Los aliados de Sumar aúpan a Yolanda Díaz a "presidenta" ante la indiferencia de Podemos

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Cierre de filas a la entrada, alabanzas y cohesión a la salida. La puesta en escena de Yolanda Díaz antes de las nueve de la mañana, a su entrada en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, flanqueada por dos ministros de su espacio político y por el líder de los comunes, anticipaba también cómo saldría. Con dirigentes de estos mismos espacios, como el coordinador federal de IU, Alberto Garzón, afirmando que su discurso fue "presidencial" y con halagos en el mismo sentido por parte de todos los potenciales aliados de Sumar.

También le echaban flores desde el PSOE, señalando la diferencia entre el fondo y las formas de la vicepresidenta segunda y los que habitualmente encuentran en Podemos. Los morados, mientras tanto, evitaban pronunciarse. Un retuit desde la cuenta oficial del partido y otro de su secretaria general, Ione Belarra, eran su forma de romper el silencio. El discurso, coordinado con el del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sirvió para que la vicepresidenta segunda luciera como propios buena parte de los logros del Ejecutivo de coalición, pero también para que marcase perfil propio dentro de su tándem con Sánchez. Un tándem que, de forma "sincronizada", según subrayaban desde el Gobierno, se escenificó frente a la alternativa que representan Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal.

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Todos los que se sientan en la bancada azul podían intervenir, pero solo lo hicieron Díaz y el propio Sánchez, a pesar de que desde Podemos habían deslizado la opción de que las ministras de su partido, Belarra e Irene Montero, pudieran sumarse. Fuentes de la Moncloa loaron el discurso de Díaz, sugiriendo que resultaba muy distinto al de sus compañeros de grupo parlamentario. "Demuestra que a la izquierda del PSOE también se puede hacer política sensata". "Las caras de Podemos no eran de mucho entusiasmo", afirmaba un dirigente socialista. El grupo parlamentario la aplaudió, las ministras hicieron lo propio, pero siempre junto a sus compañeros del Ejecutivo.

La conclusión que trasladaban fuentes de la Moncloa sobre el resultado de la moción de censura en su primera jornada es que sirve como punto de inflexión, para coger oxígeno y pasar página de la última crisis a cuenta de la reforma de la ley del solo sí es sí, que ha causado profundas grietas en la coalición. "Salimos más fuertes y con un Gobierno cohesionado". Desde la Moncloa, llegaban a afirmar que la intervención de Díaz demuestra que está "perfectamente alineada con el presidente", y celebraban la "determinación y orgullo" de la vicepresidenta segunda en su discurso, de más de una hora de duración.

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La impulsora de Sumar, como destacaba el propio candidato Ramón Tamames, se sirvió de la iniciativa de Vox para aleccionar al propio Tamames y para vender las medidas del Gobierno, pero también para trabajar en la construcción de su figura como candidata. A las puertas de la presentación de su candidatura, el 2 de abril, Díaz por fin quiso enarbolar esta capacidad de liderazgo.

Sus aliados dentro de Unidas Podemos, pero también fuera de este espacio, salieron en tromba, coordinados, para ensalzarla; de la entrada con guardia pretoriana al saludo afectuoso con Íñigo Errejón, a quien el viernes concedió una foto juntos, mientras su relación con Podemos pasa por uno de los momentos más difíciles. También el anuncio de Mónica García, líder de Más Madrid, y Rita Maestre, candidata a la alcaldía de la capital, de que apoyarán con su presencia el lanzamiento de su plataforma. La vicepresidenta había medido al milímetro la coreografía a ejecutar este martes.

"Intervención de oro", "discurso de altura", eran los términos empleados por Garzón. "Gran lección de Yolanda Díaz a quienes usan la Constitución como arma arrojadiza", celebraba Enrique Santiago, líder del PCE. "Vox acaba el día ayudando a empezar la presidencia de Yolanda Díaz", afirmó Jaume Asens, líder de los comunes. "Mujeres valientes como Yolanda Díaz tienen mucho que decir", apuntaba García.

Fuera de cámara, el tono era similar. "Un discurso claramente presidencial" o "una buena intervención, general, inteligente y ambiciosa", eran las reflexiones de algunos diputados de Unidas Podemos alineados con las tesis de Díaz. Una parlamentaria alineada con las posiciones de la dirección morada, incluso, afirmaba que la vicepresidenta segunda "se ha comido a Pedro Sánchez". Podemos, mientras tanto, seguía en segundo plano.

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Si hace una semana los morados condicionaron su presencia en el acto de la impulsora de Sumar a que antes acuerden unos mínimos sobre su unión de cara a las generales, en los últimos días han reiterado esta reclamación a la vicepresidenta segunda, que ha hecho caso omiso. Tras el acto de Sumar del sábado, el líder histórico de Podemos Pablo Iglesias, que abandonó la política orgánica e institucional en mayo de 2021, volvió a intensificar sus recados a Díaz. Este martes, Iglesias aprovechó para lanzar —con un par de meses de retraso— su cadena de televisión online, Canal Red, y se sirvió de esta herramienta para presionar a la vicepresidenta segunda.

El malestar con Díaz en la dirección morada es considerable, aunque durante la moción de censura evitaran explicitarlo. La cercanía de las elecciones del 28-M, a las que la vicepresidenta segunda no concurre, y su falta de claridad sobre sus intenciones desesperan. Este martes, de nuevo, las versiones que ambas partes daban eran contradictorias. Los morados afirmaban que no están negociando su encaje para las generales, que en las últimas semanas simplemente han mantenido conversaciones informales al respecto, sin abordar la cuestión de las listas, la más complicada. En el equipo de Díaz, negaban la mayor. Y la vicepresidenta salía del Congreso a hombros de sus aliados.

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Hasta desde el PP subrayaron esta jugada. Tras escuchar el debate, fuentes conservadoras acusaron al líder de Vox, Santiago Abascal, de regalar una "oportunidad de oro" a Díaz para afianzar su candidatura y a la izquierda en general para rearmarse. "Hasta hoy, solo caían en las encuestas", criticaron. Que el discurso sirvió para reparar puentes con los socialistas y otros aliados era evidente, pero la reacción gélida de los morados tampoco dejaba dudas.