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En la mente de 7 menores yihadistas españoles: "Estado Islámico tiene razón en todo"
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"Cada vez son más violentos"

En la mente de 7 menores yihadistas españoles: "Estado Islámico tiene razón en todo"

Expertos antiterroristas alertan del auge de los adolescentes que abrazan postulados salafistas y la tendencia no cesa: "Desde 2022, su presencia se ha multiplicado por tres"

Foto: Dibujo realizado por uno de los menores yihadistas detenidos. (Cedida)
Dibujo realizado por uno de los menores yihadistas detenidos. (Cedida)
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J. se escapó de casa porque venía su novio a buscarla en un coche desde un país europeo. Se habían conocido por Internet. En su agenda del móvil le tenía guardado como Mi León. Él le regaló unas zapatillas Nike en las que había pintado sobre el logo de la conocida marca para parecer como una cimitarra chorreando sangre. A su lado, había dibujado también un kalashnikov. Esta chica, de 17 años, fue detenida un mes después en Bélgica y entregada a España. Este no es un caso aislado. Las fuerzas de seguridad avisan de que cada vez más menores españoles abrazan los postulados yihadistas, en su mayoría, "cibersoldados" de 14 y 15 años.

"En todas las investigaciones aparecen menores de por medio cuando antes no era así", dice a este periódico un alto mando de los servicios de Información españoles. A diferencia de los mayores de edad, con los menores es la Fiscalía la que se encarga de la investigación judicial. Los expertos policiales lamentan que es difícil neutralizar esta amenaza porque las penas a imponer son muy pequeñas —confía en una próxima revisión del Código Penal— y el tiempo que están en centros de menores apenas da tiempo a trabajar en su rehabilitación. "Salen igual", opina uno de los mandos consultados. Según dice, en ocasiones es más útil hablar con los padres, que casi nunca saben a lo que se dedican sus hijos.

"Lo que aplicamos es la Ley del Menor", dice una fuente judicial de la Audiencia Nacional, acostumbrada a decidir sobre la situación de estos menores. Lo máximo es cinco años de régimen cerrado en un centro de menores y otros tres años de libertad vigilada. Siempre son analizados por un Equipo Técnico que valora cualquier medida a imponer. Si tuviera 17 años, llegaría hasta ocho años de internamiento y libertad vigilada de cinco. Si son delitos muy graves o con pluralidad de víctimas, la horquilla también puede ser más amplia. "Pero la mayoría están un año. Las fuerzas de seguridad trabajan la prevención y yo lo defiendo", dice.

1) J.

La joven de las zapatillas con la cimitarra sangrante estaba bajo el radar de la UCE 2, la unidad especializada en yihadismo de los Servicios de Información de la Guardia Civil. Había saltado la alarma que salta siempre que alguien va más allá en su consumo personal de propaganda terrorista en internet. Esta chica había empezado a los 16 a contactar con elementos radicales en el exterior, uno de ellos el radical que cruzó Europa para ir a recogerla hasta una ciudad castellana. J. y F. iban a casarse. El hombre quedó con ella de madrugada en la puerta de su casa y se la llevó en un coche Volvo con matrícula belga.

Foto: Abderrahman, el hijo de Lubna, en una foto tomada hace dos años. (Cedida)

Usaba un móvil para estos contactos de espaldas a sus padres y su entorno. Según la documentación en poder de este periódico, se relacionaba "con terceros en zonas de conflicto, centros penitenciarios y campos de refugiados en Siria". Les manifestaba su deseo de viajar a Siria a hacer la yihad. "Los mejores hombres han muerto, quiero que vuelva Estado Islámico", le dijo en julio de 2021 a un preso por terrorismo en una cárcel turca. Usaba sistemas de encriptado para no dejar rastro de sus conversaciones. Con su novio F. hablaban de sus planes de futuro:

-F.: Vamos a circular en tanque los dos.

-J.: ¿Dónde?

-F: Sorpresa. Te veo con un kalashnikov, el tanque mi leona.

