Sánchez monta el puzle
El presidente trata de urdir una red de poder estructural del PSOE con las fuerzas más radicales, que llevarían a España a un formal cambio de sistema o a una fáctica mutación constitucional
La decisión estratégica de Pedro Sánchez ha consistido —y ya es irreversible— en vincular el modelo de poder del socialismo español a la suerte de dos fuerzas políticas radicales como Esquerra Republicana de Catalunya y Bildu, ambas formaciones representantes, respectivamente, de la eufemísticamente denominada "izquierda soberanista" en Cataluña y en el País Vasco. El pasado día 22 de abril, Oskar Matute, portavoz adjunto de Bildu, declaró (El Correo) lo siguiente: "No nos preocupa la relación de Sánchez con el PNV, aquí los decisivos somos Bildu y ERC" y añadió que su coalición y los republicanos están "comprometidos" con evitar un eventual Gobierno de PP y Vox. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, respondió de inmediato: "Bildu se ha convertido en una sucursal de Podemos".
Las dos son formaciones políticas separatistas con antecedentes insurreccionales validados en 2017, en el caso de los republicanos, y de máxima proximidad a los fines políticos de la banda criminal ETA, en el de Bildu. Los de Junqueras y Otegi están en la militancia subversiva por más que se incrusten en las instituciones locales y autonómicas y dispongan de representación en el Congreso de los Diputados.
El rescate de Macià (1931)
Las pruebas de que su propósito persistente consiste en derribar la Constitución de 1978 están a la vista. Pere Aragonès prepara un nuevo planteamiento secesionista —lo llaman "de claridad" al modo canadiense— después de la sedición de 2017 y de su confesada profesión de activismo republicano. A tal punto que el pasado 14 de abril —aniversario de proclamación de la II República— el presidente de la Generalitat hizo representar en el balcón del palacio de San Jaime el pronunciamiento de Francesc Macià en aquella fecha.
La rebelión se formuló así: "En nombre del pueblo de Catalunya proclamo el Estado Catalán bajo el régimen de una República Catalana, que libremente y con toda cordialidad ansía y pide a los otros pueblos hermanos de España su colaboración en la creación de una Confederación de pueblos ibéricos ofreciéndoles por los medios que sean de liberarse de la Monarquía borbónica. En estos momentos hacemos llegar nuestra voz a todos los pueblos libres del mundo, en nombre de la libertad, de la justicia y de la paz de los pueblos".
Aragonès, de este modo, reiteraba en 2023 el mismo propósito del primer presidente de ERC de la Generalitat en 1931 que, en sentido estricto, fue una (la primera) traición a la República española, que se reiteró después con Companys en 1934. Porque los republicanos han seguido entonces y ahora la misma pauta: juntarse con la izquierda nacional (habitualmente fallida), traicionarla en los momentos claves y atentar contra la constitución de turno. Esa es la genética de ese partido que ha reverdecido después del desastre de Jordi Pujol y su Convergencia Democrática de Catalunya.
Los republicanos siguen la misma pauta: juntarse con la izquierda, traicionarla en momentos claves y atentar contra la constitución de turno
CDC fue el extinto partido que, bajo la presidencia abrumadora de Jordi Pujol, preparó, tal y como advirtió Josep Tarradellas, la Cataluña del proceso soberanista y, al final, la de septiembre y octubre de 2017. Perdidas las posiciones por la corrupción y la ineptitud gestora de los convergentes, liderados por un irresponsable Artur Mas, ha regresado ERC como en aquellos años treinta del siglo pasado de hegemonía republicana. Hoy por hoy, los restos de CDC son suburbios de la extrema derecha de raíz carlista representada por personajes como Carles Puigdemont, Joaquim Torra o Laura Borràs.
Los exconvergentes están a la baja y los republicanos vuelven a ocupar el protagonismo en la escena política, no solo en Cataluña, sino en el conjunto de España porque el PSOE ha decidido que, hundida la socialdemocracia, la estructura de poder se articula con piezas de un puzle diferente y ha elegido conforme a su peor pulsión, que fue la que corrigió sin extirparla Felipe González.
Los verdugos son las víctimas
Bildu, una coalición de partidos que envuelve el núcleo duro de los antiguos militantes de ETA que es Sortu, se plantea comportarse como una ERC. En su vertiente izquierdista y en su comportamiento subversivo. Lo primero en Euskadi es más difícil que lo segundo. Porque la imantación del terrorismo sigue allí en una metamorfosis que consiste en continuar justificando el conflicto y considerando a los verdugos tan víctimas como las que realmente lo fueron.
