El Gobierno y Junts, ante su peor crisis: Puigdemont ordena hacer sufrir a Sánchez
Los independentistas se sienten "maniatados" e "incómodos" por su relación con el PSOE. Y estos están hartos de la actitud de Puigdemont. La exigencia de que Sánchez se someta a una cuestión de confianza ha sido destructiva
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La forzada unión entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont empieza a dar síntomas de serio desgaste. Ninguno de los dos se siente bien ligado al otro y en las últimas semanas libran un tenso tira y afloja. La relación entre el Ejecutivo y Junts ha sido desde el comienzo zigzagueante, pero ha quedado seriamente tocada, después de que los independentistas catalanes presentaran, sin que nadie en el PSOE lo supiera, una proposición no de ley en la que exige a Sánchez someterse a una moción de confianza.
Este paso ha enervado a los socialistas, que empiezan a manifestar una sensación de hartazgo por las continuas demandas del expresident. Para desesperación del PSOE, Puigdemont no parece valorar, explican fuentes del partido, todas las líneas rojas que se han cruzado con él. Su visión contrasta absolutamente con el sentimiento de Junts, que se considera "despreciado" por el Gobierno, según aseguran fuentes cercanas a la formación. Con la negociación para traspasar la gestión de la inmigración pendiente de cerrarse y las conversaciones sobre la senda de déficit y los próximos presupuestos en cartera, los posconvergentes se quejan de que los socialistas "no concretan nada" sobre sus demandas.
Esta confrontación de realidades dispares ha colocado al Ejecutivo y a Junts ante su peor crisis. El Gobierno trata de mantener la calma, pero por primera vez ha meditado si debía acceder a la pretensión de Puigdemont de que se debata si Sánchez cuenta con la confianza de la Cámara.
El PSOE se resiste y su primera intención fue rechazar la proposición no de ley de Junts en la Mesa con la idea de mandar un "balonazo" a Waterloo (Bélgica). Se pidió auxilio a los letrados del Congreso y el resultado de su informe es tan ambiguo, que permite a los socialistas las dos cosas: frenarla o admitirla.
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Por ahora han decidido esperar para ganar tiempo y tratar de reconducir la situación con Puigdemont. Pero esa patada hacia delante también ha provocado la ira del expresident que ha ordenado a los suyos estudiar "qué márgenes tienen para jorobar" más al Ejecutivo, según fuentes conocedoras.
En esa dinámica se enmarcan los acuerdos con el PP de las últimas semanas. Populares y posconvergentes se aliaron para suspender el impuesto sobre el valor de la producción eléctrica y han sumado fuerzas para obtener nuevas conquistas en la reforma fiscal.
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Junts sostiene que la relación con el PSOE está "muy mal" y que la última reunión en Ginebra (Suiza) no sirvió para arreglar nada. La prueba de que la crisis es profunda es que Puigdemont se esfuerza como nunca por airear su desencuentro con los socialistas. Con este fin mantuvo esta semana una entrevista en TV3 donde insistió que "si no cambian mucho las cosas, no podemos dar soporte a los presupuestos de Pedro Sánchez".
Esto significaría llevar la legislatura al colapso. Algo que, advirtió, también sucederá si el PSOE no tramita su propuesta de debate de la cuestión de confianza. Tendría, dijo, "consecuencias irreversibles", en referencia a que si Junts deja de votar con el bloque de la mayoría parlamentaria, el Gobierno no puede aprobar nada.
Fuentes del entorno de Junts vinculan esta actitud no solo con su interés de presionar a Sánchez y hacer valer su indudable influencia. Aseguran que la formación independentista atraviesa por un momento de confusión. Se sienten "maniatados" al PSOE, y eso les hace estar "incómodos". "No tienen claro lo que hay que hacer", en un momento en que "los empresarios les empujan para que vuelvan a ser la antigua Convergència y ERC ejerce otra vez presión con la elección de Oriol Junqueras".
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Esta desorientación les hace aún más imprevisibles, señalan. "No romperían, pero se les puede ir todo de las manos". Y "no cejarán en la cuestión de confianza".
A lo largo de estos meses, los socialistas se han ido acostumbrando a la incertidumbre que les produce Junts. Cada vez les dan menos importancia a sus amenazas. Aunque en esta ocasión reconocen que el daño es serio y que con su proposición de ley unilateral hay una quiebra de confianza. "Se les conceden muchas cosas y la única respuesta son críticas", sostienen en el partido.
En el PSOE creen que Puigdemont, con su pinza con el PP, trata de imponer el relato de que existe una mayoría alternativa como parte de una estrategia previa a negociar los presupuestos. Y destacan que dice muchas cosas que luego no cumple, como que abandonaría la política si no volvía a ser presidente de la Generalitat, que regresaría a España o que nunca investiría a Sánchez.
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La posición de la Moncloa es no dramatizar y aguardar a que la crisis con Junts se resuelva tras el parón navideño. Justo antes del comienzo de las vacaciones, Ferraz mandó una nota con el balance del año: 25 leyes aprobadas. La traducción política de ese mensaje es que hay Gobierno.
El plan en estos momentos es presentar y aprobar los presupuestos con el imprescindible apoyo de Junts. El Ejecutivo, indican fuentes socialistas, sigue comprometidos con los acuerdos de investidura, trabajando para darles cumplimiento. Aunque Puigdemont diga lo contrario.
La forzada unión entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont empieza a dar síntomas de serio desgaste. Ninguno de los dos se siente bien ligado al otro y en las últimas semanas libran un tenso tira y afloja. La relación entre el Ejecutivo y Junts ha sido desde el comienzo zigzagueante, pero ha quedado seriamente tocada, después de que los independentistas catalanes presentaran, sin que nadie en el PSOE lo supiera, una proposición no de ley en la que exige a Sánchez someterse a una moción de confianza.