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Jesús Fernández-Villaverde

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Política nacional, política regional y Madrid (I)

Analizaremos cómo Madrid cambia los incentivos de los partidos nacionales y la percepción de la situación y el futuro de la economía española entre muchos de los actores principales del juego político

Foto:  El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez con la la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d). (EFE/J.J. Guillén)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez con la la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d). (EFE/J.J. Guillén)

En nuestras dos entradas anteriores (primera y segunda) documentamos el surgimiento de Madrid como pulmón económico de España en las últimas décadas y esbozamos algunas posibles explicaciones de este fenómeno. Hoy aventuraremos algunas de las consecuencias del crecimiento económico de Madrid para la política nacional.

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Dividiremos nuestra tarea, por motivos de espacio, en dos entradas, moviéndonos de lo particular a lo general. Hoy, analizaremos cómo Madrid cambia los incentivos de los partidos nacionales y la percepción de la situación y futuro de la economía española entre muchos de los actores principales del juego político. En la siguiente veremos cómo estos cambios repercuten en el resto de España y en la territorialización de toda nuestra política.

Pesos parlamentarios cambiantes…

La primera consecuencia del crecimiento económico de la capital, así como del incremento de población que acarrea, es la subida en el número de diputados elegidos por Madrid y la reducción de la representación de otras provincias. Mientras que en 1977 Madrid elegía a 32 diputados, uno menos que los 33 de Barcelona, en noviembre de 2019 Madrid eligió 37 diputados, frente a los 32 de Barcelona. Es probable, además, que este número continúe creciendo y que Madrid salte a los 38 diputados en las próximas elecciones generales. En un Congreso de los Diputados tan fragmentado como el que tenemos ahora, seis diputados de diferencia entre 1977 y 2023 son muchos; quizás los suficientes para determinar una mayoría parlamentaria.

…pero pesos asimétricos

La segunda consecuencia es que el modelo de crecimiento económico de Madrid, y su consiguiente incremento de diputados selectos, ha beneficiado directamente a los partidos nacionales de derecha (explicar el motivo por el que así ha sido tendrá que esperar a otra entrada). En las elecciones de 1977, las listas de la Unión de Centro Democrático (UCD) y Alianza Popular (AP) lograron 14 diputados en Madrid (el 7,7% de sus 181 diputados nacionales totales), frente a los 18 diputados obtenidos por los partidos de la izquierda (Partido Socialista, Partido Comunista y Partido Socialista Popular). En las elecciones de noviembre de 2019, el Partido Popular, Vox y Ciudadanos alcanzaron 20 diputados por Madrid (el 13,2% de sus 151 diputados nacionales totales), frente a los 17 diputados que consiguió la izquierda (Partido Socialista, Unidas Podemos y Más País). O por verlo de otra manera, fuera de Madrid, la derecha nacional tenía 167 diputados en 1977 pero solo 131 en noviembre de 2019: un 10% menos de la cámara que, recordemos, cuenta con 350 diputados. En 1977 la derecha podía gobernar en España sin Madrid. En 2023 es imposible. Además, el gobierno de la Comunidad de Madrid ha estado en manos del Partido Popular desde 1995 y el Ayuntamiento de Madrid (este último con la pausa del mandato de Manuela Carmena) desde 1991.

En otras palabras, la representación política de Madrid se articula, desde hace décadas, a través de la importancia del Partido Popular madrileño dentro del Partido Popular nacional. El éxito electoral del Partido Popular en Madrid tiene su fuente en que, de forma creciente desde principios de los años 90 del siglo pasado, el Partido Popular nacional asume los intereses político-económicos madrileños como suyos y los equilibra frente a otros intereses locales del resto de España de forma interna.

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Este éxito implica dos consecuencias claras. La primera, que el líder del Partido Popular en Madrid tiene una importancia clave en la vida del partido nacional: poco se puede hacer sin al menos la táctica aprobación de este líder (como descubrió Pablo Casado demasiado tarde para su carrera política). La segunda, que los dirigentes madrileños no pueden liderar el partido nacional sin poner en entredicho sus ambiciones electorales en el resto de España.