Varios ayuntamientos bajo alcaldías de la coalición y un par de ellos con ediles del PNV al frente han convertido a asesinos redomados en ciudadanos acreedores a una reparación no se sabe bien de qué naturaleza. Pero en el seno de EH Bildu ha surgido un movimiento —Gazte Koordinadora Sozialista (GKS), de identidad comunista— que impugna la implicación de la coalición en la política española, al igual que un número indeterminado de presos de ETA, ya en las cárceles del País Vasco. Es un frente nuevo para los de Otegi que les urge a un posicionamiento radicalmente antisistema y les impide cualquier matización de sus planteamientos maximalistas. El pasado jueves la coalición se negó a secundar a todos los demás partidos en la consideración de que los etarras asesinos no pueden igualarse en modo alguno con sus víctimas.
Quienes han impulsado esas decisiones son también los socios que el PSOE de Sánchez no ha desdeñado en absoluto y con los que piensa continuar en la XV legislatura si los números le dan para repetir en la Moncloa. Esta operación pasa, obviamente, por laminar al PNV poco a poco, entre protestas de amistad estratégica como las formuladas el domingo 16 de abril en El Correo de Bilbao y el Diario Vasco de San Sebastián.
En la entrevista en los dos periódicos de mayor circulación y audiencia en Euskadi, Pedro Sánchez se permitió el descaro de afirmar que "no gobernaremos con Bildu bajo ningún escenario", lo cual es creíble si de lo que se trata es de garantizar que no nombrará a Arnaldo Otegi ministro del Interior. Pero el cogobierno con Bildu es una realidad en esta legislatura y lo será, si la aritmética electoral les favorece, en la próxima.
Afirmó también el líder socialista que "tengo una relación histórica y estratégica con el PNV que no tengo con Bildu". La capacidad de simulación de Sánchez es extraordinaria. Hay que reconocerle maestría en la asignatura maquiavélica de decir una cosa y hacer su contraria. Los nacionalistas vascos, que ven que el suflé bildutarra sube gracias al teleférico que les han prestado el PSOE y el Gobierno, están inquietos y preocupados. Por primera vez, el PNV está en una pinza: entre la hostilidad de Bildu y las engañifas de Sánchez.
El encaje de las piezas
Preguntado el secretario general del PSOE sobre la división de la izquierda, que es la segunda pata del proyecto destituyente que albergan todas esas fuerzas en comandita, contesta: "Que todas las piezas encajen en el puzle". Cierto. El objetivo que persigue Pedro Sánchez consiste exactamente en eso: ser la pieza clave con muchas teselas medianas y pequeñas que compongan un mosaico sobre el que él pueda fungir de líder imprescindible. Y lo está consiguiendo. Ha logrado que Yolanda Díaz le propine una "ensalada de hostias" a Pablo Iglesias para castigar a Podemos y que, tras la suerte de varas del 28-M, llegue remolón y escaso de fuerzas a la negociación última. Al mismo tiempo, fortalece la relación de ERC en Cataluña para hacerse con el ayuntamiento de la capital y llegar luego a cogobernar la comunidad bajo la advocación del precedente maragalliano de la primera década de este siglo tan convulso.
Este es el plan de Sánchez: engastar el puzle siendo consciente de sus fortalezas y de sus debilidades. La estrategia la comparten los actores principales, desde los más dóciles (Sumar) a los más díscolos (Podemos) y los secundarios, pero decisivos para la representación, que son los periféricos (ERC y Bildu). El proceso está en marcha y en uno de sus momentos más confusos, el de la riña casi tabernaria. Pero los observadores más agudos cercanos a la Moncloa —obviamente poco o nada partidarios de que el puzle termine siendo como la agrupación de Mélenchon en Francia— creen que lo que ahora se contempla no deja de ser un trampantojo, un espejismo, una fase necesaria de dolor como ocurre en los partos distócicos que no por serlo terminan fracasados.
Desmantelamiento constitucional
El puzle ha de aparecer como relativamente inocuo. Ha de ser connotado de progresista, tienen que relativizarse las aspiraciones separatistas de los socios catalanes y vascos y, al mismo tiempo, fomentar una honda emotividad hostil a la derecha y a la derecha de la derecha —PP y Vox— a la que debe atribuirse el desmantelamiento constitucional (o el "desbordamiento de nuestra democracia constitucional" como califica la situación el Círculo Cívico de Opinión). Controlado el órgano de garantías constitucionales, con la composición más gubernamental desde 1980, normalizado el flujo de decretos-ley como modo ordinario de legislar dejando al Congreso y el Senado como meros validadores de las normativas gubernamentales e incrementando la imagen internacional de que aquí no pasa nada en una Europa decadente, disminuida entre la pinza estadounidense y china que le aprietan sus hechuras, Sánchez, armado el puzle —si lo consigue y con la ayuda de un sector de medios débiles financieramente y obedientes en el elogio y ayunos de crítica— tendrá que optar por una convocatoria constituyente o por una sincronizada mutación constitucional que desmonte el sistema de 1978.
