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Las feministas católicas se plantan y reclaman más derechos: "La Iglesia se sostiene gracias a las mujeres"
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Concentraciones frente a las catedrales

Las feministas católicas se plantan y reclaman más derechos: "La Iglesia se sostiene gracias a las mujeres"

"Reivindicamos tener voz y voto en las estructuras de la Iglesia e incrementar la participación en la toma de decisiones", señala Pepa Torres

Foto: Una monja realiza la imposición de las cenizas. (EFE/Nathalia Aguilar)
Una monja realiza la imposición de las cenizas. (EFE/Nathalia Aguilar)

"No puede ser que la Iglesia utilice la mano de obra femenina sin considerar que tenemos mucho más que entregarle. Porque, además, la Iglesia se sostiene por las mujeres, no hay más que ver las parroquias. Por eso, pedimos la plena incorporación de las mujeres en sus estructuras. Y queremos que esa presencia sea activa y más decisoria. Porque, además, en no pocas ocasiones, tenemos mayor formación que los sacerdotes, por ejemplo, en las congregaciones religiosas femeninas, donde la mayoría tienen dos o tres carreras, y casi todas con estudios de teología".

La indignación le sale espontánea a Pepa Torres, monja y teóloga, cuando aborda la cuestión de la mujer en el seno de la Iglesia católica. Y la tiene canalizada, además, en su faceta de escritora y activista, ahora a través de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia-Alcem la Veua, un movimiento feminista católico asentado en 20 de las 70 diócesis y que este 5 de marzo, en el marco de la jornada reivindicativa del 8M, ha convocado a las 12 del mediodía, a las puertas de una veintena de catedrales, una concentración "para seguir reivindicando los derechos que la jerarquía niega a las mujeres católicas en el ya avanzado siglo XXI".

Foto: 'Forever dates', el 'First dates' de la Iglesia católica que defiende el matrimonio. (CEE)

Esta Revuelta feminista, pacífica, festiva, celebrativa, pero también resuelta y desacomplejada, surgió en 2019, aunque se venía cocinando a fuego lento desde hacía años. En el octubre de ese año, el Vaticano acogió la celebración de un sínodo, lo más parecido que existe en la Iglesia a un proceso deliberativo democrático. Pero donde solo tienen derecho a voto los hombres, aunque en ocasiones, como aquella, se invite a unas pocas mujeres a participar, generalmente como observadoras. "Eso, para nosotras, fue la gota que colmó el vaso y provocó en todo mundo una serie de reacciones y empezamos a organizarnos en España".

A raíz de ahí, fueron creando redes entre ellas y a fundamentar con estudios lo que sabían que era una certeza: su discriminación secular en la institución eclesial. Como miembros del Consejo de Mujeres Católicas (CWC), que reúne a sesenta organizaciones feministas, participaron en una encuesta a nivel global entre diciembre de 2021 y enero de 2022. Las feministas católicas españolas quedaron englobadas con las de Latinoamérica y El Caribe. Participaron en total 2.286 mujeres y los datos, no por esperados, les redoblaron la indignación: más del 40% de ellas hacían trabajos de catequesis y pastoral, pero únicamente el 3,8% ocupaba otros cargos, como miembro de su consejo parroquial o grupos locales de Cáritas. Solamente el 4,4% se sentían "totalmente involucradas" en la Iglesia. "Sorprendentemente -señalaba el estudio-, la mayoría de las mujeres encuestadas han experimentado violencia y, lo que es menos sorprendente, tienen una sensación de invisibilidad". De hecho, "el 2,4% ha dejado la Iglesia católica, mientras que otras buscan activamente espacios alternativos para experimentar su fe y espiritualidad".

Las mujeres también se van

"Nosotras no es que seamos mujeres que se han ido de la Iglesia, no, no. Somos mujeres con un compromiso activo dentro de ella, pero reivindicamos tener voz y voto en las estructuras de la Iglesia e incrementar la participación en la toma de decisiones", señala Pepa Torres, ella misma religiosa Apostólica del Sagrado Corazón de Jesús, que vive en una comunidad intercongregacional en el madrileño barrio de Lavapiés, desde donde apoya los movimientos sociales y la defensa de los derechos humanos, especialmente desde la Red Interlavapiés.

"La Iglesia va a perder, y ya está perdiendo, a muchísimas mujeres, como en el siglo XIX perdió a los obreros. Y a las mujeres las pierde por ser todavía ese bastión del patriarcado. La cuestión de la igualdad cuesta muchísimo que se aborde, por eso tiene que abrirse a la espiritualidad y la teología feminista, a las nuevas concepciones de lo que es ser persona-varón y persona-mujer. Y, desde ahí, hacer un trabajo de lo que podríamos llamar despatriarcalización de la tradición religiosa, de los lenguajes y las imágenes sobre Dios, así como de la moral sexual, toda hecha por hombres y célibes", abunda la teóloga.

