"Espacio sin fodechinchos": rebelión gallega contra los turistas madrileños "un poco tontos"
Cada vez más gallegos utilizan el término que describe a los visitantes maleducados. Los últimos, un bar que ha cerrado sus puertas hasta que amaine la tormenta de "mesetarios"
En verano, hasta los bares se viralizan. Esta semana le ha tocado por méritos propios al Puerto Marina Bar en Mera (en el municipio coruñés de Oleiros), al que primero la prensa local y después la nacional ha dedicado artículos por su decisión de cerrar sus puertas hasta después del puente de agosto, asediados por “la prepotencia que atesora esta gente”. “Ante la inminente llegada del puente del 15 de agosto, donde si cae una bomba en Mera quedan sin tontos en la meseta, hemos decidido cerrar Puerto Martina Bar entre las fechas 12 y 19 de agosto”, explicaban. ¿Quién es “esta gente”? Los fodechinchos.
¿Qué es un fodechinchos? Según el bar, alguien que pide “dos ron-colas y cuatro vasos”, “unas olivas para acompañar” o un pincho de tortilla con el café. Alguien sospechosamente acostumbrado a que le pongan tapas con la consumición. En otra publicación de Facebook, el bar reproducía varios carteles con mensajes como “está vostede entrando nun espazo libre de fodechinchos” / “you are entering a sector free of fodechinchos”. “¡Marchamos hasta el 19 a ver si mejora esto!”, añadían.
“Fodechinchos” se puede traducir al castellano como “jodechinchos”, “follachinchos” o “robachinchos”. Según recoge La Voz de Galicia, la RAG (Real Academia Gallega) localiza la popularización del término en las rías de Vigo, años setenta, cuando explotó el turismo en la región. El “chincho” es un jurel pequeño, asequible y popular, que suele consumirse en verano. El fodechinchos sería el turista que, después de haber sido obsequiado con una bolsa de estos jureles de forma altruista, volvería una y otra vez a recibir su correspondiente remesa de chinchos.
“Un chincho es un pescadito muy barato frito y muy rico que los madrileños se pueden comer a puñados, de ahí la expresión”, añade Ainhoa Rebolledo, escritora gallega afincada en Villaverde, que localiza geográficamente lo fodechincho en Madrid, pero un Madrid entendido de forma muy laxa e irónica. “Un fodechinchos es típicamente un madrileño (un madrileño es toda aquella persona que provenga más allá de A Gudiña; puede ser de Astorga, de La Rioja, de Guadalajara o Murcia)”.
"Las mínimas reglas de convivencia no se le aplican a él porque está por encima"
Los picos de búsquedas en Google de la palabra son reveladores. Suelen repuntar en Semana Santa, momento en el que gran parte de españoles se desplazan a Galicia y, sobre todo, en verano. El momento en el que más se ha buscado el término durante estos últimos cinco años fue en la semana del 7 al 13 de agosto de 2022, al menos hasta la actual, que ha batido todos los registros. La mayor parte del interés proviene de Galicia, seguida a mucha distancia por Cantabria, Asturias, Castilla y León y la Comunidad de Madrid. “Es el tema de conversación recurrente en la oficina”, comenta otra gallega a este periódico.
Cada comunidad, e incluso región, tiene sus propias variantes para calificar al extranjero maleducado en busca de aquello de lo que carece en su propia tierra. Como explica Rebolledo, el “invadeplayas” es el orensano (provincia sin playa) que visita las costas gallegas. El equivalente cántabro de los fodechinchos son los papardos. En País Vasco y Navarra suelen utilizarse “robasetas” (vascos recogiendo los productos micológicos del monte navarro) y “meaplayas” (navarros ocupando la costa vasca). No hay región sin su rencilla vecinal.
“Para mí un fodechinchos es un turista que se comporta en su destino de vacaciones como no lo haría en su lugar de origen porque considera que ese lugar es inferior y sus habitantes, subalternos o, como mucho, un decorado pintoresco”, explica Uxía T., otra vecina gallega. “Las mínimas reglas de convivencia no se le aplican a él porque está por encima de ellas. Se siente con derecho a pintar su nombre con rotulador en el patrimonio monumental, baja por una calle peatonal en bicicleta a toda velocidad por la que pasean muchos niños, etc., y se enfadan cuando se lo recriminas”. Algo que ocurre en todas partes pero a lo que en Galicia le dieron un nombre.
"Buscan la 'real thing' pero son gilipollas"
Hay versiones alternativas que difieren levemente, como sugiere A.C., otra vecina gallega, que señala que el término alude más bien a la fascinación que sentían los visitantes madrileños por el pescado más corriente de las rías. “Proviene de cuando en los setenta se popularizó el turismo en las Rías Baixas y los xurelos se acababan o subían mucho de precio porque los madrileños los compraban como si fueran una cosa excepcional cuando aquí casi los regalan”, señala. La traducción sería algo así como “un turista un poco tonto”. “Es una palabra un poco rara en su sentido, pero sería algo así como ‘turistas que van de que buscan la real thing y en realidad son gilipollas’”.
En X (anteriormente Twitter), la cuenta Fodechinchos en Galiza recoge algunos de los grandes hitos de la vida de los visitantes foráneos. Hay ejemplos para dar y tomar: el que pide que alguien haga algo para quitar la niebla que rodea la torre de Hércules; el que dice que Pontevedra carece de encanto (pero “la catedral da gusto verla”) o el que intenta bajar en coche a ver Fervenza do Toxa, una de las cascadas más altas de España. “Odiar a Madrid é un deber patriótico”, señalan en un tuit.
