Semana negra del PSOE: el fiscal general y Ábalos desatan los nervios en Moncloa y en Ferraz
Hay miedo a más escándalos del exministro. Se sujeta a Álvaro García Ortiz con la tesis de que la causa se archivará. Los socios resisten con algunos recelos por el daño reputacional: "esto es la tormenta perfecta"
Ni la costumbre de estar al borde del precipicio o la resistencia ganada por gestionar continuamente problemas han librado al Gobierno y al PSOE del temblor del caso Ábalos y el mazazo posterior de la imputación del fiscal general del Estado. Cuando todavía intentaban digerir el escándalo de presunta corrupción del exministro de Transportes y exsecretario de Organización, el Tribunal Supremo ha abierto una investigación contra el fiscal general, Álvaro García Ortiz, por una posible revelación de secretos que, por más que Moncloa asegure que "quedará en nada", ha generado otra sacudida interna con un alto daño reputacional en la institución del Ministerio Público.
El Ejecutivo sujeta con todas sus fuerzas al fiscal mientras relanza sus ataques contra la judicatura. "Parece que solo ven por un ojo y es el derecho", mantienen. Pero tanto la Moncloa como Ferraz encajan el desgaste de una semana negra, que empezó el jueves con el informe de la Unidad Central Operativa (UCO) sobre Ábalos y ha proseguido este martes con la imputación de García Ortiz. La concatenación de estas dos crisis tiene a los socialistas desorientados y exhaustos. Hasta ha quedado en segundo plano la preocupación por los presupuestos y el apoyo de Junts, con quien negocian la senda de estabilidad como paso previo para abrir las conversaciones sobre las cuentas del próximo año.
Las corruptelas que rodean a su ex número tres han sido estos días un tema monográfico en el PSOE. La detención de su asesor, Koldo García, hace ocho meses ya hundió el crédito político de Ábalos y llevó a su expulsión del grupo parlamentario. Pero la revelación de que existen más comisiones, al margen del contrato de las mascarillas, ha provocado un enorme impacto entre los socialistas. Fuentes de la dirección socialista aseguran que no esperaban el alcance del caso y reconocen que "la cosa pinta mal", en referencia al futuro judicial del exministro.
Esa conmoción está mezclada con la inquietud sobre la amplitud de la relación que Ábalos mantuvo con el comisionista Víctor de Aldama y la investigación de la trama de hidrocarburos de la Audiencia Nacional, que ha llevado al empresario a prisión. Ni la Moncloa ni Ferraz tienen garantías de que no haya todavía más asuntos turbios, que causen un nuevo daño. Y hay miedo a que este caso pueda pasar factura electoral.
Aunque intentan escudarse en que le echaron sin ni siquiera estar imputado (ahora es cuando el juez ha dado los primeros pasos para pedir al Supremo que impute al exministro), los socialistas han echado el cerrojazo. "Si este tema se remueve huele peor", sostienen. El presidente del Gobierno no quiso responder ayer en el Congreso sobre las reuniones que él o su esposa, Begoña Gómez, mantuvieron con Aldama, ligado también a Air Europa y con importantes vínculos en Venezuela.
Y justo con el Gobierno erosionado por este tema se ha producido la imputación del fiscal general. El Ejecutivo se agarra a que "quedará en nada" porque la acusación de revelación de secretos se sustenta en la filtración de los correos entre el fiscal del caso y el letrado de la pareja de Isabel Díaz Ayuso, que se declaró culpable de fraude fiscal. Según fuentes gubernamentales, no es posible atribuir su difusión en algunos medios de comunicación a Álvaro García Ortiz porque otras personas tenían acceso a esa información. Es la misma postura que ya esgrimió la Fiscalía en sus recursos. "La causa no va a ningún lado", explican, por la dificultad de identificar al filtrador. En esto justifican que hayan decidido mantenerlo, a pesar del desgaste que esto causa en la propia institución.
