El Churchill de Pucela: cómo Óscar Puente se convirtió en el ministro de la España indignada
Una traicionera tormenta ha dado la vuelta a la imagen pública del ministro, de látigo polarizador a comunicador salvador en la noche oscura de catástrofe, caos y desinformación
"Como soy del PP, no estoy a su altura moral, dentro de poco me tocará pedir perdón por ser del PP y, por tanto, por ser parte del patriarcado neoliberal culpable de todo". Carlos Mazón, presidente de la Generalitat valenciana, estaba hace unos días ironizando relajadamente sobre la "superioridad moral" del apestado Íñigo Errejón cuando el cielo se abrió sobre su cabeza...
¿Qué refleja el infortunio de Mazón? La espantosa fragilidad de la existencia humana, pero también que España es un vehículo enloquecido dando volantazos a 300 kilómetros por hora. Ayer, Óscar Puente era el ministro más bocachancla de la democracia; hoy, es el Churchill de Pucela. Por un puñado de tuits. No apueste usted dinero a qué pasará mañana en este país, porque perderá.
En efecto, la gestión de una traicionera tormenta valenciana ha dado la vuelta completamente a la imagen pública de Óscar Puente, de látigo polarizador que llamaba "mierdas" a sus rivales políticos, a comunicador alfa en la noche más oscura de caos, furia y desinformación.
Según algunos analistas, el acierto de Puente ha sido saber leer el momento de máximo malhumor antipolítico de la opinión pública. A diferencia de sus compañeros de oficio, en refriega politiquera permanente, Puente habría entendido que hay un tiempo para la batalla cultural casi todo el año — por cierto—, y otro para los hombres de Estado. Óscar Puente, de azote barriobajero a Giscard d'Estaing de las redes.
Dada la brusquedad del cambio de registro de Puente, y como sabemos que nadie da puntada sin hilo en la pirámide del poder, es difícil no pensar en términos de cálculos políticos. ¿Ha hecho esto Puente por instinto o por conveniencia? ¿Es un titán o un oportunista? Más allá de las interpretaciones cínicas, este artículo no responderá directamente a estas cuestiones, tratará de exponer las condiciones sociales —vacío informativo— y personales (el Puente ejecutivo ya vivía dentro del Puente gamberrete) que han hecho posible el fenómeno puentista.
Apatrullando las redes
A estas alturas de la trumpetizacion de las redes sociales, es difícil sorprenderse con la boquita de un político, pero el ministro Puente era hasta ayer una asombrosa ametralladora tuitera.
¿Que el propagandista Vito Quiles le acusaba de aparcar mal su coche oficial para ir a un concierto de Taylor Swift? Puente respondía: lo "pagarás caro" "saco de mierda" (en efecto, no suena a la Grecia socrática).
A Risto Mejide le dijo: "A mí no me asusta ningún matón por mucho programa de televisión que tenga".
"Dentro del Puente amacarrado, está el Puente operativo que acaba la tarea sea como sea"
Llamó "degenerado" al portavoz popular en el Congreso, Miguel Tellado, otro piquito de oro de la política española.
El ministro de Transportes, en definitiva, ocupaba el rol de follonero del Gobierno, figura clásica para provocar y desestabilizar al rival y enardecer y cohesionar a los tuyos, entre lo partidistamente útil (la mayoría de las veces) y lo contraproducente… cuando se pasa de frenada: tras acusar de drogarse al presidente argentino Javier Milei, Puente abrió una crisis diplomática con Argentina, que obligó a Moncloa a achicar agua, según fuentes gubernamentales: "No hay charco que deje sin pisar para bien o para mal".
El estadista
En ese punto estábamos, en el Puente vocinglero en la salud y en la enfermedad, cuando se desató una tormenta bíblica que cambió radicalmente el tono del ministro. En medio de la máxima anarquía estatal, emergió el Puente del mono de obra, de las informaciones reconstructoras sobre el terreno, generando un atisbo de moral nacional churchilliana en el momento más bajonero, cuando la indignación contra los políticos españoles sonaba a crisis sistémica.
