La crisis que azota al campo tras la fiebre de las fotos de la lavanda: "Es todo una mentira"
La sobreproducción de los últimos años, la introducción en el mercado de aceites sintéticos y cultivos de otros países, han provocado que los agricultores teman por su supervivencia
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Entre altas temperaturas y medio país de vacaciones, los campos de lavanda llegan a su máximo esplendor en el mes de julio. Los turistas, impresionados por cientos de hectáreas inundadas de altos cultivos color malva que recuerdan a la Provenza francesa, abarrotan la localidad guadalajareña de Brihuega (2.300 habitantes). Es una imagen que deja sin palabras. Pero no es oro todo lo que reluce. Detrás del fenómeno turístico de la lavanda, los agricultores ven cómo el cultivo ha dejado de ser rentable. La desesperación y frustración reina las conversaciones de los productores: "Solo queremos poder vivir del campo", responde clamando soluciones Juan José de Lope, agricultor y vicepresidente de Paisajes de Lavanda de Brihuega.
El principal uso que tiene la lavanda y lavandín, un híbrido resultante de mezclar diferentes tipos de lavanda, es su transformación en aceite esencial. Este líquido es uno de los ingredientes principales de los perfumes, productos cosméticos y de droguería. Un sector que ha registrado unas ganancias extraordinarias en el último año: un crecimiento del 12% en 2023, con unas cifras que superan los 10.400 millones de euros, según datos de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética. Sin embargo, los bolsillos de los agricultores no aprecian esta subida y ya hablan de la "supervivencia" como un "reto" del que no tienen demasiadas garantías de poder superar.
Buenos días. Estamos desbrozando, con intención de arrancar, la práctica totalidad del cultivo de Lavandín porque por diversos motivos ha dejado de ser rentable. No sabemos si se recuperará el sector, pero de momento la plantación vieja pasa a mejor vida. pic.twitter.com/DzOvTGE7s2
— Tractorista de Castilla 🚜💨 (@AgricultorCast) October 7, 2024
Los problemas del los cultivadores tienen un inicio claro: la pandemia de covid-19. Un par de años antes, los precios del aceite esencial de lavanda y lavandín alcanzaban máximos. La producción era más que rentable —el kilo se vendía a unos 40 euros— y los agricultores, empujados por la ola de la felicidad, sobreprodujeron. A ese exceso de oferta, se sumaron las consecuencias del confinamiento: ya nadie compraba perfumes en el duty free del aeropuerto, porque casi nadie viajaba. Fueron meses en los que nadie necesitaba perfumarse ni maquillarse porque nadie salía a la calle. Pero el campo no entiende de problemas humanos y no paró de producir todo tipo de cultivos. En 2022, las ventas de los productos de perfumería y cosméticos se alzaron. Las empresas pidieron lavanda y lavandín, pero la demanda no conseguía alcanzar a la oferta: los almacenes estaban repletos de cultivos de la sobreproducción de 2019 y la carencia de ventas de 2020 y 2021. La ley de la oferta y la demanda imperó: los precios comenzaron a desplomarse hasta el día de hoy, cuando el kilo de la lavanda roza los 8 o 9 euros, según apuntan los agricultores.
"Del turismo viven dos"
El turismo tampoco es la solución para la inmensa mayoría de los cultivadores, porque ninguno cobra la entrada a los campos. "Un agricultor no está para atender a los turistas", reconoce Rodrigo Carrillo. El festival de lavanda ha puesto a la ciudad de Brihuega en el mapa turístico de España, pero los beneficios económicos no han repercutido en los trabajadores del campo. "Del turismo viven dos", asegura Carrillo. Del mismo modo, el vicepresidente de la Asociación Paisajes de Lavanda se muestra contundente: "La única solución a la crisis que vivimos es quitar los campos de lavanda y si cae el turismo, que caiga".
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Desde el año 2012, un grupo de empresarios y agricultores organiza el festival de la lavanda. Comenzó siendo algo "entre amigos", pero a partir de 2020 estas empresas se organizaron en la Asociación Cultural de la Lavanda para diseñar el evento. Para sufragar los gastos, la asociación recibe una subvención de 45.000 euros de la Diputación de Guadalajara y otra del Ayuntamiento de Brihuega. Además, las entradas en esta ocasión sí que tienen un precio: entre 50 y 70 euros oscilaron las de este 2024, que incluyeron las actuaciones de Maldita Nerea y Rozalén. En 2023, los artistas invitados fueron Taburete y Víctor Manuel. Asimismo, el evento ha contado en anteriores ediciones con conocidos patrocinadores como Loewe, Porsche o American Express y el apoyo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Unas 2.000 personas pasan cada día por los campos de lavanda de Brihuega, y los fines de semana los números crecen exponencialmente. En el estudio La lavanda y el desarrollo local, los autores estiman que en 2021 las actividades turísticas en Brihuega alcanzaron los 2,6 millones de euros.
