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Sánchez forzará la bronca hasta el 23-J: Feijóo, Abascal y el dóberman 20 años después
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Estrategia de confrontación

Sánchez forzará la bronca hasta el 23-J: Feijóo, Abascal y el dóberman 20 años después

El PSOE dibujará una España del PP "reaccionaria" con recortes, corrupción y un independentismo sublevado durante la campaña. En el partido, surgen dudas por retomar un discurso que ya fracasó en Andalucía

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)
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“Nos quieren hacer creer que nada funciona, quieren confundirnos y ocultar la realidad (…) La derecha no cree en este país, nada les parece bien. Miran hacia atrás y no creen en el progreso. La derecha es el problema”. Una voz en off lee sobre imágenes en blanco y negro de José María Aznar y Francisco Álvarez Cascos. Aparece el ya famoso dóberman. Es la campaña de 1996. El PSOE de Felipe González va a perder su hegemonía. Por primera vez, el PP puede hacerse con el Gobierno. Los estrategas del felipismo optan por confrontar dos modelos, dos Españas. Blanco y negro y color. Más de 20 años después, los fontaneros de Pedro Sánchez han rescatado este argumentario.

Ahora el dóberman es Santiago Abascal y quien lo saca a pasear, Alberto Núñez Feijóo. “Son la derecha extrema y la extrema derecha. Son semejantes en el fondo y en la forma”, sentenciaba ayer el presidente del Gobierno ante sus diputados en el Congreso. Los convocó para insuflar ánimo a la tropa después de una derrota que nadie en el PSOE esperaba. Sánchez daba por inaugurada la campaña para el 23-J con un discurso bronco que, según fuentes socialistas, será la tónica. La máxima es “confrontación hasta el final”. Como muestra la llamada del presidente a los ciudadanos a frenar la “corriente reaccionaria” que encarnan Feijóo y Abascal, a los que comparó con Trump y Bolsonaro.

Los asistentes vieron a su líder “fuerte”, aunque reconocen que debió “tener su noche en blanco” el 28-M. Tras la pérdida de prácticamente todo el poder territorial, hay coincidencia en que solo queda aguantar “como sea” en la trinchera de la Moncloa. El como sea pasa por poner a los españoles en la tesitura de elegir entre “Sánchez o el caos”. Desde el PSOE, no solo se agitará un retroceso en las libertades si gobiernan PP y Vox, sino que se alimentará que Cataluña volverá a los tiempos del procés tras “años pacificada” por la operación diálogo de la Moncloa. Las otras banderas serán los recortes y la corrupción como “seña de identidad” del partido de Feijóo.

Más allá del aplauso público al líder, en el partido consideran que es un “grave error” volver a centrar la campaña en el miedo a los gobiernos de PP y Vox. Los críticos recuerdan que en las elecciones andaluzas fue un fracaso que acabó beneficiando al PP, porque el voto útil se aglutinó en Juanma Moreno. “Estamos volviendo a los mismos mensajes que nos llevaron a perder el 28-M”, señalan fuentes socialistas, que lamentan que los responsables de la campaña “solo hablen del pasado”. Aquí vuelven a mirar al jefe de gabinete, Óscar López, que mantiene una guerra con el responsable de Organización del partido, Santos Cerdán. Este habría encontrado un aliado en el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños.

El tropezar en la misma piedra desde el punto de vista discursivo no es casual. El 28-M se optó por vender la acción de gobierno de Sánchez. En cada mitin hubo un anuncio dirigido a un potencial votante. De las viviendas para jóvenes al cine a tres euros para jubilados. En la Moncloa, reconocen que no funcionó, aunque responsabilizan a las ministras de Podemos de “distorsionar” con sus polémicas las medidas llevadas a cabo durante estos tres años. Tras la disolución de las Cortes, se da por rota la coalición de gobierno. No habrá “paños calientes” con Ione Belarra o Irene Montero.

En Génova, se preparan para el “juego sucio”. Saben desde hace meses que el as en la manga de Sánchez es acabar con la imagen de centrista de Feijóo, colocándole al nivel de Abascal. La dirección nacional y los barones han pactado echar agua a las coaliciones de gobierno para no dar una coartada al PSOE. Retrasar al máximo las alianzas y marcar distancias con la formación de ultraderecha.

Foto: Observatorio 23-J. (EC Diseño)
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Más allá de las alianzas, en la cúpula del PP esperan que en los próximos días la Moncloa vuelva a la carga con la fotografía de Feijóo en el barco del narcotraficante Marcial Dorado para embarrar el debate político. No hay preocupación, porque al gallego sus adversarios le han investigado “por arriba y por abajo” en cada una de las elecciones gallegas a las que se presentó. Los más veteranos barruntan que “nos montarán cualquier escándalo. Sánchez no sabe perder”.

“Nos quieren hacer creer que nada funciona, quieren confundirnos y ocultar la realidad (…) La derecha no cree en este país, nada les parece bien. Miran hacia atrás y no creen en el progreso. La derecha es el problema”. Una voz en off lee sobre imágenes en blanco y negro de José María Aznar y Francisco Álvarez Cascos. Aparece el ya famoso dóberman. Es la campaña de 1996. El PSOE de Felipe González va a perder su hegemonía. Por primera vez, el PP puede hacerse con el Gobierno. Los estrategas del felipismo optan por confrontar dos modelos, dos Españas. Blanco y negro y color. Más de 20 años después, los fontaneros de Pedro Sánchez han rescatado este argumentario.

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