La inmigración que viene del Sahel o cómo huir de una región que sufre varios 11-M al año
Burkina Faso y Mali fueron los países del mundo más sacudidos por el yihadismo en 2023 y sumaron juntos 4.655 víctimas. Nigeria fue el cuarto, con 623 asesinados
Los países africanos del Sahel conviven cada año con atentados yihadistas que solo en número de víctimas equivaldrían a varios ataques como el que sufrió Madrid el 11 de marzo de 2004, con 192 fallecidos. La violencia terrorista se ha sumado con fuerza a los factores que empujan a los ciudadanos de esa región de África a migrar en busca de oportunidades en Europa o simplemente para que no les maten. Burkina Faso fue en 2023 el país con más muertos por ataques yihadistas, con 666 atentados y 2.916 víctimas. Le sigue Mali, con 413 acciones terroristas y 1.739 asesinados. Del top diez de los países más sacudidos por esta lacra, cuatro de ellos son del Sahel, un avispero que afecta de lleno a España.
Según los datos del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), avalados por el Ministerio del Interior, es necesario remontarse al puesto número 27 de la lista para encontrar el primer país europeo en cifras de muertos por atentados yihadistas. Se trata de Francia, con dos. Por delante hay 16 países africanos. España está en el puesto 29, con un muerto en Algeciras, por detrás de Mauritania, a donde ha viajado esta semana el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para abordar el problema migratorio.
Solo Burkina Faso y Mali concentraron en 2023 el 49% de los asesinados por yihadismo de todo mundo. La mitad en solo dos naciones del planeta. Son casi diez puntos más que en 2022, lo que ayuda a medir la evolución que experimenta esa zona y las pocas perspectivas de solución a corto plazo. Este miércoles rescataban en Canarias un nuevo cayuco a la deriva con 120 personas que había salido de Mauritania. Se cree que sus tripulantes proceden de Mali.
El Sahel es un territorio que cruza el continente de este a oeste al sur del desierto y que se extiende por una decena de países: Mauritania, Mali, Níger, Burkina Faso, Nigeria, Senegal, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía. Esta parte del mundo se ha convertido en objeto de deseo para grupos terroristas y potencias internacionales como China y Rusia, que aprovechan el vacío dejado por Occidente. Las dos grandes marcas terroristas, Al Qaeda y Estado Islámico libran un enfrentamiento desde hace años por la hegemonía del yihadismo mundial a través de sus marcas afines y filiales.
Tanto JNIM (Al Qaeda) como IS-Sahel (Estado Islámico) son responsables de cinco de las acciones terroristas con mayor número de víctimas mortales del mundo en 2023. Cuatro de ellas fueron obra de la rama territorial de Al Qaeda y tres fueron en Burkina Faso. Estos grupos terroristas adaptan su agenda a las coyunturas locales que vive cada región. Por eso no es raro encontrar alianzas de estas ‘multinacionales’ del yihadismo con pequeños grupos autóctonos que tienen intereses muy concretos.
Los datos de julio de 2024
A lo largo del mes de julio se ha producido al menos un atentado de inspiración yihadista que se ha saldado con la muerte al menos de una persona en un total de 16 países del mundo. De ellos, nueve son países africanos y seis están ubicados en torno al Sahel: Mali, Burkina Faso, Benín, Malí, Níger, Nigeria. Lo que sucede es que en esos países el atentado casi nunca provoca solo un muerto.
Mali, 1 de julio, incursión en un poblado por parte de miembros de JNIM, una filial de Al Qaeda, 20 civiles asesinados. Níger, 5 de julio, incursión de Estado Islámico en el Sahel en un poblado, otros 4 civiles asesinados. Níger, 8 de julio, un artefacto explosivo de JNIM mata a 14 agentes de policía. Burkina Faso, 12 de julio, otra incursión de JNIM en otro poblado, otros 21 civiles muertos… así hasta completar uno de los doce meses que tiene el año. En cuestión de días, el yihadismo se cobra decenas de víctimas, en su mayoría civiles. Otros muchos son secuestrados y rara vez liberados.
Burkina Faso terminó julio con 352 muertos a causa de la violencia terrorista. Con todo, fue un mes mejor que junio, que registro más del doble de asesinados, con 725. Mali firmó un mes de julio con 154 fallecidos, más del doble que el anterior. En Níger terminaron el mes con 110. En Nigeria hubo 48 asesinados, en Benín hubo 13 y celebra un retroceso en las cifras. El último atentado yihadista en España fue en Algeciras hace un año y medio. Murió una persona y fue portada en todos los medios de comunicación. Este domingo, los yihadistas acabaron con la vida de un centenar de personas en Burkina Faso en un solo ataque terrorista. La noticia quedó sepultada bajo otras urgencias informativas o conflictos como el de Ucrania y Gaza.
