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La primera moción de Ramón Tamames: "De repente, se fugó al CDS sin dar explicaciones"
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DE COMUNISTA A LIBERAL EN UN FIN DE SEMANA

La primera moción de Ramón Tamames: "De repente, se fugó al CDS sin dar explicaciones"

Compañeros del Ayuntamiento de Madrid recuerdan el episodio de transfuguismo de Ramón Tamames, que acabó en las filas del nuevo alcalde, Agustín Rodríguez-Sahagún. Ahora, encabeza la moción de censura de Vox

Foto: Ilustración: Emma Esser.
Ilustración: Emma Esser.
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La de las próximas semanas no será la primera moción de censura en la que Ramón Tamames tiene un papel relevante. El catedrático de Economía ya participó en la caída del socialista Juan Barranco del Ayuntamiento de Madrid, en un giro político que, 34 años después, sigue disparando la tensión arterial de quienes lo vivieron.

"Tamames es un tipo de principios, muy leal a sus convicciones", recuerda Barranco a este periódico. "El problema es que sus convicciones siempre sirven a sus intereses personales".

La historia de aquella moción se resume en este pantallazo de Televisión Española. Se tomó el 12 de mayo de 1989, en el Patio de Cristales de la Casa de la Villa, antigua sede del ayuntamiento. A la izquierda, el joven concejal Félix López-Rey (hoy número dos de Rita Maestre) abronca a su jefe de filas, Ramón Tamames, ante la atónita mirada del coordinador de portavoces de Izquierda Unida, Julián Rebollo.

"¡Tránsfuga! ¡Lo que estás haciendo es una golfada! ¡Has pedido el voto a los trabajadores en nombre de Izquierda Unida y ahora los traicionas! ¡No tienes vergüenza!", le grita López-Rey ante las cámaras de Televisión Española. El catedrático trata de apaciguarle argumentando que ese no es el lugar ni el momento para tratar la cuestión, sin mucho éxito: "No me respondió porque no sabía qué decirme. Así que se comió una bronca tremenda y se marchó avergonzado, no podía hacer otra cosa", dice López-Rey.

placeholder López-Rey, a la izquierda, abronca a Tamames con Julián Rebollo tratando de poner paz. (TVE)
López-Rey, a la izquierda, abronca a Tamames con Julián Rebollo tratando de poner paz. (TVE)

Tamames y López-Rey eran dos de los tres concejales que la recién creada Izquierda Unida había conseguido en 1987. "Al principio, creo que como muchos, yo admiraba a Tamames", explica López-Rey. "Llamaba la atención en el Partido Comunista porque era cultísimo. Allí estábamos sobre todo trabajadores, gente como yo, que dejé el colegio a los 14 para ponerme a trabajar, nos deslumbraba Tamames porque sabía de todo, hasta te decía el nombre en latín de las plantas. Empapelé medio Orcasitas, mi barrio, con su cara, no te digo más".

No obstante, López-Rey notó ya en la campaña que Tamames no se implicaba a fondo. "Un día fuimos a la avenida de Guadalajara, en San Blas, una zona llena de chabolas y población gitana. Era nuestra obligación ir para saber cuáles eran sus necesidades, aunque sabíamos que nos íbamos a comer un buen jaleo, porque eran personas abandonadas por los políticos. Pues bien, nada más llegar, Tamames nos dijo que nos esperaba en el coche, que no veía sentido a que fuese el cabeza de cartel. Así que nos comimos la bronca los demás, casi nos matan".

"Tamames se borraba en campaña de los mitines difíciles y después no iba a los plenos"

Un año antes, Tamames había sido uno de los principales impulsores de Izquierda Unida, una coalición que agrupaba ocho partidos de corte progresista. Buscaba así concentrar el voto a la izquierda del PSOE mediante un equilibrio de poder tan precario que exigía acuerdo entre formaciones tan dispares como el Partido Carlista, Acción Socialista o Izquierda Republicana.