-J: ¿Cuál es la sorpresa?

-F: Cuando partiremos juntos (sic).

-J: ¿A qué vamos a disparar?

-F: Si bebé haremos esto.

En sus redes sociales, J. había sustituido las fotos con amigos propias de la edad por una imagen de la shahada, la proclamación de fe de los musulmanes, que es también la bandera del Estado Islámico. Sus publicaciones eran en esa línea y hasta usó Pinterest para publicar suras del Corán e imágenes de leones —como llamaba a su novio— muy habituales entre miembros yihadistas. También difundía fotos de armas o seguía una cuenta que rendía homenaje a uno de los terroristas del atentado de Barcelona y Cambrils de 2017.

Entre el material que tenía en su poder, hubo uno que preocupó especialmente a los investigadores. Se trataba de un ejemplar de la revista Inspire, editada por Al Qaeda. En su portada se podía leer Haz una bomba en la cocina de tu madre. En sus búsquedas y consultas en Internet figuran los nombres de algunos de los yihadistas españoles más conocidos, como el sanguinario Kokito de Castillejos o su viuda, Asia Mohamed. J. también quiso saber sobre las esposas de yihadistas recluidas en campos de refugiados kurdos en Siria, como Yolanda Fernández y Luna Fernández.

placeholder Varios menores bajo custodia policial tras una operación antiyihadista. (Interior)
Varios menores bajo custodia policial tras una operación antiyihadista. (Interior)

J. terminó en la Audiencia Nacional y aceptó una condena de un año interna en un centro de menores por un delito de adoctrinamiento con fines terroristas. Ya lo cumplió. Actualmente, vive bajo un régimen de libertad vigilada con la obligación de hacer cursos en los que le ayudan a cuestionar el uso de la violencia y aceptar la pluralidad ideológica y religiosa. Recibe 400 euros mensuales para ayudas a la reinserción. Los especialistas trabajan con ella sobre un uso responsable de la tecnología, fomentan el deporte y sus relaciones familiares y afectivas. Fuentes conocedoras de su situación, temen que cuando se terminen las ayudas se vuelva a marchar.

"En ETA (por la kale borroka) había un 20% de menores que reincidían, con menores yihadistas, de momento, no ha habido, pero hace falta un programa de tratamiento base como lo hay con los adultos", comentan desde la Audiencia Nacional. Achacan el crecimiento de menores yihadistas a una mayor actividad de las fuerzas de seguridad, más concienciación en centros educativos que detectan actitudes sospechosas y el auge de grupos terroristas con su propaganda en las redes. "Cada vez son más violentos y los conversos son los peores. Ya hay explosivos", admiten desde el plano judicial.

Una fuente policial de la lucha antiterrorista discrepa respecto a la necesidad de planes específicos. A su juicio, son más efectivos los seguimientos a los menores que los programas de reinserción que se usan con los adultos. "Yo no conozco un solo caso de desrradicalización en mayores de edad", comenta. Para comparar, usa de ejemplo el hijo mayor de las dos españolas viudas de yihadistas que regresaron de campos de refugiados en Siria. Según cuenta, al menos ese menor está evolucionando positivamente.

2) L.

L. es otro joven que concentró los esfuerzos de las fuerzas de seguridad. Entró en España desde Marruecos de manera irregular cuando tenía 15 años. Fueron las autoridades de Rabat las que dieron el aviso. Detectaron a este chico porque integraba una red de contactos de una célula terrorista desarticulada en Castillejos. Difundían propaganda yihadista y tenían planes de atentar en España y en Marruecos, según la investigación. Además, L. tenía cuatro primos de la familia de su padre combatiendo en Siria en las filas yihadistas del Daesh.

