Espinosa de los Monteros mete el dedo en el ojo de las derechas españolas
En vísperas de las determinantes elecciones estadounidenses, el exdirigente de Vox ha afirmado una posición ideológica que ahonda en la discusión dentro de su espacio político
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El preestreno de Reagan, en el que ejercieron de presentadores Iván Espinosa de los Monteros y Víctor Sánchez del Real, figuras de Vox que abandonaron el partido, tuvo relevancia más allá de las tensiones entre Espinosa y el partido de Abascal. La reivindicación del gran líder republicano, el que contribuyó a cambiar, junto con Margaret Thatcher, la forma de pensar de su espectro político y el que dio lugar al nacimiento del neoliberalismo, es un asunto central en las derechas actuales y no solo en las españolas. En EEUU hay un intenso debate en su entorno ideológico acerca de su herencia.
El acto madrileño fue entendido como una reivindicación de una derecha a medio camino entre el PP y el actual Vox, y, por tanto, como una crítica a las posiciones de Abascal. Se trataría de volver a las raíces, las que nacían en Reagan y el neoliberalismo de la Guerra Fría, y frenar una deriva hacia posiciones más soberanistas. En Vox este movimiento se percibe como una amenaza si se consolida como partido, en la medida en que supondría más competencia, pero niegan cualquier preocupación interna al respecto, como han hecho otras veces. La posición política de Vox está marcada ya y no hay diferencias internas, señalan. Y, añaden, tampoco las hubo antes: "Iván nunca lanzó un debate de estas características dentro del partido y lo hace ahora por razones instrumentales". Subrayan además que una formación de esas características robaría más votos al PP que a ellos.
Sin embargo, el asunto tiene más enjundia ideológica que la referida a los movimientos en la derecha española. Lo deja claro Espinosa de los Monteros en un tuit en el que recoge un texto de Francisco José Contreras, exdiputado de Vox: "Hoy soplan otros vientos y muchos dicen que el futuro de la derecha no pasa por el conservadurismo social ni por el fiscal (el 'fusionismo' liberal-conservador es visto como una antigualla boomer). Que la derecha no debe desregular, sino 'proteger al trabajador', fortalecer los sindicatos y la asistencia social e incrementar el salario mínimo. Que no debe defender la libertad en todo el mundo, sino preocuparse cada país de sus propios asuntos ('¿Qué se nos ha perdido a nosotros en Ucrania?'). Que no debe creer en el libre comercio (Reagan propuso el tratado NAFTA ya en 1979, firmado después por Bush), sino en el proteccionismo y los aranceles". Espinosa ratificaba esa forma de pensar: "¿Qué quieren que les diga? Yo me quedo con Reagan”.
Los equilibrios del líder
Estos párrafos apuntan hacia una evolución en el pensamiento de las derechas internacionales que es real, pero cuyo contorno real está aún por definirse. Las elecciones estadounidenses están marcadas por ese instante. Trump es una solución de compromiso, el único líder que puede reunir a sectores evangélicos, derechas insurgentes, conservadores culturales, trabajadores manuales, ciudadanos preocupados por la inflación, tecnolibertarios y nacionalistas conservadores, entre otros. Son sectores que comparten muchos puntos de vista, pero entre los que también existen algunas diferencias sustanciales. Esto hace difícil prever cuál será el programa de Trump si gana.
Una corriente tiene su figura más relevante en Elon Musk y su tecnolibertarismo, la otra en J.D. Vance y su nacionalconservadurismo
Sin embargo, por muchas que sean las tendencias, hay dos que ocupan un lugar principal en el partido republicano. Coinciden en elementos culturales y comparten pasado, pero difieren sustancialmente sobre el rumbo que debe tomar EEUU y sobre el tipo de economía más adecuada para este instante. Una corriente tiene su figura más relevante en Elon Musk y su tecnolibertarismo económico, la otra en J.D. Vance y su nacionalconservadurismo. La tensión entre ambas, ya que defienden proyectos opuestos en varios puntos, será importante tanto si gana Trump como si pierde: en el primer caso podría marcar el programa de su gobierno, en el segundo daría muchas pistas sobre cuál sería el líder después de Trump.
Se impongan unos u otros, las posturas representadas por Espinosa y Contreras forman parte del pasado del partido republicano, no de su futuro. Los cambios sustanciales en política internacional, los desafíos económicos que aborda EEUU y la amenaza china requieren de soluciones que van mucho más allá de la ortodoxia de hace una década. Una facción pretende un liberalismo cercano al libertarismo en lo económico, y un repliegue conservador en lo cultural, mientras la otra (los populistas) cree que esas ideas tuvieron su época y que ahora hacen falta otro enfoque que procure mayor estabilidad. No solo porque los tiempos lo exijan, sino porque ese sería el camino que llevaría a ganar una base amplia que diera lugar a un realineamiento político del país. Eso solo lo consiguieron dos presidentes en el siglo XX, Roosevelt y Reagan, cada uno de un signo político diferente. Los populistas creen que el momento de un nuevo giro ha llegado para EEUU.
