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Que no lo llamen moción de censura: es el discurso de investidura de Yolanda Díaz
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Crónica parlamentaria

Que no lo llamen moción de censura: es el discurso de investidura de Yolanda Díaz

La vicepresidenta segunda del Gobierno respondió al "profesor Tamames" y se sirvió de un discurso de dos velocidades. Fue un gran discurso al que quizá le sobran, como a las películas de ahora, unos minutos de metraje

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Chema Moya)
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Chema Moya)
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Díaz subió al estrado pasada la hora de los entrantes y yo tenía las manos dormidas. Un detalle sin duda menor, pero que ejemplifica hasta qué punto estábamos todos entumecidos, muertos de sueño y de cansancio. Qué turra, qué “tocho de folios”. Muy bien ahí el candidato Tamames, protestando por la hora y cuarenta de discurso de Pedro Sánchez en la que solo paró una vez para beber agua. Yo no sé de dónde sale esta gente. Deben ser de un mundo de aguante que no es el mío.

La vicepresidenta segunda del Gobierno respondió al “profesor Tamames” y se sirvió de un discurso de dos velocidades. Primero agradecida y emocionada con la suerte de compañeros de Consejo de Ministros que le han tocado; después subió el tono. Les pasó la mano por el lomo, con ese tono tan de agradecer, esas buenas maneras, ese mechón de pelo que no le jugó ni una mala pasada y esa chaqueta con bolsillos en los que metía y sacaba las manos. Pura seguridad. Hizo un poco suyos todos esos logros como si fuera su discurso de investidura y los aludidos le respondieron con una sonrisa. Casi todos.

Fue un gran discurso al que quizá le sobran, como a las películas de ahora, unos minutos de metraje.

Ramón Tamames, técnico comercial de estado, tenía las mismas ganas de responder que yo de prepararme su oposición. Porque esto se nos está haciendo tan largo que es probable que de aquí salga afiliándose al partido de Santiago Abascal. “Tenemos un bien precioso, que es el tiempo. Ha sido un discurso interesante de presentación de un proyecto político que se llama Sumar. Le haría una recomendación, que es que sintetice sus puntos para poder apreciarlos más tranquilamente”, apreció el candidato. Conviene añadir aquí que es probable que ninguna mujer le haya hablado así a don Ramón.

Hizo un poco suyos todos esos logros como si fuera su discurso de investidura y los aludidos le respondieron con una sonrisa. Casi todos

Lo que ocurrió desde las nueve de la mañana de este martes fue… a ver cómo se lo explico. Creíamos que íbamos a ver un espectáculo y más bien fue melatonina de liberación prolongada. Una dosis de goteo que induce al sueño profundo durante varias horas.

Primero Abascal, compitiendo con Pedro Sánchez en cutis terso —muy bien ahí esas nuevas masculinidades— y con Macarena Olona en tono de voz. Bajito, sin ese olor a ring de boxeo que le hemos visto en otras ocasiones. Habló del “código de vestimenta” inapropiado que lucen sus señorías, de “noches crapulosas” y de “maneras de taberna y casa okupa”. De lo primero me ha faltado algo de precisión, teniendo en cuenta que en la tribuna de invitados su biógrafo, el escritor Fernando Sánchez Dragó, lucía camiseta con americana, que es una cosa que en mi código se tolera regular.

A continuación, fue con los entremeses de siempre. Virus chino mal, inmigración irregular peor, los violadores, lo trans, la prostitución, la ley de memoria totalitaria y las mujeres. Ay, las mujeres, que no significamos nada por culpa del sanchismo. No como con otros, siempre recién saliditas del florido pensil, horneando galletas e hijos. Mientras, el presidente nos regalaba a la tribuna de prensa de enfrente una colección de gestos que, convertidos en GIF, me servirían para hablar con todos mis contactos de WhatsApp hasta el fin de los tiempos.

Con Sánchez no hubo muchas sorpresas. Con Abascal mordió un poco y con Tamames fue algo más amable. A las 10:20 estaba hablando de la ley de startups y ya había llamado al presidente de Vox comida ultraprocesada y glutamato. Son recursos que funcionan regular, teniendo en cuenta que el glutamato es un potenciador de sabor que puede ser interpretado como piropo y que a nadie le amarga un Whopper. Chico, no sé. Igual tenemos que actualizar el software. A las 10:20, un señor con jersey verde y gabardina en el regazo presente en la tribuna de invitados llevaba una hora y veinte de siesta; también una señora había sido severamente amonestada un ujier al descalzarse y poner los pies en el asiento de delante. La vida puede ser maravillosa.

[Álbum | Todas las imágenes de la moción de censura de Ramón Tamames]

Tamames llegó con un chaleco de punto gris ceniza igualito que uno que tenía mi padre y que tienen el 99% de los ancianos de España. Comenzó mandando “muchos saludos a todos” y acabó dando las gracias a la luz y a los taquígrafos y mandando un beso a su mujer. Con todo esto no podemos ni debemos hacer otra cosa que empatizar.

Hizo un discurso plagadito de cosas. Mucha referencia que denota no solo que tiene buena biblioteca, sino que los libros se los ha leído. Publicidad de uno de sus libros, que “va por la 26.ª edición”. Referencias a lo mal que lo están pasando lo que apostaron por la energía fotovoltaica, la necesidad de sacar adelante una ley de vivienda, de traer inmigrantes, de hacerle caso a Montesquieu, de proteger Gibraltar. Esta última reivindicación le gustó mucho a Luis del Rivero, expresidente de Sacyr, presente hoy en el Congreso.

Aprovechó también para criticar la “sobrerrepresentación electoral del separatismo” y sobrarse con un “las pymes no son el futuro”. Fue un resumen de prensa de lo más completo que derivó en una frase bastante despreciable, cuando denunció que mientras “tres millones y medio de españoles están en el paro, los inmigrantes sudamericanos encuentran trabajo al día siguiente de llegar aquí”. A estas alturas, ya se me había agotado la empatía inicial.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal, junto al candidato a la Presidencia durante la moción, Ramón Tamames. (EFE/Chema Moya)

Le respondió Sánchez con taco de folios que parecía no acabarse nunca. Por momentos fantaseé con un hueco en el atril por el que emergía papel de lo largo que se nos hizo. “Vox no es un partido más, es otra cosa […] quienes impulsan la moción son los herederos de Blas Piñar”, dijo. Luego enumeró todos los logros de su Gobierno a pesar de la pandemia, la guerra, el volcán de La Palma.

Fue tan espeso como el ambiente en el Congreso. Demasiados tochos de folios. Y muy poco glutamato.

Díaz subió al estrado pasada la hora de los entrantes y yo tenía las manos dormidas. Un detalle sin duda menor, pero que ejemplifica hasta qué punto estábamos todos entumecidos, muertos de sueño y de cansancio. Qué turra, qué “tocho de folios”. Muy bien ahí el candidato Tamames, protestando por la hora y cuarenta de discurso de Pedro Sánchez en la que solo paró una vez para beber agua. Yo no sé de dónde sale esta gente. Deben ser de un mundo de aguante que no es el mío.

Yolanda Díaz
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