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Cómo la ciudad de mi infancia se convirtió en un pueblo grande donde hasta los jubilados se van
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LA "DECADENCIA" DE REINOSA

Cómo la ciudad de mi infancia se convirtió en un pueblo grande donde hasta los jubilados se van

Es una de las localidades que más empleo ha perdido en la última década, y la crisis energética ha sido otro clavo en el ataúd. Pero aun sin ella, las cosas no habrían mejorado

Foto: Foto: Joaquín Gómez Sastre.
Foto: Joaquín Gómez Sastre.
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"Joven y en Reinosa, como quien busca un unicornio", responden cuando uno pregunta por el mocerío campurriano. Hace exactamente un siglo que mi bisabuelo cogió el tren en Palencia y se bajó con mi abuela recién nacida en brazos en el andén de Reinosa. Su objetivo, trabajar en La Naval, la entonces recién fundada siderúrgica que convirtió al centro de la comarca de Campoo-Los Valles en uno de los puntos más importantes de las montañas del norte durante todo el siglo XX.

Como él, miles de migrantes acudieron de las proximidades a esa ciudad que había recibido la misión de reconstruir la flota naval que se perdió en la guerra de Cuba. Más de un siglo después, cojo el tren en la misma dirección, pero desde Madrid. Esta vez, persiguiendo unicornios. Hace más de un cuarto de siglo que no piso Reinosa, por la misma razón por la que alrededor de tres mil personas, una cuarta parte de su población, se han marchado de ella durante ese tiempo. Porque rotos los lazos familiares, no hay muchas razones para que nadie se baje en aquel andén.

El gran problema de Reinosa es que esa decadencia no tiene nada de original

Solo tengo referencias por mi madre, que la visita ocasionalmente, y que me dice que se ha quedado pequeña, como una abuela arrugadilla. Mi recuerdo, sospecho que deformado por el paso del tiempo, es el de una ciudad con un frenesí vital superior al que le correspondería por población, con su teatro, sus fiestas, sus bares de rabas y sus fábricas humeantes. O quizá simplemente es que la visitaba en verano y no en invierno.

En algún momento a lo largo de esos últimos 25 años, dejó de ser una ciudad. Al menos estadísticamente. En 2013, su población bajó de los 10.000 habitantes tras haber superado los 13.000 en los años ochenta, lo que le despojó de todas las ventajas que le otorga dicha categoría. El gran problema de Reinosa es que esa decadencia no tiene nada de original. Desindustrialización, envejecimiento, vaciado. Términos aburridos y conocidos que hemos oído en tantas otras partes de España que hace que ni siquiera su relato sea muy diferente al de otras ciudades de León o Asturias. No da para que ningún periodista la visite.

placeholder Los supervivientes de la Naval. (Joaquín Gómez Sastre)
Los supervivientes de la Naval. (Joaquín Gómez Sastre)

Como explica con entusiasmo Rafael de Andrés Seco, que también entró a trabajar como aprendiz en la industria reinosana a finales de los sesenta con apenas tenía 14 años, un "declive continuado, gradual e imparable". Un proceso poco espectacular, como la planta que se seca poco a poco en un rincón hasta que es demasiado tarde, pero un proceso que se ha agravado durante las crisis del covid y de la guerra de Ucrania por su estructura productiva. Reinosa es exponente de ese norte que sigue hundiéndose sin llamar demasiado la atención.

Javier Aja tiene 26 años y es uno de los pocos jóvenes resistentes a la ola desindustrializadora. Trabaja en Reinosa Forgings & Castings, la empresa heredera de La Naval, más de un siglo después de la apertura de sus puertas. Pero en una situación completamente distinta, en la que la crisis energética también ha afectado a sus trabajadores en el último año. Por ejemplo, el aumento de los costes energéticos ha detenido durante seis meses el tren de laminación de Sidenor o paralizó la acería de Forging & Casting el pasado otoño. Algo que ha impactado a los eventuales, que se marchan en busca de oportunidades en otros lugares, como el más rico litoral cántabro.

Reinosa es un paraíso para los jubilados y un purgatorio para jóvenes desempleados

"La crisis ha afectado claramente, porque se han quedado solo con la plantilla fija al disminuir mucho el volumen de producción", explica Aja. ERTE y producciones paralizadas se han sucedido durante los últimos meses en las plantas de la región. Sin embargo, Aja no cree que el final de la crisis energética suponga el final de la crisis de su industria. "Es algo más global, hemos pasado de tener mil trabajadores a casi la mitad".

