El héroe de Benetúser: un policía se lanzó al agua a salvar a dos vecinas a punto de una muerte segura
El subinspector Daniel García, que estaba fuera de servicio, se tiró para rescatar a Amparo y volvió para agarrar a Mari, de 80 años, y sostenerla durante horas entre la corriente que les estaba arrastrando
Daniel García es un subinspector de 48 años destinado en la Jefatura Superior de Policía Nacional de Valencia. Reside en el último piso de un edificio de tres plantas ubicado en la tranquila calle de Francisco Almarche, en Benetúser. El martes por la tarde, ya fuera de servicio, se asomó al balcón porque había algo en la temperatura que le resultó extraño. A los pocos minutos, entró la riada y comenzaron los gritos de auxilio. Daniel terminó nadando entre las aguas que han dejado ya cientos de muertos, atado a una cuerda improvisada para salvar la vida de sus vecinas Amparo y Mari.
Este subinspector atiende la llamada de El Confidencial después de otra jornada intensa de limpieza. Manda una foto del estado en el que se encuentran las calles de su pueblo, una población de 15.000 habitantes ahora cubierta por el fango y los escombros. Llega de repartir ropa por las casas, cubierto de barro casi hasta los hombros. En los últimos días, ha recibido numerosas llamadas de agradecimiento de los familiares de las dos mujeres a las que rescató.
"Estaba fuera de servicio, estaba en casa porque acababa de recoger a los chiquillos. Salimos al balcón porque llovía, pero hacía una temperatura rara y salimos a mirar. Nos asomamos y nos dimos cuenta de que venía una lengua de agua que empezó a llevarse todo, los contenedores, los coches y empezó la presión del agua a romper las puertas y los cristales", relata Daniel García sobre los primeros compases de la tragedia.
En la calle donde vive Daniel casi todo el mundo se conoce. "En frente de nuestra vivienda hay un centro donde hacen yoga y danza. La dueña, Amparo, estaba dentro y el agua rompió los cristales y su puerta. La chica salió como pudo del bajo, empezó a pedir auxilio y le indiqué que se subiera a las rejas de una ventana de unos tres metros para que no le arrastrara el agua".
Cuenta que una vez Amparo se subió a la verja, él agarró una escalera de obra y bajó al primer piso del edificio donde reside otra vecina conocida, que le permitió operar desde esa altura: "Bajé al primer piso y até la escalera con sábanas y con cortinas y después de eso me bajé por la escalera cuando ya el agua alcanzaba los dos metros y medio o cosa así. Me tiré agua, pero nada, no pude nadar porque se me llevaba y me pegó algo en la cadera”. La riada arrastraba con ella toda clase de objetos, desde mobiliario urbano hasta vehículos.
Daniel había hecho unos "nudos de seguridad" con las telas que había dispuesto a modo de cuerda y se había atado a ellas por si le llevaba la corriente. Eso le salvó a él de una muerte segura: "Si has visto los vídeos de cómo se llevaba el agua los coches, imagínate a mí, era como una hoja, era imposible acercarse nadando". Entre su edificio y el local de Amparo hay apenas unos metros de distancia, lo que mide la calle, que es de doble sentido. Este subinspector pensó entonces en un plan B.
"Me volví a subir –narra– por la escalera y lo que hice fue atar una mancuerna al extremo de las sábanas y se la lancé a Amparo. Le llegó donde estaba, ella se cogió y, entre mis vecinos, mi hijo y yo, empezamos a tirar hasta que la acercamos a la escalera. Cuando la tuve a mi alcance, me encaramé a la escalera y la subí, arriba a pulso y la metí en casa".
Cuando parecía que el peligro había pasado, escucharon de nuevo gritos de auxilio desde el exterior. Era una señora de 80 años, Mari, otra vecina de la misma calle que vive en una casa baja antigua, pegada a su edificio. Desde el mismo primer piso, Daniel García saltó al tejado de la casa baja junto con su hijo, que apenas tiene 18 años, pero ya sabe que quiere ser policía, como su padre. "Con las mismas sábanas y cortinas con las que habíamos hecho la cuerda, le lancé un tramo a la señora Mari y le dije que se lo enrollase en el brazo y se lo pasamos por detrás de la cabeza", continúa el subinspector.
También usaron una manguera de riego que colocaron entre dos pilares y así hicieron una especie de cuerda de seguridad para asegurarse de que a la mujer no se la llevase al agua. "Con el brazo izquierdo yo le sujetaba lo que eran las piernas y el cuerpo y con el derecho le sujetaba su brazo y la cabeza para que no se hundiera", dice.
"Así estuve, sujetándola en vilo por encima del agua, flotando, unas tres horas y media o cuatro horas hasta que el nivel del agua empezó a descender y mi hijo y otro vecino pudieron acercarse hasta ella, acceder al patio y subirla al primer piso", describe el subinspector. Admite que pasó miedo por él, pero sobre todo por su hijo. La señora Mari fue trasladada al hospital y tras pasar por la UCI ya está ingresada en planta. Amparo está en su casa, pero precisa de atención psicológica. Preguntado el subinspector acerca de las críticas vertidas estos días sobre la falta de medios y efectivos en las zonas sacudidas por la DANA prefiere no profundizar demasiado: "Se podrían disponer de más medios y personal, pero sus razones tendrán".
Daniel García es un subinspector de 48 años destinado en la Jefatura Superior de Policía Nacional de Valencia. Reside en el último piso de un edificio de tres plantas ubicado en la tranquila calle de Francisco Almarche, en Benetúser. El martes por la tarde, ya fuera de servicio, se asomó al balcón porque había algo en la temperatura que le resultó extraño. A los pocos minutos, entró la riada y comenzaron los gritos de auxilio. Daniel terminó nadando entre las aguas que han dejado ya cientos de muertos, atado a una cuerda improvisada para salvar la vida de sus vecinas Amparo y Mari.
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