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Las fuerzas especiales en el diván: ¿qué hacer con el bisturí cuando se necesita un martillo?
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Las fuerzas especiales en el diván: ¿qué hacer con el bisturí cuando se necesita un martillo?

El dilema de qué papel asignar a las fuerzas de operaciones especiales en un campo de batalla contemporáneo no es único de Rusia. En Estados Unidos y otros países, también se debate qué papel asignarles en la nueva era de competencia multipolar

Foto: Fuerzas Especiales de El Salvador. (EFE/Miguel Lemus)
Fuerzas Especiales de El Salvador. (EFE/Miguel Lemus)

Las fuerzas de operaciones especiales rusas habrían sufrido un alto número de bajas en la guerra de Ucrania, según los datos filtrados recientemente en Estados Unidos. Al parecer, el alto mando ruso estaría empleando a sus soldados de élite como mera infantería. El dilema de qué papel darle a este tipo de militar en una era de guerras convencionales no solo afecta a Rusia. En Estados Unidos y otros países también se está produciendo un debate que alumbra un cambio histórico que deja atrás para siempre la era de la guerra global contra el terrorismo y se prepara para una nueva era de competición multipolar. Un debate que, tarde o temprano, llegará a nuestras Fuerzas Armadas.

La filtración de información clasificada supuestamente perpetrada por un reservista de la Fuerza Aérea estadounidense ha generado numerosos titulares, pero pocas sorpresas para quienes hayan seguido de cerca el curso de la guerra. Un conflicto mediático global escrutado por una ingente legión de expertos profesionales y aficionados en inteligencia abierta que dedican horas y horas a rastrillar información en redes sociales, medios y fuentes secundarias para fiscalizar todos sus aspectos, desde la pérdida de material, a la geolocalización de batallas. Una de esas informaciones alude al papel de las fuerzas de operaciones especiales rusas en la guerra de Ucrania (y también a la presencia en el país de pequeños grupos de efectivos de varios países de la OTAN).

Según recogió The Washington Post de uno de los cientos de imágenes filtradas, el nivel de bajas de este tipo de unidad ha sido altísimo. Se menciona el caso de la 346ª Brigada, cuyos 900 efectivos al comienzo de la guerra habrían quedado reducidos a unos 125. Y como en al menos tres brigadas, incluyendo la 22ª, el personal que había causado baja alcanzaba el 90%. Se mencionaba también el caso de una unidad que en el momento de ser retirada del frente habría perdido la mitad de sus vehículos blindados Tigr, según se puede observar en las fotos de los aparcamientos de sus bases del antes y después de ir a Ucrania. Aunque el fenómeno era conocido, datos son llamativos. El Kremlin ha empleado sus unidades especiales como infantería convencional ante las carencias de su Ejército, una situación que ha afectado de forma generalizada a las tropas que Rusia consideran de élite como paracaidistas, infantería de marina y fuerzas de operaciones especiales.

Los recursos disponibles y la doctrina de empleo de los ejércitos estadounidenses y rusos en materia de unidades de operaciones especiales no son estrictamente comparables. En Rusia, las unidades de operaciones especiales se denominan fuerzas de propósito especial y son conocidas por su acrónimo Spetnaz. Tradicionalmente, el grueso de la tropa y los suboficiales lo formaban soldados de reemplazo. Y eso incluía también a los Spetnaz. Las lecciones aprendidas en la guerra contra Georgia de 2008 llevaron a una reforma del Ejército ruso que potenció la profesionalización de la tropa, la creación de un cuerpo profesional de suboficiales y la adopción de tecnología extranjera. Y solo entonces se creó el Mando de Fuerzas de Operaciones Especiales (KSO), ya que hasta la fecha los Spetnaz dependían del mando de inteligencia militar (GRU).

Foto: Fragatas F-100, predecesoras de la nueva F-110. (EFE)

El empleo de fuerzas de operaciones especiales como infantería convencional se ha considerado siempre un desperdicio de valiosos recursos y, cuando sucede, suele responder a la incomprensión de los comandantes militares sobre sus verdaderas capacidades. En el caso ruso se trate de una medida de circunstancias excepcionales para taponar brechas en sus defensas y para suplir las carencias de las fuerzas desplegadas sobre la línea de contacto en Ucrania, formadas cada vez más por reservistas movilizados con insuficiente o nula formación. Pero el dilema de qué papel asignar a las fuerzas de operaciones especiales en un campo de batalla contemporáneo no es único de Rusia. En Estados Unidos también se debate qué papel asignarle en la nueva era de competencia multipolar.

