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El 'making of' del discurso del 3-O que marcó el reinado de Felipe VI
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CINCO AÑOS DEL 1-O

El 'making of' del discurso del 3-O que marcó el reinado de Felipe VI

Se decide que la indumentaria del Rey sea civil. "Nada de uniforme militar". Camisa blanca, corbata granate y traje gris. Y una escenografía sobria y plano medio sostenido. No se incluye ninguna frase en catalán

Foto: El rey Felipe VI durante el discurso del 3-O. (EFE)
El rey Felipe VI durante el discurso del 3-O. (EFE)

Ante la falta de reacción de la Presidencia del Gobierno, y después de que las imágenes —unas reales y otras falsas— de lo ocurrido el 1 de octubre en Cataluña impactasen en la comunidad internacional, los centros de poder financieros y políticos, extranjeros y nacionales, giraron su mirada a la Zarzuela. El Rey participó el 26 de agosto de 2017 —un comportamiento sin precedentes— en la manifestación de condena por los atentados yihadistas perpetrados ocho días antes en Barcelona y Cambrils.

El monarca observa en la concentración organizada un ambiente bien distinto al de días anteriores, cuando él y la reina acudieron a la Ciudad Condal a visitar a los heridos y participar en el minuto de silencio por las víctimas en la plaza de Catalunya. Felipe VI comprueba que la organización de la manifestación se ha dejado en manos de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural, que los gritos, la cartelería y las pancartas están desconectados del propósito del acto popular y enlazan con las reivindicaciones secesionistas.

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Aunque le acompañan las más altas autoridades del Estado, no hay rastro ni de su presencia ni de su autoridad. En apenas una semana, el ambiente en Barcelona había cambiado, incluso la actitud de las autoridades autonómicas y municipales. Felipe VI llegó a reunirse con la alcaldesa de Barcelona en un lugar discreto de la ciudad la semana anterior. Fue una conversación "sincera" en la que el monarca se interesó por la marcha de los acontecimientos, de la incidencia en ellos que pudiera tener la tragedia del terrorismo y las posibilidades de evitar los hitos secesionistas que se iban a producir en las semanas siguientes. Después de esa entrevista, ya no fue posible la interlocución del Rey con Ada Colau porque la edil barcelonesa dejó de mostrar disponibilidad al diálogo.

Felipe VI empieza a barruntar que el esprint del soberanismo va a ser traumático porque busca la colisión frontal con la legalidad constitucional y estatutaria. Y es el momento en el que el jefe del Estado tiene la convicción de que, antes o después, su intervención pública resultará necesaria. La concentración de Barcelona le confirma sus peores temores. Y, efectivamente, su intervención fue imprescindible. En la Zarzuela, valorando el cariz de los acontecimientos y el vacío de poder que se estaba produciendo, se toma la decisión de que el jefe del Estado, en el desarrollo de las facultades que le otorga el artículo 56 de la Constitución, se dirija al país. La comparecencia pública de Felipe VI se somete a una intensa reflexión y son consultadas personalidades de la sociedad civil de distintos ámbitos que, casi con unanimidad, valoran como aconsejable la intervención del Rey.

Foto: Discurso del rey tras el referéndum (Reuters)

Se medita sobre la adecuación del momento: si antes de que se produjera la inevitable declaración unilateral de independencia o después de que Carles Puigdemont la hiciera. Se consideró que la intervención debía ser anterior a esa eventual declaración para que, si se producía, el discurso del Rey no se tomase como una respuesta. El texto del discurso se define con detalle: debe ser breve, claro, conciso y con un estilo muy directo. No puede contener concesiones buenistas ni expresiones de voluntarismo. El monarca ha intentado en todo momento "estar ahí". Ha soportado sin un mal gesto los desplantes de las autoridades de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona, ha conllevado estoicamente sus visitas blindadas, fuera a la capital catalana, fuera a Gerona y otras localidades. Ha hablado con quienes se han prestado a ello y ha tendido todos los puentes posibles. El discurso se ensaya varias veces, pero menos de las habituales. Se decide sin discusión alguna que la indumentaria del Rey sea civil. "Nada de uniforme militar". Camisa blanca, corbata granate y traje gris. Se apuesta por una escenografía sobria y plano medio sostenido, sin panorámicos que distraigan la atención. No se incluye ninguna frase en catalán. No se trata de un discurso para Cataluña, sino para España entera y para los catalanes que se sienten abandonados ("no estáis solos"). Tampoco habrá referencias a los disturbios, ni a las cargas policiales. Las fuerzas y cuerpos de seguridad pasan por días tensos y, según uno de sus mandos políticos, se sienten "humilladas y mal dirigidas". No habrá nombres, salvo una referencia reiterada a las "autoridades" de la Generalitat y de Cataluña. El Rey acompañará con gestos determinadas frases para enfatizarlas. Se aplica una luz tenue a la retransmisión.