La comarca de Campoo ha pasado de tener alrededor de 4.000 empleos directos en la industria a no llegar a 1.000. Según los datos proporcionados por CCOO, la antigua Naval, Sidenor, pasó de 2.300 trabajadores a no llegar a 600 entre las dos empresas herederas, Reinosa Forging & Casting (450) y Sidenor Aceros Especiales (125). Gamesa Electric Reinosa pasó de 700 empleos a 220. Cuétara se mantiene en 150 empleos directos, y La Farga (Forjas de Cantabria), que llegó a tener 210 trabajadores, cerró. Como explica Álvaro Ruiz Gutiérrez, delegado territorial de CCOO en Campoo, "no somos capaces de mantener el empleo industrial y eso repercute en los demás sectores, establecimientos cerrados, hostelería cerrada, tiendas cerradas, etc.".

Reinosa empieza a tener hechuras de pueblo, ironiza De Andrés invitando a un café la barra de Vejo mientras unas pantortillas nos observan golosas desde el mostrador. Ya no es ese lugar al que la población se desplaza a trabajar, sino el pueblo al que vuelven las familias con niños en verano y en Navidad, "cuando Reinosa se llena de coches por todas partes" porque echan de menos su propia infancia. De un centro económico a un refugio recreativo, de aquel viaje al futuro de la fábrica al retorno al pasado de la nostalgia.

"Somos tu futuro"

Un mural en la avenida Puente de Carlos III presenta a dos viejos campurrianos que parecen ironizar con la situación de la antigua ciudad cántabra. Entre ellos se extiende, involuntariamente amenazante, el eslogan "somos tu futuro". Cuando uno se baja en una Reinosa nevada a las once de la noche, tiene la impresión de haber llegado a una ciudad fantasma en la que solo se escucha el sonido de la bocina del tren que corre hacia el Cantábrico y que no se detiene en toda la noche. La sorpresa llega al día siguiente, cuando Reinosa es otra cosa. No es el pasado, sino el futuro que le espera a cada vez más localidades de España. Un paraíso para pensionistas.

placeholder Rafael de Andrés, antiguo trabajador de La Naval y autor de 'Los conflictos de 1987 en Reinosa'. (J. Gómez Sastre)
Rafael de Andrés, antiguo trabajador de La Naval y autor de 'Los conflictos de 1987 en Reinosa'. (J. Gómez Sastre)

La cafetería Vejo, donde nos recibe De Andrés, bulle de actividad desde primera hora de la mañana. Sigue siendo un lugar de encuentro como lo fue hace décadas, lleno de mujeres con el pelo cardado que podrían ser mi abuela hace 20 años o mi madre hoy (menos el cardado). La media de edad no baja de los sesenta. Reinosa es un paraíso para los jubilados y, tal vez, un purgatorio para los jóvenes desempleados. Una definición que cada vez se aplica a más regiones de España, y que ha llevado a que el ayuntamiento, en manos de José Miguel Barrio del Partido Regionalista de Cantabria desde 2003, haya puesto en marcha proyectos como la Lanzadera de Empleo.

Para los ojos de un urbanita, Reinosa es una de esas cacareadas ciudades de quince minutos por dos razones: la primera, muy tonta, es porque recorrerla de un extremo a otro apenas lleva un cuarto de hora. La segunda, porque su carácter de cabecera comarcal provoca que funcione relativamente bien a nivel de servicios, a pesar de sustos como la posibilidad finalmente rechazada del cierre de la Hacienda local. Sigue siendo el lugar donde se hacen los papeleos.

En El Ebro, un paisano comenta: "Palencia ya no es lo que era". Ni León, ni Asturias

Dan ganas de dormir durante treinta años y despertarse el día de tu jubilación para poder tomarse un vino a medio día, comer un menú del día a las dos y meterse en la cama debajo de tres edredones a las ocho de la tarde mientras escucha el tren pasar (que vaya lejos, que yo me quedo aquí). Hay una imagen que resulta entre enternecedora y perturbadora: una pareja de ancianos repasando las esquelas que aún se pegan en las farolas del pueblo para que el pueblo se entere de los decesos de última hora.

El paraíso no lo es tanto cuando tienes que encontrar empleo, algo que De Andrés ya sabía a finales de los ochenta, cuando la ciudad campurriana se convirtió en una olla a presión de protestas, como explica en su libro Los conflictos de 1987 en Reinosa. Para él ya era evidente que ese proceso de mal llamada reindustrialización y otras promesas como el polígono industrial o el boom de la hostelería eran el principio del fin. Para el antiguo trabajador de Cenemesa, aunque el sector industrial ocupe ya solo una cuarta parte de los empleos directos de la zona, su desaparición puede provocar un fallo multiorgánico, pues una vez se descienda de cierto nivel, eso se llevará por delante el comercio, la hostelería y los servicios de los que aún se benefician.

placeholder Mucha oferta, no demasiada demanda. (J. G. S.)
Mucha oferta, no demasiada demanda. (J. G. S.)