La única manera en la que resulta creíble para una parte mayoritaria del electorado de centro-derecha de fuera de Madrid que el equilibrio interno entre los intereses político-económicos madrileños y los de otras regiones se pueda mantener es que el líder nacional venga de otra región con alto peso específico en el Partido Popular. Por eso la élite del Partido Popular selecciona a Mariano Rajoy, primero, y a Alberto Núñez Feijóo, después: son los líderes de otro feudo electoral del Partido Popular, Galicia, y tienen su propia base de poder independiente. Y por el mismo motivo ni Pablo Casado ni, de haber ganado, Soraya Sáenz de Santamaría tenían largo recorrido en la dirección del partido.

La otra cara de esta moneda es que el líder del Partido Popular madrileño no puede ser el líder del Partido Popular nacional: lo contrario sería romper la baraja de los equilibrios internos. Esto explica una de las circunstancias más curiosas de nuestra política reciente: que ni Alberto Ruiz-Gallardón, ni Esperanza Aguirre hayan podido liderar el Partido Popular. De igual manera, dadas las circunstancias actuales, no creemos que Isabel Díaz Ayuso tenga demasiadas posibilidades de asumir el liderazgo nacional (por lo menos, sin que supusiera una auténtica revolución en la organización), a diferencia, por ejemplo, de Juan Manuel Moreno Bonilla, cuya figura no supondría una ruptura dramática del ecosistema interno.

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El Partido Popular tiene un escenario muy complicado en el medio plazo: la pujanza económica de Madrid hace cada vez más difícil el equilibrio entre los intereses de Madrid y el resto de España. Tener contento al votante de Madrid y al de Palencia es una empresa ardua. Nada desestabiliza más al Partido Popular que el dinamismo madrileño que ellos mismos han fomentado tanto.

Esta desestabilización viene provocada por dos motivos diferentes. Primero, porque los intereses económicos y las aspiraciones de modelo de sociedad de un profesional de clase media-alta de Madrid, que juega en el mercado financiero europeo, cada vez tienen menos que ver con los intereses económicos o el modelo de sociedad del propietario de una pequeña tienda de comida en Palencia o de un agricultor en Salamanca.

Segundo, porque dado nuestro sistema electoral con circunscripción provincial y las diferencias de población entre Madrid y Palencia, por poner un ejemplo extremo, el Partido Popular se encuentra con que 1) un voto marginal vale mucho más en Palencia que en Madrid y que 2) un votante en Madrid elige diputados con un sistema que en la práctica es proporcional casi puro, mientras que el votante de Palencia elige diputados con un sistema cuasimayoritario (contra el mito extendido, que la asignación de escaños se haga por la regla D’Hondt importa poco: la clave es que la circunscripción sea provincial). Es decir, que el votante de Palencia tiene un alto poder de negociación dentro del ámbito de la derecha. Esto es lo que empuja a Vox a enfatizar la España abandonada y a su líder Santiago Abascal a darse paseos por los páramos de Palencia en La Lastra. Vox busca explotar las crecientes contradicciones internas del Partido Popular en un ejercicio de funambulismo político que pasa por proponer un discurso nacional español que, a la vez, favorezca el localismo. Vox sabe dónde le duele al Partido Popular. Lo que no sabe es cómo articular este discurso de manera constructiva.

Foto: Congreso de los Diputados. (EFE/Kiko Huesca) Opinión
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En el otro lado del espectro tenemos al Partido Socialista y la cambiante sigla de letras a su izquierda. De igual manera que Madrid es cada vez más clave para el Partido Popular, para el Partido Socialista cada vez lo es menos. Su capacidad de formar gobierno pasa por Cataluña y el País Vasco, con sus propios votos o con el apoyo de los partidos nacionalistas, directo (como ahora es Esquerra Republicana) o indirecto (como es Junts per Catalunya), al dividir el voto de derechas en un componente nacional y otro nacionalista que no pueden colaborar casi nunca entre ellos.

Una manera sencilla de pensar sobre esta situación es imaginar un Congreso de los Diputados sin diputados catalanes ni vascos. Tomemos los resultados de noviembre de 2019. En este Congreso "contrafactual" habría 284 diputados (restamos los 48 catalanes y los 18 vascos). El Partido Popular, Vox y Ciudadanos pierden cada uno dos diputados por Barcelona y el Partido Popular uno más por Vizcaya, con lo que su suma nacional pasaría de 151 a 144 diputados. Con los dos diputados de Navarra Suma, su total llega a 146 diputados, una sólida mayoría absoluta. Por supuesto en unas elecciones a este Congreso "contrafactual" las estrategias electorales de los partidos y los incentivos de los votantes habrían cambiado, con lo cual no podemos tomar como inmutables los resultados de noviembre de 2019. Pero sí que los resultados iluminan los mecanismos que queremos resaltar en este artículo. Es más, noviembre de 2019 no es una anomalía. Sin los diputados de Cataluña y el País Vasco, el Partido Socialista no tiene posibilidad casi alguna de formar gobierno desde 1996.