Este menor de edad huyó cuando detuvieron a sus superiores en la organización. La documentación en poder de El Confidencial acredita una educación familiar basada en el salafismo. Al menos desde los once años ya comenzó a dejar rastro en las redes sociales de su radicalismo. Al llegar a España quedó bajo custodia de la Junta de Andalucía en un centro tutelado. L. usaba el ordenador del centro para consumir y difundir propaganda terrorista con el fin de captar nuevos adeptos. Su foto de perfil en Facebook era un terrorista con dos fusiles de asalto con la bandera de Estado Islámico al fondo.

Estando en España, L. tomó la decisión de seguir el ejemplo de sus primos y marcharse a Siria. Entre sus contactos estaba un integrante de la Brigada Tarik Ib Ziad. Fue una facción de combatientes yihadistas integrada por jóvenes que viajaron desde Ceuta y Marruecos. Su líder era el ya fallecido Abdelaziz el Mahdal. Entre los contactos de L. también estaba el hermano de Kokito Castillejos. En uno de los chats analizados por los expertos antiterroristas, un individuo propuso a L. desplazarse a Mali, pero él se negó porque quería a desplazarse a Siria, donde habían ido sus primos, todos muertos como "mártires".

Foto: Un miembro de Estado Islámico en 2014 en las calles de Raqqa, la capital del autoproclamado califato. (Reuters/Stringer)

L. fue detenido en el mismo centro tutelado. Registraron todas sus pertenencias y se incautaron de sus dispositivos y se pudo acreditar su extensa red de vínculos con terroristas. La Audiencia Nacional le condenó por autoadoctrinamiento —le absolvió de captación— a dos años y tres meses de internamiento en un centro y otros dos años de libertad vigilada. Es uno de los muchos jóvenes que terminan en el centro de menores Teresa de Calcuta, un lugar ubicado en la Comunidad de Madrid que se encarga de estos detenidos.

Cuando se detecta una cuenta sospechosa en redes sociales, Policía y Guardia Civil dan cuenta al Centro de Investigación contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), que a su vez lo traslada a Europol. Este organismo Europeo informa a las plataformas para que den de baja las cuentas radicales. Con todo, desde las fuerzas de seguridad son algo escépticos con esta medida, puesto que los investigados se limitan a crear una nueva para continuar con su proselitismo.

3) M.

M. usaba un teléfono móvil a nombre de su madre para consumir propaganda yihadista. El suyo es uno de esos casos de autoadoctrinamiento precoz. Empezó a los 12 años y terminó adscrito a canales oficiales de grupos yihadistas, incluida la radio Al Bayan, gestionada por Estado Islámico. Fue arrestado con apenas 14 años. Cuando los expertos antiterroristas accedieron a su teléfono, encontraron todo tipo de escritos salafistas, documentos religiosos, manuales para fabricar armas y vídeos del propio M. adiestrándose en el manejo de cuchillos para el combate cuerpo a cuerpo.

A pesar de su edad, a M. se atribuía la responsabilidad de crear su propio contenido yihadista en las redes. Lo acompañaba con una marca de agua genuina que consistía en la bandera de Estado Islámico y las letras "Andalus Media". En la investigación sobre este joven intervino un agente encubierto que contactó con él en las redes sociales bajo la supervisión de la Audiencia Nacional.

El agente se hizo pasar por alguien que buscaba recomendaciones sobre líderes radicales con los que contactar en España. Preguntó por dos referentes islámicos moderados para comprobar la reacción del menor, que les tachó de "infieles" y "desviados".

placeholder Un joven detenido en plena noche en una operación antiterrorista. (Interior)
Un joven detenido en plena noche en una operación antiterrorista. (Interior)

En su lugar, el menor español investigado le dio como referencia dos líderes religiosos. Uno de ellos fue Faris Zahrani, entre los terroristas más buscados por Arabia Saudí. Acabó condenado a muerte en 2016. El otro fue Abu Omar Al Kuwaiti, uno de los jueces de la sharia de Estado Islámico. Cuando el funcionario policial le llamó la atención respecto a su pertenencia a Daesh, la respuesta del joven de 14 años fue inequívoca: "¿Qué pasa con el Estado Islámico? Tienen razón en todo". La Audiencia Nacional le condenó a otro año de internamiento en el Centro de Menores Teresa de Calcuta.

