De Pedralbes a la Generalitat de Cataluña: Sánchez logra el botín que ha codiciado ocho años en soledad
El presidente impulsó en 2018 la política de distensión sin que nadie en el Partido Socialista, ni siquiera en el PSC, tuvieran confianza en su éxito. Ha tenido siempre un convencimiento personal de que sólo él podía lograrlo
En tiempos en los que abundan los manuales para alcanzar la felicidad es común encontrar la recomendación de aprovechar cualquier oportunidad para una celebración. Pedro Sánchez ha tenido esta semana una ocasión espléndida para seguir este consejo. Durante años, solo él ha creído que era posible reconducir la situación política en Cataluña y pasar página a la fase independentista. El jueves Salvador Illa fue investido presidente de la Generalitat.
Fructifica así su política, avalada ya por las urnas en las elecciones catalanes del pasado 12 de mayo. Ha sido la apuesta más arriesgada que ha realizado hasta ahora, a falta de conocer los detalles de un futuro concierto económico catalán y su plan sobre una nueva financiación autonómica. En absoluta soledad, impulsó en 2018 un proceso de diálogo con la Generalitat, que está en la génesis del triunfo de Illa. Hacía apenas seis meses que había llegado a la presidencia del Gobierno, gracias a la moción de censura contra Mariano Rajoy, y entonces ni en el PSC confiaban en el camino que iba a emprender Sánchez.
Las relaciones del socialismo catalán con los dos partidos independentistas, Junts (en aquel momento PDeCAT) y ERC, eran muy malas, de honda desconfianza. Pero, en contra del escepticismo de sus propios compañeros en Cataluña, él estaba "convencido" de que podía solucionar el conflicto catalán. Tenía una seguridad totalmente íntima, "personal". Aunque en aquellos tiempos ya le apremiaba el voto en el Congreso de estas dos formaciones para aprobar unos presupuestos, Sánchez se veía a sí mismo como la única persona capaz de resolverlo. Esa percepción ha permanecido intacta todos estos años.
Quienes le han acompañado este tiempo sostienen que siempre tuvo la "idea maestra", de que debía abrirse un diálogo con Cataluña. Y que su política de pactos, la anterior legislatura dependió de ERC y esta de Junts, ha sido una "adaptación" constante a una aritmética parlamentaria muy complicada. No todo ha sido necesidad, defienden, también convicción, aunque hace poco más de un año todo el Gobierno viera inconstitucional la amnistía y el PSOE haya acabado aprobándola en el Congreso.
La Declaración de Pedralbes, suscrita el 20 de diciembre de 2018 en Barcelona entre el Gobierno y la Generalitat, fue la primera vez que esa voluntad de diálogo de Sánchez se plasmó en un documento. Quim Torrá, elegido como sucesor de Carles Puigdemont, tras fracasar los intentos de que él fuera investido aunque se encontraba ya fugado en Bélgica, era el presidente de la Generalitat y Pere Aragonès, el vicepresidente.
Ya era constatable el fracaso de la vía unilateral y dirigentes de los dos partidos se encontraban en prisión preventiva o huidos de la justicia. Lo que apreciaba entonces el PSC es que ni Junts ni ERC abandonaban aún el sueño secesionista, ante el temor de ser considerados unos traidores. Nadie tenía garantías de que lo hicieran.
Pedralbes fue una cita polémica que puso muy nervioso al PSOE, todavía en shock tras perder dos semanas antes Andalucía. Los independentistas contribuyeron con algunas extravagancias. La Generalitat quería una cumbre entre dos gobiernos de igual a igual y como eso no fructificó, a la cita entre Sánchez y Torra se añadió una reunión paralela entre vicepresidentes y un ministro por cada parte, para que lo pareciera. No se celebró en el Palau para esquivar el lazo amarillo de la fachada, pero los servicios de protocolo catalanes colaron una maceta con flores de Pascua de este color en el último momento para que aparecieran en las fotos.
El ambiente en la calle era muy distinto al que este jueves se vivió en Barcelona, donde apenas unos miles de personas (entre 3.000 y 4.500, según distintos cálculos) acudieron a escuchar a Carles Puigdemont antes de que se fugara por segunda vez. Ese día los únicos incidentes los provocaron los Mossos, con cortes de tráfico para intentar localizarlo. En diciembre de 2008 la ciudad tuvo que ser blindada, porque al día siguiente del encuentro en Pedralbes el Consejo de Ministros se reunió en la Llotja de Mar. El edificio se tuvo que acordonar y hubo un fuerte dispositivo de seguridad, pero en distintos puntos los antidisturbios tuvieron que actuar. Lo peor llegaría un año después, tras la sentencia del procés con días y días de batalla campal.
Pedralbes fue una cita polémica que puso muy nervioso al PSOE, todavía en 'shock' tras perder dos semanas antes Andalucía
Pedralbes quedó en nada porque el diálogo no avanzó. Torra no tenía ningún interés y las conversaciones con ERC encallaron en la figura del relator. Los republicanos respondieron con la presentación de una enmienda a la totalidad de los presupuestos y el presidente perdió su mayoría parlamentaria y convocó elecciones. Después fueron la llave de su primera investidura. Junts lo ha sido de la segunda. Las dos formaciones arrancaron a Sánchez sendas mesas de negociación con mediación internacional —el relator—, concebidas para buscar una salida política a las veleidades independentistas.
Las dudas sobre la política desplegada por Sánchez persisten en el PSOE. Aminoraron cuando en las últimas elecciones generales logró un millón de votos más, después de casi cuatro años en manos de ERC, de aprobar los indultos, eliminar el delito de sedición y reformar la malversación. Y se retomaron con la concesión de la amnistía.
Pero Cataluña ha apoyado su aprobación y ha sido posible el pacto entre el PSC y ERC, que devuelve a los socialistas a la Generalitat. Aun así, el balance definitivo a nivel nacional está por escribir. La convivencia con Junts con el Congreso, de quien depende ahora la mayoría parlamentaria del Gobierno, es una permanente tortura. Y Sánchez ha añadido un nuevo test de estrés a su presidencia con una financiación singular para Cataluña, que dinamita el sistema.
Los libros de autoayuda suelen también sugerir que lo mejor es disfrutar del momento y no sufrir de antemano por lo que aún no ha ocurrido. La Moncloa lo está cumpliendo a rajatabla. En plenas vacaciones nadie se quiere poner a pensar como reaccionará Junts, a pesar de que ya avisa de una revisión del pacto con los socialistas. Lo único relevante estos días es que Illa ha tomado posesión como presidente de la Generalitat.
En tiempos en los que abundan los manuales para alcanzar la felicidad es común encontrar la recomendación de aprovechar cualquier oportunidad para una celebración. Pedro Sánchez ha tenido esta semana una ocasión espléndida para seguir este consejo. Durante años, solo él ha creído que era posible reconducir la situación política en Cataluña y pasar página a la fase independentista. El jueves Salvador Illa fue investido presidente de la Generalitat.