Cómo acabé sirviendo comida vegana con el Hare Krishna acusado de matar a su esposa
Juan Manuel conoció a César en los ochenta, le perdió la pista, pero durante el último año retomaron la relación. Ahora la Guardia Civil investiga si este místico acabó con la vida de su esposa o la ayudó a suicidarse
Alrededor de la muerte de Raquel B. quedan aún muchos interrogantes. La Guardia Civil encontró la semana pasada el cadáver de esta vendedora de seguros de 54 años en extrañas circunstancias dentro de su domicilio, un chalet de la localidad madrileña de Villalbilla. Su marido, un hombre llamado César Suárez de 65 años, había denunciado su desaparición el día 3 de septiembre. Sin embargo, desde el primer momento los investigadores comprobaron cómo la versión de Suárez resultaba incongruente, por lo que no tardó en convertirse en el principal sospechoso. Hoy permanece en prisión preventiva.
El 1 de septiembre, dos días antes de que el marido acudiese a comisaría diciendo que llevaba sin ver a Raquel desde el 31 de agosto, cuando según su versión fue a un pueblo de Toledo a visitar a su madre, el 112 recibió una llamada de la mujer. "Estoy sufriendo un brote psicótico", dijo por teléfono. Cuando al otro lado del teléfono le preguntaron si estaba acompañada, dijo "sí" y al momento la llamada se cortó. Desde entonces, la Guardia Civil trató de entrar en la vivienda para continuar sus pesquisas, pero Suárez se negó.
El domingo 8 de septiembre, la benemérita logró una orden judicial y aprovechó un descuido de César para entrar en su casa. De repente, el olor a descomposición puso en alerta a los perros. Hasta entonces, la única tesis que manejaban era la de la violencia de género, pese a que no existían denuncias previas, la mujer no estaba registrada en el sistema VioGén ni se habían solicitado órdenes de alejamiento. Sin embargo, lo que encontraron ahí dentro hizo que todo se volviera más confuso.
Raquel estaba en un zulo de unos cuatro metros cuadrados al que se accedía por una trampilla en el sótano de la casa. No parecía una obra improvisada para ocultar el cadáver, sino algo que estaba ahí de antes. Las paredes estaban insonorizadas con una espuma de unos 30 centímetros. Su cuerpo se encontraba tendido a los pies de una cama, tenía espuma en la boca pero no había signos de violencia. Sobre el colchón, blísteres vacíos de pastillas antidepresivas. En una esquina, un misterioso altar.
César Suárez ha declarado ante el juez que él no mató a su esposa. Sin embargo, la situación abrió una nueva vía de investigación: que hubiera ayudado a Raquel a suicidarse, o que no la hubiese asistido cuando se encontraba dentro de aquella habitación del pánico. En cualquier caso, también se le investiga por el encubrimiento del cuerpo. Al parecer, Raquel llevaba un tiempo de baja por depresión y el marido dijo a las autoridades que había tenido algún antecedente autolítico, incluso este mismo año. La pareja no tenía hijos y los investigadores disponen de pocas pistas, más allá de sus respectivos móviles, para tirar del hilo y llegar hasta el fondo del asunto.
Una de ellas es el altar, que vincula a ambos con el movimiento Hare Krishna.
¿Por qué un altar?
Las especulaciones acerca del papel de este altar han sido diversas, pero para Juan Manuel Ferrera, veterano devoto de esta corriente hinduísta, es lo menos misterioso del suceso. "No significa nada, ambos han sido Hare Krishna desde hace décadas, es un simple altar como el que yo puedo tener en casa, para realizar rezos o cantos, lo que no entiendo es lo del zulo, nosotros solemos poner los templos en habitaciones aireadas normales", explica. Por azares de la vida, este correligionario se vio estrechamente relacionado con la pareja durante el último año.
"A César lo conozco desde los años ochenta", dice Ferrera. "A ella no tanto, porque César y yo no hemos estado tan en contacto desde entonces". Los dos Hare Krishna, curtidos en los años en los que el culto se movía en aguas turbulentas, tuvieron trayectorias coincidentes a miles de kilómetros. La biografía religiosa de Suárez le sitúa en la India, "donde sirvió a lo largo de varios años en los templos de Mumbai y Vrindavana", la civil en Estados Unidos, donde según su LinkedIn trabajó como jefe de almacén hasta 2023 en un Home Depot de Florida. Por su parte, Ferrera estuvo un tiempo en Australia.