El 19 de diciembre del pasado año, el Constitucional, bajo la presidencia entonces de Pedro González Trevijano, acordó la admisión a trámite del recurso de amparo del Partido Popular por la introducción en una proposición de ley de dos enmiendas que alteraban elementos sustanciales de la Ley Orgánica del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. El Gobierno, a través de sus grupos parlamentarios y los aliados, intentó una auténtica mutación constitucional modificando por la vía de urgencia, y sin debate alguno, dos leyes del bloque de constitucionalidad. Ese sería un camino que en el futuro podría volver a recorrer Pedro Sánchez si la aritmética electoral le favorece.
Sin sedición, facilidades a los secesionistas
Lo más difícil será, como en la actual legislatura, saciar las ansias de los independentistas que, como recordaba un ilustre catalanista, se conformarían con una mica de independencia, es decir, con un mecanismo confederal, formal o informal. El hecho de que un golpe como el de septiembre y octubre de 2017 se haya despenalizado al suprimirse el delito de sedición, aquellos hechos —malversación aparte, pésimamente reformada cuando la UE ha pedido a los países que la agraven— no serían ilícitos si se repitiesen, y solo cabría la aplicación de medidas no penales de intervención al amparo del artículo 155, que se pactaría no activar en el Senado.
Los indultos parciales y la reforma del Código Penal, decisiones que parecían impensables, al menos las dos en la misma legislatura, ilustran sobre la forma de actuar del presidente del Gobierno. Por lo que al País Vasco se refiere, Bildu ha obtenido el fin de la dispersión de los presos de la banda terrorista ETA —sin exigencia previa de arrepentimiento ni de colaboración con la Justicia para esclarecer más de 300 atentados— y la transferencia de las competencias en instituciones penitenciarias al Gobierno vasco que ha concedido terceros grados con una holgura llamativa, la mitad de ellos recurridos y varios revertidos por los tribunales a instancias del ministerio fiscal.
La entrega a los grupos de ERC y de Bildu del triunfo de presentar como propio el proyecto de ley de Vivienda —comparecieron juntos los portavoces de los dos grupos el pasado mes de abril— estandariza la presencia e intervención activa de los secesionistas en la política nacional, aunque haya sido a costa de cederles bazas de gran importancia simbólica tanto para Unidas Podemos como para el PSOE. En estas circunstancias, acusar al PP de "partido antisistema" a cuenta del rifirrafe provocado con cálculo por la Moncloa entre Bolaños y Ayuso el pasado 2 de mayo, resulta un sarcasmo.
Díaz no compite ni con ERC ni con Bildu
Por otra parte, fuentes de toda solvencia explican ahora que la demora de Yolanda Díaz en armar el artefacto de Sumar como maquinaria electoral para competir en las municipales y autonómicas del 28-M tiene que ver con una suerte de pacto tácito —o al menos no explícito— con Bildu y ERC para que en el País Vasco y Cataluña no tengan que pelear con la eventual competencia que supondría esa formación. No es relevante, según estas fuentes, que la vicepresidenta segunda haga apariciones en mítines de Ada Colau, porque "los verdaderamente importantes serán con Mónica García en Madrid y en Valencia con Compromís".
Si se produjera esta secuencia de acontecimientos tal y como la plantean los estrategas del PSOE de Sánchez, no sería operativo en absoluto el recurso a la Unión Europea. La Comisión, el Consejo y el Parlamento de la UE han demostrado no estar interesados en fiscalizar las políticas internas y su falta de rigor en exigir el cumplimiento de las deficiencias detectadas en los informes sobre el Estado de Derecho anima a Pedro Sánchez a desoírlos. Por eso, ni ha modificado el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, ni ha regulado los lobbies, ni, en fin, se ha avenido a modificar la ley orgánica del Poder Judicial para cambiar el sistema electivo de los vocales judiciales del Consejo, todas esas sugerencias o recomendaciones de Bruselas. Los ejemplos de Hungría y Polonia, Estados advertidos de continuo por la Unión Europea, acreditan que en la UE no hay fortaleza política para hacer observar correctas gobernanzas. A lo que se une que Sánchez es lo suficientemente hábil como para mostrar en el exterior un rostro socialdemócrata zafándose de la política interior que desarrolla, propia de un populista de izquierdas.
