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La 'era Feijóo', 365 días después: luces y sombras del líder que cosió el PP
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La 'era Feijóo', 365 días después: luces y sombras del líder que cosió el PP

El líder gallego cumple un año al frente de Génova, marcado por la remontada electoral o el fin de los "líos" orgánicos. Pero también por las tensiones con Vox, los errores de cálculo o algunos deslices del jefe de la oposición

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Julio Muñoz)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Julio Muñoz)

"Llevamos sin parar desde las siete de la mañana". "¿Por qué tanto jaleo, qué pasa este fin de semana?". "¿Casado? Ah, se fue por lo de Ayuso, ¿no?". "Sí, han traído al gallego". Aún quedaba un mes para la Feria y los taxistas que iban y venían de la estación de Santa Justa al Palacio de Congresos de Sevilla no daban crédito al volumen de trabajo que se registró aquel 1 de abril. Al PP le quedaba un último trámite para dar carpetazo a la peor crisis de su historia y entronizar a Alberto Núñez Feijóo, el hombre que supo esperar. Semanas atrás, el partido había saltado por los aires. Se desangraba en escaños y Vox los recogía alegremente. Pablo Casado pronunció su discurso de despedida ante un auditorio lleno hasta la bandera. En la primera fila, con semblante serio, estaba Isabel Díaz Ayuso, la mujer que le había acusado de espionaje para intentar acabar con su carrera política. Alberto Núñez Feijóo, por su parte, no se salió del rol que le habían confiado todos los compromisarios: el pacificador, el nexo de unión de una formación completamente rota.

Han pasado 365 días de que Pablo Casado entregó formalmente el bastón de mando. "Ese día volvimos a nacer", rememora un dirigente con asiento en Génova. Nadie quiere echar la vista atrás. El PP ha reescrito su historia sin uno de sus expresidentes, ubicando al político gallego como el "heredero" de Mariano Rajoy y José María Aznar, con el Palacio de la Moncloa como última parada. "A veces, la desmemoria en política resulta muy positiva", comenta un diputado popular. Aquí paz y después gloria. De la era Feijóo ya se han comenzado a escribir las primeras páginas. Hay muchas luces —nadie discute el mérito de haber sabido coser a un partido en estado de shock—, pero también sombras, desde el hermetismo de una dirección galleguizada a los errores de cálculo con la negociación del CGPJ o los gazapos públicos del líder, una circunstancia que algunas voces internas achacan a una "excesiva" exposición mediática.

Foto: Feijóo, junto a Gamarra y Bendodo. (EFE/Borja Sánchez Trillo)

De la remontada demoscópica y el fin de los "líos"...

A su llegada a la planta noble de Génova, Feijóo diseñó una dirección que representara uno de sus primeros compromisos orgánicos: devolver poder a los territorios y convertir al PP en un partido descentralizado, en parte para devolver el favor a los barones que jugaron un papel clave en su desembarco en Madrid, con Andalucía como principal beneficiada del reparto. El líder apostó también por un cierto grado de continuismo para facilitar una transición tranquila, y mantuvo a Cuca Gamarra —de hecho dio más responsabilidades orgánicas a la portavoz parlamentaria— y a Javier Maroto en Congreso y Senado, respectivamente.

En la dirección de Génova sacan pecho de cómo Feijóo selló "en dos días" el origen de la guerra fratricida que se llevó por delante a Pablo Casado, y brindó a la presidenta de la Comunidad de Madrid las ansiadas riendas de la organización regional. El guiño no fue menor: una declaración de paz en toda regla organizando el congreso madrileño ni dos meses después del recambio en la cúpula nacional. El nuevo presidente aprendió de los errores de su predecesor. Ya no intentaría apagar al verso libre del PP, aunque ello le traiga más de un quebradero de cabeza en privado por el choque constante de discursos entre Feijóo y Ayuso, tanto en la forma como en el fondo. La nueva dirección de Génova no se esfuerza en negar que existen dos almas, sino utilizar esa división a su favor para ensanchar ideológicamente al partido y engordar el trasvase de votantes, a derecha e izquierda.

placeholder El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d); junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (i). (EFE)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d); junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (i). (EFE)

Los populares se congratulan también de haber detonado de forma controlada otras muchas bombas orgánicas que dejó pendiente de resolución el anterior secretario general, Teodoro García Egea. Aunque la máxima fue siempre dejar libertad a los territorios para que se autogestionen, lo cierto es que los fontaneros de Feijóo —Miguel Tellado como nuevo responsable de Organización y Elías Bendodo como coordinador general— dieron un golpe de mando en Asturias, La Rioja o Navarra para evitar nuevas pugnas que desgastasen al partido. "Casado imponía. Feijóo sugiere. Pero en los dos casos, el resultado es el mismo. La nacional siempre gana", sentencia un líder territorial del PP.