"El típico caso de fodechincho es el que desconoce las mareas"
Los dos grandes ejes de la actividad del fodechinchos, a juzgar por estos relatos, son la hostelería y la automoción. Abundan los incidentes relacionados con los coches, sobre todo los que se lleva la marea cuando sube. “El típico caso de fodechincho es el que desconoce las mareas”, explica Rebolledo. “Todos los mares y océanos tienen mareas. Lo que pasa es que en el Mediterráneo cambia 20 centímetros y en las rías cambia la marea metros. Total, que un clásico fodechincho es al que se le hunde el coche”.
Los atascos, las dificultades para aparcar y los accidentes son el signo más visible de la invasión estival de los fodechinchos. “Para mí un fodechinchos es por ejemplo el típico madrileño que quiere llegar en coche hasta el centro del pueblo y aparcar el coche en medio, aunque sea interrumpiendo la circulación”, añade. “Si el madrileño tiene que estar 45 minutos en un atasco para no tener que caminar diez minutos, pues eso es un fodechincho”.
Quién necesita a un fodechinchos
Más allá de las cuentas de humor en redes sociales, la actitud hacia el fodechinchos no deja de ser ambivalente, como el chiste que suena muy divertido entre tu grupo de amigos pero que te deja un poco mal cuando se escucha en otro contexto. “En mi opinión, Galicia también se ha beneficiado de los fodechinchos”, añade Rebolledo. “Antes, por ejemplo, en Santiago de Compostela la Rúa do Franco estaba llena de restaurantes de mierda que estafaban a los turistas. Ahora con Google Maps y TripAdvisor han tenido que subir la calidad y hay muchos restaurantes buenos en la Rúa do Franco”.
ESPECIMEN SUELTO
— Fodechinchos en Galiza (@FodechinchosG) August 1, 2024
Mucho cuidado, existe un especimen suelto que roba marisco, grita mucho, le molesta q estea todo en gallego, suele ser un cateto con simbología de España y dice que Madrid es la mejor aunque escape de ella siempre que pueda
Odiar a Madrid é un deber patriótico pic.twitter.com/ORXTdSc0JV
El debate ha saltado a los medios de comunicación gallegos. Hace un par de semanas, María Hermida, columnista de La Voz de Galicia, pedía “respeto para los fodechinchos” en un artículo que aludía a las bromas sobre turistas cuyos coches habían sido engullidos por la marea. “Un chiste viral en el escupidero de las redes sociales, vale. Dos, también. Tres ya cheiran. Y siete tazas de retranca juntas, aderezadas con insultos al conductor y su familia, directamente, son borrachera”, lamentaba la autora.
Por su parte, Marta Otero analizaba el fenómeno en Revista Luzes desde la perspectiva de clase, preguntándose si en el fondo no se trata de una manifestación de un clasismo que prefiere que sus turistas vengan de la Castellana que de Leganés. “Observamos a los que vienen de fuera como invasores, como si fuéramos nativos del último pueblo de la Patagonia con sus tradiciones intactas y ancestrales amenazadas por el extranjero, en lugar de un pueblo que reproduce en casas ajenas las mismas formas de proceder que censura”, escribe la periodista.
“Como si nunca nos hubiéramos alojado en uno de esos albergues baratos que contribuyen a la gentrificación de los barrios populares de las ciudades europeas”, añade. “Como si nunca hubiéramos formado parte de uno de esos free tours que tanto molestan a los nativos o si no hubiésemos sido inquilinos de un Airbnb como los que están arruinando nuestros vecindarios”, añade. La clase obrera iba a Benidorm, pero ahora también a O Grove, Combarro o Santiago de Compostela.
"Los fodechinchos mal, pero los empresarios y caseros que se lucran con ellos, peor"
“En Galicia no hemos sabido todavía articular un discurso o una estrategia contra un modelo turístico en ocasiones destructivo para la vida en ciertos centros urbanos sin caer en esa postura clasista de arremeter contra el turismo de masas, y por ende el económicamente asequible”, añade la periodista a El Confidencial. “Yo soy defensora de la democratización del turismo porque creo que es bueno que el derecho al descanso y al disfrute sea asequible para la clase trabajadora, pero sí es cierto que en Galicia hay una ausencia total de políticas públicas efectivas para paliar estos efectos destructivos (control de las viviendas de uso turístico, por ejemplo, que están reventando el mercado de alquiler en las zonas de costa), lo que nos ha llevado a adoptar esta postura hostil contra el visitante”.
“Lo último no es culpa de los turistas, sino de los dueños de los inmuebles de la ciudad, es cada vez más difícil encontrar pisos decentes en alquiler porque prefieren ponerlos en Airbnb”, añade Uxía. “Los fodechinchos mal, pero los empresarios y los caseros que se lucran con ellos a costa de la vida del resto de sus vecinos, peor”. En definitiva, todos podemos ser el fodechinchos de alguien, y la democratización del turismo ha provocado que más personas puedan serlo, aunque a menudo el término se refiera a los turistas de clases más altas. “La mofa al turista se concentra entera en el término fodechincho”, concluía Hermida. “Claro que hay veraneantes de la cofradía de la virgen del puño y cansinos. Pero los hay de Madrid y de Coristanco. Que la tontería siempre anda repartida”.
En verano, hasta los bares se viralizan. Esta semana le ha tocado por méritos propios al Puerto Marina Bar en Mera (en el municipio coruñés de Oleiros), al que primero la prensa local y después la nacional ha dedicado artículos por su decisión de cerrar sus puertas hasta después del puente de agosto, asediados por “la prepotencia que atesora esta gente”. “Ante la inminente llegada del puente del 15 de agosto, donde si cae una bomba en Mera quedan sin tontos en la meseta, hemos decidido cerrar Puerto Martina Bar entre las fechas 12 y 19 de agosto”, explicaban. ¿Quién es “esta gente”? Los fodechinchos.
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