Es noticia
Nicolás Redondo, cofundador del régimen del 78
  1. España
OBITUARIO

Nicolás Redondo, cofundador del régimen del 78

El líder de UGT​ pasará a la historia como uno de los personajes centrales en la historia de la democracia española y, desde luego, en el renacimiento del socialismo tras la dictadura

Foto: Coronas de flores junto al histórico sindicalista Nicolás Redondo Urbieta. (EFE/J.J. Guillén)
Coronas de flores junto al histórico sindicalista Nicolás Redondo Urbieta. (EFE/J.J. Guillén)

La decisión más importante que Nicolás Redondo tomó en su vida política fue no ser secretario general del PSOE y promover para el puesto a un joven de 32 años llamado Felipe González. Ahí nació la maquinaria política más poderosa que ha conocido la democracia española. Su segunda decisión más importante fue intentar derribar del poder a González mediante una huelga general, dedicada personalmente por el líder de UGT al del PSOE. Ahí se rompió la que durante tiempo inmemorial se tituló a sí misma “la familia socialista”, una centenaria criatura bifronte con el mismo tronco y dos rostros, el del partido y el del sindicato. Entre una y otra fecha transcurrieron 14 años, divididos en dos mitades:

En la primera (de agosto de 1974 a octubre de 1982), se estableció entre ellos una sólida alianza política con un plan claro y compartido: primero había que resucitar al viejo Partido Socialista que, tras la represión bestial que siguió a la Guerra Civil, se hizo invisible durante décadas para la sociedad española. Después, disputar a los comunistas la hegemonía en la izquierda del posfranquismo. Ello exigía montar un partido electoralmente competitivo, capaz de atraer el voto de millones de ciudadanos; y a la vez, poner en pie una gran organización sindical de orientación socialista, sin aceptar los cantos de sirena de una unidad sindical a la portuguesa, dominada por Comisiones Obreras. El tercer paso sería contribuir decisivamente a restablecer la salud económica del país y a culminar el proceso constituyente; y finalmente, la conquista del poder. En todo eso estuvieron de acuerdo Felipe y Nicolás y durante ocho años actuaron sincronizados para llevar a cabo el plan con el complemento eficaz de Alfonso Guerra, el tercer vértice del triángulo.

Foto: El histórico sindicalista y político Nicolás Redondo (i) junto al secretario general de UGT, Pepe Álvarez (d). (EFE/Juanjo Mar)
TE PUEDE INTERESAR
Nicolás Redondo, el hombre que pudo reinar (o no)
Carlos Sánchez

Nicolás Redondo pasará a la historia como uno de los personajes centrales en la historia de la democracia española y, desde luego, en el renacimiento del socialismo tras la dictadura. Con frecuencia, el relato canónico de la Transición centra el foco en los líderes políticos del periodo (Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga) y posterga el papel igualmente crucial de las fuerzas sociales, muy singularmente de los sindicatos. Personajes como Marcelino Camacho y Nicolás Redondo deben considerarse tan cofundadores del régimen del 78 como los políticos mencionados. De hecho, la mayoría de los dirigentes sindicales de aquella época eran mucho más políticos que sindicalistas puros. Los Redondo, Corcuera, Saracibar o Chaves en la UGT y los Camacho, Sartorius o Ariza en CCOO hicieron el recorrido del compromiso político a la acción sindical, no a la inversa. También para ellos fue prioritario construir y asentar la democracia; solo así se explican algunas decisiones y renuncias que no habrían encajado en la lógica estrictamente reivindicativa de un sindicato.

placeholder De izquierda a derecha: Nicolás Redondo, Tomás de la Quadra, Helga Soto e Ignacio Varela. (Cedida)
De izquierda a derecha: Nicolás Redondo, Tomás de la Quadra, Helga Soto e Ignacio Varela. (Cedida)

Nicolás Redondo tuvo un acto de lucidez cuando comprendió que él no sería la persona idónea para presentarse ante la sociedad española como el rostro del socialismo renovado en las primeras elecciones tras la dictadura. Nadie, excepto Ramón Rubial, disponía de tanta autoridad moral en el partido. Con un simple gesto por su parte, en 1974 lo habrían elegido secretario general del PSOE por unanimidad. Pero él tenía la decisión tomada desde al menos dos años antes, y también sabía a quién debía encargarse esa tarea. En Suresnes, se limitó a ejecutar un plan incubado largamente en su cabeza y compartido con casi nadie.

