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Así se enterró al último rey que murió en España
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CON UNA POMPA EXTRAORDINARIA

Así se enterró al último rey que murió en España

No disponemos de normas que contemplen los rituales funerarios en caso de fallecimiento del rey, pero sí de los antecedentes: la muerte de Alfonso XII, el traslado de Alfonso XIII desde Roma y el funeral de don Juan de Borbón

Foto: Alfonso XII y María Cristina de Austria. (Cedida)
Alfonso XII y María Cristina de Austria. (Cedida)

A las 8 horas y 45 minutos del 25 de noviembre de 1885 fallecía, a los 28 años, el rey Alfonso XII en el Palacio de El Pardo. En palabras del catedrático y académico de la Historia, Feliciano Barrios, "fue la última ocasión en la que se practicaron los rituales fúnebres de la Monarquía española en toda su grandiosidad".

Esos ritos estaban contemplados en el denominado 'Ceremonial de la corte de España' (1875) y emparentaban estéticamente con otros anteriores, pero el hijo de Isabel II —que le sobrevivió y que murió en el Palacio de Castilla de París en 1904, actualmente enterrada en El Escorial— fue el primer rey constitucional por la vigencia, desde 1876, de la Carta Magna que se derogó por la republicana de 1931. Por esa razón, las honras fúnebres del monarca fueron distintas a las de los reyes absolutos anteriores.

Foto: Alfonso XII y María de las Mercedes, en la piel de Vicente Parra y Paquita Rico, en la película '¿Dónde vas Alfonso XII?' de 1952. (Pecsa Films)

Cuando falleció el rey, su segunda esposa, embarazada del que sería Alfonso XIII, Doña Cristina de Austria, reina regente, fue la que dispuso la organización del sepelio conforme a las normas establecidas. El cadáver del rey se trasladó desde El Pardo hasta San Antonio de la Florida y, de allí, al Palacio Real de Madrid. En esas dos etapas del traslado, los acompañantes —autoridades varias— fueron diferentes en un relevo bajo un silencio sepulcral.

El tránsito de San Antonio hasta el Palacio Real fue de una pompa extraordinaria, en la que participaron los cuerpos militares, palafreneros a caballo, ocho caballos "de respeto" y sacerdotes bajo el mando de cardenal arzobispo de Zaragoza. Los restos mortales del rey reposaban en una caja de zinc dentro de un féretro de madera cubierto con la bandera nacional sobre la que reposaba la corona. De cada lado del féretro salían cintas cogidas por nobles grandes de España.

La reina regente y la familia real se unieron a la comitiva en San Antonio de la Florida y siguieron desde allí hasta el Palacio Real, en donde se instaló la capilla ardiente en el Salón de Columnas. Quedó expuesto al público mientras se celebraban simultáneamente oficios religiosos. Más tarde, el rey fallecido fue trasladado a El Escorial en otra comitiva. Ya el féretro en la basílica de San Lorenzo, el comandante de Alabarderos, a instancia del ministro de Gracia y Justicia, se acercó a la caja mortuoria y clamó "Señor, Señor, Señor". Una vez comprobada la imposible respuesta, el cuerpo del monarca se entregó a la custodia de la comunidad de agustinos del Monasterio después de un oficio de responso.

Foto: Retrato de Alfonso XII y María de las Mercedes.

Con un detalle extraordinario relata este episodio el profesor Barrios en su ensayo 'Exequias y ceremonial: las honras fúnebres del rey en la Corte', incluido en el libro coral 'El Rey' (volumen II de III), coordinado por el insigne historiador José Antonio Escudero, y ahora de casi imposible adquisición. Y que merecería de una urgente reedición, porque el fallecimiento de Isabel II de Inglaterra ha planteado en los medios de comunicación y en ámbitos académicos dedicados a la historia de qué forma se formalizarían en España las honras fúnebres cuando fallezca el rey Juan Carlos y, en su caso, el actual.

Sobre el particular no hay normativa alguna, al menos específica, aunque al firmante le consta, en conversación con ella, que la que fuera vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia, Carmen Calvo, tenía en mente una idea bastante precisa al respecto, próxima a convertir en "un borrador" de real decreto del Consejo de Ministros que debería ser acordado con la Casa de S. M. el Rey.

Aunque el único entierro de un monarca reinante en España en el siglo XIX fue el de Alfonso XII, los restos mortales de su hijo póstumo, Alfonso XIII, se trasladaron a España el 19 de enero de 1980. El rey Juan Carlos encomendó a su padre, el Conde de Barcelona, que acompañase el traslado de los restos mortales de su abuelo desde su tumba en la iglesia española de Montserrat en Roma, ciudad en la que falleció en 1941.

Foto: El rey Alfonso XIII en 1931. (Getty/Hulton Archive)

El féretro del bisabuelo de Felipe VI salió del puerto italiano de Civitavecchia en la fragata 'Asturias' y llegó al de Cartagena, previo traslado al patrullero —más maniobrable— 'Javier Quiroga'. En la ciudad murciana le esperaba el jefe de la Armada. Ante él y ante don Juan de Borbón, el féretro se instaló en un armón de artillería. En helicóptero llegó a la base área de San Javier, desde donde, en un Hércules, aterrizó en Getafe y, de allí, se trasladó a El Escorial en otro armón tirado por seis caballos negros.

Ante el Monasterio le esperaban el rey y la reina y los demás miembros, entonces, de la familia real, el Gobierno en pleno, los presidentes del Congreso y del Senado, las más altas autoridades militares y el cuerpo diplomático. Hubo salvas de honor e interpretación del himno nacional. Don Juan de Borbón entregó en mano al prior de San Lorenzo de El Escorial los documentos acreditativos del traslado y de la autenticidad de los restos mortales de su padre.

Foto: Isabel II, Alfonso XIII y Juan Carlos I.

Otro precedente, aunque de menor solemnidad, consistió en los rituales fúnebres de don Juan de Borbón, padre de Juan Carlos I, que falleció en Pamplona el 1 de abril de 1993. Sus honras fúnebres recibieron honores de Estado, su féretro se desplazó también en un armón de artillería y la comitiva salió del Palacio Real. El funeral en el Escorial fue especialmente emotivo por las lágrimas de doña Sofía, que puso su mano sobre el hombro de su marido, Juan Carlos I, que, sin llanto pero con emoción contenida, despidió a su padre allí y en la misa-funeral en la iglesia de San Jerónimo el Real, en la que participaron cientos de ciudadanos.

Las exequias reales, por razones obvias, deben estar previstas por el Gobierno y por la Casa del Rey —no es imposible que ya se haya trabajado sobre un plan completo tanto de seguridad como protocolario— y deben adecuarse, sin duda, a la tradición de la monarquía —como está ocurriendo en el Reino Unido— con las innovaciones adecuadas. En todo caso, la "pompa" funeraria no es meramente ritual, sino que alcanza un gran simbolismo político, como se está comprobando con el fallecimiento de Isabel II de Inglaterra. En España, ya en el siglo XVII, se dictaron las 'Etiquetas Reales' (1651) con los ritos funerarios que se desarrollaban en la iglesia de San Jerónimo el Real. La tradición, pues, es secular.

A las 8 horas y 45 minutos del 25 de noviembre de 1885 fallecía, a los 28 años, el rey Alfonso XII en el Palacio de El Pardo. En palabras del catedrático y académico de la Historia, Feliciano Barrios, "fue la última ocasión en la que se practicaron los rituales fúnebres de la Monarquía española en toda su grandiosidad".

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