La solvencia del Rey
El desmontaje del sistema institucional continuando con la línea de acción de esta legislatura pasa igualmente por debilitar hasta donde se pueda el simbolismo y representación de la monarquía parlamentaria. Personas relevantes, sin cargos públicos, pero sí con posiciones sociales influyentes y próximas a la Casa del Rey, advierten de que el mecanismo de equilibrio del sistema es la Corona, porque "cuida de que la derecha no se desnorte y garantiza a la izquierda la alternancia en el poder".
Esas mismas fuentes destacan un párrafo "muy expresivo" del discurso de Felipe VI pronunciado el pasado 19 de abril en Ronda, dirigido a los maestrantes de la ciudad andaluza en su 450 aniversario en torno a cómo ha de entenderse la lealtad a la monarquía parlamentaria: "Habéis sido ejemplo de lealtad a la Corona y de servicio a España, mostrando una gran capacidad de adaptación ante las distintas etapas históricas. Y precisamente por esa lealtad ejemplar que habéis demostrado, sé que seguiréis dando cumplimiento al espíritu de renovación que pido y defiendo, y que he compartido con vosotros en ocasiones anteriores: un espíritu en consonancia con nuestros principios constitucionales, con la búsqueda de la excelencia, el mérito como referente, la incorporación de la mujer y las nuevas formas de servir a nuestra sociedad que demandan los tiempos actuales, desde la propia sociedad".
La gestión de la Corona por parte de Felipe VI se ha convertido en una garantía de solvencia institucional en la Jefatura del Estado y ha dotado al Rey de una auctoritas que faltaba en la institución. Por otra parte, el criterio académico prácticamente unánime para que no se abordase el debate de una ley orgánica de desarrollo del Título II de la Constitución (sobre la Corona) ha frenado los intentos gubernamentales de plantearla, pero según algunas fuentes "no de manera definitiva".
Si alguna pieza está fuera de puzle es la de la monarquía parlamentaria, que es la clave de bóveda de la Constitución de 1978
En cualquier caso, amplios sectores socialistas, aunque ahora a la baja, no dejan de disponer de sólidas referencias. Por una parte, el discurso del fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, con motivo del debate sobre la ley orgánica de abdicación de Juan Carlos I en junio de 2014 y, por otra, un pronunciamiento reciente y menos conocido: la conferencia del expresidente de la Junta del Principado de Asturias y de la gestora del PSOE en 2016, Javier Fernández, que en su disertación en la Cátedra de Monarquía Parlamentaria, dictada en el aula magna de la Universidad de Burgos, se explayó con precisión y de forma contundente sobre La monarquía y el modelo territorial defendiendo con argumentos sólidos a la Corona como cúspide neutral del Estado y alertando sobre los nacionalismos secesionistas. Un extracto de su conferencia se publicó el pasado 9 de abril en el periódico asturiano La Nueva España. Fernández recaba en el PSOE un transversal respeto político y personal. El actual presidente de Aragón, Javier Lamban, afirmó el 30 de noviembre del pasado año, con motivo de unas jornadas sobre el 40 aniversario del Estatuto de Autonomía de la Región, que "mejor le habría ido a España" si Javier Fernández hubiese liderado el PSOE, calificando las primarias que eligieron a Sánchez como un "invento maligno donde los haya".
El ataque al Rey y a la Corona, procedente del propio Gobierno de coalición (Unidas Podemos) y de los independentismos socios del Ejecutivo —ni ERC ni Bildu acuden a la ronda de consultas del artículo 99 de la Constitución— establecen un estado de anormalidad institucional, que es bien aprovechado por Pedro Sánchez que, sin pronunciarse, se sabe empoderado para un arbitraje. Pero si alguna pieza está fuera de puzle, si alguna tesela no encaja en su mosaico, es la de la monarquía parlamentaria, que es la clave de bóveda de la Constitución de 1978.
La decisión estratégica de Pedro Sánchez ha consistido —y ya es irreversible— en vincular el modelo de poder del socialismo español a la suerte de dos fuerzas políticas radicales como Esquerra Republicana de Catalunya y Bildu, ambas formaciones representantes, respectivamente, de la eufemísticamente denominada "izquierda soberanista" en Cataluña y en el País Vasco. El pasado día 22 de abril, Oskar Matute, portavoz adjunto de Bildu, declaró (El Correo) lo siguiente: "No nos preocupa la relación de Sánchez con el PNV, aquí los decisivos somos Bildu y ERC" y añadió que su coalición y los republicanos están "comprometidos" con evitar un eventual Gobierno de PP y Vox. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, respondió de inmediato: "Bildu se ha convertido en una sucursal de Podemos".
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