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"Las mujeres somos más exigentes que ellos": por qué encontrar pareja es cada vez más difícil
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EL MERCADO DEL AMOR ¿SE ROMPE?

"Las mujeres somos más exigentes que ellos": por qué encontrar pareja es cada vez más difícil

No hay hombre con estudios para tanta universitaria. Como sintetiza un demógrafo, "los hombres buscan mujeres que ya no existen y las mujeres, hombres que aún no existen"

Foto: Una pareja pasea por el centro de Madrid. (Getty Images)
Una pareja pasea por el centro de Madrid. (Getty Images)
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No es fácil encontrar un tema romántico en el que casi todo el mundo tenga una opinión. No es tan común, además, que esta sea rotunda. Mucho menos es que mujeres y hombres se pongan de acuerdo, aunque su diagnóstico sea en algunos casos casi opuesto. Si ese tema existe, es el de lo complicado que está el mercado amoroso. Parece que nadie encuentra lo que busca o, al menos, que le cuesta mucho más. No es un problema para algunos, cómodos en la soltería.

La viralización del trabajo de la socióloga Maike van Damme, investigadora en el Centre D'Estudis Demogràfics de Barcelona, ha puesto sobre la mesa la hipótesis del déficit masculino. Según los cálculos publicados por la investigadora, el crecimiento del número de mujeres con estudios superiores, que ya supera al de los hombres, provoca que para ellas sea cada vez más difícil encontrar una pareja de su nivel (educativo) en una relación heterosexual.

Así, una cuarta parte de mujeres universitarias tendrían que quedarse solteras o juntarse con un varón con un menor nivel educativo (o quedarse solteras o juntarse con otra mujer). Al mismo tiempo, el 42% de hombres con educación baja y valores tradicionales no encontrará pareja (femenina) con su misma educación y valores. Quizá usted piense que le da igual y puede que sea verdad, pero ignora que lo más probable es que termine juntándose con alguien parecido a usted y tal vez le cueste más encontrarlo.

Unos datos que son tan solo la punta de un iceberg mucho más grande en el que cristalizan las dificultades para encontrar a esa persona idónea con la que tener algo más; tal vez, un hijo. El boom de las apps para ligar y el aumento de expectativas respecto a las relaciones personales tiran en dos direcciones opuestas que crean una tensión difícil de resolver. Por un lado, la probabilidad de conocer a gente muy diversa es mayor; por otra, esa misma posibilidad de elección provoca que terminemos buscando potenciales parejas de un perfil mucho más concreto y que la exigencia aumente.

"La única solución es que hombres y mujeres evolucionen al mismo ritmo"

Los hombres buscan mujeres que ya no existen y las mujeres buscan hombres que aún no existen”, sintetiza Teresa Martín García, investigadora del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, citando a su compañero Albert Esteve. El creciente desajuste entre los roles de los hombres y las mujeres, cuyas vidas han cambiado de manera mucho más acelerada, se encuentra detrás de esa frustración sorda a la hora de conocer potenciales candidatos, sobre todo con la posibilidad a largo plazo de procrear en mente.

La investigadora recogía en un artículo los datos de la Encuesta Continua de Hogares, según la cual el 39% de las mujeres y el 51% de los hombres entre 30 y 34 años, la edad central para la maternidad, ni convive con pareja ni están casados. En alguna ocasión se ha utilizado el término “heteropesimismo” para referirse a esa sensación de no ser capaz de encontrar al hombre adecuado, pero Van Damme se ríe y responde: “¿Pesimismo o realismo?” “El mercado amoroso es imperfecto, y la única solución es que tanto hombres como mujeres evolucionen al mismo ritmo para cerrar esta brecha”, añade a El Confidencial.