Boinas verdes para echarse al monte

En Estados Unidos, las denominadas allí como fuerzas especiales nacieron en los años cincuenta, en el contexto de la Guerra Fría, para llevar la guerra detrás de las líneas enemigas en caso de conflicto con los países del bloque comunista. Así nacieron el 10º Grupo de Fuerzas Especiales, el 77º y el 1º. Los números se escogieron sin orden a propósito, para despistar. Paradójicamente, el 10º Grupo de Fuerzas Especiales nació subordinado al Centro de Guerra Psicológica; por aquel entonces, la guerra irregular generaba desconfianza en el alto mando estadounidense y tanto las acciones de guerra psicológica como las acciones de fuerzas especiales detrás de las líneas enemigas se consideraban formas de un tipo particular y anecdótico de hacer la guerra.

El primer lugar de despliegue del 10º Grupo de Fuerzas Especiales estadounidense fue Alemania. Se esperaba de sus militares que se echaran al monte en caso de invasión de las fuerzas del Pacto de Varsovia, que contaba con superioridad cuantitativa y era de esperar que lograran penetrar profundamente en la República Federal Alemana. Los militares de las fuerzas especiales lucharían como guerrilleros y se unirían a las células de resistencia que surgieran.

Foto: Un Leopard, en la base militar de San Gregorio, Zaragoza. (Reuters/Juan Medina)

En España sería la Instrucción General del Ejército de Tierra 161/125 de 13 de diciembre de 1961 la que creó las primeras unidades especiales que, en 1965, pasaron a denominarse Compañías de Operaciones Especiales (COE), con las misiones "inherentes a guerrillas y contraguerrillas y operaciones de guerra subversiva y antisubversiva". Adoptaron, como los estadounidenses, la boina verde como prenda de cabeza distintiva. Y durante décadas el espíritu guerrillero formó parte de su carácter, ya que se pensaba que su papel sería el de fundirse en el terreno para oponerse a un hipotético invasor si las fuerzas del bloque soviético hubieran sido capaces de llegar a los Pirineos y superar las dos divisiones de montaña con las que contaba el Ejército de Tierra durante la Guerra Fría.

Aquel escenario nunca sucedió. Y las fuerzas especiales estadounidenses se expandieron y consolidaron bastante lejos de allí, en Vietnam. Las fuerzas especiales se encargarían justo de lo contrario para lo que habían nacido. En vez de luchar como guerrilleros contra fuerzas convencionales y unirse a la resistencia local, asesoran a un ejército convencional a luchar contra la insurgencia local. La premisa era que las fuerzas especiales debían ser igual de efectivas luchando contra una de ellas. El presidente John F. Kennedy, anticipando la proliferación de grupos insurgentes comunistas, ordenó crear nuevos grupos de fuerzas especiales y aprobó la boina verde como su prenda distintiva. Hoy el centro de formación de las fuerzas especiales estadounidenses lleva su nombre. Y la creación de varios grupos de fuerzas especiales permitió su especialización regional.

Foto: Tropas españolas, en maniobras en Letonia en 2022. (EFE/Toms Kalnins)

La proliferación de insurgencias comunistas en el contexto de la descolonización africana y la influencia del triunfo de la Revolución Cubana colocó a Estados Unidos en la tesitura de apoyar a gobiernos frente a fuerzas irregulares. Las fuerzas especiales fueron siempre una rama peculiar de las fuerzas armadas que atrajeron a los personajes más peculiares y pintorescos. En muchos ejércitos profesionales se consideraban un callejón sin salida profesional. Todo cambió después del 11-S.

El yihadismo como razón de ser

Los primeros soldados estadounidenses en pisar Afganistán después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron miembros del 5º Grupo de Fuerzas Especiales, especializados en Oriente Medio y Asia Central. La invasión de Afganistán supuso un retorno al origen. Agentes de la CIA negociaron con los miembros de la oposición armada a los talibanes, la Alianza del Norte, la integración de equipos de fuerzas especiales. La guerra duró mucho menos de lo esperado. El Gobierno talibán colapsó y los líderes terroristas de la organización Al Qaeda huyeron a Pakistán. A partir de ahí, comenzó una nueva era de lucha contra insurgencias yihadistas en todo el mundo conocida como la Guerra Global contra el Terrorismo que llevó a las fuerzas especiales estadounidenses desde el desierto del Sáhara a las junglas del sur de Filipinas.

Después del 11-S, las fuerzas especiales estadounidenses se dedicaron a asesorar a ejércitos aliados en su lucha contra insurgencias yihadistas, pero también a perseguir a los líderes de esas fuerzas. Del concepto de boina verde como un militar que hablaba idiomas exóticos y compartía penurias con combatientes locales en lugares remotos, se pasó a la idea del militar que patea puertas en la oscuridad de la noche en busca de líderes terroristas e insurgentes. Para algunos fue una pérdida de las esencias originales y un desvío de lo que suponía un combatiente de fuerzas especiales.

