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Una rara mirada al negocio de los contratistas militares españoles: "La reputación lo es todo"
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Una rara mirada al negocio de los contratistas militares españoles: "La reputación lo es todo"

La mayoría de los españoles que se dedican a ello no lo hacen empuñando un arma, sino aportando habilidades muy demandadas en un sector donde a nivel global sobra músculo, pero donde se necesitan otras competencias

Foto: Soldado iraquí de fuerzas especiales. (Reuters/Goran Tomasevic)
Soldado iraquí de fuerzas especiales. (Reuters/Goran Tomasevic)
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“En este negocio, la reputación lo es todo. Y una vez que la cagas, la has cagado”, explica nuestro interlocutor. “En el 99% de los casos, un trabajo te sale porque te recomiendan. Por lo tanto, un error no solo te afecta a ti, sino también a otros contactos tuyos”.

La imagen es totalmente normal, una conversación entre dos personas en un restaurante cualquiera del centro de Madrid. Pero el hombre que tengo delante es uno de los contratistas privados en el ámbito de la seguridad y la defensa más relevantes de España, cuyo nombre aparece una y otra vez en mis conversaciones sobre este asunto con otras fuentes. O más bien su seudónimo, porque en ningún momento me dice su apellido real. No obstante, me muestra evidencias de que lo que me cuenta es cierto. Ha accedido a hablar conmigo como favor a un conocido común.

Ese secretismo no es impostado, ni un intento de hacerse el interesante, sino una necesidad en su área de trabajo. “Esa gente que está ahora en Ucrania haciéndose selfis y poniéndolos en las redes sociales me parecen, como mínimo, unos inconscientes. Ahora mismo los rusos están rastreando a los familiares de los voluntarios [que han viajado a combatir a favor de Kiev]. Te estás jugando una bala en la cabeza, pero no ya ahora, sino durante todo el resto de tu vida”, dice.

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El panorama que describe nuestra fuente —llamémosle S.— es el de un sector hiperespecializado, muy alejado de las imágenes que suele conjurar el término contratistas militares privados. La mayoría de los españoles que se dedican a ello, como en este caso, no lo hacen empuñando un arma, sino aportando habilidades muy demandadas en un sector donde a nivel global sobra músculo, pero donde se necesitan otras competencias: informáticos de alto nivel, traductores de idiomas poco comunes, especialistas en ciertas áreas. En el caso de S., es una especie de consultor logístico, alguien capaz de identificar lo que sus clientes necesitan, y de encontrarlo en cualquier parte del mundo, adquirirlo y hacérselo llegar.

S. gestiona la adquisición de objetos como visores nocturnos, cascos o chalecos, o prácticamente con cualquier elemento que pueda necesitarse para el desempeño exitoso de una misión. A veces el trabajo, según nos cuenta, es tan sencillo como tomarse una cerveza con los miembros de una unidad militar y preguntarles qué necesitan. En otras, toca viajar al frente a observar los requerimientos específicos de esa situación concreta.

Los sectores donde España pega fuerte

“Muchas veces estamos pensando en el típico blackwater o guardaespaldas de seguridad física o perimetral. Pero también hay una parte muy importante de la que no habla la opinión pública, que es todo lo que no se ve: infraestructuras, o el ámbito ciber”, confirma Gabriel Cortina, analista de asuntos estratégicos de seguridad. “Perfectamente un gobierno extranjero puede contratar a una empresa española formada por exmilitares o técnicos de las fuerzas y cuerpos de seguridad para que le monte toda la protección de infraestructuras críticas, por ejemplo, o la encriptación de teléfonos móviles y comunicaciones”, indica.

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Cortina explica que otro de los sectores clave es la formación especializada. “También hay momentos en los cuales hay que formar con ciertas capacidades a otros gobiernos, no se tiene aquí los recursos necesarios y se activan empresas privadas”, señala. “El tema de formación es muy amplio: seguridad canina o perimetral, comunicaciones, defensa personal, uso y manejo de armas, cómo se escolta a autoridades, cómo se realiza una conducción evasiva…”, enumera. “Yo agradecería que las compañías españolas estuvieran ahí. Y dice mucho también de la credibilidad de los recursos y capacidades de España. Si se contrata a expolicías o ex guardias civiles o exmilitares españoles significa que están muy bien formados, lo cual es una buena noticia”.