Pero mantener contento al electorado de Cataluña y el País Vasco, con más transferencias, un cupo mal calculado o las reformas del Código Penal, supone enfadar al electorado de Madrid. Como el Partido Socialista esto lo entiende, da Madrid por perdido y se dedica o a dificultar la actuación del gobierno de la Comunidad o, como hemos visto esta semana, intentar llevarse agencias estatales a otras ciudades (no juzgamos si esta decisión es una buena o mala idea, solo queremos entenderla)*. ¿Cómo se entiende sino que el único presidente socialista de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, pida el voto para Isabel Ayuso?

Contentar por igual a un votante de clase media de Huelva y a un votante de Tarragona es una labor cada vez más endiablada

Pero de igual manera que el equilibrio entre Madrid y el resto de España cada vez se le haga más difícil al Partido Popular, la dependencia de Cataluña y el País Vasco cada vez se le hace más difícil al Partido Socialista. Los resultados en Andalucía, no hace tanto la principal fuente de votos socialista, demuestran que contentar por igual a un votante de clase media de Huelva y a un votante de Tarragona es una labor cada vez más endiablada.

La situación es aún más compleja si cabe a la izquierda del Partido Socialista. Podemos (y sus múltiples coaliciones y confluencias) abraza por muchos motivos desde su surgimiento el carácter regional de la nueva política que impera. De ahí, el complicado diseño de esta parte del arco político (a nosotros mismos, seguidores cercanos de la política española, nos cuesta recordar la calidoscópica evolución de siglas sin mirar en Wikipedia) y difícil senda para convertirse en un partido con fuerte vertebración territorial. La propuesta fundamental de Podemos de un rediseño de las instituciones del Estado, clave en el proyecto de Pablo Iglesias para romper "el melón constitucional" de 1978, tiene un interés electoral limitado fuera del País Vasco y Cataluña. Muchos de los votantes de Podemos en Madrid o Andalucía votan a Podemos a pesar de sus propuestas de rediseño territorial, no gracias a ellas.

Y esto explica el surgimiento de Más Madrid como principal partido de la oposición en la Comunidad de Madrid en 2021 y un Unidas Podemos reducido en esas elecciones casi a la irrelevancia. Más Madrid refleja unas sensibilidades diferentes de los votantes a la izquierda del Partido Socialista con respecto a los votantes en esa parte del espectro en otras comunidades, tanto en estilo como en sustancia. Más Madrid se reúne a menudo con empresarios y, como dicen fuentes de la organización, se manifiestan como un "partido de gestión" y pretenden demostrar "que la colaboración público-privada puede ser simbiótica". Este Más Madrid nos recuerda más al Partido Demócrata de California (muy progresista en temas sociales, pero absolutamente compenetrado con el tejido industrial de la Costa Oeste de Estados Unidos), que a un partido populista de Hispanoamérica (que pone en tela de juicio el capitalismo y que se crece en la crispación parlamentaria).

Este Más Madrid nos recuerda más al Partido Demócrata de California que a un partido populista de Hispanoamérica

Como pasa con otros partidos, pero con actores diferentes, el joven desempleado de Cáceres de baja educación y descontento con el sistema económico y político que vota a Unidas Podemos cada vez menos tiene que ver con la médico preocupada con el cambio climático y la conciliación de la vida familiar y profesional que vota a Más Madrid (y, sí, aquí hemos cambiado el género del votante entre las dos provincias de manera plenamente consciente, pues es clave en los motivos de voto en esta parte del arco político).

Esta descripción nos demuestra cómo el crecimiento de Madrid desequilibra a todos: al Partido Popular, que tiene que manejar Madrid sin perder el resto de España; al Partido Socialista, que cada vez le resulta más difícil gobernar sin el País Vasco y Cataluña; a Unidas Podemos, que tiene un programa que no encaja con el electorado madrileño; y a Más País, que tiene un enfoque que no vende fuera de Madrid.