La gran ironía es que si hace un siglo Reinosa recibía trabajadores de Aguilar de Campoo para trabajar en la Naval, hoy es más gente la que recorre cada día el sentido contrario para trabajar en la galletera Gullón. "Ahora está sufriendo las consecuencias de haber vaciado, entre comillas, su entorno rural, porque no tiene de dónde abastecerse de población", explica Carmen Delgado Viñas, catedrática de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Cantabria. "El problema es que Reinosa fue fagocitando población del resto de Campoo en la época de La Naval. Ahora hay mucha gente de Reinosa que trabaja en Aguilar, antes ocurría al revés. Ya no tiene capacidad para atraer población, la está perdiendo". Gran parte de esa población la ha recibido Campoo del Medio, que rodea Reinosa como un donut a su agujero.

Las tan características galerías de la calle Mayor están adornadas por una sinfonía de carteles de "se vende". Y se vende barato, en comparación con otros tiempos, cuando los precios de la vivienda en Reinosa eran aún más caros que en Santander. Es una historia ya conocida, y que se ha repetido en otros lugares. En la cafetería del hotel El Ebro, un paisano le dice a otro "Palencia ya no es lo que era". Seguramente en ese mismo momento alguien esté pronunciando las mismas palabras en León, en Gijón, en Logroño. En casi toda España menos las cinco ciudades en expansión que se pueden contar con los dedos de la mano.

"Hace quince años habría dicho a mis hijos que se quedasen, ahora ya no"

De vez en cuando, aún se avista a alguna pareja arrastrando un carrito por las calles de Reinosa. De Andrés se ha dedicado a datar el proceso emigratorio de la localidad en una serie de artículos. No es solo que se marchen los jóvenes, ha identificado, es que también los jubilados se van. El antiguo trabajador de Cenemesa mantiene una interesante teoría. Anteriormente, cuando alguien se retiraba, volvía a su localidad natal, como Reinosa, para pasar sus últimos años. Ahora "los que se jubilan se marchan con sus hijos a cuidar a sus nietos donde se hayan ido". No es, aún, su caso, aunque su hijo viva en Torrelavega con su nieto de diez meses. Los jóvenes arrastran con ellos también a los jubilados.

El norte se alzará de nuevo

"Nos buscamos en la niebla al salir de la Naval / Levantamos la cabeza / Se acercaba la tormenta, nos metimos en el bar / Nos cerraron El Botellas, se cayó el Cine Madrid / Defendimos la merienda en aquella primavera frente a la guardia civil". (Reinosa, de Óscar Llorente)

Las victorias tienen distintos rostros pero las crisis son tan aburridas que apenas se distinguen unas de otras. Los relatos se repiten en una parte y otra. Uno de sus elementos constitutivos es el cierre del comercio como parte de ese fallo multiorgánico. No es que las tiendas cierren en cadena, ya que la Calle Mayor sigue conservando parte de esa vitalidad de los años en los que toda la región bajaba a comprar a Reinosa, sino que cuando un comerciante se jubila, salvo que sus hijos decidan tirar los dados y seguir con el negocio familiar, lo más habitual es que la tienda desaparezca junto a su primera pensión.

placeholder Luis Pérez lleva en el Bombín 32 años. (J. G. S.)
Luis Pérez lleva en el Bombín 32 años. (J. G. S.)

Luis Pérez, por ejemplo, lleva 32 años al frente de Bombín, una tienda de ropa que se localiza casi enfrente de aquel moral de "somos nuestro futuro". Su discurso le sonará a los comerciantes: con internet todo ha cambiado, la crisis es aquí y en Honolulu, la subida de precios nos ha dejado con el agua al cuello y "cuando antes la gente se llevaba tres jerséis de colores, ahora se lleva uno". Aunque todavía no ha pensado qué será del local cuando desaparezca, sí que hay una cosa que tiene clara. Un signo que da muestra del cambio de los tiempos: "Hace quince años habría animado a mis hijos a que se quedasen, ahora ya no".

Las alternativas tampoco terminan de funcionar. Como recuerda Delgado, el turismo, que podría haber sido una de las bazas de la región, no ha llegado a desplegar su potencial. La catedrática insiste en un término que suele levantar ampollas: no solo se trata de un proceso de desindustrialización, sino también de desagrarización de la comarca: "El sector primario era muy importante en gran parte de la región, y se ha impuesto la ganadería extensiva que requiere muy poca mano de obra".

Sus amigos han emigrado, pero no fuera de Cantabria, sino a Torrelavega o Santander

Otros arrugan el morro cuando se les habla de la tercerización de la economía. Como lo sintetiza De Andrés, "cambiar la industria por la hostelería es mal negocio". Ahora, añade, no se encuentran ni camareros (gran parte de los inmigrantes que llegaron a Reinosa lo son) ni técnicos. Hay dificultades añadidas que hacen muy difícil revertir el proceso. El polígono industrial de La Vega se gestiona desde Madrid a través de SEPES, y el ayuntamiento solicitó el pasado año su cesión a la comunidad autónoma. Las siderúrgicas se controlan desde EEUU o Alemania.

