La presidenta del Supremo avisa a Moncloa: "Ningún poder puede dar indicaciones a los jueces"

La progresista Isabel Perelló cumplió las expectativas en su primer discurso como presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Como avanzó esta mañana El Confidencial, sus compañeros confiaban en que aprovechara el acto de apertura del año judicial para reivindicar la independencia de los jueces frente al Gobierno y no defraudó. "Ningún poder del Estado puede dar indicaciones ni instrucciones a los jueces y magistrados", advirtió. "En un Estado democrático y de derecho nadie está por encima de la ley".

Perelló hizo "un llamamiento a las diferentes fuerzas políticas y a los poderes del Estado" para exigirles que "respeten el trabajo que los jueces y magistrados realizan". También avisó a Moncloa de que el poder judicial tiene blindada su independencia en la Constitución, y destacó la necesidad de defenderla ante "posibles injerencias externas". Ante los frecuentes ataques lanzados en la última etapa contra los magistrados, ella marcó las líneas rojas; "Las críticas y discrepancias nada tienen que ver con la descalificación o el insulto".

La nueva presidenta no dejó polémica sin mencionar. En su discurso se veía el patente malestar que ha ido extendiéndose por la carrera en la última etapa. Si la apertura del año judicial del año pasado se vio marcada por las negociaciones del Gobierno con Carles Puigdemont y la ley de amnistía, la de este llegó el turno de las consecuencias. Las acusaciones de lawfare y los ataques al Supremo colocan a Perelló en el centro de una crisis institucional sin precedentes, pero este jueves no dudó en dar un paso al frente para defender a sus compañeros.

"Las posibles irregularidades que pudieran producirse en el ejercicio de la función jurisdiccional tienen sus propios mecanismos de corrección a través de las vías de impugnación previstas en las leyes procesales", recordó. "Este llamamiento no significa que debamos ser inmunes a la crítica, que, precisamente, nos ayuda a mejorar; pero sí apela a la necesidad de evitar ataques injustificados, que pueden llegar a socavar la legitimidad y la reputación de la Administración de Justicia o de sus integrantes".

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Perelló también puso el acento en la importante labor de las mujeres en la Justicia y reivindicó que su designación como primera mujer que ocupa el cargo "es un paso más en el paulatino proceso de reconocimiento de su labor". La presidenta del CGPJ quiso enviar su reconocimiento y agradecimiento a todas aquellas que han luchado por la igualdad y por "acabar con la inmerecida invisibilidad".

Tampoco faltaron las buenas palabras por la renovación del CGPJ después de cinco años en funciones: "Es una gran satisfacción constatar ye finalmente se ha alcanzado un acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, lo que nos permite mirar al futuro con renovada esperanza", destacó ante Felipe VI y el ministro de Justicia, Félix Bolaños.

Se refirió además al importante papel que el CGPJ tiene por delante, y reivindicó el nombramiento de los futuros cargos para la cúpula judicial, más de cien, por mérito y capacidad. "Tenemos la obligación de garantizar que el sistema de selección de magistrados nos lleve a la elección de los mejores profesionales". Una vez dejado claro cuál sera su criterio, incidió en el otro "gran reto" al que se enfrenta el órgano que dirigirá a partir de ahor: "Defender la independencia judicial, piedra angular de nuestro Estado de Derecho. Es una de las funciones que el Consejo General del Poder Judicial debe desempeñar".

Perelló tuvo que prepararse este discurso en apenas 48 horas. Su nombramiento salió adelante el pasado martes después de que los vocales conservadores del CGPJ apoyaran su candidatura de forma unánime con un claro objetivo: evitar a toda costa la designación de las también progresistas Pilar Teso o Ana Ferrer, etiquetadas por estos vocales como aquellas que el ministro Félix Bolaños deseaba para el cargo. El discurso de Perelló de este jueves se erigía como la primera prueba de fuego para probar que no se equivocaban.