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Un preso de Estado Islámico en España firma una carta de arrepentimiento: "La detención me salvó"
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"Me siento avergonzado"

Un preso de Estado Islámico en España firma una carta de arrepentimiento: "La detención me salvó"

Condenado a ocho años por colaborar con la Brigada Al Andalus en Madrid, aprovecha un permiso penitenciario para compartir su conversión ante alumnos universitarios

Foto: Acusados de la Brigada Al Andalus, durante el juicio en la Audiencia Nacional. (EFE)
Acusados de la Brigada Al Andalus, durante el juicio en la Audiencia Nacional. (EFE)

“Fui condenado en septiembre de 2016 a una pena de ocho años de prisión por colaboración con ISIS”. Así arranca la carta de un preso yihadista que la semana pasada aprovechó un permiso penitenciario de salida para participar en un encuentro con alumnos universitarios en Madrid. Fue detenido en su día por integrar la Brigada Al Andalus, desarticulada por la Policía Nacional en una de las operaciones más relevantes contra el terrorismo islamista. Seis años y medio de condena le han hecho recapacitar. Según dice, la detención le salvó de haber hecho algo peor y ahora quiere ser un ejemplo de arrepentimiento: “Qué locuras podría haber llegado a hacer si no me hubiesen detenido”.

Sus palabras las leyó en su presencia una alumna de Criminología de la Universidad Francisco de Vitoria ante un auditorio lleno de estudiantes con edades entre los 18 y los 22 años. El testimonio de este condenado terrorista formó parte de una jornada de conferencias sobre justicia restaurativa y la desradicalización de terroristas. El protagonista prefirió no leer su texto directamente ni responder las preguntas de los estudiantes. Presentes en el Aula Magna universitaria estaban la madre de un joven que se marchó a Siria y murió en las filas de la yihad y el padre de una chica asesinada por Estado Islámico en la sala Bataclan de París en 2015. El preso sí se ofreció a hablar con ellos dos en privado, una vez finalizado el acto.

Foto: Fátima Akil (izquierda), María Cala (arriba derecha) o Asia Ahmed (abajo derecha) son algunas de las mujeres condenadas. (EC Diseño)

Hoy me han concedido un permiso de cuatro horas para poder venir aquí. Me gustaría atreverme a leer esta carta que he escrito para vosotros, jóvenes universitarios, pero me resulta imposible. Siento mi incapacidad, pero me siento muy pequeño en un espacio muy grande. Sin embargo, sí que quiero estar presente mientras alguien pone la voz, que no sale de mí. No tengo excusas ni justificaciones que expliquen cómo llegué hasta aquí”, afirma. Lo que dice la sentencia que le impuso ocho años de cárcel es que él era uno de los adoctrinadores del grupo Brigada Al Andalus que reclutaban jóvenes para hacer la yihad.

El relato de hechos probados que confirmó en 2017 el Tribunal Supremo sostiene que integraba “una estructura, localizada en la ciudad de Madrid, que desarrollaba, bajo el ideario yihadista, labores de captación, radicalización, adoctrinamiento y posterior envío de voluntarios yihadistas para llevar a cabo acciones operativas de naturaleza terrorista". El grupo se dividía en dos: por un lado, en un núcleo directivo y un núcleo operativo y, por otro, las personas captadas por los mismos y que estaban llamadas a desplazarse a Siria, entre ellos, los que se habían dedicado al adoctrinamiento.

Casado y con tres hijos

Ante los alumnos, quiso contar lo que pasó antes de llegar a ese punto: “Debo explicaros quién era yo para que podáis entender cómo alguien puede llegar a unirse a la lucha armada. Llegué a España en 2002 con mis padres y un visado. Mis padres se volvieron a Marruecos y yo me quedé aquí con algunos familiares y el propósito de estudiar. No pude hacerlo, no pude renovar mi tarjeta de residencia y eso se tradujo en dejar los estudios y empezar a ir a las canchas, buscar trabajos precarios y relacionarme con influencias negativas. A pesar de mi vida a trompicones, me casé en 2010 y tengo tres hijos”.

Foto: Luna Fernández Grande. (P.C.)

Según su relato, el punto de inflexión fue la Primavera Árabe, cuando apenas tenía 22 años. Recordó cómo aquellos movimientos pasaron de un levantamiento pacífico a tornarse en algo violento. “Yo en ese instante estaba en contra de ese cambio tan drástico porque iban a perder la simpatía del resto del mundo. Pero luego cambié de idea al ver que nadie reaccionaba y que en esos países nunca se podía imponer una democracia sin aplicar la fuerza. Por lo tanto, la motivación para sumarme a la lucha armada fue política y no religiosa. Nació de un sentimiento de injusticia”.

"Me siento profundamente arrepentido y avergonzado de haber colaborado con una organización terrorista"

“Yo y muchísimos musulmanes en el mundo, al principio, éramos simpatizantes del autodenominado Estado Islámico que combatía el régimen sirio. Antes de agosto de 2014, el ISIS tenía otro nombre y no estaba considerado un grupo terrorista”, sostiene. Esa afirmación no es cierta. El origen del Estado Islámico de Irak y Levante, conocido como ISIS, está en el grupo Organización para el Monoteísmo y la Yihad. Era una marca terrorista vinculada a Al Qaeda de las muchas que surgieron al calor de la invasión americana de Irak hace ahora 20 años. El cambio fundamental que se produjo en 2014 fue la llegada a la dirección del ISIS de Abu Bakr Al Bagdadi, quien rompió los lazos con Al Qaeda y siguió su propio camino de terror, llegando a establecer un Estado que se extendía entre territorio sirio e iraquí.

