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Feijóo se emancipa del ala dura del PP y cava una trinchera cultural que le aísle de Vox
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Una pelea ideológica profunda

Feijóo se emancipa del ala dura del PP y cava una trinchera cultural que le aísle de Vox

El giro del líder del PP para distanciarse de Abascal y afirmarse como centrista es más complicado de lo que parece: son 20 años de tensiones dentro de la derecha que debe resolver ahora

Foto: Feijóo, rodeado de mujeres este viernes en un acto en Teruel. (EFE/Antonio García)
Feijóo, rodeado de mujeres este viernes en un acto en Teruel. (EFE/Antonio García)
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Los movimientos de Alberto Núñez Feijóo para separarse de Santiago Abascal y marcar un terreno propio en el ámbito cultural y de las costumbres son cada vez más evidentes. En Génova habían asumido que este tipo de polémicas iban a ser recurrentes en los próximos meses, ya que "hoy es el aborto, y mañana será la eutanasia o cualquier otro tema". Y no podían quedarse al margen: debían marcar un perfil propio.

Las últimas decisiones del PP han ido en esa línea. Feijóo quiere exhibir el "feminismo del PP" frente a una izquierda desatinada y dividida, respalda el derecho al aborto y ha anunciado acciones contra el alcalde de Villar de Cañas, asegurando que no permitirá nunca "ningún ataque a la dignidad de la mujer bajo las siglas del PP". Es un giro que le viene bien para acercarse a una fracción pequeña de los votantes socialistas, recoger a los perdidos por Ciudadanos, y separarse de Vox.

Foto: Protesta convocada por NNGG del PP en Madrid contra la ley del solo sí es sí. (EFE/Eduardo Oyana)

Este terreno cultural propio está ligado al refuerzo que le ofrecen las encuestas, y a la sensación creciente de que Pedro Sánchez está desgastado y la izquierda partida. Feijóo cada vez ve más cerca la posibilidad de ganar las generales con un resultado bueno, cuando no excelente, y está adoptando un perfil moderado que apoye sus opciones. Y eso ocurre cuando Vox percibe dificultades para transmitir sus ideas, y sus dirigentes están muy molestos con las últimas reacciones mediáticas, hostiles desde los cercanos y los lejanos, y cuando el sí es sí puede reforzar la sensación de una izquierda dividida y un Sánchez responsable en última instancia de la alarma social.

Pocos asuntos como el aborto son tan reveladores de las posiciones políticas del PP y de Vox, pero sobre todo de las tensiones internas que está viviendo la derecha española, que son la prolongación de las que se iniciaron hace un par de décadas, y que todavía no han sido resueltas. La misma existencia de Vox lo prueba.

De qué iba lo de Castilla y León

El detonante de la pelea reciente entre Vox y el PP comenzó cuando el partido de Abascal volvió a meter el aborto en el debate con su propuesta en Castilla y León. La animadversión de la izquierda y sus alarmas contra la extrema derecha, así como las presiones mediáticas a Feijóo para que Mañueco no cediera, satisficieron a Vox, que vio en ellas una oportunidad. Entendían que su propuesta pretendía ofrecer más información a las embarazadas, que no era una imposición, y que, por tanto, el ruido podía molestar a parte del electorado del PP. Dado que, no hace demasiado tiempo, una parte de él estaba en contra del aborto, tenían que ver con malos ojos que la simple propuesta de información fuera rechazada agriamente por Génova. El aborto no era un tema que estuviera entre las principales preocupaciones de los españoles, y el consenso sobre la ley de plazos es general, pero con una propuesta pequeña en una región española habían logrado, afirmaban en Vox, retratar a Feijóo como difícilmente distinguible de Sánchez en esa clase de temas.

Foto: Alfonso Fernández Mañueco y Juan García Gallardo, tras la aprobación de los presupuestos de Castilla y León. (EFE/Nacho Gallego)

El problema de Castilla y León tenía varias aristas. Una, la más acuciante, subrayaba el desgaste electoral que podía sufrir el PP si se le percibía subordinado a Vox allí donde gobernaban juntos. Dado que la experiencia podía repetirse en futuros gobiernos municipales y autonómicos (con las generales de fondo) era una sensación que no podía transmitir. Ir contra Vox ha sido una de las constantes en los meses de Feijóo. Para lograr ese objetivo, estaba obligado a enfrentarse culturalmente a los de Abascal, lo que también implicaba ahondar en una brecha que ha recorrido los diez últimos años de los populares. Enfrentarse en ese plano a Vox suponía, en cierta medida, enfrentarse a sí mismos: significaba regresar a la cuestión de las dos almas del PP.

