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Se han cumplido 27 años de la trágica riada de Badajoz: un dolor compartido con Valencia
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UNA BORRASCA POR 'CICLOGÉNESIS EXPLOSIVA'

Se han cumplido 27 años de la trágica riada de Badajoz: un dolor compartido con Valencia

Tras el desbordamiento de los arroyos Rivillas y Calamón, miles de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares, mientras que la ciudad enfrentaba una devastación sin precedentes

Foto: La riada ocurrida en Badajoz en el año 1997 marcó un antes y un después para los vecinos que vieron sus casas derruidas y la pérdida de seres queridos. (EFE)
La riada ocurrida en Badajoz en el año 1997 marcó un antes y un después para los vecinos que vieron sus casas derruidas y la pérdida de seres queridos. (EFE)

La vida a veces es caprichosa, también injusta, golpea a borbotones. Tras la riada que azotó Badajoz en noviembre de 1997, miles de pacenses vieron cómo todo lo que conocían se desmoronaba en un abrir y cerrar de ojos. Todavía hay heridas que aún no ha cicatrizado: hay casas que nadie se ha molestado en rehabilitar y vecinos que se vieron obligados a posponer decisiones vitales. Muchos de ellos sufren depresión y todavía no se atreven a pasar por los arroyos Rivillas y Calamón, desde que sus cauces se desbordaron, dejando 25 víctimas mortales.

Las lluvias intensas golpearon Extremadura con especial fiereza, pero el punto álgido se produjo durante los días 5 y 6 de noviembre, cuando tuvo lugar una borrasca extremadamente violenta provocada por un proceso de ciclogénesis explosiva de origen subtropical. Esta "bomba meteorológica" formó enormes sistemas tormentosos, desembocando en una de las noches más trágicas que recuerda el pueblo pacense.

El barrio de Cerro de Reyes fue el epicentro de la devastación durante la riada de 1997, un desastre natural que dejó una huella imborrable en la ciudad. Con 21 víctimas mortales, este ensanche sufrió el impacto más trágico de la inundación, donde las aguas arrasaron viviendas y comunidades enteras, llevándose por delante no solo vidas, sino también los sueños y esperanzas de aquellos que lo perdieron todo en cuestión de horas. La riada también se cobró otras tres vidas en el municipio vecino de Valverde de Leganés, mientras que la angustia aumentó con una mujer de 73 años que nunca apareció.

Resiliencia ante la adversidad

A pesar de que las ayudas económicas para las zonas afectadas llegaron tarde, el entonces presidente del Ejecutivo regional Juan Carlos Rodríguez Ibarra decidió "cerrar todos los debates" y asumir públicamente la responsabilidad del desastre, algo que de momento no ha sucedido con la DANA en Valencia por parte de las autoridades. Este gesto fue interpretado como un acto de honestidad política y una forma de liderazgo responsable en tiempos de crisis.

La riada de Badajoz de 1997 y la peor gota fría del siglo que ha golpeado a Valencia son dos tragedias naturales que, aunque ocurridas en contextos diferentes, comparten una serie de paralelismos en cuanto a su impacto social, económico y emocional.

Ambas inundaciones fueron provocadas por fenómenos meteorológicos extremos —el desbordamiento de los arroyos en Badajoz y el paso de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) en Valencia— y, aunque con distintas características, dejaron tras de sí una ola de solidaridad en la que se demostró nuevamente que "el pueblo salva al pueblo".

A quienes vivieron la devastadora riada de Badajoz hace 27 años, no pudieron evitar que se les saltaran las lágrimas al ver las imágenes de la tragedia ocurrida en Valencia. Revivir lo sucedido se ha convertido en un doloroso ejercicio de recuerdo a las víctimas, y del sufrimiento de miles de afectados que vieron cómo sus hogares, sus calles y sus vidas quedaban arrasadas por las aguas.

Al no haber redes sociales ni sistemas de alerta, los vecinos pacenses se sintieron atrapados sin conocer la magnitud del desastre. Badajoz y Valencia tienen en común el dolor compartido, demostrando que la resiliencia se sigue abriendo paso en los momentos más oscuros. Al final, la humanidad siempre encontrará la manera de unir fuerzas, abrazarse sin conocerse, tirarse al fango y levantarse.

La vida a veces es caprichosa, también injusta, golpea a borbotones. Tras la riada que azotó Badajoz en noviembre de 1997, miles de pacenses vieron cómo todo lo que conocían se desmoronaba en un abrir y cerrar de ojos. Todavía hay heridas que aún no ha cicatrizado: hay casas que nadie se ha molestado en rehabilitar y vecinos que se vieron obligados a posponer decisiones vitales. Muchos de ellos sufren depresión y todavía no se atreven a pasar por los arroyos Rivillas y Calamón, desde que sus cauces se desbordaron, dejando 25 víctimas mortales.

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