El 'boom' del turismo de interior: cada vez más españoles prefieren pasar el verano junto al río
¿Dónde veranearon tus vecinos los dos últimos veranos? Los datos recogidos evidencian que la costa continúa liderando el 'ranking', pero que el turismo de interior no para de crecer. Y ojo, la renta también influye en el destino
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Hace ya años que España es un país turístico por excelencia y, aunque acostumbramos a centrar el foco de atención en aquellos británicos y alemanes que vienen a bañarse en nuestras playas, la población autóctona tampoco rechaza la idea de pasar las vacaciones en Alicante, Murcia, Málaga o Cádiz. En el país del jamón y el aceite de oliva, donde todo se apuesta al sector terciario en el verano, la costa sigue siendo el principal atractivo. Sin embargo, cada vez son más los que deciden refugiarse en el interior peninsular.
Pedro López, un madrileño de 29 años, hace tiempo que dejó de esforzarse en fingir que le gustaba la playa: "Está llena de gente, es todo más caro, hace muchísimo calor y me aburre soberanamente. Vale, te bañas un rato, ¿y luego qué?", explica a este periódico. "Yo llevo un tiempo yendo a un pueblo de Cuenca porque el agua de las piscinas naturales está más fría, hay árboles que dan sombra y me gasto menos dinero".
López no es el único que encuentra en la serranía conquense el paraíso estival, sino uno de los 7.143 madrileños que se refugiaron allí en julio del año pasado. La tendencia es al alza: la Agrupación de Hoteleros de Cuenca publicó hace escasos días que solo en lo que llevamos de año ya se han superado los números del ejercicio anterior.
El fervor por la serranía, las pozas, ríos y los paseos de montaña va cogiendo carrerilla. Y este auge contrasta con el visitante tipo que veraneaba en las zonas de interior hasta hace apenas dos años. Tradicionalmente, el desplazamiento a la España rural en verano estaba protagonizado por aquellos que volvían al pueblo. Es decir, residentes de grandes ciudades que abandonaron su localidad natal para buscar más oportunidades laborales. La práctica, extendida en el tiempo, se contagió a las nuevas generaciones: los hijos y nietos de los migrantes que también sienten el pueblo como suyo. La postal actual, en cambio, es muy distinta. Quienes buscan darse un chapuzón en el río ya no tienen un vínculo relacional con el destino.
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Este periódico ha analizado a dónde van y de dónde vienen los veraneantes españoles durante los meses estivales de 2023 y 2024. En este mapa, podrá consultar el origen de los turistas de su localidad y el destino de descanso de sus vecinos durante julio y agosto.
Además, y echando un vistazo a la variación del número de turistas por municipio —y en relación con los datos del año pasado—, los diez primeros de la lista se ubican alejados del mar. La Portella, en Lleida, lidera el ranking; una localidad conocida por su oferta de casas rurales y rutas de senderismo. Le siguen Algerri, en la misma provincia, y Horcajo de la Sierra y Campo Real, en la Comunidad de Madrid.
No solo eso. También se ha estudiado la variación de la renta de los turistas en función del destino que elijan. En cuanto al turismo de interior, por ejemplo, los núcleos familiares con rentas más bajas han preferido desplazarse hasta municipios de las provincias de Jaén, Málaga y Valencia. En cambio, aquellos que gozan de mayor poder adquisitivo optaron por pueblos de Cáceres, Guadalajara y Toledo. Según la variación de los dos últimos veranos, en esta zona del país se ha incrementado levemente el perfil de turismo de renta baja y media.
Este incremento ha provocado que varias regiones sin playa apuesten por explotar la naturaleza que les rodea. En el mes de noviembre, Cáceres acogerá el I Congreso Mundial de Turismo de Interior, patrocinado por la Junta de Extremadura, el Ayuntamiento del municipio y la Diputación Provincial y organizado por la Asociación Ibérica de Turismo de Interior. "No somos ni españoles ni portugueses, somos ibéricos", reseña Miguel Martín, su presidente, a este diario.
Desde su punto de vista, el turismo sin playa creció tan desorbitadamente en tan poco tiempo que la planificación fue escasa: "No se preguntó a la gente qué esperaba encontrar", reseña. De ahí la idea de organizar un congreso mundial con expertos, empresas públicas y promotores privados. "Tenemos que potenciar todos los recursos. Por ejemplo, a veces me preguntan por qué hacer el Congreso en Cáceres y no en Madrid… la respuesta es que en Cáceres también se puede. No es necesario irse a una gran ciudad para ello".
