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Un paleto en la Moncloa: Vacío, Bambi y el inglés terrible de Feijóo
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Un paleto en la Moncloa: Vacío, Bambi y el inglés terrible de Feijóo

Las críticas al líder del PP por no saber idiomas reproducen una tensión clásica de la democracia española: las andanadas contra candidatos presidenciales con bagaje precario. 'Spoiler': no suele ser buena idea reírse de ellos

Foto: Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en O Grove. (EFE/Salvador Sas)
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en O Grove. (EFE/Salvador Sas)

Si usted hizo la selectividad durante la Transición, quizá recuerde la Historia del mundo contemporáneo de Mario Hernández Sánchez-Barbá, síntesis para estudiantes con urgencias geopolíticas. Cuando Adolfo Suárez preparaba las oposiciones al Ministerio de Información y Turismo, preguntó por “un buen libro de cultura general” a un periodista, que le recomendó el de Sánchez-Barbá. Semanas después, Suárez le devolvió el libro: “No he podido, es demasiado denso”.

Hasta sus aliados políticos bromeaban abiertamente sobre el nulo interés cultural de Suárez: el ministro Fernando Abril Martorell le dijo una vez: "Adolfo, hombre, lee algún libro de vez en cuando, que no muerden", contó Gregorio Morán en una de sus biografías sobre Suárez.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Lizón)

Los principios suelen ser fundamentales.

Si de fontanería presidencial hablamos, el mito fundacional de la democracia fue la maniobra de Juan Carlos I y Torcuato Fernández-Miranda para convertir a Suárez en presidente del Gobierno. La jugada triunfó (en parte) porque los rivales pata negra de Suárez le subestimaron como candidato hasta que ya fue tarde. Comparado con políticos con inquietudes intelectuales y a los que les cabía el Estado en la cabeza (Manuel Fraga o José María de Areilza), Suárez no tenía la talla suficiente para llegar a la Moncloa, según sus enemigos. ¿Por qué? Simple y llanamente porque Suárez era un paleto de un pueblo de Ávila. Un invitado de atrezo en el Madrid del gran poder. Un advenedizo con gallinas.

Diagnóstico compartido a la derecha y a la izquierda. “Recuerdo perfectamente con qué ferocidad despreciábamos a Adolfo Suárez. El plural se refiere a la izquierda de aquellos años. Ni siquiera le odiábamos, era demasiado insignificante”, escribió Félix de Azua.

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Pero resultó que el paleto era un animal político y tenía la cabeza tan vacía de conocimiento como llena de instinto. "A una persona de estas características [sin cultura] se le exige para triunfar, además de un encanto personal —al que él debió posiblemente el 70% de su carrera—, una gran sensibilidad para percibir dónde está el poder y cómo llegar a él", zanjó Morán sobre Suárez.

Que pase el siguiente

Aunque con Suárez no salió bien, la tentación de neutralizar a un candidato presidencial infravalorándole siempre ha estado ahí.

El candidato Felipe González sí tenía ínfulas intelectuales, su problema (además de su ideología) era su inexperiencia (para la derecha) y su diletantismo (para la izquierda). “Algunos compañeros suyos en la Universidad de Sevilla decían que Felipe era un chisgarabís, un pelmazo del que huía la gente. Los sarcasmos contra Suárez se hicieron más virulentos contra González”, según De Azua.

Foto: Imagen: L. M.
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Como los intereses culturales del candidato José María Aznar parecían genuinos, a él también se le achacó falta de experiencia. ¿Cómo iba a competir un inspector de Hacienda de Valladolid (no especialmente simpático) contra el arrollador carisma de un Felipe González que, si bien tenía problemillas para atajar la corrupción en su partido, era tratado de igual a igual por estadistas como François Mitterrand o Helmut Kohl? Al menos Aznar tenía el apoyo de su partido...

Otro candidato menospreciado (hasta por los suyos) fue José Luis Rodríguez Zapatero, al que un malévolo Alfonso Guerra bautizó internamente como Bambi cuando era aún un líder precario del PSOE en la oposición. Guerra sabía que para que un candidato pase de mindundi a respetado tiene que llegar a la Moncloa. En mayo de 2004, dos meses después de que ZP ganara las elecciones generales por sorpresa, Guerra pidió al presidente que le presentara su nuevo libro. Durante el acto, Guerra dijo lo siguiente delante de ZP: "El mote de Bambi me lo atribuyeron a mí, y tal vez no se equivocaron, pero desde luego Zapatero no ha resultado un Bambi de peluche, más bien parece de acero".

"Zapatero no ha resultado un Bambi de peluche, más bien parece de acero"

No importa lo mucho que se dude de un candidato presidencial: todos se cuadrarán si llega luego a la Moncloa.

