La soga que Iglesias y Errejón han colgado en el cuello de Sumar
Las dificultades que afronta Yolanda Díaz son grandes, por el momento político y por la convocatoria de Sánchez, que ha cogido a contrapié a la nueva coalición. Pero también fruto de una indecisión que viene de lejos
El plan se cumplió casi íntegramente. Yolanda Díaz y los partidos más cercanos a ella habían planteado una primera vuelta de las generales destinada a resolver los problemas internos. El 28-M debía servir para constatar la debilidad de Podemos. La foto de diputados y concejales conseguidos constataría que la formación de Iglesias contaba con una fuerza escasa y, por tanto, resultaba prescindible. O, como mal menor, que carecería de poder para exigir buenos puestos en las listas.
El 28-M transcurrió según lo esperado. Podemos se desplomó. Pero hubo un par de detalles molestos: la ausencia de una fuerza común generó una debilidad en la izquierda del PSOE que causó, aunque los de Pedro Sánchez aguantaron el desgaste razonablemente, que se perdiera una cantidad ingente de poder institucional. La intención de subrayar la debilidad de los de Iglesias se llevó también unos cuantos gobiernos por delante. Tal debacle condujo al presidente del Gobierno a adelantar elecciones, lo que pilló a Sumar con el pie cambiado: esperaban tener seis meses para desarrollar la coalición y vender su programa, y apenas tienen un mes y tres semanas. Sánchez puso la soga en el cuello de Sumar para crecer por la izquierda, pero también como retaliación: nos habéis fallado, ahora es el momento de que el PSOE ocupe todo el espacio.
El otro aspecto inconveniente fue el frenazo de las fuerzas municipalistas del cambio. Más Madrid, Compromís y Colau, si bien aguantaron, obtuvieron resultados por debajo de lo esperado y por debajo de lo necesario. Es decir, los principales partidos en los que Díaz se puede apoyar se hallan estancados o en retroceso: Colau se convirtió en la tercera fuerza en Barcelona, Más Madrid se dio un batacazo en las municipales y mejoró en las autonómicas, pero a 44 diputados del primer partido, y Compromís fracasó en la alcaldía valenciana. Los motores gripan en el instante en que la carrera va a arrancar: un sector se ha estrellado y el otro se ha detenido.
A la falta de tiempo y al parón de las fuerzas del cambio se suma un entorno desfavorable para las izquierdas. En España, donde el bloque de derechas acaba de obtener un notable éxito, y en Europa, donde las fuerzas crecientes son las de la derecha populista.
El futuro se construye solo
Por si fuera poco, Díaz debe resolver en tiempo récord lo que parecía el mayor problema de su coalición: la configuración interna. Y ahí los problemas siguen: la perspectiva de los partidos dominantes en el bloque es la misma que antes del 28-M: despedir a Podemos. Por otro lado, la mezcla de urgencia y mal momento impele a recoger lo que queda de la formación de Iglesias para aumentar voto. Especialmente porque una ruptura transmitiría desaliento: la percepción de una izquierda desunida que se pierde en cuitas personales y matices programáticos es claramente desmovilizadora y tiende a desplazar aún más el voto a los socialistas.
Podemos aportará un porcentaje pequeño de votos, pero mucho ruido. Tiene más sentido pensar en el futuro y evitar malas compañías
Esta tensión entre el acuerdo y la ruptura supone un problema serio. Por más que la postura dominante dentro de su posible electorado sea la de promover la unión, los partidos principales de Sumar lo ven de otra manera. Podemos aportará un porcentaje pequeño de votos, pero generará mucho ruido indeseado y futuras disensiones internas. En consecuencia, tendría mucho más sentido pensar en el futuro, centrarse en consolidar un proyecto claro y evitar compañías indeseadas. Dado que los resultados que se prevén para el 23-J no apuntan hacia un escenario positivo para la izquierda, es mucho mejor enfocarse en la legislatura que viene. Por así decir, es mejor contar con 19 diputados propios y unidos que con 27 peleados. Eso permitiría trabajar a medio plazo, asentar una opción ideológica e ir creciendo con el tiempo. Desde la oposición, pero con perfil claro y propio.