Sobre su paulatina radicalización, cuenta que empezó a nutrirse de "informaciones de Al Jazeera, las redes y de amigos”. “Ahí empezó mi adoctrinamiento. Sabían muy bien qué decirme para captar mi interés y atención, con unos lo hacían a través de la religión, con otros a través de razones políticas y con otros a través de promesas mundanas. Mi escasa preparación académica y mi intolerancia no me permitían distinguir lo que veía, leía o escuchaba. Empecé a vivir situaciones que me hacían interiorizar ciertas conductas excesivamente polarizadas. No tenía personalidad propia, quería encajar en algo, sentirme alguien, veía a los demás haciendo lo mismo y quería gustarles, así que empecé a hacer cosas que no encajaban con mi moral, pero que todo el mundo hacía o al menos eso pensaba yo”.

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Su relato alerta del recorrido que permite internet para las dinámicas de captación: “El anonimato es muy importante en estos temas, sobre todo en internet, porque el anonimato significa que yo ya no soy responsable de mi comportamiento. Tenía una visión muy corta y limitada, pensaba que en esta vida solo había verdades absolutas, blancas y negras. Sin duda, estaba muy equivocado y nunca me topé con nadie que me corrigiese en esa desviación. Mi objetivo era desplazarme a Siria a luchar contra esos dictadores puestos por Occidente. La detención me salvó de la lucha armada y quién sabe de qué más”.

"Un reto para el orgullo"

“La razón por la que he tardado tanto —añade— en dar este paso es porque arrepentirse y pedir perdón es confesar que hemos hecho algo que no encaja con nuestros principios. Es decir, significa poner en entredicho mi seguridad en mí mismo y mi autenticidad, demostrar incoherencia entre lo que creo y lo que hice. Y la otra razón es que asumir la responsabilidad supone un reto para el orgullo. Y si pido perdón y no me perdonan, ¿me voy a quedar peor? ¿Cómo puedo arreglar el dolor causado, cómo voy a pedir perdón si hay cosas imperdonables? Si reconozco que he estado equivocado en estos años, ¿en qué me convierto? Estos son algunos de los conflictos que tenía”.

Foto: Acto de la organización islámica Hizb ut Tharir en Copenhague, Dinamarca, en 2019. (Getty/Ole Jensen)

Cuenta que el tiempo pasado en aislamiento le empujó a leer y eso le salvó: “Este paso no hubiera sido posible sin un largo proceso de introspección, de reflexión autocrítica, y llego hasta ahí por ciertas razones. En primer lugar, participé en unos talleres de justicia restaurativa que me hicieron ser consciente de mi responsabilidad individual y del daño generado con el terrorismo. En segundo lugar, la lectura. Empezar a leer en aislamiento, terminar el Bachiller y hacer el acceso a la UNED me han hecho ver que no tengo la verdad absoluta, que la cultura abre la mente al entendimiento. En tercer lugar, la humanidad de algunas personas que he encontrado en la cárcel. Al empezar a tratarme con humanidad, fui capaz de escuchar y me hizo replantearme muchas cosas”.

“La cabeza me daba vueltas y luchaba conmigo mismo todo el rato, hasta que decidí que no podía vivir con odio ni siquiera hacia mí mismo. Me siento profundamente arrepentido y avergonzado de haber colaborado con una organización terrorista”, cuenta la carta de este preso, quien ha encontrado en la fe otro asidero para salir de la espiral de violencia: “Hoy condeno el terrorismo, sé que este país ha sufrido mucho a manos de distintos grupos terroristas, incluido el de los mal llamados islamistas, ya que el significado, según la RAE, de islamista es quien practica la fe musulmana y estoy convencido de que el terrorismo no tiene religión ni frontera. Pido perdón si le he causado daño moral a alguien y me comprometo a no volver a incurrir en algo así. Quiero que esa pesadilla que empecé a vivir hace muchos años acabe”.

La explicación sobre el significado que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) otorga al término islamista tampoco es cierta. La RAE contempla dos acepciones para esa palabra y en ambas alude al "integrismo" musulmán.

“Fui condenado en septiembre de 2016 a una pena de ocho años de prisión por colaboración con ISIS”. Así arranca la carta de un preso yihadista que la semana pasada aprovechó un permiso penitenciario de salida para participar en un encuentro con alumnos universitarios en Madrid. Fue detenido en su día por integrar la Brigada Al Andalus, desarticulada por la Policía Nacional en una de las operaciones más relevantes contra el terrorismo islamista. Seis años y medio de condena le han hecho recapacitar. Según dice, la detención le salvó de haber hecho algo peor y ahora quiere ser un ejemplo de arrepentimiento: “Qué locuras podría haber llegado a hacer si no me hubiesen detenido”.

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