Así son los 30 euros de la cesta Carrefour: no pregunten por los frescos ni por Yolanda Díaz
Adquirí 33 productos por un total de 32,64 euros incluidas cuatro bolsas. Y traje a casa una variedad de productos que me permiten afrontar la semana y lo que surja
Nueve y media de la mañana a la altura del número uno de la calle Tertulia de Madrid. Es una zona de Villaverde que se parece a ese Madrid de nueva construcción en el que todos los edificios se parecen y a muchos les ponen nombres rimbombantes para parecer lo que no son. Ahí en medio emerge un centro comercial y en él hay un Carrefour. La multinacional francesa ponía hoy en marcha la campaña publicitaria de la cesta de 30 productos por 30 euros.
Y ahí estaba yo esta mañana, con libreta y lentillas nuevas, al quite. A las diez y cuarenta y nueve salía por la puerta con cuatro bolsas cargadas hasta los topes, la comida y cena del lunes resuelta pero una profunda decepción. Para este viaje no hacía falta topar precios.
En esa hora y diecinueve minutos hice la compra. Adquirí 33 productos por un total de 32,64 euros incluidas cuatro bolsas. Y traje a casa una variedad de productos que me permiten afrontar la semana y lo que surja.
Una lista que incluye tomates, zanahorias y una lechuga iceberg. Un paquete de fideos para fideua que serán convenientemente cocinados este fin de semana. Gel de baño que huele a mar, un friegasuelos con olor a pino y media docena de huevos grandes de gallinas criadas en el suelo, que es algo que siempre tranquiliza a los que nos preocupamos por el bienestar animal. Champú que no promete milagros, una pasta de dientes de Profiden. Qué alegría, si creía que esa marca ya no existía.
Arroz, lentejas y garbanzos, un vinagre de vino, un chopped con aceitunas del que una no espera alegrías pero que estéticamente queda precioso en el bodegón de embutidos. Galletas y café molido natural, unos yogures con cero por ciento azúcares añadidos y materia grasa, para alegría de mi báscula y mi autoestima. Una barra de pan de picos en una esquina que garantiza que está hecho en la comunidad de Madrid. Y ya paro, que no quiero aburrirles e informarles sobre mi despensa.
¿He comprado los 30 productos de la lista de marras? No. ¿He tirado de superioridad moral para llevarle la contraria a una multinacional francesa y a la vicepresidenta tercera del gobierno? Dios me libre. Pero es que me ha sido imposible. Y ya les he dicho que he estrenado lentillas.
Para empezar, porque a la entrada no había ningún tipo de reclamo con el asunto. Pero qué sabré yo de marketing estratégico y esas cosas. A las nueve y media de la mañana había muy poca gente en el hipermercado, olía a pan a la entrada y los empleados estaban rematando los lineales. Sin más arma alguna que mi cuaderno pregunté a uno de ellos por la promoción. “No están agrupados en un lugar concreto, señora. Tiene que ir por los pasillos y ver las etiquetas. Y coja un carro, porque solo con las galletas ya ocupa bastante”, afirmó. Otro, que colocaba tomates con esmero, no sabía de lo que le estaba hablando.
Y prometo que no he sido capaz de ver más de cuatro o cinco con el rectángulo color calabaza apagada que lo identifica. Sí he detectado la harina, el vinagre y el aceite de girasol, el pan blanco con corteza y la harina. De soslayo, unos champiñones laminados que no sé yo si están entre las necesidades básicas de una dieta, y poco más. Y no habrá sido porque no he ido pasillo por pasillo. Recibiendo alguna que otra mirada de: “¿Otra vez por aquí?”.
Pero es muy complicado identificar el 30x30 de las narices cuando los lineales están repletos de otras ofertas. Mini-precios a 0,99, los 3x2, otras etiquetas que destacan que si no encuentras eso que buscas le preguntes al personal, otra que identifica a productos galardonados por su innovación. Así que imaginen a quien no se haya enterado de esta noticia. Que son, según mis cálculos, que todos los que esta mañana caminaban en busca de arroz para hacer paella, cargaban salchichas como si no hubiera mañana y hacían malabares con un carro en una mano y en la otra el de un bebé de nombre 'Allende'. Como para preguntarles si sabían que hoy la ministra de Trabajo y Economía Social se reunía con otras compañías para tratar de abaratar los precios.
El deber me llamaba, se me empezaba a secar la boca como si me estuviera subiendo el azúcar y también el estrés. Así que fui por mi cuenta. Y les aseguro que es posible hacer la compra sin topar los precios. Comprar 33 cosas por 32 euros.
Siempre que uno compre en grandes superficies. Siempre que uno no sea un lector voraz de etiquetas nutricionales. O ande obsesionado con la procedencia de los productos. Siempre que uno no busque berberechos de los gordos. O los “mejillones buenos, pero baratos” que buscaba una señora en el pasillo de las conservas de pescado y así se lo hizo saber a un empleado, al que se despidió informándole de que este viernes se iba a Parla.
Están los que se llevan las manos a la cabeza porque no estemos hablando de alimentos frescos y sí ultraprocesados. Son, en muchos de los casos, los que se mofan cuando el ministro de Consumo hace una guía de alimentación saludable y se carcajean de los que hablan de obesidad infantil cuando un profesor de Educación Física saca el tema a relucir en Moncloa.
Y también están los que están acostumbrados a vivir al céntimo. No son pocos, teniendo en cuenta que el sueldo más frecuente en España en 2020 era de 18.480 euros anuales y casi el 20% de los trabajadores cobraba el salario mínimo o menos (13.300 al año), según el Instituto Nacional de Estadística.
Bienvenido el debate de las cosas del comer. Aunque haya argucias publicitarias, acusaciones de rédito electoral, tensiones entre el Gobierno de coalición. Si no hubiéramos abierto este melón, no me habrían mandado esta mañana, libreta en mano y con lentillas nuevas, a llenar la nevera a doce paradas de metro de casa.
Nueve y media de la mañana a la altura del número uno de la calle Tertulia de Madrid. Es una zona de Villaverde que se parece a ese Madrid de nueva construcción en el que todos los edificios se parecen y a muchos les ponen nombres rimbombantes para parecer lo que no son. Ahí en medio emerge un centro comercial y en él hay un Carrefour. La multinacional francesa ponía hoy en marcha la campaña publicitaria de la cesta de 30 productos por 30 euros.