Sobre percepciones

Finalmente, la tercera consecuencia del crecimiento económico de Madrid reside en el mundo de las percepciones. Estas, tan importantes en la vida política, a veces poco tienen que ver con la realidad. Pero da igual. En tanto que los actores de la vida política y económica crean en estas percepciones, ajustarán su comportamiento a ellas.

Una primera percepción es sobre la marcha relativa de España. Una muy buena parte de la élite cognitiva (profesores universitarios influyentes, periodistas famosos, intelectuales) y empresarial española vive en Madrid. La percepción de esta élite del desarrollo económico de España queda profundamente marcada por la prosperidad relativa de Madrid. Mientras que España en su conjunto ha tenido un crecimiento económico muy malo en las últimas tres décadas, con un crecimiento casi cero de la renta per cápita desde 2005, Madrid lo ha hecho mucho mejor. Uno no ve locales vacíos en la Calle Serrano con la misma frecuencia que se ven locales vacíos en las grandes vías de muchas ciudades medianas de España. La sensación de muchos en Madrid es que no es necesario dar un volantazo a la política económica española: las cosas van razonablemente bien. ¿O si no, por qué es tan difícil encontrar aparcamiento en el centro comercial de La Moraleja?

Nos dedicamos, cada vez más, a discutir cómo gestionar la miseria en un juego de suma cero

A la vez, en muchas zonas del resto de España, el declive relativo es atribuido a Madrid (de nuevo, insistimos, que esto sea verdad o no en realidad no importa). Por tanto, el deseo de cambio de política económica no es tanto sobre factores globales (como un sistema educativo de mala calidad) sino sobre las rentas relativas de Madrid vs. la región. La discusión es sobre quién se lleva la Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial, no sobre por qué solo 15 de los 408 investigadores que han obtenido este año una European Research Council Starting Grant en 2022 están ubicados en España. Nos dedicamos, cada vez más, a discutir cómo gestionar la miseria en un juego de suma cero.

Una segunda percepción en Madrid es que, a fin de cuentas, el resto de España vaya bien o mal es irrelevante. Que el futuro de Madrid es ser una cuasiciudad-estado que debe aspirar a competir con otras metrópolis europeas o Miami. La mejor prueba de esta percepción es el continuado esfuerzo de Florentino Pérez por impulsar una Superliga Europea de Fútbol: "¿Para qué perder el tiempo jugando con el Real Valladolid?" Y quien dice Superliga dice universidades u otras mil cosas: ¿Para qué preocuparme, piensa el abogado de éxito en Madrid, sobre la universidad en España cuando lo que aspiro es a que mi hija estudie en Oxford? (este no es un ejemplo hipotético: podemos poner nombres y apellidos a decenas de casos similares). Esta percepción tiene su reacción en el resto de España, donde el discurso antimadrileño se convierte en una parte central del mensaje de muchos candidatos: "Si nos desprecian/no nos quieren/no nos hacen caso, es porque son arrogantes/egoístas/avariciosos".

A modo de conclusión provisional

Nuestra exposición ha presentado una parte de la situación creada por el crecimiento de Madrid. En nuestra siguiente entrada hablaremos de cómo esta situación engarza con otra corriente telúrica clave en España: la territorialización de la política. Nuestra conclusión será que estas dos fuerzas, el crecimiento de Madrid y la territorialización de la política, son un mecanismo fundamental para entender el estancamiento de España que motiva, desde hace unos meses, esta serie de entradas (aquí, de recordatorio, nuestra introducción a la serie).

* Una historia a redescubrir es la de la consolidación bajo el paraguas del Partido Socialista Obrero Español de las distintas formaciones socialistas en Madrid en los primeros años de nuestra democracia, como la Convergencia Socialista de Madrid o el Partido Socialista Popular de Tierno Galván, y como esta consolidación lleva a que el Partido Socialista se "olvide" de Madrid.

En nuestras dos entradas anteriores (primera y segunda) documentamos el surgimiento de Madrid como pulmón económico de España en las últimas décadas y esbozamos algunas posibles explicaciones de este fenómeno. Hoy aventuraremos algunas de las consecuencias del crecimiento económico de Madrid para la política nacional.

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