No sé qué quiero, pero sé lo que no quiero

Las respuestas, cuando se pregunta a los solteros por qué les cuesta tanto encontrar pareja, son como la célebre parábola de los ciegos y el elefante. Cada persona considera su situación desde su perspectiva individual, pero unida a otros testimonios terminan configurando un panorama en el que los factores socioeconómicos y culturales tienen más peso del que consideraríamos por separado.

“Muchas veces, y aunque puede sonar un poco snob, he visto en mi entorno que los hombres buscan emparejarse con mujeres no sé si de educación inferior, probablemente también, pero sobre todo menos exigentes en responsabilidad afectiva o cuidados, sobre todo para llevar una vida de pareja más fácil”, explica Cristina, de 28 años. “Al revés, al menos de manera consciente, lo veo bastante poco. Las mujeres en general están abiertas a cualquier tipo de hombre y la criba no la hacen tan desde el principio”. No le sorprende ver cada vez más casos de mujeres de más de 40 años que empiezan a probar con otras mujeres después de haber tenido solo relaciones con hombres.

Ese ha sido el modelo habitual durante los últimos siglos: el de la hipergamia, es decir, la búsqueda de pareja del mismo o mayor nivel socioeconómico. Por primera vez nos encontramos en una coyuntura en la que el proceso es el opuesto y las mujeres empiezan a emparejarse con hombres de un nivel socioeconómico (en principio) inferior. Sin embargo, resulta muy difícil encontrar a nadie que reconozca que jamás se juntaría con alguien sin estudios, por una cuestión de deseabilidad social, pero lo más habitual es que la mayoría de personas terminen con alguien de un nivel socioeconómico semejante.

"Prefiero un hombre sin estudios y que ayude que uno con estudios que no lo haga"

Lo que sí estamos dispuestos a admitir es que nos gusta compartir nuestra vida con personas con intereses y visiones del mundo semejantes a la nuestra, valores más igualitarios y que tengan buena conversación. Es decir, todo aquello que se relaciona en el nivel educativo. Sofía, de 31 años, reconoce que entre sus dificultades para encontrar a alguien “compatible” se encuentra la compatibilidad ideológica, que le parece “fundamental e imprescindible”. “Una vez que me relaciono con gente que no está en estos entornos, no encuentro conexión ideológica o directamente solo confrontaciones”, explica. “En el caso de los hombres, aún más”.

Cabe otra posibilidad, señala Martín García: que no solo a las mujeres no les importe relacionarse con hombres de menor nivel educativo, sino que también pueden preferirlo dadas determinadas circunstancias. “Muchas veces, tener una pareja así puede ser no sé si un aliciente, pero sí puede una ayuda para esas mujeres, sobre todo las más instruidas, siempre y cuando esos hombres se involucren en el reparto de las tareas y el cuidado de las criaturas, porque les permite seguir en el mercado laboral sin interrupciones”, explica la demógrafa. La vieja tortilla se ha dado la vuelta. “Esos hombres pueden ser más atractivos que otros con un nivel superior que obligan a la mujer a llevar la carga del hogar”.

Los hombres (con estudios universitarios) también sienten esa dificultad creciente, entre otras razones, porque como reconocen algunos testimonios tienen pocos alicientes para cambiar su soltería por una relación de pareja de pronóstico desconocido. “Nunca he tenido parejas muy largas porque me he acostumbrado a la soltería; cuando aparece alguien lo sientes casi como una intromisión”, explica Miguel, de 30 años, que admite con humor que en su juventud no concebía salir con una persona que no estuviese en asambleas y “hablase pedante”.

placeholder La ensayista Barbara Ehrenreich. (Alamy)
La ensayista Barbara Ehrenreich. (Alamy)

“Salir con una persona con la que no compartas valores y conocimientos a nivel cultural o aspiraciones, no tiene sentido porque vas a chocar”, reflexiona. “Me parece un problema, pero también es un poco naïf no reconocerlo, ¿no?” Como explican Barbara y John Ehrenreich en Ni arriba ni abajo (Verso Books), el matrimonio y la familia son la herramienta con la que la clase media profesional y universitaria garantiza su supervivencia y la de sus valores. Las parejas siguen conociéndose en el sistema educativo, en el trabajo o en espacios comunes donde sigue influyendo la posición social.