"El menor implicado más joven tenía apenas 13 años, pero la mayoría son de 14 o de 15", comenta una de las fuentes consultadas. De momento, no ha habido casos de reincidentes porque el fenómeno es relativamente nuevo. Las fuerzas de seguridad no informaban de estas detenciones, pero hace aproximadamente un año se cambió de estrategia tras hablarlo y consultarlo con los jueces. Los investigadores consideraron que era importante trabajar en la concienciación de autoridades, padres y la sociedad en general.

4) A.

A. celebró su última Nochevieja en un centro de menores a la espera de juicio por integración en organización terrorista y autoadoctrinamiento. De las actividades que le imputan, la más leve es la creación de cuentas en redes sociales que usaba para captar miembros para el Emirato del Cáucaso, la facción de Estado Islámico en Chechenia. También entró en contacto con individuos dispuestos, como él, a realizar atentados y morir como terroristas.

Grabó en las inmediaciones de su casa un vídeo en el que se aprecia la explosión de un artefacto y se sacó una foto con todos los elementos propios de cuando los yihadistas reivindican alguna acción y dejan un juramento de lealtad a algún grupo terrorista. A. llegó a establecer contacto con la Fundación AlSagri, vinculada a Daesh, que le hizo llegar un manual para elaborar una sustancia explosiva llamada HMTD. Todos estos movimientos provocaron la intervención de las fuerzas de seguridad. Su radicalización había cruzado ya demasiadas líneas rojas.

"Hay una línea muy delgada entre consumir propaganda y que sea un terrorista. ¿Son culpables o son víctimas de adoctrinamiento?", plantea otro investigador policial, que admite dificultades para sostener algunas acusaciones en los tribunales.

5) B.

B. no trabajaba solo. Actuaba con otros dos menores que también fueron detenidos. Esta célula integrada por menores de edad ya tenía localizado un objetivo contra el que atentar, incluso el nombre de la operación. Esta información no incluye ningún dato que pueda identificar al hombre que iban a matar para preservar su seguridad, pero B. y sus colaboradores ya habían recopilado información sobre él y su familia o su trabajo. Discutieron sus planes sobre si actuar con armas blancas, armas de fuego o provocarle un incendio. El pecado de este objetivo había sido mostrar su oposición a la manera rigorista que tenían de entender el Islam.

Los expertos antiterroristas consideran que este menor de edad es un peligro en la calle. Representa un "potencial riesgo" porque manifestó su voluntad de prepararse para "acabar" con los "infieles" y los "apóstatas". También estaba dispuesto a asumir cualquier encargo de los que realiza Daesh a sus "cibersoldados". Son aquellos que se autorradicalizan en soledad a través de foros y redes sociales. Los informes policiales añaden que el grupo realizaba búsquedas en Internet, entre otras cosas, sobre materiales susceptibles de ser usados para la fabricación de explosivos.

Los aparatos de propaganda yihadista actuales ya no se sostienen por las grandes marcas yihadistas, sino por individuos voluntarios que editan y confeccionan su propio material: traducen, montan vídeos, escriben subtítulos, ponen marcas de agua… "Son ellos los que están manteniendo viva la llama del radicalismo en Europa". Otra vía de captación son los videojuegos y las interacciones que se producen en ellos: "Hablamos de juegos de disparos en primera persona, shooters en 3D editados por ellos donde aparecen banderas negras y simbología terrorista".

placeholder Imagen extraída de la plataforma de videojuegos Roblox (Cedida)
Imagen extraída de la plataforma de videojuegos Roblox (Cedida)

6) S.

