación de aspectos más concretos. La decisión ha caído como una bomba entre la comunidad de investigadores. Por un lado, están los que consideran que se trata de un criterio injusto porque de la noche a la mañana ignora unos méritos que muchos de ellos llevan años trabajándose; por otro, los que lo ven como el más apropiado. Ambos mantienen que el contrario puede ser más clasista. Pero tantos unos como otros se ponen de acuerdo en que el cambio ha sido precipitado.

"Los criterios pueden ser mejores o peores, pero no hay suficientes plazas"

“Yo creo que el Ministerio ha cambiado de manera unilateral este criterio por temas de agilidad, y nunca debería ser así”, explica Julio del Corral, catedrático de Economía y Director Académico en el vicerrectorado de Economía y Planificación de la Universidad de Castilla-La Mancha, que cada año suele analizar los posibles impactos del cambio de criterio. “Es verdad que los que modificaron hace un par de años eran muy discutibles, pero el consenso era no tanto cargarse estos criterios como modificarlos y hacerlos más sensatos”.

Entre las críticas al nuevo sistema de concesión encuentra que se ha publicado sin aviso previo, que atiende a un único criterio que afecta desde el principio de la carrera universitaria y que puede llegar a ser discriminatorio ya que, como lamentan algunos doctorandos, no siempre es posible tener una nota muy elevada si se estudia y trabaja al mismo tiempo. Otros señalan que el verdadero problema se encuentra en un limitado número (900) que apenas se ha alterado durante las últimas décadas (en 2004, el año en el que Del Corral obtuvo la suya, fueron 950), si bien la cuantía ha aumentado sensiblemente para garantizar la supervivencia de los beneficiarios. En la última convocatoria, el sueldo mínimo anual es de 24.360 euros. En 2018 fue de 16.422.

placeholder Estudiantes realizando la EVAU. (EFE/Ismael Herrero)
Estudiantes realizando la EVAU. (EFE/Ismael Herrero)

Más allá del cambio de criterio, esta polémica es una gota más en el descontento de una carrera, la del investigador, que lleva décadas marcada por la precariedad, la inestabilidad y la frustración de los candidatos. “Lo que me está pasando es que colapso porque lo veo todo negativo”, añade Laura. El mero hecho de que no quiera que su nombre aparezca porque no sabe quién la puede entrevistar en un futuro, es un síntoma de la ansiedad con la que viven los investigadores. “Es muy difícil porque tienes que estar preparado no solo financieramente, sino también mental y psicológicamente, he decidido ir al psicólogo porque veo que no puedo”.

“Es un cambio de normas a mitad de partido: te cuentan que la carrera del investigador es lineal, pero luego la realidad es muy distinta”, explica Cristina Rodríguez, presidenta de la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI), que al contrario de lo que ha ocurrido con otros procesos, no ha sido consultada para esta decisión, que también ha tomado por sorpresa a otras organizaciones como CRUE o FPU Investiga. “Podemos discutir si los criterios son mejores o peores, pero lo que está claro es que no se convocan suficientes plazas para cubrir la demanda de gente que está haciendo tesis doctorales”. Según sus datos, por ejemplo, en la Universidad de Santiago de Compostela, el 75% de personas que preparan tesis lo hacen sin un contrato asociado. Cada vez se empiezan más tesis, pero cada vez más se quedan más sin terminar.

Cambios que siguen sin contentar a nadie

La polémica alrededor de las FPU viene de lejos, especialmente desde que hace unos dos años se diese mucha más importancia a las publicaciones académicas, congresos e investigaciones que, sobre el papel, no tendría por qué tener un investigador que acaba de comenzar en la carrera académica. El presente cambio de criterio intenta apostar por lo opuesto para agilizar un proceso caracterizado por los retrasos, que podía llegar a durar más de un año.

"Con mi nota, yo sería expulsado del sistema", asegura el catedrático

“El principal problema es que valorar solo la nota nos habría echado a muchos del sistema”, explica Del Corral. “Yo tenía una buena nota media, de 2,24 sobre 4, pero no era de las mejores, que eran rozando el 3; hoy sería un 9”. Según sus cálculos, incluso aquellos que tengan una nota durante la carrera de un 8 o un 8,5 pueden terminar quedándose fuera, salvo alguna especialidad como ingeniería. “Hay mil motivos por los que puedes tener una peor nota media, y el problema es que ahora necesitas tener una mucho más que decente”.

Además, el catedrático considera que este nuevo baremo puede tener una derivada peligrosa: un efecto llamada a estudiantes de grado que tal vez no tengan vocación investigadora. “El problema de atraer a gente por la puerta de atrás es que puede haber gente a la que le guste, que sea gente válida, pero eso no es suficiente: puede terminar metiéndose mucha gente en la FPU porque se lo recomienden en plan ‘apúntate, tienes un sueldo durante cuatro años, empiezas a hacer la tesis y si no te gusta, dimites’, lo que puede convertirse en un dispendio de recursos económicos y humanos”, desarrolla.