Los aliados parlamentarios constatan que el nerviosismo en filas socialistas se ha disparado en los últimos días. Las polémicas se acumulan como una nube densa sobre el Ejecutivo de coalición y se ha instalado un ambiente pesimista en el patio del Congreso. Sin embargo, todos salvo ERC insisten en que Sánchez resistirá porque no hay una mayoría alternativa posible en el Congreso. Gabriel Rufián es el único avisa de que Junts acabará apoyando una moción de censura con el PP y Vox, que en Génova descartan, en Moncloa desdeñan, en Sabin Etxea aborrecen y en Junts alejan. "El PP ya puede darse cuenta de una vez que seguirá en la oposición durante mucho tiempo", apuntaban ayer en Sumar.
Sin embargo, el principio de realidad está presente en el diagnóstico del resto de socios, que se desayunan cada mañana una polémica nueva y miran con asombro la deriva de una legislatura que no termina de arrancar y que tiene su Rubicón en la aprobación de los presupuestos para 2025. "Se está cuajando una tormenta perfecta. Si no fructifica es porque el PP es torpe y no chuta ni a puerta vacía", señalan desde Podemos, el socio más inestable para Sánchez junto con los independentistas catalanes. "Lo de Ábalos pinta muy feo", subrayaba ayer una voz dirigente del partido de Ione Belarra, que recordaba que si el presidente forzó la dimisión de Ábalos por su responsabilidad in vigilando de su mano derecha, Koldo, ese argumento se le ha vuelto ahora en su contra.
Con todo, a imputación del fiscal general del Estado provocó ayer el cierre de filas casi unánime de los grupos aliados, que aluden en genérico a la "guerra sucia judicial" que supuestamente mantiene el sector de "la derecha" contra el Gobierno. "Los jueces saben que Ayuso no se toca", deslizan fuentes parlamentarias del flanco progresista del hemiciclo.
En el PNV suelen cuidar mucho sus críticas al Ejecutivo, aunque algunas voces extraoficiales apuntan a que la situación generada por la imputación del fiscal general del Estado es "insostenible". Se preguntan en qué posición quedan ahora los fiscales que deban fijar el criterio del Ministerio Público en la causa abierta contra García Ortiz, así como los testigos que deban prestar declaración. "Esto genera una situación imposible en la institución. El fiscal debería haberse ido", remarcan fuentes nacionalistas. Otro aliado insistía en el comportamiento ilícito de García Ortiz. "Cuando ocupas un puesto público hay veces que debes morderte la lengua, aunque sangre", comentó tras escuchar la defensa cerrada de Moncloa hacia el fiscal general por, supuestamente, haber pretendido defenderse de un "bulo" en el caso judicial que afecta al novio de Ayuso.
Otras fuentes especulan con el hecho de que habría sido Moncloa la que hubiera pedido a Ortiz que aguantara en el cargo para no emitir una señal mayor de fragilidad. "A perro flaco todos son pulgas", añade en ese sentido otro diputado nacionalista.
Al Ejecutivo le cuesta ya gestionar este nivel de estrés, que se suma al problema latente de depender en cada votación de Carles Puigdemont. Todos los intentos de centrar la atención en la acción política fracasan. Pero Pedro Sánchez reitera que a él nada ni nadie le van a sacar de su carril de una legislatura larga.
Ni la costumbre de estar al borde del precipicio o la resistencia ganada por gestionar continuamente problemas han librado al Gobierno y al PSOE del temblor del caso Ábalos y el mazazo posterior de la imputación del fiscal general del Estado. Cuando todavía intentaban digerir el escándalo de presunta corrupción del exministro de Transportes y exsecretario de Organización, el Tribunal Supremo ha abierto una investigación contra el fiscal general, Álvaro García Ortiz, por una posible revelación de secretos que, por más que Moncloa asegure que "quedará en nada", ha generado otra sacudida interna con un alto daño reputacional en la institución del Ministerio Público.
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