Si la respuesta es la industria, la gran pregunta es qué clase de industria. Para De Andrés, la clave se encuentra en potenciar aquello que ya se tiene, aquello que ha diferenciado a Reinosa. "Habría que potenciar aspectos que ya se conocen, que ya se tienen, pero que tengan mercado", añade. "Que se vuelque el gobierno regional, pero no a fondo perdido". "Al final encontrar trabajo en Reinosa es casi una suerte, no es fácil porque no hay mucho donde elegir, por eso la gente acaba los estudios y tiene que irse a otro sitio", añade Aja desde su perspectiva personal. La mayoría de sus amigos han emigrado, pero no se han ido de Cantabria, sino a Santander, Torrelavega o Aguilar de Campoo, lo que muestra los nuevos equilibrios territoriales de España.

placeholder Ladrillo y mortero. (J. G. S.)
Ladrillo y mortero. (J. G. S.)

¿Otra opción? Unir Reinosa y Campoo del Medio, el municipio que rodea a Reinosa (población actual: 3.750 vecinos), para volver a alcanzar de nuevo la cifra de los diez mil vecinos. Ser una ciudad de nuevo, aunque nunca lo haya dejado de ser.

El tren sale a las ocho

Dicen que una de las pesadillas más recurrentes es volver a tu casa de la infancia y no poder entrar. Ese caserón de la calle Pérez Galdós no es mi casa de la infancia, pero solo la puedo observar desde la calle. Como ocurre con la propia Reinosa, parece mucho más pequeña que en mis recuerdos, donde era poco menos que una mansión y poco más que un caserón encantado. Quizá ese sea el mejor resumen de la "decadencia" de Reinosa, el término que el joven Aja utiliza para referirse a la ciudad en la que vive: todo es más pequeño aunque tenga el mismo tamaño.

"Los jóvenes no se van porque no les guste sino porque no encuentran trabajo"

No es la primera vez que la ciudad se enfrenta a una crisis industrial. A finales del siglo XIX, antes de que la concesión de la Naval la salvase, las fábricas de la industria vidriera que daban trabajo a una cuarta parte de la población estaban casi paralizadas. Una adjudicación milagrosa, la de la Sociedad Española de Construcción Naval, sacó a la ciudad de su estancamiento demográfico y económico, lo que permitió que en apenas una década pasase de 4.180 habitantes a 8.606. Uno de los cuales era mi bisabuelo. Otro, mi abuela.

El siglo XXI es un poco diferente, aunque las esperanzas son parecidas. Aja no desea irse, y aguantará todo lo que pueda. "Lo importante sería ofrecer trabajo a la gente joven, porque la mayoría no se va porque no les guste, sino porque no encuentra trabajo", razona. "Al final es un círculo vicioso, si la gente no encuentra trabajo se va, los comercios tienen menos gente comprando y todo eso se retroalimenta".

placeholder Sí, hasta en Reinosa hay un Okuda. (J. G. S.)
Sí, hasta en Reinosa hay un Okuda. (J. G. S.)

El relato del fallo multiorgánico que tantas veces se escucha en España que, sin embargo, es matizado por otros discursos. Como cabecera comarcal, añade Delgado, funciona, a pesar de que su población cada vez sea menor y más envejecida. La manifestación del pasado mes de noviembre en Reinosa ha sido una de las más multitudinarias desde los años ochenta, en la que 5.000 personas convocadas por CCOO y UGT han pedido un plan estratégico urgente para la comarca.

El tren sale a las ocho y diez pero llega a y veinte procedente de Santander. Un pequeño retraso para lo que están acostumbrados los locales. No es una ciudad fantasma, aunque los bloques que se alzan alrededor del Ebro y el Híjar contengan el silencio de la era posindustrial, sino un espejismo a punto de desvanecerse. No he encontrado ni unicornios ni ningún motivo para volver, como sí lo han hallado esos hijos de la Naval que vuelven con su descendencia a disfrutar las temperaturas amables del verano entre las montañas. Quizá ese es el destino que queda al pie de las montañas, ser un refugio nostálgico y rural. Un pueblo idílico en el que la industrialización solo fue un sueño.

"Joven y en Reinosa, como quien busca un unicornio", responden cuando uno pregunta por el mocerío campurriano. Hace exactamente un siglo que mi bisabuelo cogió el tren en Palencia y se bajó con mi abuela recién nacida en brazos en el andén de Reinosa. Su objetivo, trabajar en La Naval, la entonces recién fundada siderúrgica que convirtió al centro de la comarca de Campoo-Los Valles en uno de los puntos más importantes de las montañas del norte durante todo el siglo XX.

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