Esta visión, que es mayoritaria dentro de Sumar, condiciona muchísimo las negociaciones con Podemos. La voluntad de los de Iglesias de concurrir juntos es firme, pero si lo que se les pone sobre la mesa es menos de lo que pueden obtener yendo solos, los incentivos para la unión se desvanecerían.
El escollo de las listas
La negociación de las listas, que es el punto en el que todo se solventa, está sometida a estas tensiones centrífugas. Dado que en las provincias con pocos diputados hay dificultades para conseguir representación, las tensiones se producen sobre todo en aquellas circunscripciones con población extensa.
El lugar más espinoso es Madrid. En ella, en los cinco primeros puestos, además de la candidata nacional, hay que encajar a una persona de confianza de Díaz, independiente de los partidos, a Errejón, a Irene Montero y a IU. Salvo la cabeza de lista, todo lo demás está por decidir: Más Madrid exige una presencia principal y contar al menos con otro puesto de salida, y Podemos quiere añadir a Echenique, una vez que parece que el destino de Belarra será competir con Navarra. Y todos son conscientes de que la representación que se obtenga en Madrid, probablemente, no dará para reunir todas las piezas.
Ante la negativa, Garzón prefirió una salida elegante y dejar espacio a Rego y Santiago, que pugnarán por un puesto de salida
La salida de Garzón no ha cambiado mucho las cosas. El ministro de Consumo tenía pensado concurrir por Málaga, la circunscripción por la que suele presentarse y donde la representación se da por segura, pero su partido se negó a ello. Garzón había perdido mucha relevancia en el aparato, y Andalucía se ha vuelto contra él. Una vez perdida esa posibilidad, Garzón eligió una salida elegante y, en lugar de combatir por un puesto en otro territorio, prefirió evitar problemas. Con su movimiento, pretende dejar espacio a Sira Rego, que competirá por un puesto de salida en Madrid, en términos poco amistosos, con Enrique Santiago. No obstante, la recolocación de las piezas de IU no es esencial en ese reparto complicado en el que Yolanda Díaz tendrá que tomar decisiones contundentes.
En todo caso, el cúmulo de problemas que Sumar debe resolver a contrarreloj es producto de errores presentes, como el hecho de no haber lanzado la candidatura tiempo antes, o haberse fiado en exceso del presidente del Gobierno, o no haber previsto la posibilidad de un adelanto de elecciones, pero también de herencias del pasado. Es sorprendente, en ese sentido, cómo las heridas abiertas en el seno de Podemos en Vistalegre 2 están condicionando todavía el lanzamiento de Sumar.
La importancia de la unión (interna)
Podemos tuvo dos caras mediáticas e ideológicas: Iglesias y Errejón. El primero era la energía, el liderazgo, el ceño fruncido, el aire indignado; el segundo contaba con su verbo incontenible, y daba una imagen más templada y razonable. Cuando las fuerzas salidas del 15-M parecían representar el futuro, Podemos concurrió a las elecciones generales con posibilidades de situarse como el partido principal de la izquierda. Quedó cerca de conseguirlo, pero el PSOE resistió las dos embestidas en las generales del 15 y el 16. La segunda ocasión parecía más factible: Iglesias impuso sus tesis y obligó a la unión con IU, que se había presentado por separado en la anterior convocatoria. La suma de ambas fuerzas, con el millón de votos que aportaban los de Garzón, parecía colocar a Podemos por encima del PSOE. La campaña de comunicación estuvo liderada por el errejonismo, que inundó carteles, redes y actos de sonrisas, corazones, alegría y algunos gatetes prestados por los de Garzón, con el propósito de reforzar la ilusión por el cambio, de enfocarse en lo positivo y de rebajar los aspectos agresivos que creían que les habían perjudicado en la convocatoria anterior. El fracaso en las elecciones fue el fin de Podemos como partido de mayorías, y anunció un declive continuo que ha tenido su penúltima etapa el 28-M.
Lo que Errejón aprendió es que, al final, Iglesias tenía razón: fue el control del partido el que le permitió llegar a ser vicepresidente
Esta experiencia marcó a los dos líderes, Iglesias y Errejón. Al primero porque entendió el fracaso como el resultado de la desunión y de la deslealtad, y dedicó sus esfuerzos a asegurarse de que el orden interno iba a ser completo. Lo que Errejón aprendió es que, al final, Iglesias tenía razón: fue ese repliegue en el control del partido el que le permitió llegar a ser vicepresidente. A costa de perder mucho voto y aprecio social, pero el objetivo, alcanzar el gobierno, se cumplió.