"Tuvimos que cerrar muy rápido cuestiones orgánicas abiertas, y hay compañeros que no vieron satisfechas sus aspiraciones", reconocen en la dirección. Pero nadie levantó la voz contra Feijóo. "Esta ya no es la casa de los líos", sentencian. Los populares destacan la "tranquilidad" y "cohesión" como una de las grandes banderas de esta nueva etapa, a pesar de que el nuevo líder heredó una formación hecha pedazos internamente. En paralelo, destacan, todos los grandes partidos han tenido dificultades orgánicas en los últimos meses, como las diferencias no ocultas de los barones socialistas con Sánchez; o el cisma en Podemos por el vuelo alto de Yolanda Díaz. Tampoco se libró Vox, que experimentó su primer gran terremoto interno con la salida de Macarena Olona.

Foto: Núñez Feijóo y Díaz Ayuso en la cena del PP de Madrid (EFE/Sergio Pérez)

El PP hace también balance con las encuestas en la mano. "Cuando llegamos, el partido estaba en una situación crítica, incluso de cierto emparejamiento con Vox. Ahora tenemos el triple. Hace cuatro años perdimos por 31 escaños frente al PSOE, ahora les ganaríamos por cerca de 40. Después de siete años perdiendo elecciones con carácter general, ahora somos primera fuerza política", se congratulan.

Los populares se conjuran para ampliar el trasvase de votantes que aseguran haber cosechado durante el último año de aquí a las generales. Con Ciudadanos prácticamente fuera de juego, Feijóo quiso dirigir el tiro a los votantes socialistas. El PP cree haber abierto una fuga de votos en el PSOE —lo cifran en el 11,2%— por lo que califican como una "remontada ideológica". No en vano, hace meses que Génova dejó de lado los argumentarios económicos para enfocarse en batallas que "siempre ha liderado la izquierda", reivindicando su hueco en el movimiento feminista. "Hemos entrado en el cuerpo a cuerpo con el aborto, la ley del solo sí es sí o la ley trans", afirman. Pero ¿qué pasa con los votantes más conservadores? ¿Han vuelto también al PP? En el equipo de Feijóo no hay dudas y cifra el trasvase de votantes de Vox en el 21%. En este caso no hay vertiente ideológica que valga. Lo que opera, según las fuentes consultadas, no es más ni menos que la estrategia del "voto útil".

... al hermetismo y la alargada sombra de Vox

Feijóo ha liderado todas las encuestas —salvo el CIS— desde que llegó a Madrid, pero la sombra de Vox es demasiado alargada y amenaza con amargar ese dulce antes de tiempo. Génova asegura que el PP está ahora mismo en el 34% del voto y los 143 escaños. Según sus cuentas, los de Abascal bajarían hasta los 45. Pero la suma estaría clara. La demoscopia apunta a que Feijóo puede pilotar la Moncloa, pero con Vox en el asiento del copiloto. Entre los barones se respira una cierta inquietud por la falta de una postura clara respecto a los pactos con Vox. Feijóo ha ido virando del rechazo absoluto —admitió hace unos meses que una coalición con Abascal sería "mala para el país"— a abrirse a una posible convivencia. La relación con Abascal ha tensado su primer año al frente y puede hipotecar también su futuro.