Otro ámbito en el que este tipo de empresas tienen un papel destacado es en el ámbito de las misiones internacionales. “Por ejemplo, cuando hay una misión en, pongamos, África, llega un momento en el que las capacidades de nuestras Fuerzas Armadas no llegan a todo y necesitas el apoyo de empresas privadas. De cara a cumplir el objetivo de la misión, mientras hay una parte más operativa que se encargará a las Fuerzas Armadas, hay otra parte que también tiene que ver con la seguridad pero que se puede encargar a empresas privadas”, comenta Cortina.

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“Lo que pasa es cuando hablamos de empresas privadas en el ámbito de la seguridad hay una percepción yo creo que bastante negativa. Pero es que no es así: a veces lo hacen mejor estas empresas privadas porque tienen los recursos necesarios, y mientras que el ejército regular se centra exclusivamente en el mandato militar, alrededor se crea una infraestructura logística, un perímetro, donde puedes abordar esas capacidades que lo militar no llega a cubrir, pero que ayudan a cumplir la misión”, reflexiona este experto.

En lo que coinciden casi todas las fuentes consultadas para este artículo es en que el mercado nacional es muy limitado. “Españoles que vivamos de esto a título independiente, no llegamos ni a 50”, asegura S., añadiendo que en la mayoría de los casos se trabaja para clientes extranjeros. “No hay casi empresas españolas en este sector. Y las empresas de España no pagan ni remotamente lo mismo que suecos o franceses, por no hablar de los anglosajones. La realidad es que hay muy poca demanda española. Casi nada privada, y apenas un poco más por parte del estado”, señala.

Irak nunca fue El Dorado para los españoles

Hubo un momento en el que parecía que podía haber un espacio para los contratistas militares españoles clásicos, los veteranos de unidades especializadas que soñaban con ganar fortunas en el sector privado desplegados en el extranjero. Para contar esta historia tenemos que remontarnos a hace década y media, cuando tanto en Irak como en Afganistán se pagaban salarios estratosféricos a los contratistas por operaciones menores pero con un riesgo relativamente alto, como escoltar vehículos con suministros.

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“Los sueldos astronómicos en 2004-2005 son el resultado de una situación desesperada en la que la insurgencia iraquí está causando muchos daños a convoyes logísticos y hace falta asegurar instalaciones y personal. Entonces las empresas sacan la chequera y contratan por cantidades astronómicas”, explica Jesús Pérez Triana, analista de seguridad y defensa. “Lo que sucede entonces en España es que, por un efecto imitación de Estados Unidos, hay mucho exmilitar que piensa: ‘Se está ganando mucho dinero en Irak, yo he sido militar, así que es tan fácil como montar una empresa’. Y, en efecto, hubo una efervescencia de iniciativas empresariales”, relata.

“Pero hay un problema. Primero, que la ley es muy restrictiva. Las empresas que realmente consiguen contratos, tienen muchos problemas para obtener armas de guerra y para la custodia de esas armas. Luego resulta que las empresas españolas que están sobre el terreno confían fundamentalmente en firmas anglosajonas, que son las que tienen personal con experiencia. Y es que militares españoles con experiencia en misiones de paz, sí, los hay, pero militares españoles con experiencia en combate intenso, pues menos. Tiroteos en Afganistán sí. Pero gente que ha estado día tras día, día tras día, persiguiendo a insurgentes iraquíes o afganos... muy pocos”, comenta Pérez Triana. “Y entonces las empresas militares privadas españolas, por todos problemas que tienen incluso para conseguir material, no logran hacerse una cartera de clientes dentro de las propias grandes empresas españolas, que se fían solo de firmas que ya están consolidadas, que tienen experiencia”, añade.