Esa experiencia condicionó la deriva de Más Madrid tras la salida de Carmena: cierre de filas, creación de un perfil y un proyecto propios, partido cohesionado, nada de confluencias. Entendieron, además, que allí donde se había marcado terreno, en Valencia con Compromís, y en Barcelona con Colau, y donde Iglesias no había tenido ni participación ni influencia, es donde mejor les había ido. Esa lección la quieren aportar a Sumar. No tiene sentido regresar al punto de partida, y más ahora que Podemos está roto. El futuro lo señala la dirección que fijó MM: una idea propia, una ideología clara y nada de confluencias indeseadas. El peso de esta posición en Sumar es muy grande, y lo único que la contiene es la urgencia del momento.
Ira o ilusión
El otro elemento significativo que viene arrastrado del pasado, y que ahora se recobra con nuevas fuerzas, es el de cómo plantear una campaña electoral. En el terreno del programa no se avistan grandes sorpresas. Las amplias aportaciones de los grupos de trabajo necesitan ser sintetizados en un programa concreto, que se está desarrollando en un plazo mucho más corto del previsto. Lo esencial, sin embargo, no será su contenido, sino las ideas fuerza que se escojan y la forma de transmitirlas. En Magariños se señalaron las prioridades, y esa mezcla de feminismo, ecologismo y laborismo, que entronca con los partidos verdes europeos, también en política internacional, será el eje. Se subrayarán más unos aspectos que otros, y posiblemente se rebaje el tono en algunas cuestiones (no tiene sentido enfatizar el sí es sí), pero no queda tiempo para grandes novedades en ese terreno.
Al optar Sánchez por la confrontación contra Partido Popular y Vox, le deja disponible a Sumar el espacio de las emociones positivas
Las dudas que existen en Sumar, después del 28-M, se centran en cómo crear una atmósfera que haga olvidar la sensación de derrota. Generar ilusión es el deseo expreso, la cuestión es cómo conseguirlo. Al mismo tiempo, se comprende que el momento exige aportar certezas a los ciudadanos. Es probable que se continúe con el marco previsto, y vuelvan las sonrisas, la alegría, el entusiasmo y demás elementos sentimentales utilizados en elecciones anteriores. Además, ahora que Sánchez parece haber optado por la confrontación y por la lucha contra un gobierno PP-Vox, a Sumar le deja disponible el espacio de las emociones positivas.
La tarea pendiente
Si se toma en cuenta el periodo largo, la historia de Sumar puede contarse de otra manera. La disensión entre Iglesias y Errejón condujo a los partidos salidos del 15-M hacia dos visiones comunicativas distintas; una más de confrontación y enérgica, la otra más templada y simpática. También hacia dos ámbitos ideológicos, ya que Iglesias evolucionó de manera permanentemente táctica y cada vez más situada a la izquierda, y Errejón, habiendo fracasado en su arranque, evolucionó hacia la izquierda verde, de moda en Europa. En ambas, fruto también de lo personal, nació la convicción de que eran opciones excluyentes.
Díaz, que está mucho más en sintonía con la opción errejonista, tiene que reunir ambas posiciones, junto con algunas otras, en una nueva coalición en tiempo récord; debe asentar una posición ideológica salida del 15-M cuando las izquierdas europeas están replegándose y el 15-M firmando su adiós; debe mantener un espacio sin tener fuerzas realmente propias; combatir la OPA de Sánchez; y dibujar una visión de futuro en un país polarizado. Y todo eso lo tiene que hacer con la gente del pasado, con mimbres y recetas recogidas de experiencias cercanas que ya no parecen tan brillantes y cuando soplan vientos conservadores. Una tarea ingente para ella y para la izquierda que queda de la oleada quincemayista.
El plan se cumplió casi íntegramente. Yolanda Díaz y los partidos más cercanos a ella habían planteado una primera vuelta de las generales destinada a resolver los problemas internos. El 28-M debía servir para constatar la debilidad de Podemos. La foto de diputados y concejales conseguidos constataría que la formación de Iglesias contaba con una fuerza escasa y, por tanto, resultaba prescindible. O, como mal menor, que carecería de poder para exigir buenos puestos en las listas.
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