Hay un factor clave que solemos obviar, recuerda Martín García. Somos uno de los países donde los jóvenes más tardan en independizarse, por lo que en el momento en el que empiezan a plantearse tener parejas serias, las expectativas son mucho más elevadas. Además, la demógrafa recuerda que en nuestro país la formación no tiene por qué corresponderse con un nivel socioeconómico más elevado, lo que explica por qué la hipergamia puede ser más común. No hay tanta diferencia entre titulados y no titulados, especialmente en la juventud, cuando el sueldo de un graduado en Formación Profesional puede ser superior al de un recién licenciado.

¿Y ellos qué?

Si hay mujeres con estudios que no encuentran hombres con estudios, también tiene que haber hombres de un nivel socioeconómico más bajo que no sean correspondidos. Como ocurre con ellas pero a la inversa, también resulta difícil encontrar a un varón que admita que en algún momento ha sido rechazado de manera explicita por sus valores o su nivel de estudios. Como el pez que no sabe que vive en una pecera, no es fácil descubrir qué oportunidades no llegaron a mejor puerto por motivos de los que tal vez ni siquiera sus pretendientes eran conscientes.

Muchas personas no se dan cuenta de lo clasistas y racistas que entran en Tinder

El fenómeno del hombre de clase trabajadora (tal vez machista, pero no necesariamente) incapaz de encontrar pareja, ha sido estudiado con cierta frecuencia en EEUU, vinculado a lo incel, pero también empieza a aparecer en países como Finlandia. A la demógrafa le interesa qué puede ocurrir con ese caldo de cultivo de radicalización ante el avance del feminismo.

“En los países nórdicos ya se ha estudiado que los hombres que más dificultades tienen para emparejarse y tener hijos son los menos cualificados, los más conservadores y tradicionales”, explica Martín García. No existe un único mercado del amor, sino muchos, y el problema tal vez se encuentre en que, paradójicamente, estos están cada vez más segmentados. Muchas personas no se dan cuenta de lo clasistas y racistas que son hasta que entran en una aplicación para ligar.

“Cuando he utilizado Tinder o Bumble, siempre he terminado quedando con gente que se parecía mucho a mí, aunque no había caído en ello hasta que me lo has dicho”, reconoce Estefanía, de 36 años. “Supongo que cuando sufres un atracón de perfiles empiezas a fijarte en aquellos detalles que indican que esa persona puede tener más que ver contigo como los gustos musicales o los lugares en los que aparece fotografiada y, claro, si me pongo a pensar, eso tiene que ver también con su nivel socioeconómico o su profesión”.

placeholder Foto: EFE/Quique García.
Foto: EFE/Quique García.

Tampoco es para hacer sonar las alarmas, concluye Martín. Los mercados amorosos tienen que adaptarse para que cada cual pueda encontrar lo que desea y, si no es así, que esté conforme con su decisión. A la demógrafa le parece saludable que la hipergamia haya cambiado de bando, ya que es signo de que los patrones de emparejamiento tradicionales se están rompiendo. “Al final, tanto hombres como mujeres terminan adaptándose a esta situación”, explica. Y adaptarse ya no significa conformarse, sino elegir con mayor libertad.

No es fácil encontrar un tema romántico en el que casi todo el mundo tenga una opinión. No es tan común, además, que esta sea rotunda. Mucho menos es que mujeres y hombres se pongan de acuerdo, aunque su diagnóstico sea en algunos casos casi opuesto. Si ese tema existe, es el de lo complicado que está el mercado amoroso. Parece que nadie encuentra lo que busca o, al menos, que le cuesta mucho más. No es un problema para algunos, cómodos en la soltería.

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