12 meses, 20 derrotas: el 'manual de resistencia' de Pedro Sánchez gripa en el Congreso
El Gobierno agudiza su debilidad en 2024 por el marcaje del PP, la presión de Junts y los sustos de PNV y Podemos. El PSOE naufragó con el techo de gasto, la ley contra el proxenetismo, la reforma de la ley de Extranjería o la del suelo
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Los aprietos parlamentarios del Ejecutivo se han agudizado, y mucho, en 2024. Las votaciones de vértigo, los golpes imprevistos y las carambolas legislativas para salvar el tipo han sido una constante en el día a día del Congreso. El PSOE ha echado un pulso a su debilidad parlamentaria, y lo ha perdido en más de veinte ocasiones, sin contar con iniciativas menores sin efectos jurídicos. Pedro Sánchez ha caminado desde el principio de 2024 con una piedra en su zapato derecho. Y no era la de PP o Vox, sino la de Junts. En los últimos meses, el presidente del Gobierno se resiente también de su pie izquierdo, en este caso por la vertiginosa escalada de las tensiones con Podemos.
El Ejecutivo ha cerrado el año en el Congreso tal y como lo empezó: con un duro revés provocado por el partido de Carles Puigdemont. Aunque consiguió ganar tiempo con la cuestión de confianza que le exigían los independentistas —la Mesa del Congreso ha aplazado el debate, como mínimo, hasta febrero—, Junts se alió con el PP para suspender, en primer lugar, el impuesto del 7% sobre la producción eléctrica. Pocos días después, esa pinza se estrechó y consiguieron golpear la reforma fiscal del Gobierno, una de las normas clave de la legislatura, lo que anticipa un camino de espinas en la negociación de los presupuestos generales del Estado.
En concreto, populares y neoconvergentes lograron colar en el pacto tributario cuatro enmiendas, dos cada uno. La modificación más sangrante tenía la firma del PP, que se proponía anular definitivamente el impuesto a las energéticas. Y lo consiguió de la mano de Junts y también del PNV. La coincidencia ideológica en materia fiscal entre los tres, amenaza con truncar la agenda económica del Gobierno también en 2025.
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El vapuleo de la reforma fiscal del Ejecutivo no fue la única derrota a la que Sánchez se ha tenido que enfrentar en el último mes del año. El pasado 19 de diciembre, PP, Vox, Junts y otros socios del Ejecutivo lograron colar también varios cambios en la ley de desperdicio alimentario en contra del criterio del PSOE y Sumar, que se quedaron en minoría. A ello hay que sumar el naufragio del PSOE con su proposición de ley sobre el derecho a otorgar instrucciones previas sobre el tratamiento de una persona al final de su vida. De nuevo, Junts y PNV se unieron al bloque del 'no' junto a PP y Vox.
Antes de que acabara el año, el PP logró infligir otra derrota a los socialistas, la cuarta de diciembre. Los populares consiguieron sacar adelante una proposición no de ley para exigir al Gobierno que solicite una orden de arresto contra Nicolás Maduro, también con el respaldo de Junts, PNV y Coalición Canaria. Se trata de un asunto que volverá a la primera página de la actualidad política nada más arrancar el año, ya que la toma de posesión en Venezuela se producirá el próximo 10 de enero, y la comunidad internacional volverá a dirigir la mirada hacia el régimen chavista.
Del techo de gasto a la política exterior: un año de derrotas
Apenas habían pasado dos meses desde su sesión de investidura, y Sánchez ya había experimentado lo difícil que sería mantener el equilibrio en el nuevo tiovivo parlamentario. En enero, Puigdemont obligó a encender las luces de alarma al Gobierno al cumplir con su amenaza de tumbar en primera instancia la ley de amnistía, que quedó aprobada meses después. El presidente del Gobierno también sudó sangre y lágrimas para sacar sus tres primeros decretos de 2024, uno ómnibus sobre Justicia y otro relativo a las medidas anticrisis por la guerra de Ucrania.
El Ejecutivo consiguió salvar los dos primeros gracias a nuevas e importantes cesiones a Junts que aún pesan en el zurrón de la Moncloa, como el traspaso de las competencias en inmigración. El tira y afloja con el independentismo llevó al Gobierno a descuidar el flanco de su izquierda. Porque fue Podemos quien tumbó el tercer decreto, a propuesta de Sumar, para reformar el subsidio por desempleo.
Febrero y marzo no fueron mucho más tranquilos para el Gobierno. Fue entonces cuando estalló el caso Koldo, después de que El Confidencial desvelara en exclusiva la detención del exasesor de José Luis Ábalos, y comenzase a rodar una bola de nieve judicial que ha terminado con múltiples frentes abiertos que salpican a miembros del Gobierno, del entorno de Sánchez y hasta al fiscal general del Estado. Con la abstención de ERC, Junts y Coalición Canaria y el voto a favor de Vox y BNG, el PP logró sacar adelante su primera iniciativa parlamentaria para condenar la presunta "corrupción" en la Moncloa. Pocas semanas antes, y también a instancias del partido de Feijóo, el Congreso reprobó a Fernando Grande-Marlaska por la muerte de dos guardias civiles en Barbate.