El hermetismo de la nueva dirección ha sido otra de las características que ha definido los primeros doce meses de Feijóo en Madrid. Desde el minuto uno, los gallegos entienden las filtraciones como un factor de desestabilización y tratan de sellar todas las vías de escape. Esta circunstancia ha llevado a algunas voces a exigir al líder que "salga del búnker", y en ocasiones ha generado malestar en algunos sectores del partido. Un ejemplo muy básico, pero también práctico, fue cómo Génova no desveló hasta última hora quién sustituiría a Adolfo Suárez Illana en la secretaría cuarta de la Mesa del Congreso —se optó por Carmen Navarro—, una decisión que se tomó a espaldas del grupo parlamentario: los diputados se enteraron casi al mismo tiempo que los medios de comunicación. "Siempre lo han hecho así, también en Galicia", justificaban en los pasillos del Congreso.

placeholder El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EC)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EC)

Otro de los puntos débiles que sectores del partido apuntan a corregir es la "sobreexposición mediática" del líder, circunstancia a la que achacan los muchos y sonados gazapos del líder a lo largo de los últimos meses, y que le ha obligado a rectificar. Sucedió, por ejemplo, cuando sugirió que la violencia vicaria no era un tipo de violencia machista; o más recientemente, al vincular islam y terrorismo cuando aseveró que "desde hace muchos siglos" el cristianismo "no mata en nombre de su religión" pero que "otros pueblos tienen algunos ciudadanos que sí lo hacen". "Cuando uno no acierta lo que ha de hacer es rectificar", admitió poco después. Los deslices del líder popular se han sucedido en otros contextos, especialmente en su ya habitual cara a cara con Sánchez en el Senado, donde confundió por ejemplo la cifra de la prima de riesgo cuando pasó a exponer sus recetas económicas.

Y los mensajes contradictorios no solo afectan al líder. Pese al intento de Feijóo de construir una Génova "coral", lo cierto es que hay voces que desafinan y sumen al partido en profundas discordancias. Sucedió con el debate del aborto, donde los discursos contrapuestos de diferentes portavoces engordaron durante días el debate sobre si el PP lo consideraba o no como un derecho de la mujer. Otro caso llamativo lo protagonizó la secretaria general del partido, Cuca Gamarra. En pleno estallido del último intento para desbloquear el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), la dirigente aseguró que la reforma de la sedición no tenía nada que ver con las negociaciones sobre el órgano de gobierno de los jueces, aunque más tarde fue el argumento al que se aferró Feijóo para justificar haberse levantado de la mesa de negociación.

Foto: El vicesecretario de Economía del PP, Juan Bravo. (EFE/Sergio Pérez)

El fracaso de la negociación para renovar el CGPJ ha sido otro de los hitos, en este caso negativo, del primer año de experiencia de Feijóo en la política nacional. El líder popular fijó como una prioridad volver a tender puentes con el PSOE, en parte para construir esa imagen de "hombre de Estado" con la que trata de llegar a la Moncloa. Y en base a esa convicción, el PP forzó la máquina para sentar al Ejecutivo a un último intento de negociación. Pero ni el moderado Feijóo aguantó a las presiones externas e internas que le decían que rompiese todos los puentes. En paralelo, el Gobierno negociaba la reforma del Código Penal para eliminar la sedición y rebajar la malversación, e importantes cargos del partido, entre ellos Isabel Díaz Ayuso, susurraron al líder popular que aceptar el pacto judicial le haría cómplice de esa prebenda al nacionalismo catalán. Desde entonces, entre PSOE y PP no ha existido nada más que barro.

"Llevamos sin parar desde las siete de la mañana". "¿Por qué tanto jaleo, qué pasa este fin de semana?". "¿Casado? Ah, se fue por lo de Ayuso, ¿no?". "Sí, han traído al gallego". Aún quedaba un mes para la Feria y los taxistas que iban y venían de la estación de Santa Justa al Palacio de Congresos de Sevilla no daban crédito al volumen de trabajo que se registró aquel 1 de abril. Al PP le quedaba un último trámite para dar carpetazo a la peor crisis de su historia y entronizar a Alberto Núñez Feijóo, el hombre que supo esperar. Semanas atrás, el partido había saltado por los aires. Se desangraba en escaños y Vox los recogía alegremente. Pablo Casado pronunció su discurso de despedida ante un auditorio lleno hasta la bandera. En la primera fila, con semblante serio, estaba Isabel Díaz Ayuso, la mujer que le había acusado de espionaje para intentar acabar con su carrera política. Alberto Núñez Feijóo, por su parte, no se salió del rol que le habían confiado todos los compromisarios: el pacificador, el nexo de unión de una formación completamente rota.

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