La traición del PP a los suyos

El origen de este enfrentamiento proviene de la época aznarista. Después de una primera legislatura muy cómoda, con un PSOE tremendamente desgastado, el PP logró la mayoría absoluta. Con ella llegó un giro hacia EEUU, pero también hacia sus nuevas prácticas políticas. No fue solo Irak. El PP importó una serie de ideas culturales en las que el neoliberalismo de George Bush se había apoyado para llegar al poder y para afirmarse en su guerra contra el terror. José María Aznar utilizó muchos de los argumentos de la derecha estadounidense en sus últimos años en el poder. Cuando se perdieron las elecciones de 2004, la derecha tuvo que sobreponerse a un doble golpe, el de salir del Gobierno y el de hacerlo de manera completamente inesperada.

Esa fue la época en que las televisiones digitales terrestres y sus tertulias se desarrollaron, la de las conspiraciones alrededor del 11-M, y la de las alarmas terroristas. Durante los primeros años de José Luis Rodríguez Zapatero, la economía se movía en cifras muy positivas y el paro descendía, y la salida de Irak fue respaldada por una mayoría social. El PP tenía que recuperarse del shock y lo hizo agitando a los suyos, en los medios y en la calle. La manera que tuvo de cohesionar el partido, de ofrecer resistencia parlamentaria y de evitar una sangría de votos, fue recurrir a argumentarios ligados con el terrorismo y con los temas culturales. Fue el momento de la llamada crispación.

El Gobierno de Zapatero les brindó algunas oportunidades, porque emprendió reformas culturales significativas. En ese momento, la Iglesia tuvo un papel muy relevante, porque percibía que era el momento en que algunas de sus tesis podrían encontrar amplio respaldo social. Aseguraba Ignacio Varela que el recurso del PP contra la ley de 2010, el que ahora ha sido desestimado, estuvo literalmente dictado por la Conferencia Episcopal y que no era difícil ver a los obispos del brazo de los dirigentes populares en las manifestaciones. El ala liberal del PP y la conservadora-religiosa se unieron con el objetivo común de echar a Zapatero de la Moncloa, pero era la más dura, y la más cultural, la que dirigía su vida política.

Foto: El presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. (EFE/Fernando Alvarado) Opinión

Sin embargo, la salida de Zapatero de Moncloa tuvo lugar por la crisis económica. Cuando Rajoy llegó al poder, se olvidó de la facción cultural del partido. Tocaba capear la crisis general y, además, el PP no podía ir en contra de las reformas de Zapatero si no quería crear animadversión social, por lo que no las modificó. En definitiva, se olvidó de una tendencia dentro del partido que le había sido útil, pero que ya no era conveniente. Esa actitud generó cierto descontento entre sus filas, cuando no la sensación de traición. Dado que el PP estaba en el poder, se pudo domeñar ese malestar durante un tiempo. Después surgió Vox, y cuando los de Abascal comenzaron a tener recorrido, la derecha cultural, se fue resituando con ellos.

La llegada de Trump al poder cambió las cosas, porque consagró una derecha dentro de la derecha que contaba con un perfil muy diferente. Dirigentes internacionales en Polonia o Hungría habían puesto énfasis en los asuntos culturales con éxito. Vox trató de hacer lo mismo aquí. En el fondo, le animaba la esperanza de hacer lo mismo que Trump con el partido republicano o Johnson con los tories: que el ala más dura culturalmente reemplazase a la liberal. En el caso español, eso suponía el traspaso de votantes de un partido hacia otro, pero creyeron, y creen, que tarde o temprano se producirá.

Feijóo decide morder en lo cultural

Tras el mandato de Rajoy, los populares vivieron años de duda ideológica, acosados por Ciudadanos, con un alma más liberal, y por Vox desde el lado conservador. Más que la pelea entre las dos almas del PP, se vivieron tiempos de desorientación: Génova se veía amenazada desde un lado y desde el otro. Con la salida de Casado y la llegada de Feijóo al partido, se puso el foco en la economía, pero una vez que las previsiones catastrofistas han perdido fuerza, ha encontrado en el sí es sí y, nuevamente, en los asuntos culturales, la posibilidad de pulsar un botón efectivo.

En primera instancia, Feijóo utilizará electoralmente, además de la fortaleza regional de sus barones, el desgaste personal de Sánchez y las dificultades a las que conduce un Gobierno de coalición que ha de apoyarse en los independentistas. La ley del solo sí es sí es percibida en el PP como una gran oportunidad para mostrar las debilidades del presidente y de quienes lo apoyan. La condición para que sea efectiva esa postura es que no pueda identificar a los populares con Vox, y que, en esos temas culturales, Feijóo marque un terreno diferenciado.