Entender la monumental implosión del turismo en España —rural, interior, costero, religioso…— es complejo. Felio José Bauzá Martorell, presidente de la Asociación Española de Expertos Científicos en Turismo (AECIT) y catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de las Islas Baleares, matiza que el fenómeno se produjo justo después de la pandemia, pero que esta no la única causa determinante: "Hay muchos factores. Por un lado, se han abaratado los costes del transporte y la gente tiene ahora más tiempo libre que hace décadas. Esa cultura del ahorro de hace 20 o 30 años no se practica tanto", señala el experto. Y reconoce que el turismo de interior "goza de muy buena salud en España".
No obstante, también reflexiona sobre los porcentajes que no suelen aparecer en las estadísticas. "Los extranjeros que han comprado viviendas en la costa valenciana, andaluza y Baleares, por ejemplo, no suelen reflejarse en los datos. Esos también consumen agua, no pagan impuestos de tasa turística, generan residuos y alquilan vehículos". Es el problema de los alquileres, en general, lo que ha desatado un hartazgo generalizado de las costas más masificadas de España. Canarias, Baleares y Málaga ya han salido a manifestarse para tratar de frenar la escala de visitantes a sus hogares.
Todo esto ya lo predijo el profesor canadiense Victor Doxey hace 50 años, quien diseñó el índice de irritabilidad turística: "Al principio, en territorios con baja actividad, la llegada del turismo es motivo de alegría. Con el tiempo, esta se transforma en cansancio. Y después, en rechazo", continúa el experto. El gran reto del futuro cercano es encontrar la conciliación entre visitantes y residentes. La subida del nivel de vida, normalmente, se produce cuando el veraneante cuenta con mayor poder adquisitivo que el vecino habitual. Pero todas las burbujas terminan por explotar.
Por ejemplo, si nos fijamos en la evolución de la renta de los viajeros, la tendencia del archipiélago balear y canario es a la baja. Hay un mayor crecimiento de visitantes con un poder adquisitivo medio-bajo que al revés. También se percibe un ligero descenso en la presión humana de las islas. ¿Dónde viajan ahora los ricos españoles? Los datos señalan al norte peninsular como su lugar favorito.
Bauzá Martorell vive en Baleares: "Como ciudadano, sí he percibido un leve descenso en la masificación, pero es pronto para sacar conclusiones. Hasta el mes de mayo, en la región se hablaba de un índice de un millón ochocientas personas. Es una cifra muy elevada, sobre todo para un territorio insular que es más frágil y vulnerable". Ahora, la tarea de las administraciones es jugar al siete y medio. "Lo difícil es encontrar ese punto a la mitad", continúa el experto en relación con la búsqueda de la armonía entre el turismo y el residente.
Por otro lado, la costa norte del país vive ahora su máximo esplendor. Es más que probable que alguien de su círculo cercano haya decidido este verano viajar al fresquito. La subida exponencial de las temperaturas a consecuencia del cambio climático sitúan a las regiones de Galicia, Asturias o Cantabria como un refugio climático ideal. Los visitantes de estos lugares provienen de provincias limítrofes, como Valladolid o León, y de la capital. Son pocos los andaluces que cambian sus playas de Cádiz por el cantábrico de San Vicente de la Barquera, y viceversa.
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Apenas hay gallegos pasando el agosto en Sanlúcar de Barrameda, Rota o Mojácar. Los datos reflejan que la mayoría termina veraneando en un lugar cerca de casa.
En cualquier caso, y además de la responsabilidad de la administración, Bauzá Martorell también confía en la autorregulación del fenómeno. Si un turista ha decidido ir a pasar el verano a Mallorca y se ha visto saturado por la multitud, no volverá el año que viene.
Hace ya años que España es un país turístico por excelencia y, aunque acostumbramos a centrar el foco de atención en aquellos británicos y alemanes que vienen a bañarse en nuestras playas, la población autóctona tampoco rechaza la idea de pasar las vacaciones en Alicante, Murcia, Málaga o Cádiz. En el país del jamón y el aceite de oliva, donde todo se apuesta al sector terciario en el verano, la costa sigue siendo el principal atractivo. Sin embargo, cada vez son más los que deciden refugiarse en el interior peninsular.