En el túnel de Chiva ya vamos a empezar a poner vía. Esto marcha!! pic.twitter.com/xAYbEy28V3
— Oscar Puente (@oscar_puente_) November 5, 2024
Aquí nadie descansa, 3:53 a.m. restitución by pass Valencia A-7. Esperamos empezar hoy a montar los marcos de hormigón. pic.twitter.com/fjNNI1kSXw
— Oscar Puente (@oscar_puente_) November 5, 2024
Hemos despejado la C1-C2 en la zona Alfafar Catarroja. Nos ponemos ya a iniciar la reparación-reconstrucción de ambas líneas. No va a ser fácil, pero tengo plena confianza que la gente de @Adif_es va a volar para devolver la operativa a ambas líneas. pic.twitter.com/kF6E0F2vFZ
— Oscar Puente (@oscar_puente_) November 4, 2024
La política comunicativa del ministro de Transportes fue elogiada (por concreta y transparente) hasta por tuiteros de la otra acera ideológica, pasando incluso a cotizar alto como sucesor de Pedro Sánchez llegado el momento.
A esta fase de aplausos y admiración —el voluble pueblo tuitero alineado con Puente— le siguió otra de icono pop, con aluvión de chanzas positivas sobre el ministro como ingeniero marveliano capaz de acabar la Sagrada Familia o arreglar el Apolo XIII sin despeinarse. ¿Problemas para reconstruir Nueva Orleans tras el Katrina? Puente se los resolverá en 24 horas (y de paso se pasará por su casa a desatascarle las cañerías y arreglarle ese grifo que gotea). Resultados garantizados. No acepte imitaciones. Óscar Puente, el Super Mario Bros cañí.
Oscar Puente escupe en un papel y te hace el proyecto, el presupuesto, las licencias, el replanteo, te gestiona la cuadrilla y te da el acta de fin de obra.
— MC. (@luckhatesme_) November 4, 2024
- ¡Houston, tenemos un problema!
— Llorchs (@LegoLlorchs) November 4, 2024
- ¡TENÍAIS! He movido un satélite que pasaba por ahí y ahora pasa a buscaros. Agarraos bien. También he mandado al Apolo 11 para que os lleve café.
- ¿Con quién estamos hablamos, Houston?
- No sé quién es Houston, yo me llamo Óscar Puente. pic.twitter.com/keySG1Xw05
Me llegan vuestros memes, claro. ¿Pero sabéis a quienes les están llegando de verdad? A los trabajadores que reconstruyen las infraestructuras, que se sienten reivindicados y reconocidos. En las emergencias se suele hablar de bomberos, policías, militares, voluntarios…pero se… pic.twitter.com/dZnwAPkkg0
— Oscar Puente (@oscar_puente_) November 5, 2024
O simpatía pop por un ministro en uno de los momentos más antipolíticos que se recuerden.
Esto es lo que ha pasado. Ahora bien: ¿por qué?
Rellenar el vacío
Igual que la tardanza de las autoridades en llegar a la zona cero generó un mosqueo ciudadano brutal, materializada en los bolazos de barro a Mazón, Sánchez y los Reyes (al grito de ¿dónde está el Estado?), la DANA también generó los primeros días un vacío comunicativo absoluto —falta de información oficial sobre número de muertos o desaparecidos— por el que se colaron las conspiraciones más pavorosas— por ejemplo, los supuestos cientos de muertos en el parking de un centro comercial, que resultaron no ser tales.
Sobre esa grieta —entre el no sabe no contesta de los portavoces oficiales y las conspiraciones tenebrosas— surgió el ministro de Transportes como piedra comunicativa sobre la que se sostenía el Estado.
Si el confinamiento estuvo marcado informativamente por las apariciones de Fernando Simón, mucho más que el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (Ministerio de Sanidad), un comunicador puro, rodeado de otras figuras estabilizadoras de la Administración, de médicos a militares, o cuando una población en shock necesita un uniforme tranquilizador al que agarrarse para que no le estalle la tapa de los sesos, un aluvión de datos para el sosiego social. Nada de eso hubo en el origen de la crisis valenciana.