Muchos creían que el sucesor de José María Aznar sería su todopoderoso ministro de Economía, Rodrigo Rato, cuando el dedo señaló a Mariano Rajoy. No fueron pocos los que interpretaron así el dedazo de Aznar: buscaba a alguien de perfil bajo, que no le hiciera sombra y pudiera controlar mejor. El candidato Rajoy, por tanto, arrancó en modo Actor Secundario Bob, y siguió en la misma línea: perdiendo una elección tras otra.

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Pero el tiempo dejó claro que Rajoy podía ser tan o más killer que Aznar: aguantó todas las turbulencias internas inimaginables, llegó a la Moncloa y ahora es una leyenda del arte de ejercer el poder de modo impasible. ¿Una de las estrategias de la izquierda cultural contra el gallego zen? Mofarse de Rajoy porque su lectura favorita (y quizás única) era el diario Marca. Ahora sabemos que las aficiones ligeras y campechanas de Mariano (y su desinterés cultural) cimentaron su poder en un país en el que las pulsiones antiintelectuales y el plebeyismo cultural borbónico (el gusto de las clases altas por las costumbres de las bajas) siguen anclados en la psique nacional.

Vacío absoluto

Cuando Pedro Sánchez luchaba por afianzarse como candidato socialista, tuvo que soportar un doble fuego amigo de lengua viperina: las maledicencias de su partido (decían de él que era tan hueco de ideas como repleto de ambiciones) y la del emergente podemismo. Según sus críticos, Sánchez tenía la percha de un vendedor de El Corte Inglés y la cabeza llena de serrín. Al candidato Sánchez le pusieron innumerables motes, pero el mejor quizá fue el de VACÍO. Sánchez era un contenedor vacío de ideología, pero en el que cabían las coyunturas políticas de cada momento. Sánchez parecía poca cosa a sus rivales, pero acabó haciendo un Suárez.

Y en esas llegó Alberto Núñez Feijóo, reconoció a Ana Rosa que aún no se había puesto con el inglés y el PSOE hizo un vídeo mofándose de él: o la falta de idiomas de Feijóo como demostración de su incapacidad para el cargo presidencial, en contraste con Sánchez, que compadrea con Biden en inglés y diserta fluido en la CNN.

Con Feijóo, por tanto, podría cerrarse el círculo que abrió Suárez en 1976. En efecto, cuando sus críticos dicen que Feijóo no habla idiomas, lo que quieren decir (con clasismo transparente) es que es más paleto que las gallinas. Es cierto que Feijóo nació en una aldea perdida y que la ironía urbana moderna no parece su fuerte (cuando se le pide ser ocurrente, tiende a embarrarse en chascarrillos sofocantes). Pero no hemos venido aquí a hacer un casting para El club de la comedia, sino a hablar de la naturaleza del poder presidencial.

Cuando Feijóo se vea con Biden en el pasillo de una cumbre, solo le podremos pedir un “my taylor is rich”. ¿Sería mejor que hablara inglés? Seguro. Pero hay vida más allá de la lengua de Martin Amis. Digamos que Feijóo tiene otras aptitudes. Por ejemplo: el manejo de los tiempos. En 2018, cuando Feijóo decidió no presentarse a las primarias del PP, el ganador Pablo Casado le atizó donde más dolía: “Yo sí quiero ser presidente”. El relato del valiente Casado contra el timorato Feijóo ha envejecido fatal. El miedo del gallego igual era control de los tiempos: Casado acabó descabezado por un Feijóo que ahora es favorito a la Moncloa.

Foto: El líder del PP, Núñez Feijóo. (Reuters/Susana Vera) Opinión

Por tanto, el dilema Feijóo es saber si mientras sus rivales le subestiman, él se ríe por dentro acariciando un gatito. Porque el aldeanismo de Feijóo quizás esconda cosas. Lo cuenta el periodista gallego Perfecto Conde: "Feijóo desborda la astucia de algunos paisanos de la Galicia interior, característica que no siempre presenta lo mejor del alma gallega, sino también algunas aristas históricas de la picaresca popular".

Moraleja: reírse de Feijóo es legítimo, pero quien ríe el último, se llame José Luis Bambi ZP, Pedro Vacío Sánchez o Alberto No Sé Inglés Feijóo, suele reír mejor.

Si usted hizo la selectividad durante la Transición, quizá recuerde la Historia del mundo contemporáneo de Mario Hernández Sánchez-Barbá, síntesis para estudiantes con urgencias geopolíticas. Cuando Adolfo Suárez preparaba las oposiciones al Ministerio de Información y Turismo, preguntó por “un buen libro de cultura general” a un periodista, que le recomendó el de Sánchez-Barbá. Semanas después, Suárez le devolvió el libro: “No he podido, es demasiado denso”.

Alberto Núñez Feijóo
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