Foto: Presentación del VCR 8x8 Dragón en 2020. (EFE/Julio Muñoz)
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El documento Revisión Integral publicado en enero de 2020 por el Mando de Operaciones Especiales (SOCOM) señalaba que la formación y despliegues orientados únicamente en misiones de contrainsurgencia y contraterrorismo, con las incursiones para detener personas y explotar información obtenida en sus escondites como misión principal, había contribuido a mantener una organización y una formación para un solo tipo de misión. Esto tenía consecuencias prácticas, como que las instalaciones que se construían o los servicios que se contrataban iban orientados a una variedad estrecha de misiones. La muerte de Osama Bin Laden, la primera invasión rusa de Ucrania en 2014 y finalmente la retirada occidental de Afganistán en 2021 fueron sucesivas llamadas de atención que dejaron en la comunidad de las fuerzas especiales estadounidenses una duda existencial. ¿Y ahora qué?

El fin de la era de patear puertas

El sentimiento generalizado es que la era de patear puertas ha acabado. El teniente general Bryan Fenton acudió al congreso a testificar al congreso de los Estados Unidos en julio de 2022 para recibir el visto bueno a su nombramiento como comandante del mando de operaciones especiales (SOCOM). Se le preguntó por el papel de las fuerzas especiales ante la nueva era de competencia con China en el área del Indo-Pacífico y mencionó entonces que la era de cazar “objetivos de alto valor” había pasado. El nuevo desafío era establecer y fortalecer relaciones con países aliados. Esto implicaba formar a los ejércitos de esos países, proporcionando a las tropas locales instrucción avanzada y formación en el manejo de nuevas tecnologías, como drones o inteligencia procedente de satélites. Se trataba de replicar lo realizado con el ejército de Ucrania. La vista está puesta en países como Taiwán o las repúblicas bálticas.

Las fuerzas especiales estadounidenses han desarrollado un nuevo Concepto Operativo de Resistencia, un documento de 286 páginas, como marco teórico para preparar la resistencia civil y militar de un país que enfrenta una invasión de una potencia como Rusia o China. Se repasan los casos históricos de la Resistencia en países como Francia, Polonia y Filipinas bajo ocupación extranjera en la Segunda Guerra Mundial. Pero también los preparativos de Noruega, Suiza e Italia durante la Guerra Fría en caso de invasión de las fuerzas del Pacto de Varsovia. Cuando la guerra de Ucrania acabe, seguramente se producirá una avalancha de literatura con las lecciones aprendidas.

Foto: Beriev A-50U AEWC. (Wikimedia Commons)

El énfasis puesto en nuevas tecnologías, como drones, además de la importancia dada a operaciones de información, plantea ahora nuevos dilemas. ¿Hace falta el mismo perfil de soldado? En la película Rambo, el coronel Trautman describía a John Rambo, un veterano de las fuerzas especiales, como alguien capaz de vivir en la naturaleza por largo tiempo “comiendo cosas que harían vomitar a una cabra”. Matar animales con las propias manos y comer bichos desagradables formó parte del folklore de las fuerzas especiales.

Pero las fuerzas especiales estadounidenses se plantean ahora la necesidad de reclutar a estudiantes brillantes en los campos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) además de estudiantes brillantes de humanidades con conocimientos de idiomas y otras culturas. Y eso implica conectar con las nuevas generaciones. Tratar de reclutar a potenciales influencers en redes sociales y especialistas en meme entre la Generación Z posiblemente tenga más éxito que un anuncio buscando especialistas en guerra psicológica.

Las fuerzas de operaciones especiales cautivaron la imaginación del público en el mundo posterior al 11-S. La estética de tipos fornidos con barba y brazos llenos de tatuajes trascendió al público en general. Pero la nueva era que se avecina posiblemente suponga su retorno a un mundo de operaciones clandestinas y discretas. Según las recientes filtraciones habría decenas de militares de operaciones especiales occidentales en Ucrania. Y hasta ahora no ha transcendido información alguna de su presencia allí. Posiblemente Ucrania marque un antes y después para solo conocer sus despliegues a través de documentos desclasificados y filtraciones.

Las fuerzas de operaciones especiales rusas habrían sufrido un alto número de bajas en la guerra de Ucrania, según los datos filtrados recientemente en Estados Unidos. Al parecer, el alto mando ruso estaría empleando a sus soldados de élite como mera infantería. El dilema de qué papel darle a este tipo de militar en una era de guerras convencionales no solo afecta a Rusia. En Estados Unidos y otros países también se está produciendo un debate que alumbra un cambio histórico que deja atrás para siempre la era de la guerra global contra el terrorismo y se prepara para una nueva era de competición multipolar. Un debate que, tarde o temprano, llegará a nuestras Fuerzas Armadas.

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