'Don Ramón' o cuando la edad no significa que seas buena persona

• “¡Viva la moción!”, dijo Tamames.
• “¡Viva don Ramón!”, respondieron los diputados de Vox.

Y así terminó la mañana de este penúltimo martes de marzo de 2023. Con tres vivas —porque antes se vitoreó a España— y una foto de familia. La próxima vez que me contacten antes, que tengo un listado de sitios estupendos para alquilar en Madrid con su coffee break, su buena iluminación y que incluyen cobertura de foto y video.

Quizá conviene aclarar algo. Cumplir años no te convierte en alguien más sabio, en mejor persona. Tener 89 años no equivale a que te queda un año para llegar a la canonización. Hay ancianos maravillosos y hay ancianos a los que no les dedicaría ni un gramo de mi respeto ideológico y hasta personal. Suele pasar a casi cualquier edad. Una cosa loca, ya ven.

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Tamames pasará a la historia como un hombre que ha pasado por muchos partidos, ha defendido un montón de ideas diversas y que ha escrito muchos libros. También como ese señor con ego tan desbocado como la lazada que luce cuando se coloca el pañuelo al cuello. Un hombre con más lecturas y vocabulario que la que escribe. Un hombre que se ha prestado a este vodevil. Un hombre que pide respeto, que habla de “oleada feminista”.

Que dice que venía de casa con otras expectativas, más puntos de consenso. Un hombre que se ha pasado un tocho de horas en el congreso respaldado por un puñado de hombres valientes y de mujeres como Dios manda. Un hombre que le receta a otro diputado cafinitrina porque “se excita usted demasiado”.

Un hombre que se ha pasado un tocho de horas en el Congreso respaldado por un puñado de hombres valientes y mujeres como Dios manda

Porque un rato antes, antes de que este señor tan listo al que se le puede deber respeto ideológico o no perdiera una moción de censura, un hombre y una mujer le habían cantado las cuarenta. Cada uno a su manera.

Ella, Cuca Gamarra, con un discurso vibrante en el que intentó emanciparse del partido que presentaba la moción de censura. Afiló el colmillo Gamarra, dejando claro que el PP tiene relato, candidato y proyecto propios. Dijo que lo vivido durante este arranque de primavera ha sido “una moción ociosa”. Y que lo que vendrá cuando gane Alberto Núñez Feijóo será estupendo. De un “gobierno que resiste a otro que gobierna”.

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Le preguntó al presidente del Gobierno qué quedará del PSOE después del sanchismo. Sánchez estaba todo el rato con el móvil, quizá una actitud que responde a que lleva oyendo lo mismo demasiadas veces pero también porque es un hombre pegado a ese artefacto. Pagaría una buena cantidad de dinero por saber a quién escribe, igual que me vendría bien saber qué hay que hacer para tener los artículos escritos de antemano, que es la nueva cancioncita de Vox cuando habla de los periodistas.

La portavoz parlamentaria popular tuvo luego sus perlillas, como llamarle a Yolanda Díaz “marca blanca de Podemos” y poner cara de que lo que acababa de decir era una absoluta genialidad. O decir que RTVE está llenita de “productoras sanchistas”. La seguridad en sí misma era tal que calificó la moción de censura de 2018 como “injusta” hacia un “presidente honesto como Mariano Rajoy”. Esto lo dijo muy en serio mientras trataba de convencernos de que el caso Mediador es mucho más grave que cualquier otra cosilla que pueda tener su partido.

Él fue Patxi López. Salió de chiqueros con fuerza desmedida y así se lo hizo saber luego Tamames recetándole las pastillas para el infarto. Fue bravo López, a veces bravucón, estaba agustísimo en el atril diciéndole al PP que si eran tan amables le presentaran a un miembro del partido que tenga la altura de miras que tuvo el PP vasco que le votó para ser lehendakari.

“Sigan vociferando”, “eso ya lo contesté el otro día, no sean repetitivos”, dijo López a la bancada popular. Sánchez, mientras tanto, le observaba con una mirada que reconozco no tener tan afilada como otras. No sabía si era cariño o envidia. “Este vasco, el cabrón, qué bien trasmite”. Perdone, presidente, que igual usted no es de decir tacos.

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López se dirigió luego al candidato de la moción de censura. Ni un minuto de tregua, alguna bromilla de “usted mucho lirili y poco lerele”. Sacó el estoque de matar y el de descabello por si quedaban dudas. Le recordó su paso por el sindicato del crimen, ese convoluto orquestado para acabar con el gobierno de Felipe González. “Algún antecedente ya tiene”, afirmó. “A esa transición usted ya no la representa”, “no se puede venir aquí a decir cualquier cosa”. Y aún tuvo tiempo y ganas de decirle a Santiago Abascal que "no es que odien a las mujeres, es que odian a las mujeres libres”.

Esta frase le sirvió al presidente de Vox para pedir turno de réplica y recordar a todas las mujeres importantes de su vida. Madre, abuela e hijas y también su mujer, “que es la que manda en casa”. Agradezco muchísimo estas palabras sinceras de Abascal porque yo soy también la que manda en casa en estas cosas del tendedero, de la cocina y de saber en qué minuto exacto del ciclo de la lavadora tengo que echar el suavizante.

Porque se trata de eso, ¿no?, de gobernar en el hogar. Y a la sombra. Donde también volverá don Ramón.