El primer gran test, Madrid, no salió bien. La Izquierda Unida de Tamames obtuvo tres concejales, uno menos de los que había sacado el PCE de Adolfo Pastor cuatro años antes, marcando su mínimo histórico en la región. Con solo unos meses de legislatura, los periodistas detectaron dos detalles en Tamames: que apenas acudía a los plenos y que, cuando lo hacía, pasaba más tiempo con el CDS de Rodríguez Sahagún que con sus compañeros. "Iba un rato los lunes y el resto de la semana no sabíamos nada de él", dice López-Rey, que se vio obligado a trabajar parte de la legislatura mano a mano con Paco Herrera. "Cuando Paco se iba de vacaciones, Tamames no sabía ni qué votar. Había ordenanzas, como fijar el precio de los polideportivos, que le daban absolutamente igual, se limitaba a poner la oreja a ver qué decían los demás y repetirlo a su manera, porque siempre ha tenido mucha labia".

placeholder Tamames, en un cartel electoral de 1979, cuando aún no era rubio. (EC)
Tamames, en un cartel electoral de 1979, cuando aún no era rubio. (EC)

Tamames alternaba su cargo como concejal en el ayuntamiento con el de diputado en el Congreso: por ninguna de las dos sedes se dejaba ver a menudo. Cuando empezó a haber públicas desavenencias internas dentro de IU, los periodistas comenzaron a preguntarle abiertamente si iba a pasarse al CDS: "Eso decís vosotros", les respondía, mientras desde el partido democristiano desmentían cualquier acercamiento. Lo cierto es que los contactos hacía tiempo que llevaban produciéndose y en el PSOE quisieron adelantarse a una hipotética moción de censura robándole al CDS dos de sus concejales, Javier Soto y Martínez Parrondo. "Éramos conscientes de lo que se estaba cocinando porque fue una operación nacional entre el CDS y Alianza Popular para tomar el poder en plazas determinantes, de las que Madrid era la joya de la corona", concede Juan Barranco.

Tal fue el estruendo mediático que los dos tránsfugas se echaron atrás. Soto explicó que los insultos y amenazas que su familia y él recibieron durante aquellos días le desencantaron de la política y terminó por renunciar a su escaño. Martínez Parrondo, por su parte, lamentó la impericia socialista en materia de transfuguismo: "Si nos hubieran encerrado en un hotel con un par de putas, esto no habría pasado", dijo en los corrillos del ayuntamiento.

El frustrado ataque del PSOE desató las hostilidades. Sin embargo, el bloque conservador se encontró con dos problemas: el CDS tenía que sustituir al dimitido Soto y AP sufrió la muerte del concejal Muñoz Revenga en accidente de tráfico. Hacía falta un voto más y emergió la figura de Tamames, que llevaba unos meses enredando desde el grupo mixto. No obstante, Tamames seguía trabajando en ocasiones con sus excompañeros de IU. "Recuerdo que un día fuimos a ver a Luis Larroque, teniente de alcalde, para plantearle unas cuestiones. Estuvimos charlando y no me dijo nada, ni le vi molesto ni frustrado", rememora López-Rey. "Al día siguiente, mientras estoy viendo jugar al Orcasitas, leo en el periódico que Tamames se va al CDS. No me lo podía creer. Ni avisó ni después dio explicaciones, simplemente se fue".

Foto: El economista y exdiputado del Congreso de los Diputados, Ramón Tamames. (Alejandro Martínez Vélez)

Al final, CDS y PP pudieron rellenar sus formaciones y el voto de Tamames no fue necesario. Con todo, votó a favor de la moción, que prosperó, y Agustín Rodríguez-Sahagún se convirtió en el alcalde de Madrid. "Tamames manchó la moción de censura de Sahagún, porque desde entonces se la calificó como un acto de transfuguismo, cuando en realidad no hacía falta el voto de Tamames", dice Juan F. Lamata, periodista y editor de La hemeroteca del Buitre. "Tamames veía que el CDS era el partido que más crecía, el que llegaba a la gente joven —que era el talón de Aquiles del PCE—, así que se marchó convencido de que le iban a dar un buen cargo".

Pero el cargo nunca llegó. "En el CDS no gustaba la presencia de Tamames, consideraban que les daba mala imagen", dice Lamata. "Así que aprobaron un estatuto que prohibía dar cargos a los que viniesen de otro partido, así que Tamames se marchó al poco de llegar, indignado porque le trataron peor que en Izquierda Unida". En teoría, Tamames no ganó nada con el movimiento, pero en los corrillos municipales se impuso una teoría, que explica Lamata: "Miguel Ángel Olmos, diputado autonómico por IU, denunció que un empresario le había ofrecido dinero por su abstención en la moción paralela que le hicieron a Leguina. Siguiendo esta teoría... ¿se pagó a Tamames por lo mismo?".