Las palabras más terroríficas
Fanfare for the common man, el discurso de Oren Cass en la National Conservatism Conference de este año, es una buena muestra de la segunda corriente. En ella, Cass revisa el mandato de Reagan y señala cómo algunas de sus grandes frases, caso de "las palabras más terroríficas en lengua inglesa son: 'Soy del Gobierno y estoy aquí, estoy para ayudar'", ni siquiera se correspondieron con la realidad de sus años en la Casa Blanca. Su ejecutivo intervino en la economía en diferentes ocasiones y de manera muy profunda (entre otros casos, para ayudar a los granjeros estadounidenses). Pero, sobre todo, Cass advierte de que partes del viejo discurso republicano deben ser ampliamente revisadas 34 años después: eran eficaces en su tiempo, no lo son ahora. Las ideas de Cass pertenecen a ese ámbito del que reniegan Espinosa y Contreras y se han abierto camino en el partido, aunque no configuren la opción mayoritaria.
Trump ha jugado en la campaña todo tipo de cartas, lo que no ofrece muchas pistas acerca de su mandato y de su sucesión
Cass es director del think tank American Compass, y está apoyado por Sohrab Ahmari, director de Compact y por Julius Krein, director de American Affairs Journal, pero también por políticos cercanos a Trump, como Josh Hawley, Marco Rubio y (claro está) J.D.Vance, y por figuras que formaron parte de la administración republicana como Robert Lighthizer o Peter Navarro. Lighthizer acaba de publicar un artículo en Financial Times muy significativo al respecto.
Trump ha jugado en esta campaña todas las cartas. Ha desafiado al viejo liberalismo afirmando en una entrevista con John Micklewaith, de Bloomberg, que los expertos de su medio o los de Wall Street Journal se equivocaron en todo, pero también ha dejado mucho espacio a Elon Musk y a su departamento de recorte del gasto, y ha afirmado que bajará los impuestos, que subirá los aranceles y que favorecerá a las clases medias, lo cual no deja muchas pistas sobre cuál será su programa real en caso de victoria. Y tampoco aclara demasiado qué peso tiene en su partido esa nueva corriente proteccionista y protrabajador, en teoría minoritaria, de cara a una posible sucesión.
El cambio del pragmatismo
Desde Vox rebajan el peso de esa confrontación ideológica entre las dos corrientes, ya que entienden que Trump "es pragmático, no un ideólogo, de modo que sus acciones estarán marcadas por las circunstancias. Dependiendo de cuáles sean estas, hará lo que más le convenga a EEUU". Dicho de otra manera, en una época definida por la geopolítica y por la geoeconomía, Trump tomará cualquier clase de medida que entienda útil para afirmar la hegemonía de su país, sea ortodoxa o heterodoxa.
En España, una figura como el argentino Javier Milei suscita más entusiasmos que J.D. Vance entre buena parte de las derechas
Sin embargo, este mismo hecho supone un cambio sustancial respecto del programa neoliberal y de Guerra Fría que inició Reagan y que continuaron los republicanos hasta Trump. Indica un viraje sustancial, ya que, si gana Trump, el pragmatismo le puede llevar a tomar medidas insospechadas hasta ahora en su espacio político. En él, además, hay una tensión cada vez más evidente entre el neoliberalismo y el conservadurismo, dos posiciones que fueron juntas en las últimas décadas a pesar de que eran opciones ideológicamente diferentes, cuando no opuestas. Trump puede ser una opción de compromiso que juegue con ambas opciones dependiendo de la coyuntura (del mismo modo que Biden lo fue en los demócratas con su bidenómica), pero se trata de una solución coyuntural: su partido girará hacia un lado o hacia otro en algún momento.
Y esto nos devuelve a España. En nuestro país, una figura como Milei suscita más entusiasmos entre buena parte de las derechas, en el PP y en Vox, que el nacionalconservadurismo de la nueva corriente, que se entiende como sospechoso. Eso es lo que afirmaba Espinosa en su tuit. Pero el entorno anglosajón siempre ha sido una fuente ideológica principal para las derechas españolas y lo será también ahora. Dependiendo del giro que tome Trump y su partido, y muy especialmente en caso de victoria, ese viejo liberalismo tendrá que dejar paso a una nueva visión, sea la de los tecnolibertarios, la del pragmatismo circunstancial o la de los nacionalconservadores. En esa tensión entre las distintas corrientes, de las que Trump no es más que un paréntesis necesario, veremos una ideología distinta, también en España.
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