El caso Ayuso se convierte en el caso Moncloa y señala ya al entorno de Sánchez
Juan Lobato evidencia que el Ejecutivo disponía de un correo con información privada del empresario Alberto González Amador y que alentó difundirla y convertirla en un arma contra la presidenta de la Comunidad de Madrid
El caso de la revelación de secretos del novio de Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en menos de una semana en el caso Moncloa. La irrupción sorpresa de Juan Lobato, los mensajes de móvil que intercambió con el entorno más cercano al presidente del Gobierno Pedro Sánchez y la evidencia de que el Ejecutivo disponía de un correo con información privada del empresario Alberto González Amador y que se esforzó al máximo en difundirla y convertirla en un arma contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, han convertido el procedimiento en una bomba de relojería que amenaza con estallar en el mismo centro de la Presidencia del Gobierno.
Lo sucedido es la historia de cómo una refriega política acaba derivando en la comisión de un delito. La sucesión de los acontecimientos desarrollados el 14 de marzo muestra una evidente ansia por dañar la imagen de Ayuso, que quizá provocó que se aparcaran límites y precauciones y precipitó la actual situación. De momento, la intervención directa de la mano derecha de Óscar López —Pilar Sánchez Acera— en la difusión de una filtración que el Supremo considera delictiva va a desembocar en su imputación. El caso escalará previsiblemente más arriba.
Entre las causas judiciales que rodean al Ejecutivo, desde el caso Koldo y las acusaciones de Víctor de Aldama hasta la investigación sobre las actividades profesionales de Begoña Gómez, el procedimiento sobre el fiscal general no parecía hasta ahora ni el más grave ni el más sensible para Sánchez. Las últimas horas, sin embargo, lo han colocado en primera fila. La comparecencia este viernes de Juan Lobato ante el juez Ángel Hurtado ha dejado claro que la filtración se produjo. La forma en la que la alto cargo de Moncloa obtuvo los correos que reenvió a Lobato es casi secundaria en este punto, dado que existe evidencia documental de que los tenía y los reveló. El famoso email que lo ha desencadenado todo es un escrito del abogado del novio de Isabel Díaz Ayuso en el que admite que cometió dos delitos fiscales y pide un acuerdo de conformidad.
Para complicar aún más el panorama de Moncloa, el Supremo cuenta ya con mucho más que una declaración. Lobato ha aportado el acta notarial donde dejó reflejados los mensajes. En ellos, se muestra como el 14 de marzo, solo unas horas después de que el fiscal general tuviera en su poder la cadena completa de comunicaciones en las que la pareja de Ayuso buscaba cerrar un pacto de conformidad, Sánchez Acera dispone del email más delicado, sin marca de agua, y que en ese momento (las 8:20 de la mañana) no se había colgado en ningún medio de comunicación.
Lobato —técnico de Hacienda— sospechó desde el primer momento que agitar ese correo era peligroso. Trató de cubrirse las espaldas en ese mismo instante y lo mismo hizo varios meses más tarde, cuando acudió a registrar la conversación ante notario. Insistió en conocer el origen del email. Insinuó que parecía que se había conseguido a través de la Fiscalía. Preguntó y repreguntó. Como respuesta obtuvo un difuso "lo tenemos" y una mención aún más difusa a que el correo lo tenían "los medios". Se lo envía, además, como reenviado.
En varias partes de la conversación queda patente que la alto cargo de Moncloa sabía que estaba jugando con fuego. Una de las primeras cosas que le dice a Lobato es que tenga cuidado "con los datos personales". También insiste en que, en un rato, la prensa va a comenzar a hacerse eco del documento protegido por el secreto profesional y que eso le dará mayor respaldo para mostrarlo en la Asamblea. Después, le dio instrucciones precisas sobre cómo restregárselo a Ayuso. "Mentirosa salvaje", le alecciona.
El teléfono
Pero eso no ha sido todo. El juez Ángel Hurtado se ha asegurado de contar con la conversación completa de whatsApp que mantuvo Lobato con García Acera. Aunque el acta notarial que levantó el exsecretario general del PSOE de Madrid la recoge, en los pantallazos que registró y ha aportado al Supremo parece faltar el arranque de la conversación. Lo que ambos se dijeron justo antes de que García enviara el email reservado puede dar pistas sobre su origen.
Después, Sánchez-Acera dio instrucciones precisas a Lobato sobre cómo restregárselo a Ayuso. "Mentirosa salvaje", le alecciona
También se aprecia que Lobato hizo capturas de los mensajes, pero no están presentados en las manifestaciones en orden cronológico. Por ello, el juez ordenó volcar el contenido del teléfono para contrastarlo. En los próximos días habrá novedades. Y todo esto sucede cuando falta aún por conocerse una parte relevante de la historia: el análisis incautado en el despacho de Álvaro García Ortiz, que aún se mantiene bajo secreto.
Lobato permaneció en el Supremo algo más de hora y media y, en todo ese tiempo, siguió la máxima de disparar y esconder la mano. Trató de no hacer más sangre con su partido y se limitó a describir los hechos sin entrar en suposiciones o valoraciones. Pese a todo, las pruebas, su decisión de preservarlas de forma oficial, sus reticencias e incluso su dimisión hablan más de lo que él mismo ha hablado. Ironías de la vida, entró en el Supremo con la bala bien guardada en una carpeta con el logo del PSOE y salió sin ella.
El caso de la revelación de secretos del novio de Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en menos de una semana en el caso Moncloa. La irrupción sorpresa de Juan Lobato, los mensajes de móvil que intercambió con el entorno más cercano al presidente del Gobierno Pedro Sánchez y la evidencia de que el Ejecutivo disponía de un correo con información privada del empresario Alberto González Amador y que se esforzó al máximo en difundirla y convertirla en un arma contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, han convertido el procedimiento en una bomba de relojería que amenaza con estallar en el mismo centro de la Presidencia del Gobierno.
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