Un negocio del que los agricultores quedan al margen de los beneficios. Ángel Corral, presidente de la Asociación Cultural de la Lavanda, asegura que ellos viven de la producción de aceite esencial y que directamente no reciben ingresos del turismo. Juan José Laso, presidente de Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos de Guadalajara, habla del "enfado" de muchos cultivadores ante el turismo: "Los que trabajan propiamente los cultivos ven cómo otros se están beneficiando de su trabajo, pero ellos no son apenas partícipes de estas ganancias. Además, el cabreo crece también cuando vienen políticos a hacerse la foto, mientras los agricultores sienten que no les ayudan". De hecho, el pasado mes de abril el Partido Popular presentó en las Cortes de Castilla-La Mancha una proposición no de ley para aumentar las ayudas de los 155 euros estipulados en 2017 a 310, sin embargo, la votación acabó con un giro: el PSOE y Vox se alinearon y votaron en contra.
Trabajando a pérdidas
Muchos agricultores se adhirieron a unas ayudas públicas de la Junta de Castilla-La Mancha tras los azotes de la pandemia de covid-19. La cantidad económica de estas subvenciones, que se fijó en 2017, cuando el precio de la lavanda tocaba máximos, es de 155 euros por hectárea. "Teniendo en cuenta lo que vendemos ahora, con esas ayudas estamos trabajando a pérdidas", sentencia Juan José. Según datos de los agricultores, mantener una hectárea cuesta unos 1.200 euros anuales y los ingresos por cada una de ellas son de 800 euros, por lo que las pérdidas se fijan en unos 400 euros por hectárea, lejos de los 155 que reciben de ayuda. También Ángel Corral apunta en este sentido: "No hay dónde colocar el aceite esencial. Estamos en pérdidas, pero la inversión inicial fue tan grande que no podemos arrancar así como así".
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Las ayudas de Castilla-La Mancha han hecho un flaco favor a muchos cultivadores, que ahora se ven atados de pies y manos sin capacidad de arrancar totalmente el cultivo porque tendrían que devolver parte de la subvención. Juan José de Lope insiste en que la Asociación Paisajes de Lavanda ha tratado de trasladar estos problemas a representantes políticos de la Diputación, pero sin obtener respuestas. Desde la cartera de Agricultura de la Diputación aseguran a El Confidencial que en materia de subvenciones no tienen competencia, mientras que Turismo no ha respondido a las peticiones de este periódico.
Aunque la sobreproducción es el principal problema identificado de esta crisis, también hay otro factor que incomoda a algunos campesinos: la introducción en el mercado de los cosméticos de aceites sintéticos que se producen a escala industrial y tienen un coste menor para la producción de perfumes o cremas. Abelardo Carrillo, presidente de la Asociación Nacional Interprofesional de Plantas Aromáticas y Medicinales (Anipam) sostiene que la solución pasa por un correcto etiquetado: "Todo lo que no sea etiquetado como puro y natural no tiene la absoluta garantía de contener productos directamente derivados de la naturaleza. Lo que nosotros estamos pidiendo a la Administración es que nos ayude a diferenciarlo, que el consumidor pueda verlo a simple vista".
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Como último factor, los agricultores ponen el foco en Bulgaria. "Juegan en otra liga", sostiene Corral, quien cuenta que "los cultivos búlgaros se han posicionado con mucha fuerza en el mercado francés, que era nuestro gran comprador. Ellos tienen una producción mucho mayor y unos menores costes, lo que les permite poner unos precios bajísimos. Estamos indefensos", finaliza el cultivador.
Con la situación actual, los cultivadores solo ven una opción: cortar por lo sano. Rodrigo Carrillo concreta que de las 150 hectáreas con las que cuenta actualmente dedicadas a la lavanda, solo se quedará con 30. El resto las empleará en otro cultivo, como el cereal. También en esta dirección apunta Juan José de Lope, quien de 150 hectáreas, en principio quiere conservar unas 120. "Mi familia ha vivido 60 años de este cultivo, pero ahora mismo, aunque los campos estén preciosos, es una mentira. En Castilla-La Mancha muchos agricultores estamos trabajando en pérdidas", insiste de Lope. Juan José Laso se muestra más sereno ante la situación de crisis que vive este sector del campo: "Es cíclica. Ha pasado antes en los últimos 30 años y pasó con el cultivo de espárragos hace poco, hasta que el propio campo se autorreguló. Solo en Guadalajara hay 3.100 hectáreas dedicadas a la lavanda y quizás es demasiado para la demanda que hay", declara.
Entre altas temperaturas y medio país de vacaciones, los campos de lavanda llegan a su máximo esplendor en el mes de julio. Los turistas, impresionados por cientos de hectáreas inundadas de altos cultivos color malva que recuerdan a la Provenza francesa, abarrotan la localidad guadalajareña de Brihuega (2.300 habitantes). Es una imagen que deja sin palabras. Pero no es oro todo lo que reluce. Detrás del fenómeno turístico de la lavanda, los agricultores ven cómo el cultivo ha dejado de ser rentable. La desesperación y frustración reina las conversaciones de los productores: "Solo queremos poder vivir del campo", responde clamando soluciones Juan José de Lope, agricultor y vicepresidente de Paisajes de Lavanda de Brihuega.