Una de las víctimas colaterales del juego de competencias entre Valencia y Madrid, escenificación de la guerra por el reparto de culpas entre la Generalitat y el Gobierno, fue la falta de información: como cada cual quería que pareciera que mandaba el otro, nadie cogía las riendas de la comunicación, con Óscar Puente obligado a salir de sus competencias para desmentir el exagerado número de muertos difundido por los rumores tuiteros.
INFORMACIÓN IMPORTANTE
— Oscar Puente (@oscar_puente_) November 3, 2024
Se que no son mis competencias, pero me veo en la obligación de hacer algunas aclaraciones ante el elevado número de especulaciones/desinformación que estoy observando en las últimas horas.
1.- El número de fallecidos confirmados a esta hora son 214.
2.-…
¿Pero esto no lo tenía que haber dicho algún portavoz oficial?
Porque Puente no estaba solo haciendo frente a las intoxicaciones interesadas de los agitadores trumpistas habituales, venía a cubrir el vacío comunicativo del Gobierno central, que al no hacerse con las competencias plenas de la catástrofe (con razón o sin ella), tampoco consideró necesario coger las comunicativas, en manos de una Generalitat de cuyo desbordamiento e ineficacia no dudan ya ni en su propio partido.
Ha habido más interés en comunicar los fallos del otro para prevenir la catástrofe que en comunicar cómo resolver la catástrofe, que es a lo que se dedicó Puente, más en el barro de la obra pública que en el fango de la política.
Emergencias de la Generalitat, por ejemplo, estuvo varios días sin dar cifras de muertos o desaparecidos, excusándose en que "solo informamos de lo que nos comunican las fuerzas y cuerpos de seguridad”, y en la dificultad de seguir la pista a los desaparecidos, dejando todo el campo libre a las conspiraciones más locas, convertidas en crisis de Estado, como admitió Felipe VI a un vecino indignado durante el lanzamiento de barro a las autoridades: "No hagáis caso a todo lo que se publica porque hay mucha intoxicación informativa. Hay personas interesadas en que el enfado crezca, ¿para qué? Para que haya caos. Hay mucha gente interesada en esto".
Ha habido más interés en comunicar los fallos del otro para prevenir la catástrofe que en comunicar cómo resolver la catástrofe
En ese escenario conspiracionista, a Puente le valieron varios tuits sobrios y específicos sobre la reconstrucción de infraestructuras para emerger como el estadista tecnocrático definitivo. En medio de un aluvión de argumentarios conservadores sobre España como Estado fallido —comparar España con Somalia es disparatado, en efecto, pero es cierto que el Estado estuvo varios días desaparecido en la Valencia sumergida— unos simples tuits sobre la maquinaria de la obra pública nacional sosegaron los ánimos de una opinión pública inflamada.
Por otro lado, aun a riesgo de desviarnos costumbristamente del tema, por mucho que a la derecha le irrite el Puente de anteayer (el faltón con el PP), el ministro de Transportes quizá conecte emocionalmente mejor con cierto varón conservador que las ministras sanchistas más políticamente correctas —o Puente como hombre que baja a la obra para salvar al país y, consumado el logro, se toma un copazo con la camisa abierta en el bar, rodeado de varones del pueblo tan deslenguados como él. Obra pública y palillo en la boca como fórmula ganadora ayer y hoy.
El doble de diversión
En El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde, una de las novelas más terroríficas escritas nunca, puesta al día en modo punk en El club de la lucha, Stevenson escribió:
"Aunque aquella duplicidad fuese tan profunda, yo no era un hipócrita de ninguna manera. Mis dos facetas eran completamente sinceras. No era en mayor medida yo mismo cuando dejaba a un lado cualquier restricción y me sumía en el deshonor, que cuando me esforzaba, a la luz del día, para profundizar en el conocimiento o el alivio de las penas y los sufrimientos".