En noviembre del año pasado, la Comisaría General de Información de la Policía Nacional recibió la alerta de un joven en Andalucía que había adquirido glicerina, ácido nítrico y otra sustancia que podría ser ácido sulfúrico o azufre. En el aviso que llegó a los especialistas les indicaron que el joven había mostrado en ocasiones su adhesión a los postulados de Estado Islámico. Se trataba de B. y, según la documentación, "vivía obsesionado con la temática militar", vestía siempre con ropa de camuflaje y era "tremendamente homófobo y antisemita". Tenía entonces 16 años.

Dos días antes de este aviso a la Policía, B. compartió con sus amigos más cercanos que había confeccionado una bomba de las que explotan cuando el móvil al que va conectada recibe una llama. También les mostró imágenes de terroristas muertos en atentados. La evolución de su salafismo se pudo estudiar a través de sus perfiles en redes sociales, donde comenzó a publicar cantos coránicos y manuales para hacer explosivos. Otra de las pistas que le delataron fue el cubo de la basura de su casa. Tiraba los restos de los materiales que usaba en su taller.

Las vigilancias policiales a B. detectaron que a principios de este año salió de su casa vestido con ropa negra amplia y una mochila. Se desplazó hasta un parque en el que ya había estado unos días antes. Los policías pudieron escuchar varias detonaciones que achacaron a este menor de edad. Fue lo último que hizo B. antes de su arresto. Los agentes del Grupo de Desactivación de Explosivos NRBQ que registraron su casa constataron que las sustancias que había adquirido eran para fabricar explosivos, en concreto el conocido como "Madre de Satán", el más habitual entre los yihadistas. Su propia madre le compró acetona, según las mismas fuentes.

"Cada vez hay más conversos", advierte una de las fuentes policiales consultadas. Dice que muchas veces son jóvenes que se interesan por la religión y "las redes sociales no perdonan, si buscan en el lugar equivocado les puede confundir y llevar por caminos equivocados". Muchos son de hogares desestructurados, pero los perfiles son tan amplios como con los mayores, lo que dificulta también la lucha contra este fenómeno al que no se le atisba un final próximo.

7) A.

El joven A. publicó en su cuenta de TikTok un vídeo en el que mostraba el juramento de lealtad del terrorista belga de origen tunecino Abdesalem Lassooued. En octubre del año pasado, empuñó un kalashnikov y abrió fuego en las calles de Bruselas. Antes de ser abatido por la Policía, mató a dos ciudadanos suecos. Es normal que los fanáticos proyihadistas difundan y ensalcen los mensajes de los terroristas a los que consideran mártires. Lo extraño en este caso es que A. lo hizo tan solo un día después, cuando apenas nadie lo había visto. Esto hizo temer a los servicios de Información españoles que este joven tenía acceso a foros cerrados.

Tras este descuido, los expertos antiterroristas descubrieron que tenía una plataforma llamada A Maun Media Center. A. defendía que era "un centro mediático para publicar la verdad y los mensajes islámicos". Llegó a gestionar hasta cuatro cuentas porque la red social se las iba cancelando debido al contenido que publicaba. Se le arrestó por favorecer la captación y reclutamiento. Cuando entraron en su casa encontraron un machete de 40 centímetros, un pasamontañas y cuadernos manuscritos y dibujos de muyahidines.

"Desde 2022 se han multiplicado por tres las investigaciones que tienen menores implicados, es una barbaridad", dice otro experto en Información del otro cuerpo policial. "Son una generación que ha nacido en Internet y son imprevisibles", añade.

J. se escapó de casa porque venía su novio a buscarla en un coche desde un país europeo. Se habían conocido por Internet. En su agenda del móvil le tenía guardado como Mi León. Él le regaló unas zapatillas Nike en las que había pintado sobre el logo de la conocida marca para parecer como una cimitarra chorreando sangre. A su lado, había dibujado también un kalashnikov. Esta chica, de 17 años, fue detenida un mes después en Bélgica y entregada a España. Este no es un caso aislado. Las fuerzas de seguridad avisan de que cada vez más menores españoles abrazan los postulados yihadistas, en su mayoría, "cibersoldados" de 14 y 15 años.

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