De la misma forma que Felipe González no habría sido secretario general del PSOE —y más tarde presidente del Gobierno— sin el respaldo decisivo de Redondo, la UGT jamás habría renacido de sus cenizas para volver a ser uno de los dos grandes sindicatos españoles sin la voluntad férrea de González para hacerlo posible. Una voluntad que, pese a las crecientes desavenencias, se mantuvo durante la mayor parte de su desempeño en el Gobierno (sus sucesivos ministros de Trabajo pueden atestiguarlo).

El actual modelo de diálogo social entre los gobiernos, los empresarios y los sindicatos no existiría sin el precedente de los grandes acuerdos confederales con la CEOE que impulsó Nicolás Redondo y, posteriormente, de la relación privilegiada de UGT con el Gobierno de UCD en el periodo de Abril Martorell, uno de cuyos frutos póstumos fue el Estatuto de los Trabajadores.

La segunda mitad de la historia comenzó el mismo día que se formó el primer Gobierno socialista. La lógica de un presidente comprometido con un proyecto de reforma y modernización del país que trascendía con mucho el ámbito de la relación partido-sindicato estaba destinada a chocar con la de una organización sindical volcada, ahora sí, en su misión específica de defensa de los intereses que representaba en pleno reajuste de las estructuras económicas del país.

A ello se añadió la muy distinta concepción de uno y otro sobre cómo debían funcionar las cosas con los socialistas en el Gobierno. Redondo, imbuido del modelo de la socialdemocracia sueca (en la que el primer ministro pactaba cotidianamente sus medidas de política social con el jefe del sindicato antes de llevarlas al Consejo de Ministros), dio por hecho que él ejercería una tutela similar sobre ese presidente al que había contribuido a encumbrar.

Lo volcánico de un carácter y la firmeza irreductible del otro hicieron el resto del trabajo hasta la ruptura final

Tardó muy poco en comprobar que ese no era ni de lejos el modelo de Felipe González, tan dispuesto a practicar el diálogo social como a defender la autonomía del Gobierno para realizar la política económica que, a su juicio, necesitaba el país. Lo volcánico de un carácter y la firmeza irreductible del otro hicieron el resto del trabajo hasta la ruptura final.

Así fueron engarzándose los desencuentros, cada uno más envenenado y violento que el anterior: primero la aplicación de la ley de la jornada de 48 horas, después la muy traumática reconversión industrial, a continuación la ley de pensiones… En el congreso del PSOE de 1979, Nicolás respaldó a Felipe en la renovación ideológica del partido, simbolizada en la retirada del término marxista de la resolución política. En el de 1984, Redondo no dudó en ponerse al frente de quienes abogaban por la salida de la OTAN. Llegó un momento en que resultaba imposible distinguir cuánto había de discrepancia sobre políticas económicas y sociales y cuánto de enfrentamiento personal preñado de facturas atrasadas.

(Se cuenta que, avanzado ya el conflicto, en una cena en la Moncloa de González, Guerra, Redondo y Zufiaur, Alfonso Guerra propuso: “Escribid en un papel todo lo que queréis incluir en los presupuestos. Si lo asumimos todo, ¿los apoyaréis públicamente?”. La respuesta fue negativa).

Foto: Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo.

A las cero horas del 14 de diciembre de 1988, con el apagón de la señal de TVE que paró el país durante 24 horas, se apagó también la sociedad UGT-PSOE como organizaciones siamesas. Felipe González acusó el golpe, que sabía dirigido personalmente contra él, y estuvo muy cerca de abandonar. Aún duró ocho años más en el poder, pero creo que la herida emocional nunca cicatrizó.

Visto desde hoy, ese fue un paso más hacia la racionalidad. La idea de las correas de transmisión ya estaba obsoleta entonces y lo está mucho más ahora, cuando los partidos políticos y los sindicatos tienen un problema común: ambos se disputan, por méritos propios, la última posición en el aprecio de la sociedad española.

La decisión más importante que Nicolás Redondo tomó en su vida política fue no ser secretario general del PSOE y promover para el puesto a un joven de 32 años llamado Felipe González. Ahí nació la maquinaria política más poderosa que ha conocido la democracia española. Su segunda decisión más importante fue intentar derribar del poder a González mediante una huelga general, dedicada personalmente por el líder de UGT al del PSOE. Ahí se rompió la que durante tiempo inmemorial se tituló a sí misma “la familia socialista”, una centenaria criatura bifronte con el mismo tronco y dos rostros, el del partido y el del sindicato. Entre una y otra fecha transcurrieron 14 años, divididos en dos mitades:

UGT
El redactor recomienda