Foto: La ministra de Igualdad conversa con Ione Belarra. (EFE)

Eso, sin embargo, les obliga a fijar una posición propia, la tarea en la que están los populares. Feijóo ofreció sus votos para aprobar la reforma de la ley, por si no contase con los de Podemos, porque entiende que lo ahora pretendido por Sánchez es muy similar a la propuesta de ley que el PP presentó en diciembre. Afirman que hay que apoyar a las mujeres que deciden ser madres y que no se puede coaccionar a aquellas que están pensando en interrumpir su embarazo, pero también que la ley de plazos bien construida es una fórmula correcta; siempre que no se eliminen los tres días de reflexión o sin que las menores puedan abortar sin que los padres lo sepan. También solicitan la derogación de la ley trans, porque "defendemos la igualdad de todas las personas, por supuesto también de las personas trans", pero una mala ley, como la presente, tiene riesgos respecto de los menores y de las mujeres.

El anuncio de un gran acto feminista para el 8-M se enmarca en el deseo de Feijóo y de su equipo de fijar una posición cultural firme

El anuncio de un gran acto feminista para el 8-M se enmarca también en el deseo de Feijóo y de su equipo de fijar una posición cultural firme, que los aísle de Abascal, y que los distinga de Sánchez y de sus socios. Ese matiz más centrista y laico es típico de los partidos que creen que el Gobierno está al alcance de la mano: conviene moderarse para no agitar el avispero y no provocar animadversiones añadidas. A la izquierda le ocurre con la economía: cuando percibe que el Ejecutivo está muy desgastado, rebaja la carga rupturista de sus propuestas y afila su perfil moderado. Feijóo está haciendo lo mismo, pero con los elementos culturales.

Veinte años después

Las peleas ideológicas a veces se acompasan con las electorales, pero sus tiempos son diferentes. Y no cabe entender las tensiones en el seno de las derechas españolas sin observar los elementos políticos que están de fondo. La foto de Aznar y Rajoy juntos, que implica una reunión de las dos almas del PP, es posible no solo por la tarea mediadora de Feijóo, sino porque esas dos posiciones ya se han separado.

placeholder Feijóo, con Aznar y Rajoy en Valencia. (EFE)
Feijóo, con Aznar y Rajoy en Valencia. (EFE)

La derecha polaca, la húngara, la estadounidense o la israelí, al igual que Vox, están regresando a viejos temas de nuevas maneras. La inmigración es un asunto que Vox puede hacer valer en las elecciones locales mediante el argumento de que genera inseguridad, pero más allá de eso, es el sostén de una idea fuerza, la de la conservación de la civilización cristiana y católica europea frente al Islam, que no está presente en el PP; del mismo modo, el aborto deja de ser un tema estrictamente moral para convertirse en una cuestión demográfica: hacen falta más niños para que las poblaciones europeas no se agoten. Y lo woke es combatido por Vox por lo que supone de mutación antropológica, ya que su opción es la de conservar una cultura en la que las distinciones estaban claras, un hombre era un hombre y una mujer era una mujer.

Todos estos argumentos forman parte del discurso de la derecha de Abascal, de un modo explícito, porque son los de las nuevas derechas internacionales, y funcionan en un plano muy distinto al del viejo enfrentamiento entre el alma liberal y la conservadora. La derecha del PP, la aznarista, se ha visto superada por nuevos postulados, y ha tenido que decidir entre mantener las posiciones en su partido o dar un salto ideológico hacia la nueva derecha; ha preferido quedarse dentro. Por eso, por ejemplo, Vox es muy hostil a Lula, mientras que Aznar entiende que es mejor que tener a Bolsonaro gobernando.

Génova no es consciente de la recomposición cultural a la que Vox aspira, y que no se cierra con posiciones culturales medidas para las elecciones, del mismo modo que Vox confía demasiado en que será el ganador en esa lucha ideológica a medio plazo y en que, por tanto, el electorado del PP acabará pasándose a Vox lenta pero incesantemente. Estas tensiones son parte de las que se han dado en la derecha española entre el liberalismo y el conservadurismo, pero también son la expresión nacional de las transformaciones vividas en la derecha occidental en los últimos años.

Los movimientos de Alberto Núñez Feijóo para separarse de Santiago Abascal y marcar un terreno propio en el ámbito cultural y de las costumbres son cada vez más evidentes. En Génova habían asumido que este tipo de polémicas iban a ser recurrentes en los próximos meses, ya que "hoy es el aborto, y mañana será la eutanasia o cualquier otro tema". Y no podían quedarse al margen: debían marcar un perfil propio.

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