Sin embargo, ambos volvieron a coincidir el año pasado. El escenario del reencuentro fue el centro que los Hare Krishna tienen en la calle Espíritu Santo, en pleno barrio de Malasaña. Durante años fue un refectorio habitual para muchos, ya que servían platos copiosos de comida vegana o, para ser estrictos, lacto-vegetariana, ya que los lácteos, al no requerir el sacrificio de animal alguno, son admitidos por el Bhagavad-gita, el texto sagrado hinduísta del que emana la doctrina de estos devotos.
En un par de ocasiones a lo largo del año pasado, el director del centro, amigo de Ferrera, tuvo que desplazarse a Portugal durante dos semanas. "Entonces me pidió que si le podía sustituir", cuenta a El Confidencial. Ahí fue cuando se reencontró con Suárez y descubrió que estaba casado.
"En esa época, César y su mujer venían cada día", indica, "porque había un servicio de restaurante y ellos venían a servir comida y a cobrar". Religiosamente, cada mediodía se presentaban a la una de la tarde y se marchaban a las cuatro. Tradicionalmente, esa labor se hacía de forma voluntaria, por lo que a Ferrera le sorprendió descubrir que ahora era una labor remunerada. "Sí, les pagaban".
Alguna otra cosa había cambiado en el centro. Hace años, los devotos, enfundados en sus túnicas naranja, recorrían cantando las calles de Tribunal para anunciar su presencia. Aunque el espacio era pequeño y la mayor parte de la gente tenía que comer en el suelo, siempre estaba lleno. Hoy, sin embargo, solo los registrados como socios pueden comer allí, aunque hacerlo es un mero trámite. Al parecer una inspección de trabajo hace pocos años sacudió los cimientos del centro, que tuvo que adaptarse.
"No sabíamos nada de él"
Ferrera decidió contar su historia al comprobar que antiguos compañeros de fatigas estaban apareciendo en los medios de comunicación ofreciendo un retrato de César Suárez que, en su opinión, está totalmente distorsionado.
Nada más conocerse el fatal desenlace, la Asociación para la Conciencia de Krishna emitió un comunicado: "Queremos dejar claro que esta persona no forma parte de nuestra institución, aunque asistiera de forma esporádica a algunas de nuestras actividades".
En televisión, Rafael, portavoz oficial, reiteraba el mensaje: "Hace más de 35 años, alguna vez vino por nuestro templo en Guadalajara" "Ni siquiera sabía que estaba casado, de hecho cuando escribió en un grupo preguntando si la habíamos visto por alguno de los templos, los compañeros le dijeron que pusiera una foto, que no sabíamos quién era".
Al contemplarlo, Ferrera se revolvía. "Rafael Barea, le conozco desde el 85", masculla. "Vive en Tenerife desde hace años, normal que no sepa nada, que vayan a preguntar a Espíritu Santo, 19, que es donde él iba". Mientras, en la televisión el portavoz establecía un cordón sanitario entre el crimen de Villalbilla y cualquier cosa relacionada con los Hare Krishna.
Todas las noticias sobre este enigmático suceso destacan que Suárez tenía un pseudónimo para firmar varios libros dignos de la biblioteca de la Nave del Misterio: Revelaciones Extraterrestres, Desde Orión, una guía de luz para el despertar o Ciudades Intraterrenas. En ellos cabalga conspiraciones, entremezclando hechos reales, como el atentado a las Torres Gemelas, con los extraterrestres o los illuminati. Todos están firmados como Ramaathis-Mam. En una somera biografía editorial, dice que "a los diez años, y debido a conflictos escolares y familiares, tomó la decisión de suicidarse", y añade, "cuando estaba a punto de hacerlo, vio y escuchó a unos seres interdimensionales de luz, que le hablaron para impedir que cometiera semejante insensatez".
"Lo de Ramaathis-Mam fue una locura suya, su nombre espiritual era Sridama Dasa"
"Lo de Ramaathis-Mam fue una locura suya, no le daría tanta importancia como los medios le están dando", apunta Ferrera. "El nombre espiritual de César es Sridama Dasa, todo el mundo le llamaba así o César, lo de Ramaathis-Mam es un despropósito". Buscó en su teléfono una publicación del año pasado. Ahí estaba, 25 de marzo de 2023.
