"El Gobierno durará poco": las izquierdas se preparan para hacer frente al PSOE
Hay una convicción asentada entre las izquierdas: la mayoría que puso en marcha la legislatura se va a fragmentar y será complicado que Sánchez aguante mucho más de un año
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Hay una convicción presente entre las diferentes izquierdas, que Gabriel Rufián verbalizó en el Congreso el pasado miércoles: el Gobierno no durará demasiado. El portavoz de ERC avisó de una alianza entre PP, Vox y Junts que no solo impediría la aprobación de un buen número de leyes en el Congreso, como ya ha sucedido, sino que podría fructificar en una moción de censura.
Sin embargo, la creencia en unas elecciones a medio plazo, en un año o año y medio, se fundamenta entre las distintas formaciones de izquierda en algo mucho más cotidiano: el PSOE necesita aprobar un presupuesto, que tiene pocos visos de ser ratificado por el Congreso, muchas de sus iniciativas legislativas son tumbadas en el Parlamento porque la mayoría de legislatura, la que dio el gobierno a Sánchez, es muy frágil y la continua negociación entre unos y otros va a ser poco fructífera. Es difícil gobernar así. Una convicción que, además, es compartida por una parte no menor del Partido Socialista.
Esa sospecha genera un problema a las izquierdas, que están en retroceso electoral. Sumar necesita recuperar impulso, como le ocurre a ERC, Podemos está afianzado en un sector minoritario, pero insuficiente, e IU tiene muchas heridas aún abiertas como resultado de las últimas negociaciones de las listas. Yolanda Díaz se ha retirado al ministerio de Trabajo, pero nadie se ha postulado para ocupar su lugar. El proyecto Sumar, esa idea de construir un movimiento por encima de los partidos, ha quedado paralizada, probablemente de manera definitiva. La construcción del espacio ha quedado entre paréntesis.
En ese escenario, Sánchez quiere acelerar para crecer electoralmente a costa de esa izquierda frágil. Unas elecciones al final de legislatura, como asegura Moncloa que ocurrirá, tendrían lugar en un horizonte muy distinto. Si no es así, las izquierdas tendrán complicado articularse de nuevo, y deberían empezar a prepararse ya.
La cuestión del liderazgo
De momento, hay dos proyectos que chocan. Yolanda Díaz aspira a liderar ese espacio cuando sea el momento, incluso incluyendo a Podemos en él, lo que se antoja improbable. Podemos e IU trazarán líneas comunes de cara a las elecciones andaluzas, y a partir de ahí, quizá puedan llegar a más acuerdos. Sira Rego señaló el pasado jueves en 'Carne Cruda' que "se debe hablar con todo el mundo", lo que implica un reconocimiento expreso de la voluntad de fondo. Las elecciones andaluzas serían un buen momento para recomponer relaciones.
Una recomposición de las izquierdas es necesaria para cerrar la puerta al crecimiento del PSOE, pero es difícil adivinar cómo podría producirse
El problema esencial, el perjuicio electoral que causa la fragmentación del espacio, continúa presente, y más cuando los votantes podrían volver a molestarse con una izquierda que va separada. El PSOE tiene claro que ese escenario le ofrecería una oportunidad para crecer. Le queda mucho espacio por recuperar, en especial en provincias que reparten hasta 6 escaños. En Cataluña está fuerte, y los principales problemas que debería solventar están en Andalucía, donde todavía conserva base electoral, a pesar de su debilidad presente, y en la capital, donde Más Madrid le ha comido el terreno.
Una recomposición del espacio común de la izquierda sería necesaria para cerrar la puerta al crecimiento del PSOE, pero es difícil adivinar cómo podría producirse. Situar al frente de nuevo a Yolanda Díaz, incluso aceptando que no sería más que la cabeza de lista de una coalición dirigida por los partidos (ya no aspira a liderar por encima de ellos), supone encajar demasiadas piezas con demasiado pasado en común, lo que complica mucho las cosas; sin ella, no se intuye quién podría estar el frente de ese nuevo espacio.
La balcanización de las izquierdas
Además de los problemas de liderazgo, existen otros. El mayor de ellos tiene que ver con los motivos de su dispersión, que dificultan un encaje sólido.
Las izquierdas españolas a la izquierda del PSOE muestran una característica principal, son muchas y cada una de ellas tiene recorrido únicamente en su territorio: ERC, Bildu, BNG, los Comunes, Más Madrid, una IU reducida a poco más que Andalucía y Asturias y Compromís (si es que es de izquierdas). Todas ellas se asientan en la conexión con su región concreta, carecen de influencia fuera de allí y su objetivo es conseguir mayor representación en lugares específicos. Las alianzas que pueden darse entre ellas son coyunturales y tácticas, no producto de una visión común que las reuniría por encima. Podemos, que intentó generar esas alianzas, ha quedado reducido a una pequeña presencia en el Parlamento y a la difusión de sus posiciones a través de Canal Red.
La línea divisoria electoral se sitúa en la tensión entre los que tienen más y los que tienen menos, pero ahora como lucha entre regiones
Esa dinámica es producto de una tendencia general en Occidente, que en España afecta de una manera peculiar. La gran línea divisoria electoral sigue situada en la tensión entre los que tienen más y los que tienen menos, solo que no lleva el sello de la guerra de clases, sino de la guerra entre territorios. En Francia, en EEUU, en Reino Unido, en Países Bajos o en Alemania, el voto está relacionado con la geografía: los partidos preferidos en las grandes ciudades y en las zonas bien conectadas con el circuito global son muy diferentes de los de las regiones que se ven atrapadas en dinámicas de declive. Por eso, al igual que el viejo Partido Comunista Francés estaba muy presente físicamente en los barrios obreros o en las zonas industriales, Le Pen lo está en la Francia rural y en sus zonas con menos vitalidad, en especial las que tuvieron pasado industrial o minero.