Otros expertos consideran, en cambio, que el de la nota media es el sistema más justo. Benito Navarrete es catedrático de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid y fue coordinador de la subárea de arte, bellas artes y museística de la Agencia Estatal de Investigación, así como beneficiario de varias becas similares. “Una beca de formación de personal de investigación debe capacitar al alumno para introducirse en la investigación y realizar su tesis, así que creo que el único requisito previo deberían ser las calificaciones que haya obtenido en el grado”, explica. No las de máster, matiza, que suelen estar infladas. “Tanto el hijo del inmigrante como el del notario están igualados por su capacidad de estudio”.

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Lectura de tesis doctoral en la Universidad Complutense.

En el pasado, se valoraba a medias los méritos del alumno con el currículum vitae del director de la tesis, “lo que ya es injusto”, prosigue. “Cuando lo volvieron a cambiar, añadieron al expediente del alumno la docencia, las publicaciones, etc., lo que es absurdo, porque una persona que acaba de terminar la carrera no tiene publicaciones, y si las tiene, son refritos”. El catedrático firmó la Declaración de San Francisco, que aboga por que se valore más el contenido de las publicaciones que la cantidad, para evitar el conocido como “publica o muere”.

Navarrete hace otro recordatorio, que es que si bien la FPU puede depender ahora por completo de la nota del expediente académico, sigue habiendo otras alternativas como la FPI (Formación del Profesional Investigador) vinculadas a proyectos en los que la nota no es tan importante, ya que alrededor de la mitad de la calificación es otorgada por el investigador principal del proyecto a quien considere más adecuado. “La paradoja es que hay un porcentaje elevado de estas becas que quedan desiertas porque nadie quiere hacer tesis vinculadas a estos proyectos”, añade.

La punta del iceberg

La presidenta de la FJI está de acuerdo con que no se tengan en cuenta otra clase de méritos, porque es “una forma que tiene el Ministerio de no legitimar ese trabajo gratuito que había que hacer antes para tener una FPU”. Sin embargo, no ve solución para todos los que ya han realizado esa inversión (de tiempo, dinero y esfuerzo) cuya nota media no es demasiado alta y que se ven expulsados de esa carrera hipercompetitiva. Rodríguez considera que la nota puede suponer “un obstáculo de clase, porque te pueden pasar muchas cosas que te hagan empeorarla”.

"La mayoría de profesores se van a jubilar y no tenemos el reemplazo necesario"

La polémica alrededor de los criterios de la FPU colisiona con de los grandes problemas a los que se va a tener que enfrentar la universidad española, que es la jubilación de un gran número de profesores que entraron hace dos décadas y que ya tienen más de 50 años, agravada con la apertura de nuevas universidades privadas. No hay suficientes docentes cualificados para cubrir esos huecos y, como recuerda Del Corral, no se pueden sacar de la nada de la noche a la mañana.

“Mira el número de PDI (personal docente e investigador) en España, de 130.000, 70.000 están por encima de los 50, y hay que empezar a cubrir esos huecos ya”, añade. La única solución que ve el catedrático es la articulación de otro programa semejante que complemente a la FPU y donde puedan tener cabida todos estos investigadores que han dedicado los últimos años a acumular méritos. Un programa que tenga en cuenta otra clase de méritos como el Certamen Arquímedes a los trabajos fin de grado.

“Si no crean un programa similar en paralelo, muchos se van a marchar cabreados y solo se van a quedar los que tengan dinero”, añade el catedrático. A pesar de la existencia de otras alternativas, la concesión de una FPU (o no) sigue siendo una de las cribas más importantes a la hora de proseguir en una carrera investigadora en la que hoy se da por hecho que se empieza trabajando gratis. “Si no tienes esa beca con 25-30 años ni unos padres que te mantengan bien, es complicado sobrevivir”.

placeholder Manifestación de personal universitario en Barcelona. (EFE/Quique García)
Manifestación de personal universitario en Barcelona. (EFE/Quique García)

La media de edad para la estabilización de un investigador universitario ronda hoy los 42 años, concluye la presidenta de la FJI. “Hablamos de gente que empieza a investigar a los 24”, explica. Ella misma consiguió el primer contrato predoctoral a los 27 años, después de dos y medio encadenando contratos en distintos grupos de investigación que en algunos casos no duraban más de un mes. “No hay nada estable, ni puedes planificar tu vida de aquí a un año”, lamenta.

“Al final, la carrera investigadora es precaria, empieza siendo precaria antes de hacer la tesis, durante y después también, y al final podemos pelear si unos criterios son mejores que otros, pero el gran problema es la falta de financiación, no de las FPU, sino de todo el sistema universitario”, concluye Rodríguez. Como coinciden los expertos, el problema no se trata en quién se lleva la FPU, porque todos los que accedan a ellas se lo van a merecer, sino a quién expulsa de la carrera para siempre, dejando un hueco que cada vez se hace más grande en la universidad española.

Laura* (nombre ficticio) es una de las jóvenes investigadoras que se levantó el fin de semana de Reyes con carbón en la mesilla de noche. O al menos así interpretaron muchos de ellos el cambio de criterio para la concesión de las FPU que apareció publicado en el BOE en la mañana del sábado 4 y que convierte la nota media ponderada del expediente académico en el único criterio para la concesión de las 900 preciadas concesiones para la formación del profesorado universitario que cada año concede el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de Diana Morant.

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