Ego y dinero

El relato común de los entrevistados coincide en identificar los dos motores que movían a Tamames: el ego y el dinero. Por eso a Barranco no le sorprendió la identidad de su verdugo: "Conocí a Tamames en la época de la clandestinidad. Yo pertenecía a la Interbancaria, un sindicato de empleados de banca, y él era un catedrático de Economía que, al parecer, tenía ideas progresistas. Le pedimos un informe que necesitaba el sindicato y nos pidió una notable cantidad de dinero por él. Salimos de allí espantados", dice Barranco. "Así que no me extrañó su salto al CDS: Tamames siempre ha sido muy fiel a sus intereses personales".

Foto: Ramón Tamames. (Alejandro Martínez Vélez)

"No me extrañaría que Tamames esté muy orgulloso de este episodio", afirma Lamata. "Siempre ha presumido del pedigrí de sus informes, de lo caros que los vendía. Decía que sus informes eran los que más influían en la economía española y no se podían tratar como cualquier otro".

He aquí otro leño para la hoguera de la conspiración. Al dejar la política, Tamames se dedicó casi en exclusiva a hacer trabajos para el banquero Mario Conde. "Iba por las radios argumentando que la intervención de Banesto había sido una cuestión política. Lo justificaba esgrimiendo unos informes que no decía que, ejem, le había pagado el propio Conde", dice Lamata. ¿Y a quién culpa Barranco de su defenestración? A un pacto secreto entre el CDS y Mario Conde para la recalificación de unos terrenos en el Pinar de Chamartín, donde Banesto iba a construir su nueva sede. "¿Conde y Tamames, que después fueron buenos socios, se conocían desde la época en que era concejal?", se pregunta el periodista.

"En cualquier caso, Tamames me confesó una vez que se arrepentía de haber votado al CDS, que debió de haberse abstenido", indica Lamata.

El ego descomunal de Tamames es un mito entre los que le conocen y, por tanto, una fuente inagotable de anécdotas. "Es una persona víctima de su ego", continúa Barranco. "Prueba de ello la tienes en Historia de Elio (Planeta, 1976), una novela con la que intentó ganar el Premio Planeta y cuyo argumento giraba en torno a, atención, un catedrático tan inteligente al que iban las masas a buscar a su casa para llevarle a Moncloa".

Tamames escribió una novela de un profesor al que las masas encumbraban al poder

"¿Ego, Tamames? Recuerdo un programa de la COPE en 1997", dice Lamata. "En el que estuvo despotricando en antena porque no le habían dejado colarse en el aeropuerto. Dijo: 'Cuando era diputado, me colaban en todos los sitios, ¿por qué ahora tengo a 10 guardias impidiéndome el paso? Ya podrían estar luchando contra el terrorismo".

Otro de sus viejos conocidos, Federico Jiménez Losantos, también ha dedicado tiempo estos días a glosar el amor propio de Tamames: "Vox antes les propuso encabezar la moción a Felipe González y a Alfonso Guerra, pero no le respondieron. Así que Fernando Sánchez Dragó, que casi tiene el mismo ego que Tamames, les colocó a Ramón, un tipo que en sus memorias pide una ceremonia en la plaza Mayor de Madrid para que el Rey le entregue los galones de alférez que no le dieron en su momento".

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Jesús Monroy)

"Ni Méndez Monasterio ni Abascal tienen la menor idea de con quién se están jugando los cuartos, es un cantamañanas con ínfulas", decía en el programa del lunes. "¿Cree Vox que va a llegar Tamames y se va a limitar al discurso contra Sánchez? Ramón va a explicar sus ideas de gobierno, como ha hecho siempre. Si creen que no, es que no conocen al personaje".

Al otro lado, todo indica que Vox ha cerrado el grifo a la prensa: "Lo siento, tengo un mandato importante y no voy a atenderos más hasta que se sepa la fecha de la moción", dice Tamames al teléfono. "Le recomiendo que le deje su número a mi secretaria y ya le llamaré".

La de las próximas semanas no será la primera moción de censura en la que Ramón Tamames tiene un papel relevante. El catedrático de Economía ya participó en la caída del socialista Juan Barranco del Ayuntamiento de Madrid, en un giro político que, 34 años después, sigue disparando la tensión arterial de quienes lo vivieron.

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