"La Iglesia va a perder, y ya está perdiendo, a muchísimas mujeres, como en el siglo XIX perdió a los obreros"

No creen estar pidiendo imposibles. De hecho, tiene muy presente los orígenes del cristianismo, donde el rastro de la mujer deja señales de otra vivencia. "El espíritu del Evangelio y las prácticas transgresoras de Jesús con las mujeres de su época, nos muestran que es necesaria una reforma de la Iglesia y que se revisen todas las concepciones de por qué se nos sigue negando el acceso a algunos de ministerios, en concreto, al del sacerdocio, por ejemplo".

Saben que este camino está, hoy por hoy, cerrado. Lo dejó así, a cal y canto en 1994, el papa Juan Pablo II a través de una carta apostólica que negaba esa posibilidad a las mujeres, basándose en que la exención a las mujeres formaba parte "del depósito de la fe", es decir, de la doctrina y magisterio. Y ni siquiera el papa Francisco lo contempla. "Juan Pablo II cerró la puerta al sacerdocio femenino, y yo no voy a volver sobre eso", ha señalado, tratando de evitar un nuevo incendio en su ya de por sí convulso pontificado.

Foto: Los jesuitas españoles asesinados en San Salvador, el 16 de noviembre de 1989

Precisamente, en vísperas de que este 13 de marzo se cumpla el décimo aniversario de la elección del primer Papa latinoamericano en dos mil años de historia del cristianismo, Torres hace de esta década un balance "un poquito ambivalente". "Por un lado, Francisco, desde el inicio se está refiriendo a la necesidad de una Iglesia que se solidarice con las mujeres víctimas de la trata o la violencia de género. De hecho, en la exhortación Amoris laetitia es el primer Papa que habla abiertamente del patriarcado en la Iglesia y de la violencia hacia las mujeres. Pero, por otra parte, participa de una antropología que está muy vinculada a una concepción muy esencialista de lo que es ser mujer y ser varón. Y ahí tiene una deficiencia y sería bueno que se sentara a la mesa con las teólogas feministas y escuchara otras perspectivas, porque tiene un prejuicio hacia los feminismos".

Con todo, reconoce que, para la causa de la mujer en la Iglesia, "es verdad que este Papa ha hecho que las mujeres hayamos avanzado más que nunca y que estemos en algunos lugares de decisión, pero todavía es mínimo". Se refiere la teóloga al nombramiento de otra religiosa, Nathalie Becquart, la primera mujer en la Iglesia que podrá votar en un sínodo. "Es algo histórico, pero, por otra parte, es absolutamente ridículo. Estamos en la cabeza del Papa, pero somos el último punto de su compleja y problemática agenda. Las mujeres somos la última de las preocupaciones que tiene Francisco".

"Estamos en la cabeza del Papa, pero somos el último punto de su agenda. Las mujeres somos la última de sus preocupaciones"

Pero ellas no van a cejar en su empeño. Vienen de muy lejos. Y de muy atrás. El próximo paso las llevará este domingo a las puertas de las catedrales de Barcelona, Bilbao, Burgos, Ciutadella, Córdoba, Granada, Huelva, Las Palmas, Logroño, Madrid, Oviedo, Santander, Santiago de Compostela, Sevilla, Valencia, Vigo, Vitoria-Gasteiz y Zaragoza. "Lo más importante de la Revuelta no es la convocatoria del acto ante las catedrales, sino lo que está generando de reflexión, formación, participación y de elaboración de propuestas concretas para hacérselas a los obispos", reconoce la religiosa. Y en abril, cuando pase la efervescencia de estos días, tienen pensado presentar a todos los obispos lo que llaman Manual de Buenas Prácticas "para terminar con la discriminación de las mujeres en la Iglesia". Les van a reclamar también "la participación de las mujeres en las lecturas en la celebración eucarística, aumentar la representación femenina en conferencias, encuentros de oración, retiros, ejercicios espirituales, seminarios, facultades de teología y hacer una revisión también de documentos pastorales y catequéticos para que incorporen esta visión paritaria".

Lo que no saben es si los obispos las van a querer recibir. De hecho, ya les han enviado propuestas concretas a los de la veintena de diócesis en las que está asentada la Revuelta. De momento, reconoce con una mezcla de sonrisa y resignación, "solo nos han recibido tres". Pero piensan perseverar. Como dice el lema de la convocatoria de este año, al menos hasta que "la igualdad sea costumbre en la Iglesia".

"No puede ser que la Iglesia utilice la mano de obra femenina sin considerar que tenemos mucho más que entregarle. Porque, además, la Iglesia se sostiene por las mujeres, no hay más que ver las parroquias. Por eso, pedimos la plena incorporación de las mujeres en sus estructuras. Y queremos que esa presencia sea activa y más decisoria. Porque, además, en no pocas ocasiones, tenemos mayor formación que los sacerdotes, por ejemplo, en las congregaciones religiosas femeninas, donde la mayoría tienen dos o tres carreras, y casi todas con estudios de teología".

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