En ese escenario conspiracionista, a Puente le valieron varios tuits sobrios y específicos sobre la reconstrucción de infraestructuras
"Cada día que pasaba, y en ambos lados de mi mente, el moral y el intelectual, me fui acercando más a aquella verdad por cuyo conocimiento fui condenado a tan aterrador naufragio: que el hombre no es uno realmente, sino dos".
Calculado o no el cambio de registro tuitero, el Puente bullanguero y el Puente tecnocrático son la misma entidad política, siempre fue así, como cuenta uno de los periodistas que mejor conoce las fortalezas y debilidades del ministro de Transportes, Ángel Ortiz, director de El Norte de Castilla, que aunque tuvo sus roces con él siendo alcalde de Valladolid, no ha perdido la capacidad para el análisis templado de los dos Puentes:
Sobre el Puente díscolo:
La figura de Puente como ministro tuitero inflamado no me sorprendió, ya era así como alcalde de Valladolid: una vez llamó 'mierda' a Toni Cantó".
"Puente siempre ha defendido que sus tuits reflejaban su persona, que él era así: espontáneo (faltón para otros). El hecho es que está en su salsa en el cuerpo a cuerpo".
Sobre el Puente formal:
"Durante el enconado debate sobre el soterramiento en Valladolid [ciudad dividida por las vías del tren], era difícil ganarle una discusión, manejaba con soltura los datos técnicos más complejos".
"Siempre fue un apasionado del barro de la obra pública. Cada vez que había una novedad con alguna infraestructura, estaba ahí. Es lo que más le gusta: la tarea de arreglar una vía".
"Cada vez que había una novedad con alguna infraestructura, estaba ahí. Es lo que más le gusta: la tarea de arreglar una vía"
"¿Que Valladolid decidía comprar unos autobuses eléctricos o cualquier otro medio de locomoción? Ahí estaba Puente siguiendo el proceso personalmente, desde el primer minuto, de las ferias industriales para elegir modelo a las fábricas para seguir su construcción. ¿Y con las obras? Tres cuartos de lo mismo. Le gustan y controla sus tripas, quizá como ningún otro ministro de Transportes antes. Ese gusto por el detalle en obras e infraestructuras, tan propio de la política municipal, tan del gusto de los vecinos, explicaría el perfil tuitero de Puente, alabado ahora. Dentro del Puente amacarrado, está también el Puente operativo, como vimos durante la pandemia, o el Puente que, cuando tiene que sacar adelante la tarea, lo hace (o al menos lo intenta) cueste lo que cueste, es el Puente expeditivo", zanja Ortiz.
Que en Puente convivan con naturalidad dos Puentes, no impide las contradicciones fuertes de relato: Al ser un gran bloqueador en Twitter, más rápido que su propia sombra bloqueando insultadores (o meros discrepantes), muchos usuarios se han quedado ahora sin acceso al servicio público tuitero del Churchill de Pucela.
"Me llegan vuestros memes, claro. ¿Pero sabéis a quiénes les están llegando de verdad? A los trabajadores que reconstruyen las infraestructuras, que se sienten reivindicados y reconocidos", tuiteó Puente el otro día, subido a una de las olas de popularidad más inesperadas de la política española. ¿Y mañana? ¿Volverá el Puente bullanguero a comerse al Puente estadista? Dios dirá.
"Como soy del PP, no estoy a su altura moral, dentro de poco me tocará pedir perdón por ser del PP y, por tanto, por ser parte del patriarcado neoliberal culpable de todo". Carlos Mazón, presidente de la Generalitat valenciana, estaba hace unos días ironizando relajadamente sobre la "superioridad moral" del apestado Íñigo Errejón cuando el cielo se abrió sobre su cabeza...
- La Armada envía al buque Galicia, con quirófanos y efectivos, al muelle de Valencia donde atracó el 'Aquarius' Carlos Rocha
- Óscar Puente muestra los daños originados por la DANA en la línea de AVE Madrid-Valencia: "Reanudar el servicio no parece posible" Julio Botija
- La Audiencia de Madrid ratifica el archivo de la denuncia de Óscar Puente contra un pasajero que le increpó en el AVE Europa Press