En España, esa tensión cultural y regional se solventa de manera distinta porque no está canalizada a través de partidos estatales, sino por los nacionalistas y regionalistas. Las formaciones de derechas solo aparecen sólidamente implantadas en zonas con recursos, como Cataluña y País Vasco, en general como modos de las burguesías locales para mantener su poder frente a la estatal. Los partidos de izquierda están presentes en más CCAA, quizá por la contradicción tan operativa en el ámbito progresista en las últimas décadas.
La balcanización de las izquierdas obliga a que se reúnan en un espacio meramente instrumental y siempre dado a las pugnas por las listas
El discurso típico entre las izquierdas es que las posiciones políticas que se refugian en la bandera y que adoptan discursos de izquierdas no son más que otra forma de falangismo y que, por tanto, benefician a la extrema derecha. La manera en que se ha reaccionado desde los ámbitos activistas españoles al ascenso de Sahra Wagenknecht en Alemania. Sin embargo, la envoltura en la bandera con la que juegan las izquierdas nacionalistas y regionalistas no es percibida como otra forma de rojipardismo, sino como la sana expresión de pueblos que aspiraban a un mayor grado de libertad frente a la opresión centralista. Al sostener que las banderas locales no son prototalitarias, pero la nacional sí lo es, hacen muy difícil la reunión de las distintas izquierdas españolas, porque se quedan sin un espacio en el que reunirse.
Algunas formaciones lo han intentado recurriendo al federalismo como proyecto nacional, pero eso lo puede hacer mucho mejor el PSOE. Otras van un paso más allá y apuestan por lo confederal, pero esa es una opción altamente impopular: Cataluña y País Vasco están exigiendo en este instante condiciones diferentes de las del resto de España, no las mismas, y el resto del Estado no ve necesaria ni conveniente la confederación. Así las cosas, la balcanización de las izquierdas, consecuencia de esta visión, obliga a que se reúnan, si lo hacen, en un espacio meramente instrumental y siempre dado a las pugnas por las listas. Viven en una contradicción difícil de resolver, porque nadie quiere ir con nadie, pero se ven obligadas por conveniencia para obtener más recursos en el Parlamento y por un sentido de la urgencia para que no ganen las derechas.
Los cambios en la sociedad
El segundo elemento que complica las cosas a las izquierdas proviene de los cambios sociales y políticos operados en los últimos años. Esa deriva geográfica de la política conduce también a nuevas oposiciones ideológicas. En Alemania, la división entre los profesionales de las grandes ciudades y los trabajadores de las regiones menos favorecidas es una de las causas de los cambios electorales. Esta brecha afecta especialmente a la izquierda española, en la medida en que su gran desarrollo tuvo lugar gracias a los primeros y apenas logró representación entre los segundos. Podemos, Más Madrid o los Comunes lograron un apoyo significativo entre profesionales liberales y funcionarios de las grandes ciudades, en especial de edades intermedias.
Las propias luchas internas que acontecieron en Sumar ofrecen una foto nítida de esta división: los progresistas formados relegaron a Izquierda Unida, la única que conservaba apoyo entre los trabajadores de las regiones, aunque quedaran acotados a Andalucía y Asturias. En la medida en que los profesionales formados se autopercibían como el futuro de las izquierdas, no dejaron espacio a aquellos que identificaban como el pasado. Pero, al mismo tiempo, izquierdas como Bildu, ERC o BNG sí lograban ese apoyo, en mayor o menor medida, entre clases medias bajas y trabajadoras en sus territorios.
Las izquierdas nacionalistas conjugan dos ofertas, la defensa de la bandera y la de los servicios públicos
Se ha generado así un reparto de posiciones peculiar. Dentro de la heterogeneidad laboral presente, los partidos nacionalistas tienen cierta implantación entre las clases sociales típicas de la vieja izquierda, pero solo en territorios donde la bandera es importante; la izquierda reunida en torno a Sumar funciona solo en grandes ciudades; IU ha reducido su recorrido entre las capas sociales que le fueron afines. De modo que hay grandes espacios vacíos en España, donde esas clases medias bajas y trabajadoras no encuentran una representación clara. En esos sectores trata de entrar Vox, con cierto recorrido, pero ahí es también donde puede crecer el PSOE, en especial en territorios como las Castillas o Andalucía. Esos sectores están más cerca de los socialistas, como indican las cifras de las recientes elecciones, que del resto de las izquierdas.
El espacio vacío
Ambas tendencias complican mucho las cosas para las izquierdas fuera del PSOE, en especial por lo que revelan de pérdida de motor ideológico, por su dificultad para implantarse territorialmente fuera de las grandes ciudades, por la complicación a la hora de trazar un proyecto atractivo para las distintas clases sociales y por la sensación de que su momento ha pasado. Las izquierdas nacionalistas conjugan dos ofertas, la bandera y la defensa de los servicios públicos, y las estatales se apoyan en esa misma defensa de los servicios públicos y poco más que puedan compartir. Eso deja un espacio grande, que puede recuperar el PSOE o que puede virar hacia la derecha.
Hay una convicción presente entre las diferentes izquierdas, que Gabriel Rufián verbalizó en el Congreso el pasado miércoles: el Gobierno no durará demasiado. El portavoz de ERC avisó de una alianza entre PP, Vox y Junts que no solo impediría la aprobación de un buen número de leyes en el Congreso, como ya ha sucedido, sino que podría fructificar en una moción de censura.