Bajo el nombre de Sridama Dasa, Suárez ofreció aquel día un curso sobre el Bhagavad-gita en el centro Hare Krishna de Madrid, que en sus redes lo presentó como "amigo devoto". De cara a aquel simposio, Sridama se presentó como un miembro de la Asociación Internacional de la Conciencia de Krishna en España desde 1986, dijo haber vivido durante varios años en Nueva Vrajamandala, la sede que estos místicos tienen en Brihuega (Guadalajara) y haber formado parte de la remodelación del centro en Madrid, del que fue su primer cocinero.
El encargado de preparar hace décadas el sabzi de verduras o el dal de lentejas había vuelto para llevar los platos a la mesa y cobrar a los comensales seis euros por barba.
Marginado entre marginales
Podría pensarse que la organización, al verse salpicada por un posible caso de violencia machista, haya optado por cavar una zanja kilométrica con el principal sospechoso. Sin embargo, Ferrera precisa que el ostracismo de la organización hacia Suárez viene de lejos.
"César quería integrarse, buscaba que le dieran algún puesto", explica. "No lo digo como hipótesis, lo sé porque estuve con él: pero no lo querían, como me pasó a mí y a tantos otros, no les interesas y ya está, te expulsan".
"A ellos les pasó lo mismo que a mí", vuelve a repetir. "Eso que dicen de 'no, este no venía por aquí', no es verdad, es solo que no quieren saber nada de ellos". Ferrera explica que él llevaba 30 años en la organización. "Se lo di todo, desde que tenía 18 hasta que me di cuenta de que ahí dentro no tenía futuro".
Él siguió predicando por su cuenta, como sus maestros espirituales le habían inspirado que hiciera. En cierto modo, veía a la pareja de Villalbilla con los mismos ojos, una especie pura que tras, un cisma individual, prosigue viviendo su fe y satisfaciendo su espiritualidad al margen de una organización. De ahí que no le sorprenda lo del altar.
Tardes con el presunto homicida
Que los miembros de un culto así te marginen es algo difícil de asimilar, pero es difícil saber qué consecuencias puede tener sobre la vida o la salud de alguien. Muchos Hare Krishna acaban encontrando refugio en el movimiento tras haber pasado una etapa complicada de sus vidas, años gobernados por el exceso.
La salud mental de Raquel, a quien en el centro de Malasaña llamaban por su nombre espiritual, Rukmini, no había pasado desapercibida para Ferrera y sus compañeros.
"Ella era una persona muy dulce, cualquier día venía y te preguntaba ¿has comido?", recuerda. "Hemos hablado mucho de ellos desde que sucedió, me habían dicho que ella tenía algunos problemas de depresión.
"Conozco a César desde hace años, vi a los dos cada día durante bastante tiempo y lo único que puedo decir es que la tesis del homicidio no me encaja para nada, él es una persona bondadosa y nada violenta", dice Ferrera. "Eso sí, indirectamente, muchos creemos que tenía un carácter demasiado adusto, a veces no daba el trato que merecía una compañera con problemas". Dice que a menudo los veían caminar por la calle, él por delante corriendo, ella por detrás más despacio y con la cabeza gacha. "No la esperaba, no iban de la mano".
"La tesis del homicidio no me encaja, pero él no la trataba como quizá ella necesitaba"
Lo último que se sabe del caso es que la investigación judicial la va a llegar el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Alcalá de Henares. De la investigación de sus móviles han trascendido ya algunas pruebas, como los mensajes que César envió a su mujer: "No te olvides de rezar" y "Recuerda tus rezos" fueron los dos últimos, enviados mientras se encontraba en el zulo, e iban acompañados de mantras y rezos de Hare Krishna.
Actualmente, los investigadores están aún analizando las pruebas encontradas en la casa de César y Raquel, comprobando si existen restos de ADN del marido tanto en el zulo como en los blísters para tratar de dilucidar su implicación en la muerte de su esposa. Hasta que esas respuestas lleguen, seguiremos ante el suceso más enigmático ocurrido en mucho tiempo.
Alrededor de la muerte de Raquel B. quedan aún muchos interrogantes. La Guardia Civil encontró la semana pasada el cadáver de esta vendedora de seguros de 54 años en extrañas circunstancias dentro de su domicilio, un chalet de la localidad madrileña de Villalbilla. Su marido, un hombre llamado César Suárez de 65 años, había denunciado su desaparición el día 3 de septiembre. Sin embargo, desde el primer momento los investigadores comprobaron cómo la versión de Suárez resultaba incongruente, por lo que no tardó en convertirse en el principal sospechoso. Hoy permanece en prisión preventiva.
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