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Sin las conexiones adecuadas, “la gente que ha intentado montar empresas de este tipo, con un componente armado, o los ha parado el gobierno o se han metido en líos muy gordos”, explica S. “Muchos de los que intentan abrir este tipo de empresas no tienen en cuenta la realidad. Todos los años hay un intento. Pero no hay respaldo ni protección legal”, dice a El Confidencial.

La dura competencia de otros países

A esto se añaden otros problemas, continúa Pérez Triana, como la falta de dominio del inglés nivel medio, que hace que muchos profesionales tengan dificultades para coordinarse con compañeros procedentes de rincones remotos de EEUU o el Reino Unido y con acentos muy fuertes y difíciles de entender. Y los españoles también entran en competición con los combatientes procedentes de otros países.

Foto: Saludando a las fuerzas españolas de la Presencia Avanzada Reforzada OTAN en la Base Adazi de Letonia, en marzo 2020. (Cedida)

“Por ejemplo, los fiyianos, porque como miembros de la Commonwealth tienen acceso a entrar en el ejército británico, o los ugandeses, porque han combatido contra las milicias yihadistas en Somalia, han recibido instrucciones de países occidentales y han establecido los vínculos… Pero también ahí empiezan a entrar chilenos y colombianos de ciertas unidades, veteranos que han realizado cursos con las Fuerzas Armadas estadounidenses, por lo que EEUU considera que al menos tienen unos ciertos estándares. De modo que la incorporación de personal de países no desarrollados, que cobran muchísimo menos, hunde el mercado”, dice este analista. Una situación que se mantiene hasta el día de hoy. “O eres francés, británico, estadounidense o israelí, o vas a cobrar lo mismo que un peruano”, comenta S.

“Lo que tenemos es que no hay un desarrollo legislativo que permita que estas empresas operen con la libertad que operan en otros países. Hay mucho veterano que intenta introducirse en ese mundo, pero se da cuenta de que para los españoles es muy complicado. Los hay quienes pasan por centros de formación británicos o estadounidenses. Y hay alguno, porque sí, efectivamente, hay gente que luego ha logrado trabajar con empresas de esos países”, señala Pérez Triana. Pero S. advierte que ni siquiera las formaciones son garantía de nada: “Hay gente que se ha ido a hacer un curso de formación como contratista militar privado en Macedonia, pero luego lo más que ha hecho ha sido pasar dos meses en Albania vigilando una base, o un almacén logístico en Kuwait”, indica.

Foto: Una imagen de satélite tomada por Maxar muestra la destrucción cerca de Jersón, Ucrania. (Reuters/Maxar)

El sector en Estados Unidos también ha pasado por una reconversión, y si uno mira lo que sucedió con Triple Canopy, Academi y algunas otras, la profusión que hubo de empresas entre el 2005 y el 2010, pues eso ha ido dando paso a una concentración. Muchas han terminado por ser absorbidas por grandes gigantes de la seguridad privada, y de hecho el sector ahora es muchísimo menos dinámico”, asevera Pérez Triana. “Yo no he vuelto a ver ese entusiasmo por parte de los militares de que haya una salida en ese mundo. Cuando hablas hoy en día, a 2023, con militares españoles, te hablan de Amazon”, sentencia.

El Ministerio de Defensa, a través de la plataforma Sapromil creada por la Dirección General de Reclutamiento y Enseñanza Militar, trata de promover un futuro profesional para los llamados reservistas de especial disponibilidad, aquellos que salen del ejército al cumplir 45 años. Allí se promocionan ofertas como esta para trabajar como escolta en Irak por un salario de algo más de 45.000 euros brutos al año. Sin embargo, el futuro —y el presente— de los contratistas privados españoles reside sobre todo en desplegar aquellas capacidades especiales con las que otros no pueden competir con tanta facilidad. Ahí, nos dicen, es donde se distingue a los verdaderos profesionales de los advenedizos. “Si tienes que estar haciéndote publirreportajes, es que no estás trabajando”, concluye S.

“En este negocio, la reputación lo es todo. Y una vez que la cagas, la has cagado”, explica nuestro interlocutor. “En el 99% de los casos, un trabajo te sale porque te recomiendan. Por lo tanto, un error no solo te afecta a ti, sino también a otros contactos tuyos”.

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