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En abril volvieron a quedar patentes las evidentes grietas entre los socios de Sánchez, y el PP logró el respaldo de la Cámara a una proposición de ley para rebajar la protección del lobo, una demanda que había enfrentado a los ganaderos con el ministerio de Transición Ecológica que entonces dirigía Teresa Ribera. La propuesta contó con el voto a favor de PNV, Junts y Vox y la abstención de Bildu o Coalición Canaria.
Mayo y diciembre compiten como los meses más negros para el Gobierno en el hemiciclo. El fracaso de la ley para prohibir el proxenetismo, una de las grandes banderas ideológicas del PSOE, fue un duro golpe. La división de sus socios con esta cuestión y la negativa del PP a explorar puntos compartidos fue imposible de reconducir. Hasta Sumar se desligó de los socialistas, y votó en contra junto a populares, Junts, ERC, PNV y Bildu. La abolición de la prostitución convirtió a extraños en compañeros, y tanto Vox como Podemos optaron por la abstención.
El Gobierno se encaminaba a su segunda derrota en una semana con la reforma de la Ley del Suelo, que el PSOE se apresuró a retirar para evitar el más que previsible escarnio parlamentario. Y en pocas horas, maniobraron para evitar el tercer fracaso que se avecinaba en solo unos días. Los socialistas votaron a favor de una ley del PP que obligaba al Gobierno a rendir cuentas en sede parlamentaria sobre su acción política exterior, y que ya iba a salir adelante con el respaldo de algunos de los socios de Sánchez. Feijóo consiguió ahondar la soledad de Sánchez con otras proposiciones sin carácter vinculante que también sacó adelante, en las que proponía alivios fiscales en la cesta de la compra o medidas dirigidas a los jóvenes.
La víspera del período estival tampoco fue precisamente amable para el Gobierno a nivel parlamentario. El mayor revés llegó con el fracaso de la reforma de la Ley de Extranjería, con la que se pretendía obligar a las comunidades autónomas a acoger a los menores migrantes que colapsan especialmente los centros de Canarias, y que continúa en un callejón sin salida. Pero el día más aciago fue el 23 de julio. Sánchez ya había renunciado a presentar Presupuestos para 2024 por la convocatoria electoral en Cataluña, pero los de 2025 comenzaban a correr peligro. Junts lanzó el primer aviso tumbando en el Congreso el techo de gasto, paso previo a la aprobación de las cuentas.
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En septiembre, el Gobierno retiró definitivamente la senda de estabilidad presupuestaria ante la falta de apoyos. Pero los avisos de Junts no se quedaron ahí, y ese mes dio también un varapalo a la ley sobre regulación de alquileres de Sumar, que tumbó por sorpresa pese a que había comprometido una abstención. En el inicio del curso político, el PP volvió a apretar a Sánchez con Venezuela y provocó que el Congreso reconociese formalmente a Edmundo González como presidente electo con el voto en contra de PSOE y Sumar.
En las siguientes semanas, Feijóo logró tensar aún más las grietas de los socios del Ejecutivo, incluso de la propia coalición gubernamental, al aliarse con Sumar para forzar, vía ley, que el Congreso tenga que autorizar el envío de ayuda militar al extranjero. En octubre, los populares aprobaron también sendas mociones contra varios ministros, en concreto contra Óscar Puente por la crisis de Cercanías y de los compromisos de puntualidad de Renfe; y, de nuevo, contra Marlaska, al que situaron en la diana por la presunta implicación de su Ministerio en el caso Koldo.
El PSOE se revuelve contra ese panorama funesto, y recuerda que, pese a fallar en proyectos clave, 2024 les ha servido para activar 25 iniciativas legislativas, como la ley de enseñanzas artísticas; la ley de paridad; la ley de eficiencia sobre el Servicio Público de Justicia, apodada como 'ley Bolaños'; o la ley sobre antecedentes penales, con la que consiguió colar al PP una reforma para acortar las penas de presos de ETA y que provocó un auténtico terremoto en Génova. A todo ello se suma hasta una decena de decretos, como el de ayudas a Ucrania y a los afectados por la DANA; o el de la renovación de RTVE.
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Sánchez tiene intención de resistir, aunque el nuevo año no parece que le vaya a traer precisamente facilidades. Puigdemont seguirá apretando la soga. El PNV se resiste a abandonar el barco de Sánchez, pero sí advierte que su ventaja parlamentaria es efímera y que "no hay una mayoría neta de izquierdas en el Congreso". Y Podemos amenaza con convertirse en un nuevo quebradero de cabeza para el Gobierno. Cuatro votos son suficientes para que todo salte por los aires.
Los aprietos parlamentarios del Ejecutivo se han agudizado, y mucho, en 2024. Las votaciones de vértigo, los golpes imprevistos y las carambolas legislativas para salvar el tipo han sido una constante en el día a día del Congreso. El PSOE ha echado un pulso a su debilidad parlamentaria, y lo ha perdido en más de veinte ocasiones, sin contar con iniciativas menores sin efectos jurídicos. Pedro Sánchez ha caminado desde el principio de 2024 con una piedra en su zapato derecho. Y no era la de PP o Vox, sino la de Junts. En los últimos meses, el presidente del Gobierno se resiente también de su pie izquierdo, en este caso por la vertiginosa escalada de las tensiones con Podemos.