Hay que remontarse siete años, al verano de 2017, para encontrar en España un ataque terrorista múltiple. Fue el de Barcelona y Cambrils, que ocasionó 16 víctimas mortales. Para hallar cifras de muertos como las que acostumbran a manejar las sociedades de los países del Sahel, solo es comparable el atentado del 11-M en Madrid del que este marzo se han cumplido veinte años. En aquella ocasión los terroristas mataron a 192 personas en la capital y provocó un trauma en la sociedad española que de algún modo sigue sin cicatrizar.
Basta analizar una semana concreta de este mes de julio en una región determinada del Sahel como, por ejemplo, el norte de Mali para calibrar la magnitud del problema. El país africano cuenta con la presencia de rebeldes independentistas en una región que ellos llaman Azawad, junto a la frontera con Argelia. Están armados y su enemigo son el ejército regular maliense y también los mercenarios rusos del Grupo Wagner, financiados por el Kremlin para ganar influencia en la zona.
Mercenarios rusos
El pasado 22 de julio, mientras el mundo se preparaba para el inicio de los Juegos Olímpicos de París, hubo una incursión militar en In-Afarak, en la región de Kidal, a unos 1.300 kilómetros al noroeste de la capital Bamako. Fue un fracaso por la presencia en la zona de los rebeldes independentistas organizados bajo las siglas CSP-DPA (Marco Estratégico para la Defensa del Pueblo del Azawad).
Pero ese mismo día, los mercenarios rusos se desplazaron hasta Boughessa, que es una aldea en la misma región de Kidal habitada por tribus de nobles tuaregs que reciben el nombre de ifoghas. También hay leales a un individuo llamado Iyad Ag Ghaly, que tiene 70 años y a finales de los ochenta fundó un movimiento para la independencia de Azawad (norte de Mali). Su movimiento evolucionó y hoy son una coalición yihadista afín a Al Qaeda. Era de esperar que esa localidad fuera refugio de combatientes independentistas y que los de Wagner no serían bien recibidos. Estos enfrentamientos provocaron un éxodo de población civil que trató de escapar a Argelia sin éxito porque militares del país árabe cerraron el paso.
Tres días después, el Grupo Wagner experimentó otra derrota clara en Tinzawatèn, también en Kidal. Los rebeldes e independentistas se impusieron con rotundidad a los rusos, que lo pagaron con bajas y con la pérdida de varios vehículos blindados. En su retirada hacia Tadelhok y Kidal se encontraron con JNIM (yihadistas) por el camino. No quedó ningún superviviente. Todo esto en apenas unos días. La situación se ve agravada por la proliferación de grupos, filiales y escisiones yihadistas. Riegan la zona de una amalgama de siglas con intereses muchas veces enfrentados, lo que incrementa los índices de violencia para controlar el territorio.
Por su parte, los mercenarios rusos en muchos casos ayudan a los regímenes locales a resolver sus problemas internos. Usan métodos mucho más expeditivos y menos ortodoxos que las misiones de paz de los países europeos, cuya presencia es cada vez más testimonial. También hace menos preguntas y no se preocupan porque sus anfitriones respeten unos mínimos estándares democráticos en la gestión de sus países. Según las fuentes locales, las autoridades de esos países permiten a cambio a los mercenarios rusos que se lucren explotando sus recursos naturales.
Fuentes conocedoras del terreno apuntan a que muchas veces los líderes africanos prefieren a los rusos que a los europeos porque hacen menos preguntas. Pero la presencia de Wagner en África, lejos de pacificar la zona o generar estabilidad, abunda en el temor de las poblaciones del Sahel porque sus métodos no difieren de los que emplean los yihadistas.
Francia venía desempeñando un papel de liderazgo militar en la región, pero en 2022 sus efectivos se retiraron de Mali y un año después se marcharon también de Burkina Faso y Níger. La Unión Europea ahora centra sus esfuerzos en contener este avispero, no desde dentro, sino desde la periferia, especialmente en el Golfo de Guinea y Chad.
Los países africanos del Sahel conviven cada año con atentados yihadistas que solo en número de víctimas equivaldrían a varios ataques como el que sufrió Madrid el 11 de marzo de 2004, con 192 fallecidos. La violencia terrorista se ha sumado con fuerza a los factores que empujan a los ciudadanos de esa región de África a migrar en busca de oportunidades en Europa o simplemente para que no les maten. Burkina Faso fue en 2023 el país con más muertos por ataques yihadistas, con 666 atentados y 2.916 víctimas. Le sigue Mali, con 413 acciones terroristas y 1.739 asesinados. Del top diez de los países más sacudidos por esta lacra, cuatro de ellos son del Sahel, un avispero que afecta de lleno a España.
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