Foto: Aragonès y Puigneró, en una imagen de archivo en el parlamento catalán. (EFE/Quique García)

El presidente del Gobierno se reúne con el Rey a mediodía del 3 de octubre. Lee el texto del discurso y no hace objeciones expresas. Rajoy refrenda con reticencias el discurso. Unas reticencias que fuera de la Zarzuela confiesa a su círculo de colaboradores y a algunos ministros. La iniciativa del monarca no debió extrañar al jefe del Ejecutivo porque Felipe VI le venía advirtiendo de que el curso de los acontecimientos le iba a obligar a esa intervención pública. Las ideas básicas del discurso del Rey se consultan también con Pedro Sánchez, que sugiere que se incluya una llamada al diálogo. Ni el Rey ni el jefe de su Casa consideran que esa expresión deba ser incluida en la disertación, pero se añade una referencia a la entrega del Rey, "a la conciliación y el entendimiento". Felipe VI desea aproximarse a la sugerencia de Pedro Sánchez, aunque no pueda asumirla literalmente ni por entero.

Las palabras del Rey, él era consciente de ello, iban a marcar su reinado. Y le iban a procurar enormes problemas, incomprensiones y desdenes, pero también reforzarían —así sucedió— los atributos de rigor, seriedad y fiabilidad que le atribuían las encuestas y le manifestaban en privado representantes de distintos ámbitos. En el día de hoy —y pese a que se pretende una retractación del jefe del Estado por aquellas palabras—, Felipe VI es perfectamente consciente del coste que tuvieron, pero en la misma medida está convencido de que aquel era el discurso que debía pronunciar y pronunció. Se trató de una disertación dirigida a todos los españoles, a los medios de comunicación internacionales y al mundo financiero, que ya detectaba salidas significativas de fondos de las entidades bancarias catalanas.

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Estas fueron las palabras de Felipe VI:

"Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática. Y, en estas circunstancias, quiero dirigirme directamente a todos los españoles. Todos hemos sido testigos de los hechos que se han ido produciendo en Cataluña, con la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada ilegalmente la independencia de Cataluña. Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno. Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña. Han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando, desgraciadamente, a dividirla. Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada. Esas autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles; y con su conducta irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España.

En definitiva, todo ello ha supuesto la culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña. Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común. Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía.

Foto: Pedro Sánchez y Pere Aragonès. (EFE/Emilio Naranjo)

Hoy quiero, además, transmitir varios mensajes a todos los españoles, particularmente a los catalanes. A los ciudadanos de Cataluña —a todos— quiero reiterarles que desde hace décadas vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley. Porque, como todos sabemos, sin ese respeto no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo. En la España constitucional y democrática, saben bien que tienen un espacio de concordia y de encuentro con todos sus conciudadanos.

Sé muy bien que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas. A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos. Y al conjunto de los españoles, que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos, les transmito un mensaje de tranquilidad, de confianza y, también, de esperanza. Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democráticos son fuertes, son sólidos.

Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y en libertad. Así hemos ido construyendo la España de las últimas décadas. Y así debemos seguir ese camino, con serenidad y con determinación. En ese camino, en esa España mejor que todos deseamos, estará también Cataluña. Termino ya estas palabras, dirigidas a todo el pueblo español, para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia, mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España".

Foto: Manifestación en Barcelona tras la consulta ilegal del 1-O. (EFE/Alberto Estévez)

El discurso del Rey tuvo una buena acogida fuera de Cataluña, pero no allí. Con una rara transversalidad —fruto de un síndrome de Estocolmo colectivo—, se criticó su intervención con un conjunto de argumentos heterogéneos y, sobre todo, falsamente sentimentales. Felipe VI no había utilizado el catalán; no había reprobado las cargas policiales; no había ofrecido ningún horizonte distinto a la "represión del Estado"; se había convertido en un "rey de parte"; se pronunció como un "facha", y un argumentario adicional del mismo tenor. La realidad, sin embargo, fue que, aunque efectivamente el jefe del Estado dejó pelos en la gatera con su iniciativa, y él lo sabía, aquella noche se ganó la Corona en el episodio más crítico de nuestra democracia, solo comparable al 23-F de 1981. Carles Puigdemont, en una de sus más ridículas declaraciones, calificó el discurso del Rey de "claramente golpista", y así lo recoge en sus memorias.

*Este relato está recogido en 'Felipe VI. Un rey en la adversidad' (Planeta 2021), versión actualizada en febrero de 2022 (páginas 201 a 209) escrito por José Antonio Zarzalejos.

Ante la falta de reacción de la Presidencia del Gobierno, y después de que las imágenes —unas reales y otras falsas— de lo ocurrido el 1 de octubre en Cataluña impactasen en la comunidad internacional, los centros de poder financieros y políticos, extranjeros y nacionales, giraron su mirada a la Zarzuela. El Rey participó el 26 de agosto de 2017 —un comportamiento sin precedentes— en la manifestación de condena por los atentados yihadistas perpetrados ocho días antes en Barcelona y Cambrils.

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